lunes, febrero 14, 2011

I’m Still Here


Por fin han estrenado el documental dirigido por Casey Affleck y protagonizado por Joaquin Phoenix, aunque sólo en una sala de Madrid. Incluso sabiendo que se trataba de un falso documental, esta pieza inclasificable del cine absorbe, desconcierta, sorprende, engancha y entretiene. La historia es conocida: Joaquin Phoenix, con un aspecto desaliñado que le hace parecer un cruce entre el Sevilla y Charles Manson, anuncia su retirada definitiva de la interpretación y su paso al hip hop. Aquello genera noticias, rumores y cotilleos, algunos de los cuales insisten en que es un montaje y otros en que el actor se ha vuelto loco.

Desmentida la farsa, por fin se estrena el documental, que trasciende los géneros. Lo más interesante del conjunto es que nunca sabemos a ciencia cierta quién está en el ajo y quién no, las fronteras entre realidad y ficción se difuminan y hay momentos de altura en los que juraría que Phoenix se ha creído su papel y lo ha llevado hasta sus últimas consecuencias. Affleck y Phoenix, además, le han hecho una higa a Hollywood, ya que dispersan por el metraje y por sus imágenes de videos caseros un montón de tabúes que el cine de allí no acepta: se ven mujeres desnudas y hombres enseñando el falo, se ve gente que fuma constantemente (y no sólo tabaco, también marihuana), se ven esnifadas de coca, llamadas a prostitutas que hacen servicio a domicilio, se ve cómo un hombre defeca en la cara de otro (seguro que es un truco, pero asquea lo suficiente para incomodarnos y para que nos lo creamos)… Joaquin Phoenix va más allá de Borat. Incluso en esa escena en la que, durante un concierto, deja el micro y salta hacia el público para pegarse con un tipo, no estamos muy convencidos de que sea un engaño. Sea como fuere, el actor tiene las pelotas grandes y cuadradas.

Pero I’m Still Here también es un retrato de los peligros de la fama, y cómo una celebridad acaba siendo machacada cuando decide dejar de hacer lo que mejor se le da. Lo ha dicho Casey Affleck: Creamos famosos, y luego los acosamos hasta destruirlos. Ese retrato de una estrella en descenso hacia los infiernos resulta desolador en sus últimas imágenes: la vuelta al origen.