jueves, octubre 21, 2010

Pasado compuesto, de François-Marie Banier


Esta es la historia de una obsesión, un tema que a mí me apasiona. Una chica, Cécile, se enamora de su hermano, Olivier, cuando éste vive y luego se obsesiona con su recuerdo cuando muere. Al principio de la novela sabemos que Olivier se suicidó por la culpa de ese amor secreto e inconfesable. Cuando conoce a Francois, Cécile tratará de modelarlo como si fuera Olivier, en un giro que sin duda nos recuerda a Vértigo, uno de los más notables filmes de Hitchcock. Esculpida con frases cortas, directas, ciertamente agresivas, el libro nos envuelve en la telaraña que la chica va tejiendo en torno al hombre vivo y al recuerdo del hermano muerto. Cécile exigirá a Francois ciertos paralelismos con su hermano que aquel no puede satisfacer porque no se puede competir con los muertos. Y culmina con un admirable penúltimo capítulo en el que los personajes se enfrentan en un duelo verbal, a la manera de Revolutionary Road, sacando sus trapos sucios y paseando sus miserias. El autor, Banier, la escribió con 21 años. Edita Libros del Silencio, que siguen demostrando, con cada publicación, su buen olfato y su buen gusto.

Había deseado intensamente a su hermano. No había pensado en las consecuencias. Hacía tiempo que quería amarlo. Hacía mucho tiempo que estaba preparada para ello. Al principio creyó poder hacer el amor con él como con un amigo, un amigo con el que no tiene ninguna importancia hacerlo. En cambio, ahora él estaba seducido. Se decía hechizado. Decía que, gracias a ella, por una vez, se había querido, se había encontrado. Tenía miedo: sin Cécile se creía perdido. La acosaba. No la dejaba un instante. Ella daba un paso, se daba la vuelta y ahí estaba él. Por la noche, en su cama, también ahí estaba él.


[Traducción de Luis Blat]