lunes, diciembre 17, 2007

Fingiré que estoy de paso, de Pablo Casares

Pablo Casares es uno de los tripulantes y compañeros de Resaca / Hank Over. Este poemario recibió el III Premio Zaidín de Poesía Javier Egea. Pero no nos interesan los galardones, sino la fuerza y el valor poético de estos versos, a menudo breves, mediante los que Pablo nos habla de las derrotas cotidianas, de los días grises que tiñen / el cielo de cemento.
En muchos de los poemas anida el desencuentro: un hombre solo, abandonado por su pareja, tratando de salir adelante. De sobrevivir. Pablo crea poderosas imágenes con apenas un puñado de versos, como ese poema (que colgaré otro día) en el que se queda plantado en un restaurante, y pide al camarero que le envuelva su ilusión. O el titulado Hospitales: cualquiera que haya pasado un par de noches en un hospital comprobará que el autor ha captado la atmósfera triste y vacía de estos edificios en la noche y al amanecer. O el ambiente de los cafés, y de esos lunes en los que cuesta levantar cabeza al despertarse y salir de la cama y empezar el trabajo. Los poemas de Pablo Casares se sitúan, para mí, en ese territorio de poetas que nos hablan de la vida diaria, de nuestros errores y fracasos y pequeñas alegrías. Poetas con los que uno se siente identificado muchas veces, como Vicente Muñoz Álvarez, Karmelo C. Iribarren, Ana Pérez Cañamares o David González, por citar unos cuantos autores por cuyos libros siento debilidad. A ellos se suma con derecho propio este poeta. Pero que hable él mismo:
UNA COLINA EN IOWA

Suena bien:
Un campo de trigo resplandeciendo
con toda la luz del mundo.
El cálido sonido de las espigas
mecidas por el viento.
Escindida del horizonte
una colina y en su cima una granja.
En el interior una mujer
haciendo café y por toda la casa ese olor
a pastel de manzana y canela.
En el cobertizo, junto a un viejo Ford,
un hombre acaricia a un perro.
Me acercaré.
Pediré que me alojen
por una noche.
Fingiré que estoy de paso.