Hace 20 horas
viernes, septiembre 30, 2011
Sueños de bolsillo, de Francesco Spinoglio
A las cinco de la tarde llegamos a Friburgo, la ciudad mágica. Soplaba un viento frío y las calles estaban recubiertas de nieve. Conseguí una habitación a buen precio en un hotel céntrico y desde la ventana de mi cuarto tenía una vista espectacular de la majestuosa catedral. Tras descargar mi mochila, salí a la calle y recorrí el casco antiguo de la ciudad. Se respiraba un clima universitario y la gente parecía muy cordial. Luego cené comida típica de la zona de un McDonald’s y regresé a mi habitación tratando de ordenar todo ese aluvión de sensaciones e ideas que me inundaban la mente. Abrí la ventana y me dejé envolver por la manta helada de la noche. Las gárgolas de la catedral me miraban fijamente y habían perdido toda esa inocencia estética que relucía por la tarde. Ahora parecían estar animadas y tenían un aspecto siniestro.
-¿Qué queréis? –pregunté.
-UUUUUU –contestó el viento.
¿Qué coño de respuesta era esa? Cerré la ventana y me puse a hojear mi guía. En la sección dedicada a Friburgo decía que era una de las tres ciudades mágicas de Europa y, según los más supersticiosos, por la noche se abría una especie de portal con el más allá. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Volví a abrir la ventana. Las gárgolas seguían mirándome con aspecto amenazador.
-Sé que vosotras abrís el portal que nos comunica con el más allá, ¿verdad?
-UUUUUU –contestó ese gilipollas del viento.
-Que os den.
No habrá paz para los malvados
Seca. Dura. Potente. Género negro. De vez en cuando (una vez al año, más o menos) llega a las salas de cine una película española que nos impacta, que no se queda en lo de siempre (guerra civil o postguerra). Destacan, sobre todo, el arranque y el clímax. Y sobresale José Coronado, en el que quizá sea el mejor papel de su carrera. Y, además, salen algunos rincones de mi barrio: Tribulete, la Plaza de Lavapiés, etc. La trama me despistó un poco; me hubiera gustado un poco más de violencia. A pesar de ello, Urbizu siempre es un soplo de aire fresco.
Bill Murray
Encontré esta imagen en el perfil de Facebook de Milo Krmpotic y me ha gustado tanto que quiero compartirla aquí. Bill Murray es muy grande.
jueves, septiembre 29, 2011
Trailer de Extremely Loud and Incredibly Close
Tengo muy buenos recuerdos de la lectura de Tan fuerte, tan cerca, la novela de Jonathan Safran Foer sobre la búsqueda de un niño tras el 11-S. Ahora, Stephen Daldry (Billy Elliot, Las horas) la ha adaptado al cine con Tom Hanks, Sandra Bullock, Thomas Horn, Max von Sydow, Viola Davis, John Goodman, Jeffrey Wright y James Gandolfini. Éste es el trailer.
Piercing, de Ryu Murakami
Tras publicar la ambiciosa y monumental Los chicos de las taquillas, en Escalera han vuelto a rescatar otra novela del cañero Ryu Murakami (recordemos: Azul casi transparente, Sopa de miso): Piercing. Se trata de una novela brevísima, con menos ambiciones, centrada sólo en dos o tres personajes, pero no por ello desdeñable sino todo lo contrario. Se merienda de una sentada porque el universo sórdido (sordidez mental: la de los protagonistas) que crea el autor engancha desde el inicio.
Kawashima el protagonista, tiene tendencias psicópatas: una voz, dentro de su cabeza, le dice que apuñale a su bebé, su propio hijo; algo que él rechaza hacer, y por ello quiere buscar a una víctima desconocida y adulta, para matarla y acallar esa voz interior. Pronto topará con Chiaki, una chica a la que tampoco faltan demonios personales. Podríamos afirmar que la propuesta de Murakami consiste en decirnos que, si los cimientos fallan en la infancia, la persona en la que se convierte el niño es irrecuperable. Porque, tanto Chiaki como Kawashima, tuvieron padres que abusaron de ellos y/o los maltrataron. Y de ahí viene todo: las voces, las perversiones… Intensa, morbosa, desasosegante, no defraudará a los lectores de Ryu Murakami, entre los que me cuento. Un trozo:
Inspirado por un artículo que había leído en una revista y fotocopiado en la biblioteca, Kawashima había decidido comprar un cuchillo, además del punzón. El artículo era sobre una furcia de treinta y dos años que habían encontrado muerta en una habitación de hotel, con el tendón de Aquiles cortado. Un detective anónimo había propuesto esta explicación: “Cuando cortas el tendón de Aquiles, el sonido que hace es tan alto y agudo como el de un disparo. Puede que el asesino lo supiera y le gustara”. Kawashima decidió que antes de perforar el estómago de la víctima con el punzón –o después, si era preciso– le cortaría el tendón de Aquiles. Tenía curiosidad por cómo sonaría exactamente. Y quería ver la expresión en la cara de la mujer cuando esto sucediera.
[Traducción de Ana Lima Lima]
Próximamente: Cult movies. Películas para llevarse al Infierno
De Vicente Muñoz Álvarez. Incluye pictogramas de Julia D. Velázquez, ilustraciones de Miguel Ángel Moreno y un epílogo de mi cosecha. En noviembre. Eutelequia.
Infinite Jest (2)
Don Gately informa a Ewell de que el tatuaje carcelario básico es casero; se hace con agujas de coser de la cantina y un poco de tinta azul del cartucho de una estilográfica conseguida del bolsillo del pecho de algún despistado Guardián de la Ley; por esa razón, el tipo de tatuaje de presidio es siempre con el mismo azul de cielo nocturno. La aguja se empapa en tinta y se clava todo lo que el tatuado puede aguantar sin moverse; si se mueve, se estropea la operación. Un simple cuadrado ultraminimalista como el que luce Gately en su muñeca derecha requiere medio día de trabajo y cientos de pinchazos. Resulta imposible lograr que los pinchazos tengan la misma profundidad uniforme en una carne que se mueve; por eso las líneas no son siempre derechas ni el color tiene la misma tonalidad. Por esa razón, los tatuajes carcelarios siempre dan la impresión de haber sido hechos por niños sádicos en tardes lluviosas.
David Foster Wallace, La broma infinita
Premio Eutelequia: nota de prensa
NOTA DE PRENSA
LOS ANTIPREMIOS ENTREGAN UN PREMIO
La editorial Eutelequia tiene el placer de comunicarles el fallo del jurado del Premio Eutelequia de Novela 2011.
Los apartados, de Fernando García Maroto, ha sido galardonada con el Premio Eutelequia de Novela 2011. La obra cuenta la historia de un policía desterrado a un pequeño pueblo marítimo que "crece sobre una mentira". Haciendo un guiño a la literatura antiutópica que representan escritores como Huxley, Orwell o Bradbury, el autor describe la villa con estas palabras:
Aquí no existe un guardián, sino que todos lo somos; además de jueces, testigos y verdugos.
La falsedad que recorre la novela no solo fluye en las aguas que nutren el pueblo, sino
también en la sangre de los protagonistas, que se engañan entre ellos y también a sí mismos.
Ningún personaje se libra de la mirada crítica del autor, que refleja en cada uno de ellos un
auténtico ejemplo de hipocresía.
Los personajes quieren escapar no solo de una aldea donde no hay oportunidades, sino más bien de una personalidad sin ambiciones que, al reflejarse en el espejo, provoca auténtico asco a quien la ve. Por eso mismo, dándose cuenta de que "es siempre complicado luchar contra nuestro propio olvido", no hay esperanza posible.
LOS ANTIPREMIOS ENTREGAN UN PREMIO
La editorial Eutelequia tiene el placer de comunicarles el fallo del jurado del Premio Eutelequia de Novela 2011.
Los apartados, de Fernando García Maroto, ha sido galardonada con el Premio Eutelequia de Novela 2011. La obra cuenta la historia de un policía desterrado a un pequeño pueblo marítimo que "crece sobre una mentira". Haciendo un guiño a la literatura antiutópica que representan escritores como Huxley, Orwell o Bradbury, el autor describe la villa con estas palabras:
Aquí no existe un guardián, sino que todos lo somos; además de jueces, testigos y verdugos.
La falsedad que recorre la novela no solo fluye en las aguas que nutren el pueblo, sino
también en la sangre de los protagonistas, que se engañan entre ellos y también a sí mismos.
Ningún personaje se libra de la mirada crítica del autor, que refleja en cada uno de ellos un
auténtico ejemplo de hipocresía.
Los personajes quieren escapar no solo de una aldea donde no hay oportunidades, sino más bien de una personalidad sin ambiciones que, al reflejarse en el espejo, provoca auténtico asco a quien la ve. Por eso mismo, dándose cuenta de que "es siempre complicado luchar contra nuestro propio olvido", no hay esperanza posible.
SOBRE EL AUTOR
Fernando García Maroto es profesor de Matemáticas en el Instituto de Enseñanza Secundaria "Narcís Monturiol" de Parla (Madrid). Colabora en publicaciones como Narrativas, Palabras diversas y Beta Ediciones.
miércoles, septiembre 28, 2011
Vivir y morir en Lavapiés: contracubierta
Una vez escribí que las ciudades se dividen en cintura para arriba y cintura para bajo. Según ese mapa sentimental, Lavapiés ocupa la ingle izquierda de Madrid, de la que me declaro desconcertado y orgulloso habitante ocasional. Pero, ¿cómo contar el barrio más poliédrico de una ciudad que tiene mil caras? ¿Cómo explicar un barrio cuyas calles son arroyos con afluentes de todas las naciones, un barrio que algunas noches se siente república y otras se proclama el Montmartre de Madrid, un barrio que solo puedes amar odiándolo un poco y todo lo contrario?
Hasta ahora, nadie lo había hecho con tanta pericia como José Ángel Barrueco en este libro, revolviendo las piezas del puzzle para convertirlas en teselas de un mosaico narrativo donde la ficción y la realidad se parecen tanto que cuesta diferenciarlas y no apetece intentarlo. Porque los personajes -con y sin nombre- reconocibles de inmediato, se cruzan con otros que se intuyen cuando caminas el barrio y levantas la vista hacia sus escuetos balcones que apenas alcanzan a enjaular las historias que enmarcan.
Amo Lavapiés. Odio Lavapiés. Y después de leer este libro, lo conozco un poco mejor.
CARLOS SALEM
**
Las camas calientes, las reyertas rutinarias, las luces de la golfemia y el neón del Carrefour. Todo ello está en esta novela brusca y precisa, deslenguada y frontal, que viene con acordes de rock callejero y trae noche desmadejada y, con ella, la trama del barrio y sus recovecos. Hay candor en estas páginas y hay mafia, hay pícaros de acera, de mansión y de internet, y resuenan aquí y allá la voz del ganapán y la risa del descastado. Cuadro de costumbres y esbozo del natural, pero también género negro, y pulso narrativo de relato policial: con una sopesada combinación de estos ingredientes, José Ángel Barrueco ha construido una historia que se parece mucho a la épica urbana de nuestros días.
ELOY FERNÁNDEZ PORTA
**
Modo de empleo: empiece por el inicio, despójese de prejuicios, acérquese a Lavapiés de vez en cuando, no haga de todo esto un juego de buenos y malos. Disfrute de un cóctel de fragmentos literarios de intenso sabor.
DAVID REFOYO
HHhH, de Laurent Binet
Éste es un libro modélico que muestra los caminos por dónde debería circular la novela. Aunque en realidad no es una novela. ¿O sí? Laurent Binet, galardonado con el Goncourt de Primera Novela, trata de reconstruir un hecho histórico: el atentado que sufrió Heydrich, uno de los hombres más eficaces de Hitler, en las calles de Praga. Binet sabe que, a menudo, un escritor noveliza demasiado cuando trata hechos históricos, deja volar la imaginación y suple con ésta lo que desconoce o lo que prefiere maquillar para la causa de la narración. Y él pretende escapar de eso. Su libro es, por tanto, una lucha entre la ficción y la Historia , entre la novela y la no ficción. En su búsqueda de documentación y de respuestas para contar este hecho histórico, nos muestra su “work in progress”, de tal modo que nos comenta por qué no ha querido desvelar más sobre este personaje, a menudo se contradice adrede (admite que lo que acaba de relatar en el capítulo anterior es hacer ficción con la realidad, y él huye de eso), analiza los libros que ha leído en los que encuentra ciertas similitudes (Las benévolas, Europa Central…), habla de su presente, de cómo escribe y a quién ama mientras escribe este libro…
Alertado por un par de amigos, compré en seguida HHhH y lo he devorado. El título proviene de la frase “Himmlers Hirn heisst Haydrich” (“El cerebro de Himmler se llama Heydrich”). El ritmo que Binet imprime a la narración es una de sus mejores virtudes. Y no sólo recrea con talento y brillantez un episodio histórico (a veces, como si fuera un ensayo, a veces como una novela), sino que el lector puede revivir ciudades como Praga, que él conoce bien y a la que se nota que ama con pasión. El autor demuestra, una vez más, que se puede volver al pasado y contar la historia de otro modo, sin aburrirnos, con un lenguaje y unos métodos narrativos adaptados a nuestra época, sin necesidad de coñazos académicos. No quisiera extenderme más para dejar paso a un breve capítulo (ya en la página 15) en el que Binet, de manera magistral, anuncia los elementos que compondrán su drama, los elementos y personajes que conformarán lo que va a contar, el resumen del libro:
Estaban las huellas, aún terriblemente frescas, del drama que se había consumado en aquella sala apenas sesenta años antes: el reverso de la claraboya que se ve desde el exterior, el túnel excavado unos pocos metros, los impactos de las balas en las paredes y en el techo abovedado, dos pequeñas puertas de madera. También había unas fotos con los rostros de los paracaidistas, estaba el nombre de un traidor en un texto redactado en checo y en inglés, había un impermeable vacío, un morral, una bici, todo ello reunido dentro de una vitrina, por supuesto había una metralleta Sten, de esas que se encasquillan en el peor momento, había mujeres evocadas, había imprudencias mencionadas, estaba Londres, estaba Francia, había legionarios, había un gobierno en el exilio, había un pueblo con el nombre de Lidice, había un joven centinela que se llamaba Valčík, había un tranvía que pasa, también éste, en el peor momento, había una máscara mortuoria, había una recompensa de diez millones de coronas para el hombre o la mujer que delatase, había cápsulas de cianuro, había granadas y gente para lanzarlas, había emisoras de radio y mensajes codificados, había un esguince en el tobillo, estaba la penicilina que sólo se podía conseguir en Inglaterra, había una ciudad entera bajo el poder de aquel a quien apodaban “El Verdugo”, había banderas con la cruz gamada e insignias con calaveras, había espías alemanes que trabajaban para Inglaterra, había un Mercedes negro con un neumático reventado, había un chófer, había un carnicero, había dignatarios alrededor de un ataúd, había policías inclinados sobre unos cadáveres, había represalias terribles, estaba la grandeza y la locura, la debilidad y la traición, el valor y el miedo, la esperanza y la pena, todas las pasiones humanas estaban reunidas en unos pocos metros cuadrados, estaba la guerra y estaba la muerte, había judíos deportados, familias masacradas, soldados sacrificados, había venganza y cálculo político, había un hombre que, entre otros, tocaba el violín y practicaba esgrima, había un cerrajero que nunca pudo ejercer su oficio, estaba el espíritu de la Resistencia que se quedó grabado para siempre en esos muros, estaban los rastros de la lucha entre las fuerzas de la vida y las de la muerte, estaban Bohemia, Moravia, Eslovaquia, estaba toda la historia del mundo contenida dentro de unas pocas piedras.
Fuera había setecientos SS.
[Traducción de Adolfo García Ortega]
Mientras agonizo
Por la vía dolorosa de la membrana opaca
se deslizó secreta
la punzada de sangre que me lleva a la muerte.
Lo sé ya, mientras calla mi dolor en la aguja
y gime sólo el ojo
bajo las dentelladas agudas de mi miedo.
No me voy de vacío.
Mi inocencia se lleva
de este mundo feliz hacia una nada de aire
que se disuelve en aire y no duele ni pesa,
las últimas palabras que calmaron mi angustia,
las últimas caricias que cerraron mis párpados.
Mientras siguen los pájaros cantando
y al fondo suena el mar innumerable,
no me voy de vacío.
En el milagro azul de mi mirada
vivieron las mañanas de sol y estuvo el viento
transparente y fecundo que venía de los pinos,
la materia marina de la tarde,
las gaviotas que aún vuelan sobre mi asombro alegre.
No me voy de vacío como no se va el día
sin su carga sonora de luz cumplida y clara.
Me llevo en las pupilas
la presencia de aquellos que me dieron
calor con sus miradas, mi mejor alimento.
Bajo otra luz distinta, más blanca y menos fría,
alguien entenderá
la plenitud del mundo que persiste en mis ojos
abiertos a la nada.
se deslizó secreta
la punzada de sangre que me lleva a la muerte.
Lo sé ya, mientras calla mi dolor en la aguja
y gime sólo el ojo
bajo las dentelladas agudas de mi miedo.
No me voy de vacío.
Mi inocencia se lleva
de este mundo feliz hacia una nada de aire
que se disuelve en aire y no duele ni pesa,
las últimas palabras que calmaron mi angustia,
las últimas caricias que cerraron mis párpados.
Mientras siguen los pájaros cantando
y al fondo suena el mar innumerable,
no me voy de vacío.
En el milagro azul de mi mirada
vivieron las mañanas de sol y estuvo el viento
transparente y fecundo que venía de los pinos,
la materia marina de la tarde,
las gaviotas que aún vuelan sobre mi asombro alegre.
No me voy de vacío como no se va el día
sin su carga sonora de luz cumplida y clara.
Me llevo en las pupilas
la presencia de aquellos que me dieron
calor con sus miradas, mi mejor alimento.
Bajo otra luz distinta, más blanca y menos fría,
alguien entenderá
la plenitud del mundo que persiste en mis ojos
abiertos a la nada.
Santos Domínguez, extraído del blog Best Poems
martes, septiembre 27, 2011
Cómo acabar con tu jefe (Horrible Bosses)
Como se dice ahora: “soy fan de la comedia norteamericana”; lo soy. En el fragmento de Cultura Mainstream que he colgado en el post anterior se explica que los estadounidenses hacen cine para todos los países; de ahí que sus comedias, salvo excepciones, puedan ser disfrutadas y comprendidas por un español, un japonés o un alemán. Ahí, tal vez, radique su éxito.
Horrible Bosses, aunque toma parte de su modelo de Resacón en Las Vegas (los tres protagonistas de una se parecen bastante a los de la otra, incluso en el físico; el ritmo acelerado y el lenguaje soez son casi idénticos; no faltan los cameos de algunas celebridades; etc.), se revela como una comedia muy apetecible. ¿Quién no ha querido, alguna vez, estrangular a alguno de sus jefes? Tres amigos (interpretados por Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day) tienen, cada uno, a un superior odioso que cumple los estereotipos: el gañán (Colin Farrell), la acosadora (Jennifer Aniston) y el cabrón (Kevin Spacey). El deseo común sería cargárselo, y la película, a la manera de Extraños en un tren o Tira a mamá del tren (ambas citadas en el guión), plantea esas situaciones: qué hacer, a quién contratar…
El gran acierto de la película es, para mí, su reparto. Por eso funciona, creo yo. Para empezar, siempre es agradable reencontrarse con Jason Bateman (el mejor del trío protagonista), quien, al igual que Josh Brolin, triunfó en los 80, vivió dos décadas rodando malas películas y resurgió de sus cenizas. Pero lo más divertido viene de la mano de los secundarios: Spacey, Farrell y, sobre todo, Aniston, en plan vamp, muy alejada de sus papeles de comedia romántica. Sin olvidarnos de otra estrella: Jamie Foxx, un sicario al que los protagonistas quieren contratar en un bar de negros. Y no me olvido de los cameos: Donald Sutherland, Ioan Gruffudd y dos de los actores de la serie The Wire (el boxeador y el tipo que hizo de Bunk). Todos ellos logran que la cosa funcione. En fin, una comedia negra muy divertida.
Cultura Mainstream, de Frédéric Martel
Frédéric Martel entrevistó a 1.250 personas durante años para la elaboración de este libro, un ensayo que nos ayuda a comprender por qué ciertos productos culturales triunfan en todo el mundo y otros no siguen ese camino. La primera parte me parece la más interesante porque se ocupa del entretenimiento norteamericano, y, para bien o para mal, es el tema que nos resulta más familiar debido a los blockbusters de Hollywood, las bandas de rock y pop norteamericanas y las marcas populares y los inventos de aquel país (el autocine, las multisalas, etc). En la segunda parte el autor recorre el mundo y nos habla de la industria cultural de la India, Gran Bretaña, Japón, Israel…
Este libro ofrece una respuesta a preguntas sobre la cultura de masas que, de vez en cuando, nos hacemos: ¿Por qué la MTV es una mierda, en la actualidad? ¿Por qué en algunos multicines sólo venden Pepsi y, en otros, sólo Coca-Cola? ¿Cómo fue la creación, auge y declive de los “drive in”? ¿Por qué Estados Unidos exporta más películas de éxito que, por ejemplo, España o Francia? ¿Por qué Oprah marca las tendencias? ¿Por qué la mayoría de los productos se enfocan a un mercado de gente muy joven? La investigación del autor es muy interesante, y abajo copio un fragmento sobre una de las razones del triunfo de la cultura popular de USA:
Y, sobre todo, frente a la escasez de productos populares en muchos países, los estadounidenses han aprendido muy pronto a adaptarse a las realidades locales: practican una globalización activa, que combina una difusión de contenidos de masa, indiferenciados y mainstream, con una difusión especializada de nichos que tienen en cuenta a los países importadores. En materia de televisión, como los mercados son sobre todo nacionales, venden formatos. En la música y el libro, son mercados mixtos con una cuota nacional importante, y por lo tanto venden hits y best sellers globalizados pero también producen discos y libros locales. En cuanto al cine, sus blockbusters tienen éxito en todo el mundo, porque lo que producen no son tanto películas estadounidenses como productos universales y globales. Los franceses hacen películas para los franceses, los indios para los indios, los árabes para los árabes; sólo los estadounidenses hacen películas para todo el mundo. Además, son los únicos que hoy día hacen películas para la exportación, antes incluso de pensar en su mercado interior.
[Traducción de Núria Petit Fontserè]
Trailer de Fireflies in the Garden
Con Ryan Reynolds, Julia Roberts, Willem Dafoe, Emily Watson, Carrie-Anne Moss, Ioan Gruffudd y Hayden Panettiere: link.
Infinite Jest (1)
-En todas partes. La cabeza, la garganta, el culo. El estómago. Está en todas partes. No sé cómo llamarlo. Es como si no lograra encontrar nada fuera de esa sensación, así que no sé cómo llamarla. Es más horror que tristeza. Es más como horror. Es como si algo horrible estuviera a punto de suceder, lo más horrible que una se pueda imaginar, no, peor de lo que una pueda imaginarse porque está también la sensación de que tienes que hacer algo ya mismo para detenerlo, pero no sabes lo que se debe hacer y entonces sucede también, todo el tiempo, está a punto de suceder y al mismo tiempo sucede.
-Entonces usted diría que la ansiedad es una parte importante de sus depresiones.
Ahora no estaba nada claro si ella le contestaba al médico o no.
-Todo se vuelve horrible. Todo lo que ves es feo. La palabra apropiada es “espeluznante”. El doctor Garton dijo “espeluznante” en una ocasión. Esa es la palabra exacta. Y todo suena áspero, espinoso y áspero como si cada sonido que una escuchara de repente tuviera dientes. Y el olor: yo huelo mal incluso cuando acabo de salir de la ducha. ¿Para qué voy a bañarme si cuando acabo de hacerlo huelo como si necesitara otra ducha?
David Foster Wallace, La broma infinita
lunes, septiembre 26, 2011
Una novela francesa, de Frédéric Beigbeder
Éste es uno de los mejores libros de Beigbeder junto a El amor dura tres años. Luego le seguirían Windows on the World y 13’99 euros. A la fluidez de la prosa de Beigbeder, creo que ya lo dijimos por aquí hace años, se une un talento especial para la píldora, la frase certera que golpea y que está a medio camino entre el aforismo y el slogan publicitario. Yo siempre anoto muchas frases de este autor, y posiblemente Una novela francesa haya sido el libro del que más notas he tomado.
Las horas que pasó en los calabozos de la policía de París en 2008, tras ser detenido por esnifar cocaína en la calle, le sirven a Beigbeder, más autobiográfico que nunca, para mirar hacia atrás y hablarnos de su infancia y de su familia, incluso de sus abuelos y bisabuelos. A veces, cuando uno está atrapado por las circunstancias es cuando recupera las huellas de quien fue antaño. Así, pasamos brevemente por el divorcio de sus padres, la relación competitiva con su hermano, el nomadismo con la madre tras la separación del padre, las fiestas que da éste último, las primeras chicas, los primeros descubrimientos, la localidad de Guéthary como origen y conclusión de todo, las películas y las canciones y los libros que amó en su adolescencia (y aquí he de decir que coincidimos a menudo, ya que él nació en el 65 y yo en el 72 y se nota que hemos consumido más o menos los mismos productos culturales). En este libro Beigbeder se desnuda de verdad, afronta su vejez, se vuelve más humano y menos frívolo, acepta que el futuro es su hija y que ella, tras sus propios divorcios, es lo más importante de su vida. Algunas anotaciones:
Mi única esperanza al iniciar tamaña zambullida es que la escritura haga revivir la memoria. La literatura se acuerda de lo que nosotros hemos olvidado: escribir es leer en uno mismo. La escritura reaviva el recuerdo; se puede escribir igual que se exhuma un cadáver. Todo escritor es un ghostbuster, un cazador de fantasmas.
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Hace más de veinte años que practico esta deriva nocturna. Es mi deporte favorito, el de los viejos que se niegan a envejecer. No es nada fácil ser un niño prisionero en un cuerpo de adulto amnésico.
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El cerebro deforma la infancia, la embellece o la denigra para volverla más interesante de lo que realmente fue.
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Supongo que cualquier vida tiene tantas versiones como narradores: cada cual posee su verdad. Precisemos de entrada que estas páginas sólo expondrán la mía. De todos modos, a los cuarenta y dos años ya no viene a cuento quejarse de la propia familia. A estas alturas, ya no tengo elección: he de recordar para envejecer.
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Una vida de familia es una retahíla de comidas deprimentes en las que todo el mundo repite las mismas anécdotas humillantes y los mismos automatismos hipócritas, en las que se toma por un vínculo lo que no es más que una lotería del nacimiento y ritos de la vida en comunidad. Una familia es un grupo de personas que no logran comunicarse, que se interrumpen ruidosamente, se exasperan unas a otras, comparan los diplomas de sus hijos y la decoración de sus casas, y se reparten la herencia de sus padres mientras los cadáveres están aún calientes. No comprendo a la gente que considera la familia un refugio cuando está claro que reaviva los pánicos más profundos. Para mí, la vida empezaba cuando uno abandonaba su familia.
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Desde entonces, no he cesado de utilizar la lectura como un medio para hacer desaparecer el tiempo, y la escritura como un medio para retenerlo.
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El ser humano es un explorador; posiblemente, a partir de cierta edad, deja de mirar adelante y da media vuelta. Si se ha reproducido, dispone de una guía para revisar su pasado.
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Cuando yo era pequeño, nadie se abrochaba el cinturón en el coche. Todo el mundo fumaba en todas partes. La gente bebía a morro mientras conducía y hacía slalom con la Vespa sin casco. Me acuerdo del piloto de Fórmula 1 Jacques Laffitte conduciendo el Aston Martin de mi padre a 270 km/h para inaugurar la nueva autopista entre Biarritz y San Sebastián. Todo el mundo follaba sin condón. Se podía mirar a una mujer, abordarla, intentar seducirla, acaso rozarla, sin arriesgarse a ser tomado por un criminal. La gran diferencia entre mis padres y yo: durante su juventud, las libertades aumentaban; durante la mía, no han hecho más que disminuir año tras año.
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Los libros son una manera de hablar a aquéllos a quienes somos incapaces de hablar.
[Traducción de Francesc Rovira]
Belleza
Cuando ves un edificio avejentado o un puente oxidado, estás presenciando el trabajo conjunto del hombre y la naturaleza. Si pintas el edificio, pierde toda la magia. Pero si le permitimos envejecer, la naturaleza se suma al trabajo de construcción del hombre: el resultado es orgánico.
Sin embargo, con frecuencia la gente ni siquiera se plantea permitir algo así, solo se les ocurre a los escenógrafos.
David Lynch, Atrapa el pez dorado
A la venta: El Tejedor en... Nueva York
Antólogos:
Isabel Cadena y Javier MoleaAutores:
1 Urayoán Noel
2 Felipe Martínez
3 Manuel Fihman
4 Marcos Wasem
5 Karen Sevilla
6 Soledad Marambio
7 Gema Santamaría
8 Karina Claudio
9 Marlène Ramirez
10 Diego Vargas
11 Yarisa Colón
12 Patricia Fernández
13 Carlos Aguasaco
14 Aídah Rosario
15 Evgueni Bezzubikoff
Cartel y trailer de London Boulevard
Esta película se basa en una de las novelas de Ken Bruen. La protagonizan Colin Farrell, Keira Knightley, Ray Winstone, Anna Friel, David Thewlis y Ben Chaplin. Es del 2010 y no sé si la estrenarán en España. Trailer: aquí.
viernes, septiembre 23, 2011
La broma infinita, de David Foster Wallace
NOTAS APRESURADAS SOBRE LA BROMA INFINITA:
*La obra cumbre de David Foster Wallace.
*El único libro (de los traducidos en España) que no había leído de este autor; pero en breve tendremos El rey pálido, de modo que el disfrute puede continuar. Y aún quedan otras obras que no conocemos aquí, como The Broom of the System.
*Se han dicho tantas cosas de este libro, de esta obra maestra, que cualquier anotación que yo cuelgue aquí será, probablemente, insustancial.
*Leerlo es una proeza por su extensión (1.208 páginas, de las cuales hay unas 100 de notas al pie, recogidas al final del libro) y por la cantidad de datos y de frases kilométricas y de historias paralelas que DFW, ese genio que se ahorcó, acaba juntando. Su lectura provoca placer y fatiga a partes iguales. Más placer que fatiga. Al igual que me sucedió con el Ulises de James Joyce, hace ya muchos años, un par de capítulos se me hicieron especialmente densos: la descripción del juego Escaton y algunos de los tramos de Don Gately en el hospital, en la última parte del libro, que sin embargo se van volviendo más interesantes a medida que nos relatan su pasado repleto de drogas, violencia y chanchullos.
*Para quien no lo sepa, La broma infinita gira, principal pero no únicamente, alrededor de dos escenarios: la Academia Enfield de Tenis y la Ennet House, donde los pacientes adictos a las drogas y/o el alcohol tratan de desengancharse. De ahí surgen innumerables tramas paralelas, otros escenarios, conexiones con el pasado… En la AET conocemos a los Incandenza, una familia de genios y freaks. El padre, que se suicidó metiendo la cabeza en un microondas, dirigía películas y cortometrajes y experimentos. De una de esas películas, titulada La broma infinita, se sabe que, cuando el espectador empieza a verla, se engancha de tal manera a las imágenes que sólo quiere verla una y otra vez hasta que muere. Es, pues, un arma peligrosa que los gobiernos de Canadá y Estados Unidos buscan a cualquier precio. En la Ennet House conocemos a pacientes y a cuidadores, y las conexiones entre ambos edificios y entre algunos personajes van conociéndose poco a poco.
*Hablando el otro día con Clea, mi editora de Eutelequia, le dije que acababa de leer La broma infinita (que ella no ha leído), y en seguida me comentó, con su habitual lucidez: “El título se refiere a la Muerte, ¿verdad?”. Y, en efecto, en el fondo de eso se trata: los espectadores mueren, la película es una especie de llave para conducirlos al otro barrio, la eternidad es infinita y la muerte es la broma que nos espera al final de la vida. La novela en sí misma, además, es una gran broma porque está concebida de manera circular.
*La novela de DFW es uno de los libros más precisos y espeluznantes sobre las adicciones en general y las drogas en particular. Sobre el consumo de fármacos, estupefacientes, alcohol… La película de Incandenza también engancha, también convierte a los hombres en esclavos de la imagen, dependen de lo que ven, y a un paso está su extinción. Apuntaba Javier Avilés, en las notas de su blog (El lamento de Portnoy) sobre este libro: “No en vano la novela de David Foster Wallace trata sobre la adicción. La Adicción. A sustancias, a series televisivas, a narrar, al mortal samizdat… a leer”. Algo con lo que estoy plenamente de acuerdo.
*Casi todo el libro, a pesar de las digresiones, contiene cientos de páginas memorables: Las descripciones de los tatuajes de los que quieren desintoxicarse, la carta del obrero al que se le caen encima los ladrillos, las historias de cómo tal o cual personaje llegó a convertirse en alcohólico o drogadicto por un pasado lleno de tragedias y padres que mueren y de familias disfuncionales, la pelea entre un tipo rehabilitado y tres canadienses, la vieja historia que cuenta un personaje (travestido por exigencias del trabajo) sobre su padre y su adición a la serie M.A.S.H., el repertorio de suicidas, los caminos que recorre tal o cual personaje para desembocar en la clínica de rehabilitación, la historia de una organización secreta canadiense (Los Asesinos de las Sillas de Ruedas), la filmografía de James O. Incandenza a lo largo de varias páginas en una de las notas finales, los saltos en el tiempo, las claves que DFW va desvelando despacio, dejando que sea el lector quien complete los huecos y las elipsis…
*El lector queda, ya en las primeras páginas, fascinado por la galería de personajes que David Foster Wallace congrega en Infinite Jest: perturbados, yonquis, lunáticos, adictos en proceso de rehabilitación, niños prodigio, estrellas del tenis, familias disfuncionales, tipos con diversas discapacidades y/o deformidades, enanos, depresivos, alcohólicos, suicidas, pederastas, incestuosos, madres que abandonan a sus bebés…
*No sé cuántas veces aparecen las palabras “suicidio” y “suicida” y “suicidarse” en el libro.
*Sólo un genio puede escribir un libro de este calibre sin volverse loco. Y DFW no estaba loco: sólo era depresivo.
*Podría pasarme horas escribiendo sobre esta novela inabarcable, inagotable, cuyo final queda abierto para que sea el lector quien rellene los huecos, una novela que leí en pocos días, durmiendo apenas cinco horas por noche, tan enganchado a su prosa y a sus tramas como los personajes del autor, adictos a la tele, a la coca, a la heroína, al tenis, al juego, a los medicamentos… Y todo ello para comprender que lo importante era su prosa, su estilo, el cómo y no los porqués.
*Se trata de una obra maestra, un manual de estilo para escritores, del calibre de Ulises y Don Quijote. Y sólo se la recomiendo a los lectores curtidos, entrenados en estas proezas, adictos a la palabra.
*Os dejo con unos cuantos fragmentos; en otros posts colgaré más extractos.
Se rumorea en voz baja que el ex alumno de la Ennet y supervisor voluntario Calvin Thrust tiene un tatuaje en el fuste de su Unidad [se refiere al pene] anteriormente profesional para los cartuchos porno que muestra con mayúsculas iniciales C.T. cuando la Unidad está fláccida, y el nombre completo, CALVIN THRUST, cuando está hiperémica. Sabiamente, Pequeño Ewell ha decidido dejar pasar por alto esta información. La ex alumna y supervisora voluntaria Danielle Steenbok tuvo alguna vez la brillante idea de pintarse los ojos con un tatuaje para no tener que volvérselos a pintar nunca más, pero sin reparar en el desgaste inevitable con que el tiempo transforma los tatuajes en algo nauseabundamente verde oscuro que ahora debe pintar todo el tiempo para cubrirlo. La actual empleada residente Johnette Foltz tuvo que afrontar dos de las seis dolorosas operaciones necesarias para borrarse el tigre rugiente anaranjado y azul de su antebrazo izquierdo, y ahora tiene el tigre, pero descabezado y con una sola pata; las partes borradas dan la sensación de que alguien muy decidido le ha cepillado el antebrazo con un estropajo de acero. Ewell decide que justamente esto da profundidad a la profunda irrevocabilidad del estímulo al tatuaje: borrar un tatuaje representa cambiar un tipo de desfiguración por otro. También están las hojas palmeadas de cannabis idénticas tatuadas en la zona interior de las muñecas de Tingly y Diehl, aunque los dos provienen de lugares muy distantes y no se conocían antes de llegar a la clínica.
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Los residentes de Shattuck sufren todas las dificultades físicas, psicológicas y adictivas y espirituales imaginables, especializándose en las que son repulsivas. Hay bolsas de colostomía, vómitos proyectiles, descargas cirróticas, ausencia de extremidades, cabezas deformadas, incontinencia, sarcomas de Kaposi, llagas supurantes y toda clase de distintos niveles de debilidades, déficits de control y lesiones. La esquizofrenia es la norma. Los tipos con delirium tremens tratan los calentadores como si fueran la televisión y dejan amplias pinturas a base de café en las paredes de las salas. Hay cubos industriales para el vómito matinal que son tratados igual que los golfistas tratan los banderines cuando apuntan a la distancia y en una dirección imprecisa. Existe una especie de rincón más oculto y recoleto cerca de los armarios para guardar las pertenencias donde siempre hay esperma deslizándose por las paredes. Y es demasiado esperma para uno o dos de esos tipos. Todo el lugar huele a muerte, se haga lo que se haga por evitarlo.
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Si a una persona con dolor físico le resulta le resulta difícil prestar atención a algo que no sea el dolor, una persona clínicamente deprimida no puede ni siquiera percibir ninguna otra persona o cosa como independiente del dolor universal que la digiere célula a célula. Todo es parte del problema y no hay solución. Es un infierno.
[Traducción de Marcelo Covián. Revisión de Javier Calvo]
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