Fuimos a un café muy típico con una escultura, en la terraza, de Pessoa tomando café. Nos tomamos un café con Pessoa, en el Brasilerinha. Estaba anocheciendo y refrescaba.
En una mesa cercana a la nuestra, una mesa verde, metálica y descuidada, estaba una actriz que salía en Al salir de clase, te hacía mucha gracia que nos encontráramos a alguien famoso en un lugar donde no lo era, porque podías espiarle, y saber como es realmente. Estaba con otra chica que me juraste que era de alguna otra serie. Las observabas con un disimulo descarado. Yo también.
La calle estaba llena de gente, gente que sube, gente que baja. Vuelven a casa, o tal vez hayan quedado con algún viejo amigo. Siempre me ha gustado inventarme la vida de los demás, lo hago en metro a diario desde hace años. Cuando veíamos a alguien que nos llamaba la atención, empezábamos muy deprisa a ponerle un trabajo, a decorarle una casa, soltero o casado o viudo, ciudad de origen, edad... Le cambiábamos de vida a todo el que por allí pasaba. De ese modo nos encontramos con un dependiente de una ferretería que se vino a vivir desde Oporto hace más de 20 años cuando se casó con una gorda bigotuda y que iba al único bar de la ciudad donde se podía comer una francesinha con mucha cerveza, también nos encontramos con un estudiante de medicina con la habitación muy ordenada que iba a buscar a su novia a la cual había dejado de querer porque no se la chupaba bien, y vimos a un asesino a saldo que volvía a casa de un trabajo y que tenía ganas de ayudar a sus niños a hacer los deberes... así con una docena de vidas. Nos reímos. Mucho.
Cuando el frío empezó a calar en los huesos decidimos volver hasta el hotel. Te cubrí con mi chaqueta, y pasé mi brazo por encima de tus hombros; tú te acurrucaste apoyando tú cabeza sobre mi pecho.
Marcus Versus, Habitación 804 (Inédito)
En una mesa cercana a la nuestra, una mesa verde, metálica y descuidada, estaba una actriz que salía en Al salir de clase, te hacía mucha gracia que nos encontráramos a alguien famoso en un lugar donde no lo era, porque podías espiarle, y saber como es realmente. Estaba con otra chica que me juraste que era de alguna otra serie. Las observabas con un disimulo descarado. Yo también.
La calle estaba llena de gente, gente que sube, gente que baja. Vuelven a casa, o tal vez hayan quedado con algún viejo amigo. Siempre me ha gustado inventarme la vida de los demás, lo hago en metro a diario desde hace años. Cuando veíamos a alguien que nos llamaba la atención, empezábamos muy deprisa a ponerle un trabajo, a decorarle una casa, soltero o casado o viudo, ciudad de origen, edad... Le cambiábamos de vida a todo el que por allí pasaba. De ese modo nos encontramos con un dependiente de una ferretería que se vino a vivir desde Oporto hace más de 20 años cuando se casó con una gorda bigotuda y que iba al único bar de la ciudad donde se podía comer una francesinha con mucha cerveza, también nos encontramos con un estudiante de medicina con la habitación muy ordenada que iba a buscar a su novia a la cual había dejado de querer porque no se la chupaba bien, y vimos a un asesino a saldo que volvía a casa de un trabajo y que tenía ganas de ayudar a sus niños a hacer los deberes... así con una docena de vidas. Nos reímos. Mucho.
Cuando el frío empezó a calar en los huesos decidimos volver hasta el hotel. Te cubrí con mi chaqueta, y pasé mi brazo por encima de tus hombros; tú te acurrucaste apoyando tú cabeza sobre mi pecho.
Marcus Versus, Habitación 804 (Inédito)