El miércoles pasado tuve la oportunidad de asistir a un pase (para alumnos de una escuela de arte; yo estaba invitado a participar en una mesa redonda, por la tarde, junto al director) de Las olas, de Alberto Morais, a quien conocí ese mismo día.
Las olas, aún pendiente de estreno en España (creo que está programada para febrero), es una gran película que ha cosechado varios premios en festivales de cine de Moscú y Valladolid, entre otros. En líneas generales cuenta la historia de un anciano que emprende un viaje desde Valencia hasta un pueblo del sur de Francia en busca de las huellas del pasado. Y prefiero no desvelar más porque la historia se va desarrollando poco a poco. Con minuciosidad, Alberto Morais va desgranando la información, nos va dando datos a medida que prosigue la historia, datos que el espectador puede haber intuido al principio: por qué ese hombre viaja, a quién acaba de enterrar, qué lo empuja a tener una existencia tan gris y vacía.
Cuando terminó la proyección le comenté a Hilario J. Rodríguez, escritor y crítico cinematográfico, que veía ciertas conexiones con Una historia verdadera (de David Lynch): en realidad Las olas es una road movie y el tempo narrativo no dista mucho del de la película de Lynch. Hilario citó otros títulos y luego asistimos a un interesante coloquio entre el director y los alumnos. Se trata de una película hermosa y a la vez desoladora. No es cine de palomitas. Es cine de alguien que ama a Pasolini, a Eríce, a Lanzman… Apúntenla, y vayan a verla cuando se estrene. Aún le quedan premios por recoger.