miércoles, mayo 25, 2011

Intensidad

Los acontecimientos de la semana anterior se desarrollaron con una intensidad saludable para la democracia. La gente se entusiasmó hablando de política, de necesidades, de sufragio, de abstención, de voto nulo, de apuestas por los partidos minoritarios… En vez de dar la espalda al tema de las elecciones y dejárselo a los tertulianos de los debates televisivos, que siempre hablarán de lo que sucede en la calle sin pisarla (o sin pisar aquellos rincones sobre los que opinan), los ciudadanos se volcaron. Es un paso adelante. Tal vez la semilla la sembrara Stéphane Hessel con su breve panfleto `¡Indignaos!´ Se necesitaba una insurrección pacífica y arrancó con las acampadas y protestas en Sol. Si Hessel aportó el germen, Democracia Real Ya puso la leña y la chispa, pero fue la prohibición de la Junta Electoral (y los mandobles repartidos por la policía) lo que propagó la llama. Sin esas prohibiciones, sin esas porras midiendo los espinazos de los chavales, tal vez el movimiento de los indignados no hubiera reunido a tantos ciudadanos disconformes como lo hizo el último fin de semana. De Sol me quedo con muchas imágenes recogidas en los blogs (siempre más atinadas y certeras que las de la prensa) y con otras estampas que he visto en directo.
A los “opinadores” de la poltrona, los que llenan las butacas de las tertulias televisivas y escriben sin salir jamás de casa les sorprendería ver el ambiente de Sol. Pero ellos sólo manejan la documentación que les sirve el televisor, es decir, una información sesgada y en, algunos casos, manipulada al antojo de la cadena y de los intereses empresariales. Hay que estar allí. Hay que acercarse a Sol, meterse en la infraestructura montada bajo las jaimas, que es, en sí, un barrio con sus cocinas, despensas, entornos de debate, bibliotecas, consignas, plataformas de comunicación… Puedes estar o no de acuerdo con lo que piden, pero el factor primordial es que han levantado una actitud de protesta ciudadana. Pasaron de la indiferencia habitual a la resistencia pasiva o a la acción sin violencia. En los medios hablan de “los jóvenes de Sol”. Es cierto que la base está formada por gente joven y desempleada. Si uno se molesta en introducirse bajo las jaimas y ver el entorno, comprobará que no sólo hay jóvenes: se ve pelo blanco, niños con sus padres, gente bastante mayor, ciudadanos de todas las edades y de diversas razas. Todas esas personas están cabreadas, hartas. Probablemente muchos sólo fueran por allí atraídos por el fenómeno.  
El movimiento y la revolución pacífica sorprendieron a los tertulianos, a los sociólogos, a los expertos. Las polémicas no dejan de asombrarle a uno en todos los frentes. Están quienes creen que la protesta sólo es suya, y se ofenden si otros se adhieren. Están quienes censuraban a los jóvenes por no movilizarse, y que ahora también los censuran… precisamente por movilizarse. Están quienes han querido sacar tajada del asunto del 15-M: políticos que barren para sus propios intereses, famosos empeñados en hacerse notar, fulanos que apostaron por el movimiento hasta el día de las elecciones y luego le dieron la espalda… Un auténtico fenómeno sociológico, digno de estudio. Al final, sin embargo, se ha demostrado lo de siempre: que las filas del PP son prietas como una piña. Y, así, con la unión de unos, el desencanto de otros y la indignación del resto, se ha castigado con dureza al PSOE (¿y qué esperaban?). Ahí queda, como una nota de esperanza, que el pueblo, al menos, saliera a las calles a pronunciarse. Y con esa nota de color me despido de este periódico por una temporada.