miércoles, diciembre 08, 2010

Juzgar las ficciones

A finales de noviembre empezaba Javier Marías uno de sus artículos para El País Semanal con estas palabras: “Tal vez lo más grave y lamentable de los actuales puritanismos de derechas e izquierdas sea lo que tienen de regresión al primitivismo, y esto se percibe con especial claridad en la manera de entender y juzgar las ficciones por parte de cada vez más gente, y de lo más variada”. Estoy completamente de acuerdo y es un tema, éste, que a unos cuantos nos preocupa, sobre todo a quienes escribimos ficción o la consumimos a diario. En los últimos años se ha abierto una caza de brujas en la que no se permite que los actores fumen en las películas, ni que el villano de turno congregue requisitos políticamente incorrectos para que los colectivos con tendencia a ofenderse con facilidad no se ofendan. Son sólo algunos ejemplos de estos tribunales de justicieros y puritanos (así los bautizaba Marías con precisión) y les voy a dar algunos más en el siguiente párrafo para que vean cómo está el panorama.
Unos días después de leer esa columna compré la revista Fotogramas. Leyendo fragmentos al azar encontré esta perla, por llamarla de alguna manera, un aviso o noticia que decía: “El PSOE de Valladolid pide la retirada del póster de `Rumores y mentiras´ de las calles de la ciudad porque dice que, con los insultos que aparecen en él contra el personaje de Emma Stone, atenta contra la dignidad de la mujer”. En el citado cartel aparece la chica delante de una pizarra y en la pizarra han escrito palabras con flechas que la señalan: “Pendón”, “Fresca”, “Zorra”, etcétera. ¿Hace falta explicarles a los del PSOE de Valladolid que los insultos se refieren al personaje y no a la actriz? ¿Hace falta recordarles que es una ficción y que esta película, `Rumores y mentiras´, es una versión contemporánea y adolescente de la célebre novela `La letra escarlata´? En `La letra escarlata´ una mujer era tachada de adúltera y obligada a llevar cosida en la ropa la letra A de adúltera. Tanto el libro como la novela eran una crítica hacia el puritanismo de los colonos del Nuevo Mundo. Resulta curioso que alguien se ofenda precisamente por una película que, se supone, lo que hace es defender a la mujer que es promiscua o finge serlo para ganar popularidad. No deja de ser una paradoja, pues, este ataque.
También es chocante el caso de uno de los responsables del casting de `El hobbit´: rechazó a una mujer pakistaní para el papel de una hobitt porque buscaba gente de piel clara. La mujer acusó de racismo al tipo. Consecuencia: lo despidieron del rodaje. Y aquí se vuelven a confundir los términos: si un empleado está buscando a actores de piel clara porque él cree que la ficción así lo requiere y no recluta a alguien que no cumple esos requisitos, no es racista, sólo está haciendo su trabajo como cree que debería hacerlo. Estamos volviendo a confundir los requerimientos para la ficción. El tema, además, es peliagudo y complejo: en el prólogo de `El Señor de los Anillos´ cita Tolkien tres razas de hobbits: Albos, Pelosos y Fuertes. De los Pelosos nos dice que tenían “la piel más oscura”, sólo eso. Es raro ver a hobbits negros en las películas y en las ilustraciones. Yo, al menos, no los he visto. Otra de las consecuencias de esa denuncia es que, en el casting, no mirarán ya el color de la piel, con lo cual la película puede acabar siendo una especie de anuncio de Benetton. Hay que contentar a todo el mundo, incluso en la ficción, y eso nos hace preguntarnos si nos estamos volviendo locos. Si el personal está en sus cabales. Nos obliga a preguntarnos a dónde vamos a llegar con estas actitudes paranoicas, con todos esos delirios. ¿Qué nos espera?
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