jueves, febrero 17, 2011

Creación y derribo del mito

En España se ha estrenado `I’m Still Here´ en un circuito comercial tan restringido (en Madrid sólo lo proyectan en un cine de versión original subtitulada) que quienes quieran ver este falso documental y vivan fuera de la capital tendrán que acudir a internet y a algún ripeo de calidad. Yo, por supuesto, he ido a verla al cine. Soy un poco clásico (lo cual no significa que sea conservador), por lo que sigo prefiriendo las películas en el cine y los libros de papel, y ello tampoco me hace enemigo de las nuevas tecnologías, no lo soy y las utilizo a menudo. Pero sigamos. En líneas generales, `I’m Still Here´ sigue a Joaquin Phoenix (tras las cámaras está su cuñado Casey Affleck, un actor con mucho más talento que su hermano Ben Affleck) en sus intentos de convertirse en una estrella del hip hop, abandonando definitivamente el cine, como anunció en su momento en medio de una gran polémica y grandes dosis de mofa por parte de los medios, sus colegas del cine y los programas nocturnos de entrevistas. El primer cambio para que picáramos consistió en su metamorfosis física: Phoenix engorda, deja de afeitarse y no se arregla la barba, se deja crecer el pelo y tiene pinta de no lavárselo. Después vienen su retirada y su anuncio de grabar un disco. Pocos se lo toman en serio. Y ese es, precisamente, uno de los puntos fuertes de este falso documental o película que sobrepasa las fronteras entre realidad y ficción: que acaba siendo un análisis de cómo se comporta la sociedad cuando una estrella quiere comenzar un rumbo nuevo.
El propio Casey Affleck lo comentaba en una entrevista que leí en el último número de Fotogramas: “Creamos famosos, y luego los acosamos hasta destruirlos”. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Hollywood funciona así: da y quita como si fuera un dios, convierte a personas corrientes recién salidas de la nada en celebridades a las que adoramos, y, en cuanto esas celebridades lo son, las despojan (con ayuda de los medios, naturalmente) de su faceta humana y las transforman en títeres de feria, muñecos expuestos siempre a la crítica de la sociedad y al juicio de quienes nos encargamos de escribir. Si a una de esas estrellas se le ocurre dar un giro a su trayectoria, más le vale salir airosa de la empresa, porque de lo contrario la machacarán. Recordemos algunos casos célebres, de gente del mundo del espectáculo que quiso cambiar y sólo recibió palos: Eddie Murphy cuando quiso abandonar la comedia, Madonna cuando se obstinó en hacerse actriz, cualquier actor que se haya empeñado en grabar un disco, Mickey Rourke cuando se puso los guantes de boxeo… Unos pocos han salido victoriosos (Jim Carrey en su paso de la comedia a la tragedia, James Franco tras la publicación de su primer libro, etcétera), pero no es habitual. Si bien es cierto que muchos de ellos han hecho el ridículo (por ejemplo, Madonna o Rourke), a priori la sociedad siempre se ha ocupado, nos hemos ocupado, de criticarlos sin conocer primero el resultado.
A posteriori, esta película de Phoenix y Affleck es una crítica a esa sociedad intolerante, nunca dispuesta a aceptar el cambio de rumbo de las estrellas, capaz de mofarse de un actor sólo porque ensucia su aspecto para parecer un grunge en horas bajas, incrédula ante su decisión de cambiar el cine por la música. También es verdad que Phoenix, aunque no escribió malas letras, no es un gran cantante de rap. Pero eso da igual: lo interesante es cómo describen a esa cruel sociedad que crea mitos y los derriba.


El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla