domingo, marzo 22, 2009

Sobresaltos

Dicen que Zamora es el lugar más seguro de Europa. Y me lo creo. Sólo de vez en cuando le saltan los fusibles a alguien y comete un asesinato o saca armas blancas a la puerta de las discotecas, de madrugada. Leíamos en este periódico, el jueves, el siguiente titular: “Zamora, la provincia del país con menor tasa de criminalidad con 21 delitos por mil habitantes”. En el cuerpo de la noticia se apuntaba que la ciudad es la más segura de Europa. Por lo menos es un sitio donde en general se puede dormir bien, sin que te sobresalten sirenas de policía en la madrugada, ni continuas reyertas en la medianoche, aunque no faltarán algunas en sábado noche. Cuando vivía en La Marina presencié muchas broncas. Pero yo creo que solían ser menos serias que las que veo en Madrid, en concreto en mi barrio. Porque las de La Marina solían ser broncas de borrachos, pendencias pasajeras de gente ebria o colocada. Que si tú me pisaste. Que si no, que me diste primero con el codo. Que si salimos fuera y lo arreglamos. En mi barrio, en cambio, uno de los motivos para las escaramuzas obedece a movidas relacionadas con deudas, drogas y otras historias, o eso es lo que me cuentan. En Zamora también hay jaleo nocturno, desde luego, motivado por juergas de beodos.
Estos días estoy por mi ciudad y aquí puedo dormir sin sustos. Aunque, cada vez que vengo, llego tan tarde a casa que tampoco me queda tiempo para dormir cuanto quisiera. Días atrás contaba yo en este periódico que, con los calores de los días previos al inicio de la primavera, parece que la gente sale más a la calle por la noche y, por tanto, aumentan las peleas y las borracheras brutales. Después de escribir eso he padecido una semana bastante dura. De no dormir. O de hacerlo a ratos. Días en que me he levantado molido, más cansado y somnoliento que al irme a la cama. El domingo soporté una noche (y una madrugada) especialmente ruidosa. Primero me despertó una disputa. Dos o tres tipos discutiendo, creo. Pero no me levanté a mirar. Un rato después, otro escándalo callejero: gente de parranda, metiendo bulla. Más tarde, alrededor de las cinco y pico de la mañana, oí a dos personas insultándose, amenazándose a voces, dando patadas a los contenedores de basura o volcándolos. Tenía ganas de orinar y la bronca me despertó de una pesadilla, porque cuando estoy dormido y la vejiga protesta suelo caer en medio de pesadillas bastante espantosas. No hay gran diferencia entre la pesadilla real y la pesadilla onírica: en ninguno de los dos casos me salpica la sangre, y ambas perturban e impiden mi sueño. Salí al balcón, pero no vi nada. No vi a los tipos. No sé si habían salido ya de la calle o si estaban en la plaza. Las siguientes horas consistieron en un sueño ligerísimo. No llegué ya a dormirme.
Esa noche de lunes estaba tan agotado que dormí de un tirón, aunque pocas horas. Pero el martes rugió un camión de la limpieza al pasar por nuestra calle. Uno de esos bichos que meten un ruido de truenos y tardan quince minutos en abandonar la manzana. Me desveló. Eran las seis y algo de la madrugada y ya no conseguí ni siquiera amodorrarme. Con ojos de búho hasta que sonó el despertador. No entiendo por qué limpian a esas horas con una máquina que despierta al vecindario. Y el miércoles, otra más: a alguna hora intempestiva de la noche cruzaron por debajo de casa coches de policía a toda pastilla, con las sirenas rasgando el silencio. No sé qué pasaría, no tuve fuerzas ni ganas para levantarme. Y así estamos. Zamora es el lugar más seguro según las estadísticas. Al menos se duerme bien y no hay sirenas de noche. Disfruten de su sueño, pues, ustedes que pueden.