Sobre el café Hawelka, por cierto, hay una anécdota que refleja bien el carácter de Bernhard y, sobre todo, hasta qué punto protegía su intimidad. Durante mucho tiempo, fue cliente habitual de ese café, hasta que un día, un admirador que estaba allí quiso que le dedicara uno de sus libros. No se atrevió a molestarlo, pero habló con la anciana señora Hawelka, famosa por su hospitalidad, pidiéndole que intercediera. Frau Hawelka, que mantenía excelentes relaciones con Bernhard, atendió el ruego y Bernhard firmó el libro sin rechistar…, pero no volvió jamás al café.
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Thomas Bernhard murió el 12 de febrero de 1989, hacia las siete de la mañana, en su piso de Gmunden (Lerchenfeldgasse 11). Incorporado a medias (hacía tiempo que se asfixiaba cuando estaba echado) y con un vaso de mosto (de sus propias viñas) en la mano. Hasta el último momento lo acompañó su hermano y médico de cabecera, Peter Fabjan, con quien estuvo hablando casi toda la noche.
Siguiendo sus deseos, fue enterrado en el cementerio de Grinzing (Viena), el día 16, en la mayor intimidad (sus hermanos y Emil Fabjan), y sólo entonces se dio a conocer la noticia de su muerte, que tuvo una gran repercusión en la prensa de muchos países.