El viernes fuimos a ver Drive. Al cine, que es donde deben verse, al menos, las buenas películas (o aquellas que intuimos que podrían serlo). Podría pasarme horas escribiendo sobre Drive. Lamentablemente es la primera obra que consigo ver de su director, el danés Nicolas Winding Refn. El resto de sus películas (la trilogía Pusher, Bleeder, Fear X, Bronson y Valhalla Rising) han tenido nula o limitada distribución en los cines españoles, y es casi imposible conseguirlas en dvd (están descatalogadas desde hace tiempo). Poco después de estrenarse Bronson me hice con una copia del emule que aún tengo pendiente de ver y que tendré por ahí, en algún disco.
Drive adapta la novela homónima, de género negro, de James Sallis. Yo la leí hace tiempo, y no está mal, pero de este autor recomiendo sobre todo el volumen Vidas difíciles. Refn la ha trasladado con elegancia, con precisión, con contundencia, ofreciendo al espectador una película de culto inmediato.
Primero, por su talento para reciclar antiguos hitos del cine, especialmente de los 80, aunque también de otras décadas: el protagonista es una especie de cruce entre Steve McQueen y el Cobra de Sylvester Stallone (aunque tiene más del primero, por fortuna), se mueve con su coche por una ciudad (Los Ángeles) que, como algunos críticos han señalado, sólo la filman así Michael Mann o William Friedkin (por cierto, se nota la influencia de Vivir y morir en L.A., que también es uno de mis títulos de cabecera, y del que se nutre mi Vivir y morir en Lavapiés), las persecuciones en coche recuerdan a Bullit y a French Connection, los títulos de crédito evocan a dos símbolos ochenteros (la tipografía pertenece a Risky Business; el color, a La chica de rosa), algunos toques de violencia homenajean a Scorsese y a la repulsiva Irreversible, incluso el modo de filmar una careta gigantesca podría ser un guiño a Halloween; el propio director ha dicho que algunas de sus referencias son Terciopelo azul y Purple Rain, entre otras; otros críticos apuntan la influencia de Alain Delon y El silencio de un hombre (ésta se me había escapado, aunque conozco la película).
Segundo, porque el director no se conforma con el reciclaje y el guiño, sino que lo transforma en secuencias impagables, demostrando que rueda de manera magistral las crudas escenas de violencia y también las de amor, sirviéndose de la música para crear clima y tensión y conectarnos con el cine de los 80. Algunas de esas secuencias son de las que estremecen y sacuden al espectador; y no voy a citarlas para no caer en el spoiler. Quizá el punto más álgido de la película sea el inicio: una secuencia de robo en la que el director y el guionista sientan las bases de su personaje principal, puntuado por la música tenebrosa y los informes policiales de la radio. La tensión que alcanza Refn en este principio es digna sucesora de Michael Mann y Heat.
Tercero, porque el reparto es espléndido, mezclando nuevas caras (Ryan Gosling, Carey Mulligan, Oscar Isaac) con iconos televisivos (Bryan Cranston, Christina Hendricks) y actores de carácter de los 80 (Albert Brooks, Ron Perlman) e incluso un cameo del ya olvidado Russ Tamblyn (recordemos West Side Story). Aunque los premios se los llevará Brooks, a mí también me fascinó la interpretación de Gosling. Ya había demostrado, en Half Nelson o Lars y una chica de verdad, que es un actorazo. En Drive interpreta a un especialista de cine que apenas mueve un músculo de la cara ni demuestra sus emociones, hasta que descubrimos que en su interior hay un volcán a punto de estallar. Sus andares, su chulería, sus guantes y sus gafas y su palillo, su cazadora con el dibujo del escorpión, su silencio que presagia desgracias a quienes le toquen los huevos, quedarán en los anales de los personajes de culto del siglo XXI. Después de ver la peli, leed el certero análisis de Dirigido Por del mes de noviembre. Como apunte: Refn obtuvo en Cannes el Premio al Mejor Director por esta película. Su estilo, su contundencia narrativa, no pasaron desapercibidos.
Drive adapta la novela homónima, de género negro, de James Sallis. Yo la leí hace tiempo, y no está mal, pero de este autor recomiendo sobre todo el volumen Vidas difíciles. Refn la ha trasladado con elegancia, con precisión, con contundencia, ofreciendo al espectador una película de culto inmediato.
Primero, por su talento para reciclar antiguos hitos del cine, especialmente de los 80, aunque también de otras décadas: el protagonista es una especie de cruce entre Steve McQueen y el Cobra de Sylvester Stallone (aunque tiene más del primero, por fortuna), se mueve con su coche por una ciudad (Los Ángeles) que, como algunos críticos han señalado, sólo la filman así Michael Mann o William Friedkin (por cierto, se nota la influencia de Vivir y morir en L.A., que también es uno de mis títulos de cabecera, y del que se nutre mi Vivir y morir en Lavapiés), las persecuciones en coche recuerdan a Bullit y a French Connection, los títulos de crédito evocan a dos símbolos ochenteros (la tipografía pertenece a Risky Business; el color, a La chica de rosa), algunos toques de violencia homenajean a Scorsese y a la repulsiva Irreversible, incluso el modo de filmar una careta gigantesca podría ser un guiño a Halloween; el propio director ha dicho que algunas de sus referencias son Terciopelo azul y Purple Rain, entre otras; otros críticos apuntan la influencia de Alain Delon y El silencio de un hombre (ésta se me había escapado, aunque conozco la película).
Segundo, porque el director no se conforma con el reciclaje y el guiño, sino que lo transforma en secuencias impagables, demostrando que rueda de manera magistral las crudas escenas de violencia y también las de amor, sirviéndose de la música para crear clima y tensión y conectarnos con el cine de los 80. Algunas de esas secuencias son de las que estremecen y sacuden al espectador; y no voy a citarlas para no caer en el spoiler. Quizá el punto más álgido de la película sea el inicio: una secuencia de robo en la que el director y el guionista sientan las bases de su personaje principal, puntuado por la música tenebrosa y los informes policiales de la radio. La tensión que alcanza Refn en este principio es digna sucesora de Michael Mann y Heat.
Tercero, porque el reparto es espléndido, mezclando nuevas caras (Ryan Gosling, Carey Mulligan, Oscar Isaac) con iconos televisivos (Bryan Cranston, Christina Hendricks) y actores de carácter de los 80 (Albert Brooks, Ron Perlman) e incluso un cameo del ya olvidado Russ Tamblyn (recordemos West Side Story). Aunque los premios se los llevará Brooks, a mí también me fascinó la interpretación de Gosling. Ya había demostrado, en Half Nelson o Lars y una chica de verdad, que es un actorazo. En Drive interpreta a un especialista de cine que apenas mueve un músculo de la cara ni demuestra sus emociones, hasta que descubrimos que en su interior hay un volcán a punto de estallar. Sus andares, su chulería, sus guantes y sus gafas y su palillo, su cazadora con el dibujo del escorpión, su silencio que presagia desgracias a quienes le toquen los huevos, quedarán en los anales de los personajes de culto del siglo XXI. Después de ver la peli, leed el certero análisis de Dirigido Por del mes de noviembre. Como apunte: Refn obtuvo en Cannes el Premio al Mejor Director por esta película. Su estilo, su contundencia narrativa, no pasaron desapercibidos.