El viernes presentaron en Zamora el libro de Víctor L. Gómez, “Palabras veladas”, en un acto en el Ávalon que contó con la participación de varios cantautores. Yo llegué en el último tramo de dicha presentación y pude cruzar unas palabras con Víctor y saludar a Luis Ramos, a quien hace siglos que no veía. En el libro podemos ver muchas de las fotografías de Víctor, aunque al final el papel sea más fino de lo esperado y eso se nota: las imágenes pierden un poco al pasar al papel. Pero no importa: siempre puede recurrirse a la web y buscarlas en su blog y en su página oficial. Había bastante gente en el local. Se agradecen las presentaciones literarias que incorporan a su programa un poco de música y la posibilidad de tomarse una cerveza mientras dura el espectáculo.
Si aquella noche estuvo lleno, todo lo contrario ocurrió en el acto del sábado al que fuimos. En La Alhóndiga. Como dije hace unos días, presentaban sus poemarios dos recientes amigos: Ben Clark (“Cabotaje”) y Gonzalo Escarpa (“No haber nacido”). Sé que era una hora mala, en mitad de un puente y en un día en el que la gente prefiere hacer cualquier otra cosa excepto ir a escuchar poesía: fue en sábado y a las siete de la tarde. Pero es que allí sólo estábamos, no sé, menos de veinte personas. Los poemarios merecen la pena, los leí unos días antes de ir a Zamora, y Ben y Gonzalo son un par de tipos divertidos y con tablas para recitar. Me temo que a veces se hacen así las cosas en mi ciudad: no se anuncian ciertos actos, no se les da bola y al final nadie se entera. La gente no puede acudir si nadie les dice nada. Estuve fijándome en los escaparates y en los muros del centro de la ciudad y no encontré ningún cartel, lo cual no significa que no los hubiera. No es la primera vez que acudo en Zamora a uno de estos actos literarios en los que un autor viene de fuera, viaja en bus o en tren y al llegar se encuentra con una sala vacía. Pero prefiero cambiar de tema. Hablemos de los poetas. Es curioso porque Ben Clark creció en Ibiza, isla de donde han salido unos cuantos amigos míos, isla que mantiene vínculos con nuestra ciudad: ibicencos que vienen a vivir a Zamora y zamoranos que se van a vivir a Ibiza. Pero Ben estudia en Salamanca, ciudad donde yo cursé también mis estudios. Gonzalo Escarpa vive en Madrid y, aunque se ha mudado de barrio, hasta hace poco vivía en Lavapiés, o sea donde yo vivo. En fin: nos juntamos los tres en mi ciudad por azar. En la presentación estuvo también Fabio Rodríguez de la Flor, el editor de Delirio, que tuvo notables y divertidas palabras para sus autores y un chiste de cierre con el que nos reímos mucho.
Un apunte final. Decía Roberto Bolaño que “la literatura básicamente es un oficio peligroso” y estoy de acuerdo. Y más si uno se dedica al artículo diario en la prensa. Cuando empecé en el periódico alguien me dijo que, a partir de entonces, la nómina de mis enemigos no dejaría de aumentar. Es cierto. Lo noto cada vez que vuelvo a Zamora. También me cuentan ciertas historias. Gente que se molesta si nombro a unos y a otros no. Es frecuente entre los hosteleros. Pero yo tengo mis manías y mis hábitos. Mis costumbres. Suelo ir por temporadas a ciertos bares y entonces siempre escribo de esos bares y no de otros. Con el tiempo, por lo que sea, sin ninguna razón en especial, uno deja de frecuentar los antiguos locales y empieza a meterse en otros. Frecuenta los sitios a los que ahora van sus amigos. Toda esta peña de la que me van llegando sus cabreos, o los voy intuyendo yo, quizá no saben que no tengo el deber de citar a todo el mundo. Esto es opinión, no información objetiva.