jueves, junio 09, 2011

Sin límites, de Alan Glynn



Me encantó la película basada en esta novela. Ya lo dije por aquí. Luego supe que el libro lo habían publicado en España. David González y Juan Francisco Ferré, que para mí son dos autoridades, lo recomendaron en sus respectivas bitácoras. Engancha desde la primera página. Hay algunas diferencias con respecto a la película (el personaje que interpretaba Abbie Cornish, por ejemplo, no existe en la novela), pero queda la esencia: la historia de un hombre que remonta su vida cuando empieza a consumir una droga que aumenta el potencial de las capacidades de su cerebro. Así se siente al principio de tomar el MDT-48:

Había notado algo en cuanto salí del bar. Era una leve alteración en la percepción, un parpadeo apenas, pero al recorrer las cinco manzanas que me separaban de la Avenida A cobró intensidad y se aguzó mi conciencia de todo lo que me rodeaba: los cambios mínimos de iluminación, el tráfico que avanzaba a paso de tortuga a mi izquierda y la gente que se acercaba a mí en dirección opuesta. Me fijaba en sus ropas, oía fragmentos de sus conversaciones y atisbaba sus rostros. Lo captaba todo, pero no de una manera exacerbada, como sucedía con la droga. Por el contrario, todo resultaba bastante natural, y al cabo de un rato, transitadas dos o tres manzanas, empecé a sentirme como si hubiese practicado ejercicio, como si me hubiese empujado a mí mismo a una especie de límite físico extático.


[Traducción de Efrén del Valle]