sábado, enero 19, 2008

Superbad (Supersalidos)


No fui al cine a ver esta película porque había leído en alguna parte que se la cargaban en el doblaje. He esperado hasta hacerme esta semana, por fin, con una copia en VOS y en versión "unrated". Y la espera ha merecido la pena. Superbad, que produce el mismo tipo de otro filme con el que me lo pasé en grande (Virgen a los 40), es una especie de American Pie con adolescentes. Chavales que sólo piensan en lo que pensábamos todos a esa edad: el sexo y el alcohol.
Imprescindible la pareja de policías que intervienen en la segunda mitad de la película. Imprescindible todo lo relacionado con McLovin (la identidad falsa de uno de los protagonistas, como artimaña para comprar bebidas). Imprescindibles los dibujos de falos que salen durante los créditos, y que demuestran la imaginación de sus responsables, Judd Apatow y Greg Mottola. Es una comedia mucho más inteligente de lo que la publicidad española nos hizo creer.

Citas. 71

Ser casto, vivir sin sexo... bien, ¿cómo encajarás entonces las derrotas, los compromisos, las frustraciones? ¿Ganando más dinero, ganando todo el dinero que puedas? ¿Teniendo todos los hijos que puedas? Eso ayuda, pero no es en absoluto como lo otro, porque lo otro se basa en tu ser físico, en la carne que nace y la carne que muere, porque sólo cuando jodes te vengas de una manera completa, aunque momentánea, de todo cuanto te desagrada en la vida y todo cuanto te derrota en la vida. Sólo entonces estás más limpiamente vivo y eres tú mismo del modo más limpio.
Philip Roth, El animal moribundo

Festín de puñaladas

Todo el mundo habla, escribe y opina de la crisis en el PP, con el asunto entre Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. Y yo, mientras tanto, me divierto mucho con este festín de desvaríos, acusaciones y jugarretas. Si a veces es placentero observar cómo los partidos políticos se dan cuchilladas unos a otros, resulta aún más regocijante ver cómo se sacuden el polvo los miembros recogidos bajo unas mismas siglas políticas. En esta función cada uno cumple su papel, el papel que le ha tocado. Rajoy es el traidor. Aguirre, la bruja mala. Y Ruiz-Gallardón, el niño llorica que se va corriendo a casa después de que le partan la cara en el recreo. Los tres tienen detractores y defensores. También podríamos llamarlos “el bueno” (Gallardón), “el feo” (Rajoy) y “la mala” (Aguirre), pero sería desprestigiar al clásico de Sergio Leone y a los tres inmensos actores que interpretaron a esos personajes. Gallardón ha sido capaz, hasta ahora, de convencer a votantes de izquierdas y de engatusar a algunos votantes de derechas, pero sus maneras liberales o como se llamen ya no cuelan, no consigue meterle el gol a los de su misma cuerda. En el PP saben que él se aparta demasiado de la derecha como para aflojarle la correa. De ahí, supongo, toda esta comedia de enredos y vilezas. En la prensa internacional califican la decisión de Rajoy de “giro a la derecha”. Más que un giro, deberíamos hablar de un volantazo. Rajoy lleva años cumpliendo su papel, o sea, marioneta de Aznar.
La política, sin embargo, necesita de estas polémicas y tumultos y de estos desmoronamientos internos. Los necesita para sobrevivir. Me explico. Para sobrevivir de cara a los ciudadanos, a los votantes, a la opinión pública. Porque el panorama político, a menudo, es tan aburrido que pierde interés. Pierde fuelle y el personal cambia de cadena cuando los candidatos aparecen en televisión o deja de leerse los editoriales de los periódicos que tratan el tema. Un caso como éste sirve para avivar el debate. Para que la gente vuelva a estar interesada. Para que, en la barra del bar y con un chato a mano, o en la cafetería y con un chocolate con churros en la mesa, el personal comente la jugada, hable de este o de aquel, critique a unos cuantos y ensalce o se compadezca de unos pocos. Se necesitan estas polémicas. Aunque el debate, a veces, corre el riesgo de tomar un sesgo más parecido a un “Aquí hay tomate” político que a otra cosa. En este país no hay apenas debate serio, y todo se convierte en el Tomate o en el esperpento donde unos y otros se dan cuchilladas. Que disfracen el asunto PP como quieran, pero lo cierto es que revela la verdadera naturaleza del hombre, esto es, que aquí cada cual va a lo suyo y que a nadie, absolutamente a nadie, le interesa el bien del pueblo, sino el beneficio propio. Todos quieren su éxito, quieren lograr sus metas, llegar a lo más alto. Ser presidentes. Destacar. Poner la zancadilla al rival. Me da lo mismo uno que otro. Me da lo mismo el color y la ideología bajo la que se amparen.
La atención de la opinión pública vuelve a centrarse en los asuntos políticos. Es una pena que dramones de este calibre sean los que el país necesite para devolvernos el interés. Mediten sobre ello. Incluso yo me atrevo a hablar del tema. Y eso que la política dejó de interesarme totalmente el día en que Miguel Ángel Mateos entregó el poder al PP zamorano. Ese día sufrí (sufrimos) tal decepción que no había vuelto a leer noticias de esta clase. Hoy es inevitable: esta telenovela del asunto Rajoy/Aguirre/Gallardón nos entra por las orejas aunque no queramos escuchar y por los ojos aunque no queramos ver.

viernes, enero 18, 2008

Cartel de Hell Ride



Hell Ride. Producida por Quentin Tarantino. Uno de los carteles más freaks y sabrosos de los últimos tiempos.

Los Cronocrímenes, de Nacho Vigalondo, en Sundance


Un Poquito de Cianuro + Iñaki Martínez


Alfonso, de Cianuro, me envía esta foto del acústico que ofrecieron en Zamora el primer día de las navidades. La imagen recoge el momento en el que mi colega Iñaki es invitado a subir y cantar Johnny B. Goode. De izquierda a derecha, Víctor Montero, Iñaki Martínez y Alfonso Martín.

Eso no se hace

Si viven en Madrid o van alguna vez de visita a la ciudad caótica, y son amantes del cine y la literatura, no dejen de acudir a la librería Ocho y Medio. Está cerca de la Plaza de España. Yo la frecuento de vez cuando y, sin embargo, no creo haberla mencionado jamás en parte alguna. Un olvido imperdonable. Porque esta librería es un clásico. Además de su amplio catálogo de manuales, guiones, obras de teatro y enciclopedias, es un local fastuoso, elegante, con cierta clase. Al fondo hay, por ejemplo, un sofá donde algunos visitantes se sientan a leer o a conversar. Recuerdo que, en una de mis anteriores visitas, había una actriz allí sentada, hablando con otra mujer. El repertorio de libros en inglés causa sensación al cinéfilo. También hay espacio para otros productos: camisetas, figuritas, carteles, tazas y posavasos, revistas y periódicos, y muchos objetos de adorno.
El fin de semana pasado iba por la calle donde está ubicada la librería (y cuyo escaparate siempre está bien adornado con pósters, libros raros, guiones y fotos de rodaje), y comprobé que estaba abierta. Entré un rato. Pensaba merodear por allí unos cinco o diez minutos. Lo cual incumplí. No se me puede dejar dentro de una librería y esperar que salga pitando en unos minutos. Sería como pedirle peras al olmo, o como se diga. Ignoraba que, anexo a la librería, habían abierto otro local. Una extensión dedicada a las novelas y a las biografías. Fue allí donde pasé casi todo el tiempo. Había muchos clásicos, y libros de algunas de las mejores editoriales de estos días; las editoriales pequeñas e independientes. Vi títulos ya descatalogados. Por ejemplo, “El camino del tabaco”, un clásico de Erskine Caldwell, una novela de tono crudo y violento que leí hace años merced al préstamo de la Biblioteca Pública de mi ciudad. En un estante habían reunido tres libros de una editorial que jamás había visto antes. Libros de pastas blancas, dentro de una colección llamada “Ruido blanco”. Había tres títulos (“Los comedores de hachís”, “Lami” y “Devocionario psicodélico”), y yo no conocía ninguno de ellos, pero sí a uno de los autores: Timothy Leary, autor del último de los tres. Les eché un vistazo, aunque no estaba interesado en ellos. Entonces busqué información de la editorial en las cubiertas interiores. Y lo vi: entre los próximos títulos anunciaban “Tocando fondo” y “Los bebés de las taquillas”. Sus autores, Dan Fante y Ryu Murakami. Dan Fante es el hijo de mi adorado John Fante, y en España no se conoce aún un libro de su pluma. Pero el apellido, Fante, y el título, “Tocando fondo”, me parecieron suficientemente atractivos para buscar el libro. Ryu Murakami (no confundir con Haruki Murakami, el de “Norwegian Wood” y “Kafka en la orilla”, entre otras) es el responsable de esa sórdida y deslumbrante novela que es “Azul casi transparente”, y de “Sopa de miso”, que aún no he leído.
No tenían esos libros allí. Apunté el nombre de la editorial y, emocionado, me propuse buscar información en internet. En la web de la editorial no aparecían. Tampoco en el ISBN. Ni en ningún catálogo de las numerosas librerías on line en las que indagué. Ni rastro. Tras casi una hora, encontré una noticia que databa de cinco años atrás. Hablaban del nacimiento de la editorial (Tf editores). Entre sus próximas publicaciones estaban esos títulos de Fante y de Murakami y otro de Matthew Stokoe, el chiflado que escribió “Vacas”. Pero, al parecer, esos títulos nunca se publicaron. La decepción que sufrí al descubrirlo aún me dura. Eso no se hace, hombre. Anunciar traducciones y no publicarlas es un golpe bajo. Eso duele.

jueves, enero 17, 2008

Brad Renfro (1982 - 2008)



Lo encontraron muerto en su casa. Causas desconocidas, aunque se especula que ha fallecido por una sobredosis de drogas. Tenía 25 años. Un actor rebelde del que recordamos, principalmente, sus papeles en Bully, Sleepers y Verano de corrupción.

Trama y Texturas


En el blog de la revista Trama y Texturas acaban de incluir la ficha de mi bitácora, Escrito en el viento, a cuyas preguntas respondí hace unos días. Gracias a sus administradores. Ficha.

Portadas exquisitas


Blind Willow, Sleeping Woman, libro de cuentos de Haruki Murakami, que Tusquets Editores publicará en España con el título de Sauce Ciego, Mujer Dormida.

El poeta Arnold Słucki en la calle Nowy Swiat

Antes
de irse para siempre
a Jerusalén
caminaba por Nowy Świat
miraba sin ver a nadie
un viejo abrigo sin un botón
la frente siempre sudada

los bolsillos llenos de poemas

sacaba uno tras otro
en el portal
me cogía de la mano
y me mandaba leer

¿Es bueno?
No es bueno

Afligido
sacaba el siguiente
el quinto el décimo

finalmente sacó una paloma

¿Y eso qué es? le pregunté

¿No lo ves?
¡Mi último poema!
¿No sabes que un ave es un poema?
¿Poesía en vuelo?

Ryszard Kapuscinski, Poesía completa

Viernes, en Sevilla. Sábado, en Córdoba

Presentaciones de La Venganza del Inca. Tomo prestadas las palabras del blog de Cangrejo Pistolero:
Viernes 18 de enero, en la FNAC de Sevilla, Av. de la Constitución, a las 19:00 h. Con la presencia de David González, además de los editores Nuria Mezquita (Dalton Trompet), y Antonio G. Villarán.
Sábado 19 enero, se presentará en la librería BETA de Córdoba, c/ Córdoba
de Veracruz, 2, (próxima a El corte inglés). Hora de inicio: 12:00 h. Tras el acto, firma de libros.

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Un mes atrás leí Expiación, la aclamada novela de Ian McEwan. Me gustó Sábado, pero Expiación me aburrió mortalmente, a pesar de la calidad del argumento y la estructura. Anoche vimos la película. Y es curioso, porque a mi juicio supera al libro: no aburre. Ambas se dividen en tres partes. La primera es la más tediosa de la novela, pero acaba siendo el fragmento insuperable de la película. La segunda, sobre la guerra, en manos de McEwan es fascinante, pero en el filme es un segmento algo soporífero o sin fuerza (salvo ese largo plano secuencia que describe a los soldados en la playa). En el último tramo la adaptación vuelve a levantar el vuelo. Sé que todo esto que digo es un sacrilegio, pero la novela casi me mata de tedio.

Perseguido

Fui hasta el centro en busca de algunos libros. Dado que era sábado por la tarde, las pequeñas librerías estaban cerradas. Visité, pues, dos sucursales de La Casa del Libro, Fnac y, finalmente, El Corte Inglés. Después de las compras navideñas y lo mucho que había arrasado el personal, me costó encontrar todos los títulos en un mismo edificio. Por ejemplo, “La maleta de mi padre”, de Orhan Pamuk, del que no les quedaba ni un ejemplar en una de las sucursales de La Casa del Libro. La búsqueda se prolongó y compré libros en los tres sitios.
En uno de los edificios de LCDL me entretuve más tiempo. Buscaba el de Pamuk y un par de novedades y un libro de Valérie Mréjen. Di vueltas por aquí y por allá. Me acerqué a la sección de Narrativa Extranjera, y paseé la vista por los anaqueles, tratando de encontrar ejemplares. Están colocados por orden alfabético. Después de la P, o así, los anaqueles se interrumpían por la ubicación de una puerta de salida trasera a la calle, dotada de los habituales sensores antirrobo, y continuaban más allá, en otras estanterías. A veces iba de unos anaqueles a otros. Y, lógicamente, debía pasar al lado de la puerta que, a juzgar por el escaso movimiento, nadie utilizaba. En cada uno de esos paseos notaba, al llegar junto a la salida, que alguien seguía mi sombra con urgencia. Una vez en los anaqueles de la R y de la S, miraba por encima del hombro y entonces descubría a mi perseguidor. Era el vigilante de seguridad, un tipo calvo que me miraba de reojo, por encima de algún semanario, simulando estar entretenido en la lectura, pero sin perderme de vista. Obstaculizaba el paso hacia la puerta trasera. Pensaría que yo estaba en plena maniobra, dispuesto a robar ejemplares del anaquel de la R y de la S para salir corriendo por esa puerta, tan a mano. En cuanto me alejaba de aquel rincón, el hombre regresaba al centro del local. Repetí la operación unas cuantas veces: merodear por la estantería de la P y, luego, pasar junto a la puerta y acercarme a la T o a la U. No lo hacía adrede. Simplemente recordaba algún título cuyo autor tenía un apellido del final del abecedario y volvía allí. En todas esas ocasiones, el vigilante calvo me siguió con prisa y bloqueó la puerta trasera. Yo iba acompañado por alguien, y le pregunté si se había fijado en el acoso del cancerbero o si era una paranoia mía. Pero no lo era. También se había fijado. Otros días, cuando salgo a la calle sin afeitar y vestido con una chupa de cuero, no me sorprende ser el centro de las miradas de esta clase de vigilantes. Pero aquel sábado, maldita sea, iba recién afeitado y vestía mi gabán azul, un tres cuartos que despierta menos sospechas cuando entro en librerías y grandes almacenes. A estos guardias deberían contarles que quienes más roban en los comercios suelen ser las marujas.
Todos los meses me gasto una fortuna en libros, y me parece que no merezco ese trato discriminatorio. Pasear por uno de mis rincones preferidos, una librería, que para mí es una especie de templo, se vuelve de una tensión insoportable por culpa de este acoso. No me siento cómodo mientras paseo por entre las estanterías con un fulano pegado a mis talones, que no me quita ojo. Me pone nervioso. Me molesta. Me impide concentrar en la lectura del primer párrafo de los libros que me interesan. No sé qué pensarán estos tíos cada vez que, después de un rato de cortarme el paso y pegarse a mi culo, salgo cargado de varios ejemplares, previo pago en caja. Quizá, mientras me perseguían a mí, una señora o un chaval les han birlado un par de libros en sus narices. Es lo que tiene fiarse de las apariencias.

miércoles, enero 16, 2008

Más carteles de There Will Be Blood



La nueva película de Paul Thomas Anderson, por la que Daniel Day-Lewis acaba de recibir el Globo de Oro, y de la que ya pusimos algunos carteles. Se inspira en la novela de Upton Sinclair. Creo que en España llevará el estrafalario título de Pozos de ambición.

Mi abuelo, de Valérie Mréjen

Se ha comparado este breve libro con el Me acuerdo, de Georges Perec, y algo de eso hay, salvando las distancias. También aquí se construye una historia real partiendo de recuerdos que la autora francesa, Valérie Mréjen, va dejando en la página mediante el recurso de las anotaciones cortas. Empieza hablando de su abuelo en los años 70 y luego la historia se ramifica (otros abuelos, otras parejas de estos, sus tíos y tías, los hermanos) hasta culminar con el padre, que abarca un gran número de esos fragmentos. El humor de Mréjen es una brisa fresca. Es como la visión entre trágica y cómica que demuestra, por ejemplo, el director Wes Anderson ante la familia.
Cuelgo algunas de esas anotaciones para que el lector se haga una idea más aproximada:
Mi abuelo llevaba a sus amantes a casa y hacía el amor con ellas metiendo a mi madre en la misma cama. Era el segundo marido de mi abuela. Ella pidió el divorcio. Tras hacer como que se suicidaba con un cuchillo de cocina, él aceptó amablemente. Mi abuela se volvió a casar con un gigoló y mi abuelo contrajo matrimonio con su secretaria, treinta años más joven que él.
Tenían un profesor completamente sordo. Uno de los alumnos levantaba la mano y preguntaba: «Señor, ¿puedo ir al servicio?». Poco después, otro preguntaba: «Señor, ¿puedo acostarme con su mujer?». El profesor decía: «¡No, ya ha ido otro!».
Mi padre no lee jamás las instrucciones de los aparatos que compra. Nos pide que lo hagamos por él y se lo expliquemos.
Mi padre nos dice a menudo que sólo se puede confiar en la familia, porque los amigos se esfuman en cuanto hay que echar una mano.
Mi padre nos escucha sólo a medias cuando le contamos nuestras cosas. Se limita a estar presente y a aparentar cierta atención. Después es capaz de preguntarnos sobre ello diez veces sin acordarse de que ya lo hemos hablado.

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Hay en la red unos pocos blogs de escritores que, en realidad, parecen el fotolog de una quinceañera. Les falta, claro, la juventud y la belleza. La naturalidad.

Beatles Forever

No sabía si ir o no a ver “Across the Universe”, el nuevo trabajo de Julie Taymor. En Madrid sólo la estrenaron en dos salas. Una, a las afueras, en versión doblada. Otra, en los Golem de Plaza de España, en versión original. Esa escasa distribución suele obedecer a uno de estos dos motivos, y no hay término medio: o la película es muy buena o es muy mala. Taymor es una directora rara, como demuestran sus dos anteriores obras: “Titus”, la adaptación del drama de William Shakespeare en el que cortan brazos y cabezas a destajo; y “Frida”, sobre la vida de Frida Kahlo. Pero también es una mujer aguerrida que, en su corta filmografía, ha tenido que lidiar con productores maniáticos y con ejecutivos que quieren cortar la duración de sus películas o acortar presupuestos. Al parecer, “Across the Universe” se rodó un par de años atrás, y desde entonces ha habido varias batallitas para decidir qué montaje se estrenaba, si el de la directora o el del productor. Al final ganó ella.
Como escribí en mi bitácora hace unos días, “Across the Universe” es una maravilla. Antes de decidirme a verla sólo conocía la banda sonora y un par de fotografías. Temía que fuese un espectáculo paranoico y surrealista, y me encontré con una historia de amor y libertad ambientada en los años sesenta y setenta, en la época de las flores y el amor libre y las tropas norteamericanas en Vietnam. Ha sido definida como una especie de “Moulin Rouge”, pero para mí es mucho mejor, porque los temas que cantan aquí los actores son todos de The Beatles. En las películas en las que no aparecen los miembros de aquella banda mítica no suelen salir temas suyos, sino versiones. Sospecho que cuestan una millonada en derechos. Por eso, y salvo alguna excepción, en el cine no se suelen escuchar temas cantados por The Beatles. Las versiones de “Across the Universe” son espléndidas. Cuando me senté en la butaca creí que podría ser una de esas películas que los yogurines no soportan porque ignoran el mundo Beatle. Pero creo que me equivoqué: en la misma fila se sentaron varias adolescentes, y se mantuvieron en silencio durante la proyección y creo que les gustó. A mí se me ponía el vello de punta cada vez que sonaba una canción, igual que me sucedió en el reestreno de “Help!” Es lógico. Sus temas son la banda sonora de mi infancia. De niño, cuando me iba a la cama, me ponían los vinilos de Beatles en un viejo tocadiscos. Antes de aprender a hablar, ya oía a Lennon y a McCartney. Eso te marca.
En la película de Taymor, la historia está al servicio de las canciones. Son los temas los que marcan el devenir de los protagonistas. Es un esfuerzo antológico: contar una película mediante las canciones de una banda de hace décadas. Así, el primer tema del filme es mi favorito del grupo: “Girl”. Los personajes de “Across the Universe” tienen nombre de canciones de Beatles: Jude (“Hey Jude”), Lucy (“Lucy in the Sky with Diamonds”), Max (“Maxwell’s Silver Hammer”), Sadie (“Sexy Sadie”), Prudence (“Dear Prudence”), Dr. Robert (“Doctor Robert”), Rita (“Lovely Rita”) y JoJo (nombrado en “Get Back”). La evolución de la historia sigue el curso de los discos: desde el pop hasta la época revolucionaria y la etapa psicodélica. Hay cameos de actores y solistas: Dylan Baker, Salma Hayek, Bono, Joe Cocker. Dos de los personajes, Sadie y JoJo, son un trasunto de Janis Joplin y Jimi Hendrix. Un total de treinta y pico temas que nos emocionan. Y un actor revelación: Jim Sturgess. “Across the Universe” es en una experiencia emocionante, un musical de estilo y atmósfera pop que utiliza el material de una de las mejores bandas de la historia. Imprescindible.

martes, enero 15, 2008

La maleta de mi padre, de Orhan Pamuk

Este pequeño libro recoge, en menos de 90 páginas, tres discursos del autor en los que desentraña sus relaciones con la literatura y las razones que le impulsan a escribir (La maleta de mi padre), el mundo novelístico y la necesidad de encerrarse en una habitación para alumbrar otros universos (El autor implícito) y el tira y afloja de Europa y Turquía a través de la literatura y la necesidad de alcanzar un acuerdo mediante la comprensión del otro (En Kars y en Frankfurt).
En los tres textos, Orhan Pamuk se muestra absolutamente entregado a la profesión (¡Escribo porque me sale de dentro! Escribo porque soy incapaz de hacer un trabajo normal como los demás. Escribo para que se escriban libros parecidos a los míos y yo pueda leerlos. Escribo porque estoy muy, muy enfadado con todos ustedes, con todo el mundo. Escribo porque me gusta pasarme el día entero en una habitación escribiendo, etc.), articulando emotivos discursos sobre el valor y el placer de la literatura a los que, si acaso, podríamos reprocharle su excesivo interés en la novela, lo cual deja al margen otros géneros literarios no menos importantes. El libro comienza así: Dos años antes de morir, mi padre me entregó una pequeña maleta llena con sus notas, manuscritos y cuadernos. Tres piezas, pues, muy interesantes, de gran calidad literaria.

R.I.P.



Vampira (1921 - 2008)