Estos perfiles fueron compuestos en su mayor parte en Londres, en 2006. Allí fui muy feliz, aunque de eso uno se entera a posteriori. Vivía con mi novia, vivíamos bien, aunque sin lujos, y hacíamos mermelada con las moras recogidas previamente en ese pulmón de la serenidad llamado Hampstead Heath. Lo único que teñía el horizonte era mi dificultad para encontrar empleo. Eso deja mucho tiempo libre. Dado que soy propenso a ensimismarme, decidí que sería bueno salir de mí y aprender sobre otras personas. Luego vi que me gustaba.
Queda una recopilación de perfiles que, por descontado, elegí de forma tajantemente arbitraria, al toparme con su nombre por trabajo –Philippe–, en una biografía –Rosenberg–, en una necrológica –Whitley–, en un programa de televisión –Quek–, en una librería de lance, etcétera. Después rompí con mi novia, y ella conmigo, por asuntos que no vienen a cuento, y me mudé a Barcelona para trabajar en una editorial de la que me despidieron a los dos meses. Como estoy viejo para enorgullecerme de los tumbos que voy dando, me contento con pensar que tal vez lo sucedido sea una señal para darle otro giro a mi vida, un cambio de sentido. Ésa es la razón principal por la que los reúno aquí y sigo escribiéndolos hasta montar una pequeña enciclopedia: porque ya no siento la necesidad de seguir con esto.