domingo, julio 22, 2018

El expediente Archer, de Ross Macdonald


El expediente Archer, que es mi primera incursión en la obra de Ross Macdonald, contiene 2 partes: RELATOS, donde se agrupan 12 historias del detective Lew Archer, y NOTAS DE CASOS, donde han reunido 11 textos inacabados del autor, inicios de relatos que nunca terminó, esbozos, etc. Antes encontramos uno de esos prólogos entusiastas y muy documentados que tan bien se le dan a Rodrigo Fresán. Después, un perfil biográfico escrito por Tom Nolan.

A Lew Archer sólo lo conocía del cine, de las dos películas que protagonizó Paul Newman y en las que le cambió el apellido al personaje porque, decía, los tipos cuyos nombres empiezan con H le daban más suerte: Harper, investigador privado y Con el agua al cuello. Archer es un personaje enorme, magnífico, astuto e ingenioso, a la altura de los creados por Chandler o Hammett: un tipo socarrón que suelta unas réplicas inolvidables y cuyas observaciones sobre otros personajes nos empujan a reír. Pero además de ello, los diálogos escritos por Macdonald son de lo mejorcito del género que yo he leído jamás. Esta joya de relatos y esbozos me ha convertido en devoto absoluto del autor. Aquí va un fragmento:

-Yo soy el encargado –dijo, tan cerca de mí que podía oler el potingue con aroma a pino que se ponía en su pelo moreno y rizado–. Si tienes algo que preguntar sobre los miembros del personal, pregúntamelo a mí.
-¿Conseguiré alguna respuesta?
-Ponme a prueba, amigo.
-Me llamo Archer –dije–. Soy detective privado.
-¿Para quién trabajas?
-Eso no te interesa.
-Me interesa mucho. –La pistola saltó de nuevo sobre mi estómago como un sapo, con el peso de su hombro detrás–. ¿Para quién dices que trabajas?
Me tragué la ira y las náuseas, evaluando las posibilidades de apartar la pistola de un golpe y pillarlo con las manos vacías. Las posibilidades parecían muy escasas. Él era más corpulento que yo y sujetaba la automática como si le hubiera crecido del extremo del brazo. Has visto demasiadas películas, me dije.  


[Mondadori. Traducción de Ignacio Gómez Calvo]