Álex Portero, poeta, amigo, librero y uno de los grandes lectores de este país (es difícil encontrar algo que él no haya leído, sea clásico o contemporáneo), me regaló este volumen de Chesterton, que recoge una serie de ensayos sobre personajes de finales del siglo XIX y principios del XX. A veces el analizado en cuestión no le interesa a uno (caso de La Reina Victoria o Alfredo el Grande), pero las más de las veces Chesterton se ocupa de gente a la que uno admira y ha leído (Stevenson, Walter Scott, Edmond Rostand, etc). En todas estas semblanzas brilla el ingenio del autor, y una de sus señas de identidad: un humor ácido que a menudo lo corroe todo. G. K. suelta cosas como ésta:
Alguien puede fingir ser un poeta, pero no puede fingir ser ingenioso, como no puede fingir sacar conejos de una chistera sin haber aprendido antes a ser prestidigitador.
[Traducción de Victoria León]