miércoles, enero 13, 2010

Un tipo serio


En el prólogo de su nueva película (un segmento que podría funcionar como cortometraje independiente), los Coen muestran a una pareja de judíos a los que visita un viejo en una noche de tormenta. La mujer dice que el hombre murió hace tres años y que es su espíritu el que están viendo; el marido no lo cree, prefiere guiarse por la racionalidad: el visitante es de carne y hueso. Ella le clava un cuchillo para demostrarlo. Pero la historia no se resuelve. Es el mensaje que veremos durante el resto del filme: no todas las historias se resuelven, no todas tienen un final, no todas incluyen respuestas. Las respuestas las busca Larry Gopnik (gran Michael Stuhlbarg, nominado al Globo por este trabajo), un judío que vive según las normas, que hace lo correcto: es un profesor insobornable, tiene una casa modélica en las afueras, mujer e hijos, prepara al pequeño para el Bar Mitzvah, consulta a los rabinos para pedir consejo… Pero un día su vida empieza a desmoronarse: un alumno le planta cara, su hijo fuma marihuana, su mujer tiene un amante, su vecino se muestra hostil con él, su hermano es acusado de jugador en un estado que prohíbe el juego… De fondo, finales de los 60 y el rock de Jefferson Airplane.

Los Coen Bros. han vuelto a construir una comedia agridulce, inspirada por “el principio de incertidumbre”, esta vez con un reparto de caras desconocidas. Una comedia muy eficaz, con ciertos toques de Philip Roth (ese hijo transgresor). Ellos saben, y el personaje principal lo demuestra, que cuando las cosas van mal… aún pueden ir a peor. A veces no hay desenlaces ni hay un porqué: nos lo dicen en el prólogo y nos lo dicen en el abrupto final de la película. Y, por cierto: continúan mostrándonos una galería de personajes raros. Los Coen son especialistas en poner en despachos a tipos anodinos sentados frente a peces gordos o estrafalarios. Es una de las marcas de la casa y uno de los rasgos que más suelo disfrutar de su cine.