lunes, octubre 17, 2011

De los demasiados libros y sus consecuencias

Cualquier lector de mediana edad, si repara en ello –en sellos con pedigrí tanto como en editoriales comerciales– advertirá, sin necesidad de ser un pejigueras o un esteta, que escasean hasta el ridículo las páginas blancas preliminares, y más aún las de cortesía, muchas veces inexistentes, que caen en sus manos ensayos o libros de consulta o incluso volúmenes de memorias sin los consiguientes índices onomásticos, que demasiadas traducciones (estén mal pagadas, retribuidas con generosidad o hasta llevadas a cabo contra lo que figura en el contrato de marras por más de una mano) olvidan o hasta ignoran la necesidad de anotar al pie el significado de tal o cual concepto o nombre propio alejado de la enciclopedia de un lector medio de nuestro mercado, o incluso que demasiadas ediciones de bolsillo ven la luz mal guillotinadas, escatimando márgenes, o con una tipografía más en la línea de la venganza que del sentido común. Se aducen ejemplos de ediciones irreprochables, hermosísimas, excepciones, hélas, de una regla más y más asentada. 

Javier Aparicio Maydeu, Lecturas de ficción contemporánea. De Kafka a Ishiguro