lunes, octubre 04, 2010

Machete


Machete no escribe SMS. Cada vez que un director (léase Rodriguez, Tarantino o Stallone) me hace retroceder a mis añoradas salas de barrio con programa doble y películas baratas para una audiencia conformista, cuenta con mis simpatías, aunque el filme sea malejo (The Expendables). Robert Rodriguez cumple de sobra las expectativas (como ya lograra en Planet Terror) al hacer de Machete una celebración de ese cine cutre y violento de los 70 donde nunca había justificación para los desnudos ni para los desmembramientos. El homenaje/parodia, inspirado en su propio trailer grindhouse, cuenta con los ingredientes necesarios: protagonistas duros y feos, escenas trepidantes donde ruedan cabezas y la sangre salpica las paredes y a la cámara, situaciones cómicas en las que las mujeres se desnudan, una copia con los títulos de crédito llenos de cortes, de rayas y de saltos de eje, algunas escenas metidas con calzador y un humor negrísimo.

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La sorpresa de la película es que, esta vez, Rodriguez no se queda en la superficie como en mis admiradas Abierto hasta el amanecer o El mexicano, sino que va más allá: en el fondo, Machete es una celebración del mexican power, una crítica política a las leyes de inmigración de los Estados Unidos, a los cazadores de espaldas mojadas de la frontera y a esos candidatos que ofrecen en los anuncios un mensaje fascista. No falta en ello el beneficio que otros sacan: el movimiento de la droga a ambos lados de la frontera.

En esta fiesta mexican power, los héroes son latinos: Danny Trejo en su papel de ex agente; Cheech Marin, un cura que coge más rápido las escopetas que el crucifijo; Jessica Alba, una agente que confía más en la justicia que en las leyes; y Michelle Rodriguez, vendedora de tacos y también heroína secreta con metralleta, que provoca taquicardias en el público masculino cuando sale vestida de cuero y enseñando la cintura. Y los malos son norteamericanos: Robert De Niro, como candidato con tendencia al rifle; Don Johnson, uno de esos cazadores nocturnos de hombres en la frontera; Steven Seagal, capo de la droga que habla en spanglish; Jeff Fahey, enlace entre políticos y camellos, y enamorado de su hija (Lindsay Lohan); sin olvidar a Tom Savini en su cameo descacharrante. Me ha gustado que los secundarios hayan sido capaces de reírse de sí mismos. Hasta Seagal ha sido capaz de parodiarse.

Robert Rodriguez le ha metido un gol a Estados Unidos en su propio terreno. Si aún gobernara George W. Bush, probablemente la condenaría.


Adenda: Leer la crítica de Jordi Costa en El País: aquí. De la que saco una muestra: Machete, en efecto, esgrime con total conocimiento de causa la misma poesía abisal que una portada de prensa sensacionalista mexicana o que las viñetas de los procaces tebeos charros de la editorial Ejea, perlas negras de títulos tan sugerentes como Tierra brava, ¡Así soy...! ¿y qué? o Sensacional de luchas. Machete no es una impostura: es un trabajo tan puro y tan sincero, tan movido por el amor incondicional hacia las zonas umbrías de la cultura popular como la última novela de Hernán Migoya, Quítame tus sucias manos de encima. Por eso, está condenada a soliviantar a quien no formule en similares términos su pasión por lo Z.