Por fin vi la película más kitsch y macarra del año y puede que de la década, con el permiso de Machete. No es fácil juzgarla porque, aunque la primera impresión es que es simplemente mala, Stallone sabe lo que hace, desde luego es consciente de no haber reunido a actores del método y de ahí que su último filme sea autorreferencial y autoparódico. De hecho, sigue los patrones de Rambo: ir a la zona peligrosa, pegar miles de tiros, cumplir la misión y volver a casa. No tiene más pretensiones. Los guiños y las bromas son continuos e incluso insinúa que los tiempos han cambiado: el héroe ya no gana todas las peleas y quizá sólo sea tan rápido como cualquier otro. Lo que ocurre es que esa línea entre la parodia y la falta de calidad no está siempre clara: estuve hora y media riendo en el cine y a veces era por ese humor consciente de Stallone, pero otras veces era debido a lo absurdo de los diálogos, a las fantasmadas, al montaje caótico y a las situaciones imposibles. En Facebook la definí el otro día como una película mala de acción cómica o una película cómica de acción mala. Lo importante es que volví a los 80 y me lo pasé muy bien por unas u otras razones. Mala, pero divertidísima.
Hace 13 minutos