viernes, septiembre 02, 2011

13 Asesinos



Podríamos decir que 13 Asesinos, una de las últimas películas de Takashi Miike, es una revisión de Los 7 samuráis y Los 7 magníficos, pero Miike no se conforma con el mero reciclaje o con homenajear: tiene su propio estilo y éste es ágil, humorístico a ratos, contundente, visceral, rompedor. A Miike no le interesan las coreografías del cine oriental que tanto se llevan ahora (y que a mí me entusiasman), sino que su puesta en escena aboga por la confusión de la batalla y la rudeza lírica de los samuráis, pues sus guerreros parecen búfalos que, sin embargo, se movieran como bailarines, y esto es un halago; de hecho, es lo que pretende: los movimientos de los luchadores son tan brutales como sus palabras y sus tonos de voz, pero al mismo tiempo destilan cierta poesía. Por otro lado, la fotografía está más próxima a las películas de artes marciales de los 70 que a la belleza de los filmes de Ang Lee o Zhang Yimou.

El argumento es sencillo: a un grupo de hombres les encomiendan la misión de pararle los pies al hermano del Shogun, experto en fechorías, violaciones y masacres. Pero, sólo con esa línea argumental, Miike construye una poderosa oda a la muerte, al combate y al honor propio del samurái. Al estilo de Los 7 magníficos o Doce del patíbulo, resulta muy interesante el reclutamiento de algunos de esos guerreros, y la manera en que el director los dota de entidad. Así, por ejemplo, el cabecilla y protagonista (visto en Babel, Seda y La anguila, entre otros); o el tipo que pide dinero por servirlos con su lanza y su vida; o el peregrino de la montaña que no utiliza espadas; o el apostador; o, para mí el mejor de todos, el ronin que recuerda al héroe de los cómics de Lobo solitario y su cachorro, una máquina de matar con katana. 13 Asesinos es un espectáculo, un baño de honor y hemoglobina.