En Semana Santa recibí un correo electrónico de Pello Biain, un profesor que tortura a sus alumnos obligándoles a analizar mis artículos. Es probable que me odien, pero no importa. Lo que importa son los e-mails reconfortantes que Pello me envía en vacaciones. El último, el mejor. Un telegrama: “Hola, JAB. Stop. En octubre nació Paulo, nuestro segundo hijo. Stop. Tengo menos tiempo para leerte, pero cuando Paulo no duerme y yo me desvelo, aprovecho para visitar tu sitio. Stop. A esas horas tan tempranas, cuando todo el mundo duerme y está ausente, tus palabras me suenan más risueñas y sinceras, incluso me parece que han sido escritas en exclusiva para mí. Stop”. Y eso es sólo el principio, una muestra que remata con “Aunque no te escriba, sigo estando aquí. Stop. Un fuerte abrazo. Stop”. Y eso, muchacho, es lo que importa. Que tipos como él sigan estando ahí, al otro lado.
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