lunes, abril 23, 2007

Hairspray

Acabo de ver el trailer del remake de “Hairspray” y no está mal. La factura es impecable y calcada del filme original. Pero habrá que esperar a los resultados y tragarse la película intentando no pensar en su precedente, algo que me parece imposible, aunque digan que las comparaciones son odiosas.
Por si no lo saben, “Hairspray”, la primera, la de finales de los ochenta, es una de las películas más conocidas de ese provocador de bigotito, pelo pegado al cráneo y cara de dependiente de sex-shop que se llama John Waters. De sus obras quizá es la que más me gusta, junto a “Cry-Baby”, a la que en España le añadieron el vergonzoso subtítulo de “El lágrima”. “Cry-Baby” era una gozada, con un reparto interesante e inclasificable: Johnny Depp, Traci Lords, Iggy Pop, Troy Donahue, Ricki Lake, Joe Dallesandro, Patricia Hearst y Willem Dafoe. Recuerdo que se la recomendé a unos cuantos amigos y amigas, y al salir del cine echaron pestes: aquello no era “Dirty Dancing”, me dijeron, una de las películas de moda por aquel entonces entre las pandillas de adolescentes. No les gustó. No entendieron que Waters no hace ñoñerías, sino parodias, comedias locas y productos que provocan al espectador. Tampoco están mal “Pecker” y “Los asesinatos de mamá”, pero pertenecen a la época en la que Waters se ha domesticado, en que ya no es tan salvaje. Pero yo lo prefiero: nunca pude ver entera “Pink Flamingos”, con el travestí Divine devorando una mierda de perro sin trucos ni artificios. No llegué a ver la escena, pero en casa me decían que sí, que se la comía recién depositada por el chucho. Por eso me gusta más el John Waters de los años ochenta y noventa, que es un poco menos guarro y no tan escatológico. “Hairspray”, que creo que sólo estuvo un día en cartel en Zamora, se ha hecho famosa con el paso del tiempo. Ha originado un musical de Broadway y, ahora, este remake de lujo, auspiciado por una gran productora de Hollywood. Recuerdo que salí encantado del cine: “Hairspray” recrea los concursos de baile de los años sesenta, y por tanto es una película que desborda colorido, entusiasmo y diversión sana. Una especie de parodia de “Grease”, protagonizada por Divine y Ricki Lake, madre e hija orondas y con aspiraciones de triunfo. No se pierdan la banda sonora. Ni la película. Al menos para prepararse cuando estrenen el remake.
El nuevo “Hairspray”, a priori, luce bien. En su contra, un escollo fundamental: no deberían hacer otra versión cuando la antigua data de hace apenas veinte años. Pero ya sabemos que, en la actualidad, cualquier producto con un lustro de edad nos lo venden como viejo. Encima, el director es un tal Adam Shankman, de filmografía blandengue y vergonzosa: comedias románticas para quinceañeras, comedias ligeras con humor de sal gorda y poco más. Ojo a sus títulos: “Planes de boda”, “Un paseo para recordar”, “Se montó la gorda”, “Doce fuera de casa”, “Un canguro superduro”. En fin, no es lo que se dice un artesano. Es un misterio su elección para capitanear este barco. Supongo que habrá dependido de sus ingresos en taquilla con esa sobredosis de azúcar. Carecerá de la mala leche de Waters. Pero a su favor, aparte del calco y de la alegría que desprenden el trailer y la página oficial, está el reparto, en el que destacan Christopher Walken, Queen Latifah o John Travolta. Travolta recupera el papel de Divine, o sea, una madre gruesa. Como no reunía los kilos suficientes, lo han rellenado con prótesis y cojines, lo que le da aspecto de Travolta con disfraz. La guinda del reparto es Michelle Pfeiffer. Ahí me han dado. Ese es un punto débil. Iré a verla.