miércoles, junio 01, 2011

Junio

Por fin estamos en junio. Para este mes no he querido aceptar ningún compromiso literario. He rechazado viajes, recitales, presentaciones… (salvo la firma de libros del día 11, para la que me comprometí hace tiempo). El motivo es simple: M. sale de cuentas el 23 de junio y quiero estar alerta, preparado. No quiero que el parto, si se adelanta, me pille en Barcelona o en Valladolid o metido en alguna presentación. Tampoco quiero fallar a los editores y caerme del cartel, si la cosa se adelanta. Otro de los motivos: antes del 23 pretendo entregar el manuscrito de Angustia y las galeradas de Vivir y morir en Lavapiés (que Ediciones Escalera publicará en otoño), y el tiempo se agota. Si, a partir de este mes, tardo en responder al correo electrónico o no me veis por algunos actos literarios, que nadie se sorprenda.

Pero, con junio, para mí termina lo que llaman “el curso”. Un curso agotador que no empezó en octubre, sino en agosto. A partir de ese mes todo se precipitó y he vivido muchas historias, he afrontado experiencias, ha habido mil anécdotas para la mochila. Os cuento algunas. Escribí Asco. Encontramos editor para Viscerales. Empecé a colaborar con otro periódico zamorano. Conocimos a Clea (editora de Eutelequia). Visitamos Munich, Salzburgo y Viena. Dani y Talía, de Escalera, aceptaron publicar Vivir y morir en Lavapiés. Preparé colaboraciones y prólogos y epílogos para un montón de libros. Corregí las galeradas de dos novelas y de un poemario. Presentamos LS6. Supimos que un bebé estaba en camino. Mi madre mejoró, luego empeoró y, finalmente, se fue. Empezaron a salir antologías: Perversiones, Viscerales, Beatitud, Nocturnos, Al otro lado del espejo… (y, en breve, aparecerán dos o tres más). Publiqué Asco. Escribí Angustia y la corrijo estos días. Me vi metido en la rueda de las presentaciones de todos esos libros. Viajes, entrevistas, firmas… Empezamos la rueda de los ginecólogos y de las matronas: cada semana, una o dos visitas al médico. Nació mi segundo sobrino. Se casó uno de mis amigos, lo cual incluyó la despedida y la boda. Presenté los libros de Dan Fante y de Cristina Morano. Francesco Spinoglio hizo lo que pocos hacen: vino a Madrid a presentar conmigo a Fante, sólo porque se lo pedí por favor. Visitamos Berlín. Conocí a Karmelo Iribarren en persona. También conocí a todo el equipo de Eutelequia, gente sana. Tras 25 años, volví a reunirme con mis antiguos compañeros de colegio. Amigos y familiares perdieron a sus padres o a sus madres o a sus abuelos. Regresé a Salamanca. Viajé mucho a Zamora: en coche, en tren, en autobús. Entre la escritura, los viajes, las citas del ginecólogo y las presentaciones literarias, algunos días no supe dónde tenía la cabeza. Y, en ese tiempo, he vivido (ya lo dije y lo repito) con un pie en la alegría y con otro en la tristeza: el júbilo por la proximidad de mi hijo y la pena por la desaparición de mi madre.

Supongo que se me olvidan unas cuantas cosas. Y que me callo otras por considerarlas muy privadas. Pero lo anterior sirve como resumen. Más o menos. En definitiva: creedme cuando digo que estoy agotado. Que necesito un respiro. Al menos hasta el 23 de junio o por ahí. Cuando el blog se detenga durante dos o tres días, sabréis que estamos en el hospital, de parto.