lunes, mayo 19, 2008

Conozcan a Chukri

Miro la fotografía que tengo de Mohamed Chukri, nacido en el treinta y cinco y muerto en el dos mil tres al ser devorado por el cáncer. La imagen muestra a un Chukri más joven que en otras fotografías célebres. Tiene la expresión un poco ceñuda. Ojeras, algo de cansancio en la mirada y mucho dolor al fondo. Es el clásico rostro de quien paseó demasiado tiempo por el infierno. Un bigote espeso, negro, y el pelo rizado y tupido, y una camisa blanca, lo emparentan con el aspecto que suelen tener los dueños marroquíes de las teterías de mi barrio. En una entrevista que ofreció al diario El País leíamos esta declaración de intenciones: “Yo estoy comprometido socialmente. Me inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas. No soy Espartaco, pero creo que todas las personas tienen una dignidad que tiene que ser respetada. Aunque no hayan tenido oportunidades en la vida”. Chapeau.
Chukri creció en un entorno violento en el que tuvo que sufrir brutalidades de esta clase: la muerte de su hermano, estrangulado por su padre delante de la familia; las palizas de ese padre que también cascaba a la madre; estar medio muerto de hambre y ver cómo un pescador arroja al mar un pedazo de pan y tirarse a por él, cayendo en medio de la grasa y los excrementos que suelen flotar junto a los barcos amarrados en el puerto; prostituirse con un viejo para que le dé algo de dinero a cambio. Historias reales y sórdidas de este escritor maldito. O que, al menos, fue maldito en sus comienzos, con sus obras prohibidas en la traducción al árabe. Leamos un fragmento, lo que piensa tras dejarse hacer una felación por un tipo y recibir pasta, allá en el Tánger gobernado por España: “Mi sexo se vende por cincuenta pesetas. ¿Qué quiere decir eso? Muchas preguntas, que no sabía contestar claramente. Lo único que sabía era que había que vivir. Fumé con voluptuosidad y me acosté”. Chukri fue analfabeto hasta que cumplió los veintiún años. En sus libros, después, supo relatar con un estilo diferente y sin tapujos las historias que había vivido y las que le habían contado.
En España, Debate publicó tres libros suyos de tono autobiográfico: “Tiempo de errores”, “El pan desnudo” y “Rostros, amores, maldiciones”. Mi trabajo me ha costado, pero conseguí ejemplares de los dos últimos. Y algún día me haré con el primero. En “El pan desnudo” asistimos a la infancia y a la adolescencia del autor, algunos de cuyos pasajes he enumerado más arriba. Es un texto imprescindible de la literatura marroquí y de la senda de los escritores malditos. “Rostros, amores, maldiciones” contiene historias que Chukri vivió o le contaron. No hay afeites, todo es verdad, crudeza vivida y padecida. En “Rostros…” Chukri se pasea por los prostíbulos, por los tugurios, por los bares donde siempre está en contacto con la gente de la calle, con los desfavorecidos. De este libro escrito en forma de relatos me impactó mucho un cuento (él dijo que era desgraciadamente cierto, que le habían contado esa historia) que comienza así: “Hedi volvió de la guerra de Indochina con los brazos amputados. Sabía por qué había vuelto, pero no por qué había ido a esa guerra”. El hombre, inválido, queda al cuidado de su hijo. El sexo le arde, pero sin manos no puede aplacarse. Tampoco tiene esposa, es viudo. Y busca una mujer que conviva con él, le cuide y le calme el ansia de eyacular. Su hijo sabe que ninguna mujer le querrá así, que se casarán con él sólo para cobrar la herencia. Y el hijo toma la decisión que noquea al lector: decide masturbar a su padre. Una historia dura, muy dura, real y escandalosa. Es casi imposible encontrar libros de Chukri. Están agotados. ¿Para cuándo la reedición?