sábado, abril 04, 2009

Recompensa

Me llama uno de mis amigos para darme una buena noticia: a uno de los colegas de nuestra panda, al que conocemos desde la infancia, desde los tiempos del colegio, acaban de otorgarle la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo. Según leo en Europa Press, “la máxima condecoración castrense que puede otorgarse en tiempos de paz en reconocimiento a una acción de combate en Afganistán”. Nuestro colega ha sido distinguido junto a otros cuatro soldados del Ejército de Tierra. Según Efe, “Estos militares se hicieron acreedores a la recompensa por su reacción ante acciones hostiles en las que demostraron, además de valor, unas dotes de mando, serenidad e iniciativa que facilitaron una resolución satisfactoria de los incidentes, controlando en todo momento el uso de la fuerza y la aplicación correcta de las reglas de enfrentamiento en vigor”, lo cual, en lenguaje de mi pueblo (si lo tuviera) y para que nos entendamos, significa que hubo tomate y supieron responder a tiempo y con un par.
Son las primeras recompensas militares que otorga la ministra Carme Chacón y el asunto ha acarreado polémica. Desde el Partido Popular la acusan de haber repartido las medallas de manera clandestina, avisando sólo unos días después de publicarse la noticia en el Boletín Oficial del Ministerio de Defensa. Desde el Partido Socialista responden diciendo que las acusaciones obedecen a un intento “de querer tapar el bochorno del juicio del Yak-42”. No sé quién tiene razón ni me interesa. Siempre andan a vueltas con lo mismo en los partidos políticos. La noticia debería centrarse en los cinco soldados y en sus cinco cruces y en sus méritos y en todo lo que hicieron en sus misiones de mantenimiento de la paz, pero los políticos se las arreglan, de un modo u otro, para ser ellos mismos (y sus errores o aciertos) los protagonistas del cotarro. Luego leo que desde la Asociación Unificada de Militares Españoles acusan al Ministerio de Defensa de dar un trato indigno a los militares. Dicen que no se cuenta lo que ocurre de verdad en Afganistán y que de ese modo los españoles no podemos valorar el verdadero trabajo que están haciendo allí las tropas. Eso ya lo sabíamos. Las historias que algunos conocemos no trascienden a los medios de comunicación. Se ocultan. Se pide silencio. Mientras los políticos se llevan la fama y polemizan, en territorio extranjero hay muchachos jugándose el pellejo. Vean “El sargento de hierro” para comprender cómo funciona un ejército y cómo se sienten de verdad los soldados. Al final, lo que cuenta es tu cabeza y la del tipo que lucha junto a ti. Mantenerte con vida y hacer bien tu trabajo. Lo demás son tonterías de sobremesa para rellenar telediarios con políticos lanzándose acusaciones y robando protagonismo.
Ya es hora de nombrar a mi colega, el sargento primero Israel Rodríguez. En este periódico he mencionado historias de sus misiones en territorios hostiles sin poner su nombre y apellido para ser discreto. Ahora no tiene importancia porque ha salido en la prensa. En la Semana Santa del año pasado, alrededor de estas fechas, conté en un artículo que un colega zamorano acababa de regresar de Afganistán. Era él. Un año después es condecorado. No me extraña. Y no lo digo porque sea un viejo amigo, aunque no se lo crean. Lo digo porque es el soldado perfecto. No es alguien que se metiera en el ejército porque no tenía otra cosa que hacer o por buscar una salida profesional (muchas personas se alistan sin afecto al ejército ni dotes para soportar la disciplina castrense sólo porque es otra alternativa más). Es alguien con vocación. La clase de tipo que lleva el oficio en la sangre. Enhorabuena.