Y el autobús se eleva a una forma humanoide para alcanzar el centro de la Castellana en dos grandes zancadas, majestuoso y verde en una postura de escorzada guardia que sólo perturban los pastosos hilachos de sangre que manan, igual que una triste menstruación, de las juntas y bisagras de su bajo vientre recordando a aquellos quince pasajeros tan poquito afortunados.
Javier Esteban, El Principio Antrópico
Javier Esteban, El Principio Antrópico