sábado, enero 26, 2008

Oportunistas

Visto desde fuera, quizá desde otro planeta, parece un cuento. Pero no lo es, en absoluto. Es real y es como sigue. Nacen las bitácoras, por ejemplo. En ellas empiezan a escribir jóvenes. Adolescentes, tipos de treinta años e incluso niños. Y abuelas; también varias abuelas tienen su propio blog y alguna incluso se ha hecho famosa. El mundo observa. Y con el mundo me refiero a las grandes empresas, a los poderosos, a quienes tienen la sartén por el mango. Y al mundo, en general, empezando por los padres de esos chavales y terminando por los jefazos y los que no están a la última de las nuevas tecnologías, le parece que están locos esos muchachos que escriben sus diarios y los cuelgan en la red, o que recopilan noticias sobre medios digitales, o que ponen las fotos de su última parranda o de sus reuniones de antiguos alumnos. Están chiflados, piensan. Son geeks y freaks. Es el colmo. Escribir sin que te paguen en un medio de internet, sin nadie que lo controle. Sin un editor. Un escándalo. Y algunos incluso se rasgan las vestiduras. Presuntos intelectuales que dicen dónde vamos a parar. Que ponen a parir a los blogs y a los bloguers. Tipos serios que acusan con la mano derecha a Google de ser una infamia y un atentado contra la verdad y la antigua documentación mientras con la mano izquierda buscan fotos de mujeres desnudas en Google.
Y también: gente que se niega a hacerse una cuenta de correo electrónico, que se niega a navegar porque odia lo moderno y las modas. Dónde vamos a parar, oiga. Menudos tiempos. Gente que se escandaliza por los programas de intercambio de archivos. Personal que te llama chiflado porque dices que, de vez en cuando, entras en YouTube y buscas vídeos: fragmentos de programas, trozos de entrevistas, cabeceras de series antiguas de televisión, escenas de películas, videoclips de tu banda predilecta, filmaciones caseras, cortometrajes de quienes no tienen dinero para rodar un largo. En los telediarios lo empiezan a contar como si los jóvenes hubieran perdido la cabeza o vinieran de otro mundo. De un mundo raro en el que se combina a diario el móvil, el ratón, el pc, el teclado y la conexión a la red.
Pero un día, alguien le da la vuelta a la tortilla. Siempre hay alguien que tiene más olfato en cada empresa. Alguien se da cuenta de que el futuro está escrito en digital. Alguien se da cuenta de que hay que escribir en blogs porque los internautas los leen. Entonces los periódicos contratan a un famoso para que escriba un blog. Y le pagan. Le pagan por escribir algo que todo el mundo en la red escribe sin obtener beneficio ecoómico. Y eso no está mal. Pero han variado el concepto primigenio. Los partidos políticos advierten que un blog puede ser sinónimo de herramienta de poder. De poder de convocatoria, de publicidad. Y se ponen a escribir sus blogs. Los mismos tipos de traje y corbata y laca en el pelo que escriben esas bitácoras políticas son los mismos que dos días atrás llamaban raros a sus hijos. Ahora, son ellos quienes dicen: “Hijo, enséñame a manejar esto. Quiero abrir un blog”. Las industrias discográficas y cinematográficas deciden que deben cambiar, y se cargan el concepto de los programas de intercambio de archivos. Te dicen: “Puedes descargarte un disco o una película de nuestro catálogo. Pero pagando”. Los periódicos y las televisiones y las radios llenan sus páginas web de bitácoras. Aprenden a colgar vídeos, preparan chats con sus entrevistados. Se han adaptado, pero casi siempre con un beneficio económico detrás. Lo último es el manejo de YouTube por parte de los candidatos a las elecciones generales. Parece un cuento. El cuento de los oportunistas.