martes, febrero 07, 2012

Moneyball



El domingo pasado fui a ver Moneyball. Durante los primeros minutos estuve desconcertado y no comulgaba con la trama: era sobre deportes (aunque ya lo sabía antes de entrar), sospechaba que iba a ser una especie de Jerry Maguire (no me gustó esa película; tal vez debería revisarla ahora) y no me estaba interesando demasiado (al principio, los personajes se obstinan en buscar fichajes en el béisbol, para que sustituyan a los jugadores que se fueron a otros equipos), aunque Brad Pitt hace un papelón, como casi siempre.

Pero entonces entra en juego, y nunca mejor dicho, el personaje de Jonah Hill, que es quien cambia de rumbo la película. Su método para ojear jugadores consiste en observarlos, analizar sus jugadas y movimientos, olvidarse de lo que diga la prensa y meter en el ordenador sus estadísticas; basándose en éstas, se trata de formar un equipo que cueste poco dinero y reúna mucho talento, algo imposible a priori. Mediante la inclusión de este personaje, el filme se vuelve más dinámico y alcanza un tono de comedia que su director, firmante de Capote, sabe resolver con una habilidad envidiable (ejemplo: hay planos que sabe mantener lo justo para que nos riamos un poco, y luego los corta; en las malas comedias, esos mismos planos prosiguen hasta que el espectador se ha cansado de reír y los personajes ya no tienen nada que contar). 

Lo que hacen Pitt y Hill para reunir a su equipo, entonces, te empieza a interesar. Porque el protagonista, un antiguo perdedor, vuelve a perder y se enfrenta al momento más crítico de su vida, y Brad Pitt logra que conectes con él, que empatices. Y porque lo que cuenta Moneyball podría ocurrir en cualquier otro ámbito: en una empresa, en una fábrica, en un grupo de rock. Porque nos relata los entresijos de la maquinaria (en este caso, del deporte), lo que hay detrás, lo que lo sostiene: las relaciones de poder y respeto entre el manager y el entrenador, entre el entrenador y los jugadores, entre quienes forman un equipo y quienes ponen la pasta, sin olvidar las tensiones, los intereses ni las rencillas…

Uno de los guionistas es Aaron Sorkin, que escribió La red social. El otro es el gran Steven Zaillian. Gracias a ese guión y al trabajo de Brad Pitt, bien secundado por Jonah Hill y Philip Seymour Hoffman, Moneyball te acaba seduciendo. Tampoco es para que la nominen al Oscar a la Mejor Película, pero os aseguro que no defrauda (y la cámara apenas entra en los estadios, entre otras razones porque el protagonista nunca ve los partidos; y se agradece).