Fue Fonollosa, desde luego, un hombre obsesionado con el fracaso, un hombre muy pesimista. En este libro de ochenta y dos poemas, titulados según el callejero de Barcelona, despliega el poeta sus obsesiones más arraigadas: la huida del amor y de la gloria, el nihilismo, la extrañeza de poseer un cuerpo que habitan parásitos y que se va muriendo y desgastando poco a poco, el cansancio de vivir y su (a veces) inutilidad, la furia de convivir con la gente.
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