martes, enero 11, 2011

Desgracia impeorable, de Peter Handke


Ya han pasado siete semanas desde que murió mi madre y quisiera ponerme a trabajar antes de que la necesidad de escribir sobre ella, que en el entierro fue tan fuerte, se convierta de nuevo en aquel embotamiento, aquel quedarse sin habla con que reaccioné a la noticia de su suicidio. Sí, ponerme a trabajar; porque la necesidad de escribir algo sobre mi madre, por muy inopinadamente que se esté presentando aún de vez en cuando, es, por otra parte, algo tan difuso que en mi trabajo va a ser necesario que me esfuerce, simplemente para que no ocurra que con la máquina de escribir le esté dando siempre a la misma letra sobre el papel, que es justamente lo que ahora me saldría hacer.


[Traducción de Eustaquio Barjau y María Parés]