domingo, diciembre 21, 2008

Rastros, huellas

El mes pasado, no recuerdo la fecha exacta pero fue en días de ajetreo, ocupaciones y compromisos, se le ocurrió a un colega que fuésemos a un restaurante que está cerca del Retiro. Un restaurante asturiano, que es gastronomía que aprovecha y satisface mucho. Estaba en la calle Menorca, a un paso del metro de Ibiza, en una zona por la que a menudo voy con el único cometido de comprar viejos libros baratos en las librerías de saldo de la zona. Habíamos quedado dentro del local. De camino, paseando por la acera de Menorca, nos fijamos en un restaurante que se llama Barandales. El nombre atrajo la atención de todos, y lo estuvimos comentando al reunirnos junto a la barra. Parecía (y lo es) un lugar para degustar delicatessen. Debajo del nombre leímos: “Comida de León y Zamora”. Así que cada uno de nosotros, pues salvo alguna excepción todos éramos naturales de Zamora, fue deteniéndose allí, a escrutar el lugar aunque fuese desde el exterior. Y el aspecto daba buena impresión. Muy buena. Además del restaurante, Barandales incluye una tienda para comprar productos de tierras leonesas y zamoranas: embutidos, vinos y otras maravillas. Teníamos reserva en el asturiano, así que nos dijimos que en la próxima ocasión comeríamos allí. No obstante: me parece una difícil elección, eso de escoger entre la gastronomía asturiana y la de mi tierra. Me gustan demasiado ambas.
He buscado en la red por si tenía web y, en efecto, la tiene, y me quedo con esta frase que tomo de la presentación del restaurante: “En Barandales hemos recogido toda esta tradición para traerla al corazón de Madrid y contribuir a que cada vez más gente disfrute de la cultura gastronómica de Zamora y León, fruto de mil fusiones, originada en los fogones de los palacios, casas nobles y monasterios, pero también en los humildes pucheros de pastores y campesinos”. Leo otros detalles con atención: los platos de la carta, que me abren el apetito; la historia: el proyecto parte de gente con raíces en León y Zamora, aunque algunos de ellos hayan nacido en Madrid. De momento, hablo sólo del “descubrimiento” de este sitio, porque aún no he tenido oportunidad de entrar y comer y degustar sus viandas. Pero supongo que la próxima comida la organizaremos allí.
La ciudad está llena de huellas de leoneses y zamoranos, o de quienes nacieron aquí pero sus raíces parten de León y Zamora. Sobre todo de Zamora, que es mi ciudad y la ciudad que acaba uno recordando a cada paso. Está en esos habitantes que vienen a pasar el fin de semana, de compras o a ver un espectáculo. Está en esas caras familiares de las que ya he hablado: personas que a uno le suenan de verlas por Santa Clara, pero con quienes no tiene ningún tipo de relación, y que se encuentra con frecuencia por la calle. Hace poco entramos en un bar del barrio (porque, criatura extraña como soy, mi ciudad es Zamora pero mi barrio es Lavapiés) y cogí una tarjeta o un folleto que ponía “De tapas por Madrid”. Era la primera edición. Y en seguida eso me trajo a la memoria el concurso “De tapas por Zamora”, que cumplió este año su tercera convocatoria, si las cuentas no me fallan. ¿Han copiado en Madrid a Zamora? ¿Por qué no? No es descabellado. Aunque el origen de este concurso tampoco creo que esté en Zamora. Alguien me dijo hace poco: “Casi todos los taxistas de Madrid son de Sanabria”, pero nunca lo he comprobado porque, cuando voy en un taxi, no suelo hacer preguntas sobre el origen, aunque siempre me quedo con ganas. Puede que ya lo haya dicho, pero Madrid está construida sobre los hombros de los emigrantes.