lunes, diciembre 21, 2009

Alas de mar y prosa, de Escandar Algeet


Hace siglos que no bostezas
porque tienes miedo de no poder pararlo después,
te integras en dosis camufladas de cotidianidad
y dejas pasar el tiempo
mirando por la ventana,
soñando con suicidios,
imaginando que existen de verdad esas fotos de las postales
aunque tampoco estás tan segura de que sea eso
lo que de verdad quieres.

*

En este piano de noche suena Galán mientras Carlos fuma impaciente como si alguien fuese a quitar­le el siguiente piti. Mirando para abajo de reojo no sea que alguien se fije en ello. Mirando los rastros de cerveza en la barra y meditando sobre el precio de la tristeza en los buenos momentos. Mirando una vida que no ha sido a palos sino a garrotazos, como el cuadro de Goya, pero con humor negro de fondo, y mucho tabaco. Mezcla ideas de las dos próximas novelas mientras decide la camiseta que se pondrá para la jam del miércoles. Él no se da cuenta porque ya lo sabe, pero no puede dejar de pensar en frases que siempre le conducen a personajes con mucho que ganar y muy poco que perder. Me duelen los dedos cada vez que hablo con él, porque parece que fuese a reventar en mil historias incapaz como es de mantenerse a salvo de la literatura. Escribir duele, por eso me río tanto. Es optimista el cabrón. Y en cierto sentido, reteniendo la labia innata de talento que siempre le acompaña como un aura, se queda callado y bebe cerveza con brusquedad, Gsus entonces entrecierra los ojos observando las paredes del garito y le entra un orgullo acorde con su humildad, traga sa­liva despacio, y empieza a tararear una poesía. Se mira las manos y piensa en la tierra de su tierra y en el barro de su barrio y en todas las guerras y frentes que tiene abiertos, “los llevo bien, tengo fuerzas, y la tengo a ella”. Aunque eso nunca se dice. Son tipos duros bien curtidos y con estilo.