jueves, octubre 07, 2010

La cárcel de Jackson Pollock, de Germán San Nicasio



La vida de un cuadro comienza con la primera pincelada y termina con la última. Es decir, un cuadro vive mientras el pintor lo está pintando, con lo cual todo cuadro firmado es un cuadro muerto y todo museo es un cementerio de cuadros. Pero cuando un color asesino se infiltra en la paleta del pintor, el cuadro puede morir antes de tiempo. Tú has visto morir muchos cuadros en tus manos y sabes que una pincelada de color azul es lo más parecido que existe a un asesinato. En fin, calculas los tragos que pueden quedarle a la botella de whisky y los comparas con la inutilidad de contarle tus penas a un lienzo de dos por cinco.

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Hay cuadros desastrosos que se redimen por una pincelada, una sola metáfora puede hacer que todo un poema se salve, y hay momentos que hacen que una vida entera de sufrimiento valga la pena.