sábado, septiembre 11, 2010

El invierno de Frankie Machine, de Don Winslow


Si en El poder del perro, Don Winslow apostaba por la épica del thriller, en El invierno de Frankie Machine envuelve al protagonista (un mafioso retirado) en ese aire crepuscular que Sam Peckinpah conocía muy bien: Es lo que ocurre con esta vida que llevamos, que poco a poco te lo va quitando todo y te deja sin nada. Tu casa. Tu trabajo. Tu familia. Tus amigos. Tu fe. Tu confianza, tu amor, tu vida. Aunque, a estas alturas, ya ni siquiera quieres seguir viviendo. Frank Machianno alias Frankie Machine es un tipo al que le tocan de nuevo las pelotas y tiene malas pulgas. Así que sólo quiere ajustar cuentas. Sus andanzas y el pasado que vuelve a lo largo de la novela recuerdan un poco a Uno de los nuestros. Se habla de un proyecto de adaptación al cine con Michael Mann y Robert De Niro, a quien le sentaría el papel de maravilla. Por cierto, es muy inferior a El poder del perro.

El hombre estaba sentado en una silla tosca fuera de la casita, fumando un cigarrillo y mirando al agua.
-Lo estaba esperando –dijo al ver a Frank.
Frank asistió.
-Quiero decir que es usted, ¿verdad? –dijo Voorhees, con apenas un leve temblor de voz–, el tío que han enviado.
-Sí.
Voorhees asintió. Parecía más agotado que asustado. Tenía cara de resignación, casi de alivio, en lugar de la dureza del temor que Frank esperaba.
“Sí –pensó Frank–, aunque puede que sea el suave resplandor que viene del mar en el crepúsculo lo que elimina esa dureza. Tal vez sea la luz que se apaga lo que hace que Voorhees parezca tranquilo”.
Voorhess acabó el cigarrillo, extrajo el paquete del bolsillo de su camisa vaquera descolorida y encendió otro. Le temblaban las manos. Frank se agachó y lo ayudó a mantener firme la cerilla. Voorhees le dio las gracias con un movimiento de cabeza. Después de un par de caladas, dijo:
-Le tengo miedo a la bala, a pensar que me destrozará la cabeza.
-No sentirá nada.
-Es sólo la idea, ¿sabe?, de mi cabeza destrozada.
-No es así –mintió Frank.
“Hazlo ahora –se dijo a sí mismo–, antes de que se dé cuenta de lo que ocurre”.

[Traducción de Alejandra Devoto]