viernes, julio 15, 2016

Cartel de 6 Days


Héctor Babenco (1946 - 2016)


Disorder (aka Maryland): 3 carteles




Cartel de The Hollars


miércoles, julio 13, 2016

Moonraker, de Ian Fleming


Sigo con las novelas sobre James Bond escritas por Ian Fleming. Ya he leído 3 (Casino Royale, Vive y deja morir y Moonraker) y he comprado las 3 siguientes (Diamantes para la eternidad, Desde Rusia con amor y Goldfinger), y de todo ello voy dando cuenta en este blog.

Ya sé que no debería compararse una obra literaria con su adaptación cinematográfica, pero en el caso de 007 creo que es inevitable porque la imagen de Bond que tenemos es la que ha ido construyendo el cine y no la de los libros (novelas y relatos). Si Casino Royale, la que protagonizó Daniel Craig, se parecía bastante a la novela, Moonraker está muy lejos de la misma. Hace décadas que no veo la película, pero recuerdo a Roger Moore vestido de astronauta, al personaje gigante llamado Tiburón y a héroes y villanos flotando por el espacio. Nada de todo esto aparece en la novela, en la que el millonario Hugo Drax ha construido un misil nuclear, el Moonraker, y Bond primero debe descubrir las trampas que hace en sus partidas de cartas y tratar de derrotarlo con los naipes, pues a M le parece sospechoso que un hombre forrado de dinero necesite de trucos sucios. Por eso algunas de las primeras páginas se parecen a las de Casino..., con James Bond jugando de nuevo en la mesa y elevando las apuestas hasta límites que escapan a su control. A partir de entonces, y con la ayuda de Gala Brand, irá descubriendo lo que oculta Drax.

Tampoco en esta novela, como en las que ya comenté aquí, hay gadgets o desplazamientos por diversos países. Y 007 sigue sangrando, algo que (insisto) no era frecuente en las películas de Bond hasta que llegó Craig. E incluso hay una sorpresa final atípica: y es que, al acabar la novela, esta vez Bond no se queda con la chica, que ya tiene novio y está prometida. Es decir: el agente secreto de esta novela es alguien que tiene más boletos de perdedor que de ganador, y que a menudo salva el pellejo por un golpe de suerte.

En Moonraker hay menos "movimiento" (o acción) que en las dos anteriores, pero aun así uno disfruta mucho con las aventuras del personaje y con su carisma. Y, desde luego, con los diálogos y los monólogos, como este momento en el que Bond le suelta cuatro verdades al villano para enfurecerlo:

-Sí –respondió Bond, que observó con compostura el gran rostro rojizo del otro lado de la mesa–. Es un historial clínico digno de mención: paranoia galopante, delirios de envidia, manía persecutoria, odio megalómano y deseos de venganza. Por curioso que parezca –continuó en tono familiar–, puede que tenga algo que ver con tus dientes. Diastema, se llama. Se debe a que de niño te chupabas el dedo. Sí, supongo que eso es lo que dirán los psicólogos cuanto te ingresen en el manicomio. "Dientes de ogro", que te acosaban en el colegio y todo eso. Los efectos en los niños pueden ser extraordinarios. El nazismo ayudó a propagar las llamas y entonces fue cuando te reventaron la fea cabeza, en una estratagema que tú mismo planeaste. Y ya no hubo más que hablar, imagino. A partir de entonces te volviste loco de verdad, igual que la gente que se cree Dios. Su tenacidad es extraordinaria; son auténticos fanáticos. Y tú eres casi un genio. Lombroso habría quedado encantado contigo. Pero no eres más que un perro rabioso al que hay que sacrificar o, si no, te suicidarás. Es lo que suelen hacer los paranoicos. Una pena. Qué asunto más triste.
Bond hizo una pausa y mostró en la voz todo el desprecio que logró reunir.
-Y ahora continuemos con esta farsa, gigante peludo y lunático.


[ECC Ediciones. Traducción de Sara Bueno Carrero]

Café Society: nuevo cartel


Próximamente: Los hombres me explican cosas


De Rebecca Solnit. En Capitán Swing.

31: 2º cartel


Emma Cohen (1946 - 2016)


lunes, julio 11, 2016

Unas pocas palabras, un pequeño refugio, de Kenneth Bernard


Del norteamericano Kenneth Bernard se había publicado en España su novela Entre los archivos del distrito (Errata Naturae), que compré hace poco y que espero leer un día de éstos. Este libro de relatos (poco más de 100 páginas) fue editado en Argentina y yo lo encontré merodeando por La Central. Si no he contado mal, reúne 19 cuentos de extensión breve (pero no son microrrelatos). Hay algo que me gusta mucho de estos relatos y hay algo que me gusta menos.

Lo que me gusta es que los principios son fascinantes, al menos la mayoría. Bernard te engancha en las primeras líneas, y a veces incluso en el título ("El sueño de escribir en árabe", "La chica que tal vez leyó o tal vez no leyó a Sartre", "El hombre que tenía una bestia dentro"…). En sus cuentos, que algunos calificarán de kafkianos, yo he visto cierto humor que me recuerda a las historias de Slawomir Mrozek (o al recuerdo que conservo yo de leerlo). Bernard le da vueltas a las cosas, se obsesiona con asuntos triviales pero importantes, como el distinto modo de caminar que tienen él y su mujer, o aquella vez que le prestó un libro a un amigo que luego murió sin devolvérselo y sin reconocer antes que el autor se lo había prestado. Los inicios y las ideas y el desarrollo me parecen impresionantes, y por eso Kenneth Bernard tiene una gran reputación en Estados Unidos, pero no en España (cuando se muera o le den un premio importante, entonces sí: entonces lo encumbrarán a los altares).

Lo que no me gusta o no me convence es que los finales de casi todos los relatos no están a la altura de los comienzos y del desarrollo. No sé si es porque esperaba más de los cierres o si es porque Bernard lo hace así deliberadamente. No obstante, me parece un grandísimo escritor y, si he admirado esos comienzos, es justo que ponga unos cuantos ejemplos:

Así empieza "Caminar":

Caminar con mi esposa es imposible. Nuestras velocidades y metafísicas entran en conflicto. Su objetivo es ganar terreno, el mío ver. Y naturalmente, cuanto más veo, más lento camino; y cuanto más lento camino, más veo. A veces mi caminata no excede unos pocos metros; sus caminatas cubren a veces kilómetros.

Así empieza "Nulidad":

Acabo de hacer un descubrimiento asombroso. Tengo la costumbre de registrar algunos de mis pensamientos escogidos con la máquina de escribir. Y por años ha sido de un interés pasajero que cada palabra, cada letra, de hecho, sea más clara que la anterior. Esto es así porque la cinta se desgasta gradualmente. Y si escribiera lo suficiente sobre una cinta, el resultado sería la nulidad. Esto sería cierto incluso si aumentara la drástica presión sobre el teclado. La nulidad, por más que la retrase, resulta inevitable.

Así empieza "La guerra de los notalpieístas y los notalfinalistas":

Me ha venido a la cabeza la idea de que el mundo podría fácilmente dividirse entre notalpieístas y notalfinalistas. Yo, por supuesto, me cuento entre los primeros. Mi esposa, por su lado, es una notalfinalista. Trato, a mi sutil manera, de convertirla. Pero sin importar cuánto progreso parezca que hago, el conflicto surge siempre de nuevo de mil pequeñas formas; en las tazas de café, por así decirlo, en la vista desde la ventana. Me gusta hacer notas al pie a medida que avanzo en la vida. No confío en la espera hasta el final para darle conclusión a todo. Ese tipo de cierre se parece demasiado a la muerte.

Así empieza "Ojos, orejas, narices":

¿Han oído los sonidos de la gente agonizante? No me refiero a los gestos grandiosos de las películas o la imaginación, los jadeos y los aaahs. Me refiero a los soniditos, la respiración sincopada que es más la de los muertos que la de los vivos, los ruidos de saliva atrapada, el silbar de los pulmones que no pueden expandirse más allá de un cierto punto de dolor. Son infinitos, estos sonidos, pero solo un oído inocente es capaz de escucharlos.


[Fiordo Editorial. Traducción de Salvador Cristofaro]

Lo and Behold, Reveries of the Connected World: 3 carteles




Próximamente: El chal [nueva traducción]


De Cynthia Ozick. En Lumen.

viernes, julio 08, 2016

Blood Father: 2 carteles



En Playtime: Robert Juan-Cantavella



La Realidad. Crónicas canallas: aquí.

Beauty and the Beast (2017): primer cartel


Francesco Spinoglio: El Dorado: En busca de la ciudad perdida


Amazon. Versión Kindle: aquí.

Cartel de The Light Between Oceans


Próximamente: Horizonte móvil


De Daniele Del Giudice. En Ático de los Libros.

Cartel de About Ray


Cartel de Table 19


miércoles, julio 06, 2016

Mundo soplado por el viento. Diarios 1947 – 1954, de Jack Kerouac


No te das cuenta de la tensión en la que se encuentran tus nervios cuando escribes o piensas en escribir todo el día, y duermes lleno de sueños nerviosos y despiertas sin saber quién eres: –todo esto se debe a la ansiedad por terminar el libro, a que "esté terminándose el tiempo", etc., y a la perpetua tensión de la invención.

**

Así que no tuve la oportunidad de andar lloriqueando, y ahora me doy cuenta de esto: –tuve que luchar para escribir Pueblo y Ciudad, así que tendré que luchar para venderla.

**

El novelista siempre tiene otra gran historia que contar, no tiene tiempo de pulir las viejas, no es un decorador, sino un constructor. Aparte he notado que al menos mi escritura, aun siendo imperfecta, es original en el sentido original de la palabra… son mis propias ideas y no una recopilación de las terminologías de una época, son mis propias palabras, mi propio y torpe trabajo.

**

[LUNES 23 AGOSTO 1948] Tengo otra novela en mente –"En el camino"– en la que no puedo parar de pensar: trata sobre dos tipos que hacen autostop hasta California en busca de algo que en realidad no encuentran, y se extravían en el camino, y hacen todo el camino de regreso esperanzados en algo más. Además, estoy llegando a un nuevo principio para mi escritura.  

**

La idea más hermosa sobre la faz de la tierra es la idea que tiene el niño de que su padre lo sabe todo, sabe lo que debería hacerse en todo momento y cómo se debería vivir siempre.
Esta es la idea que los hombres tienen de Dios.
Pero cuando el hijo crece y aprende que su padre sabe apenas un poco más que él, cuando el hijo busca consejo y se encuentra con palabras humanas, balbuceantes y sinceras, cuando el hijo busca un camino y encuentra que el camino de su padre no le basta; cuando el hijo se queda frío ante la evidencia de que nadie sabe qué hacer – nadie sabe cómo vivir, comportarse, juzgar, pensar, ver, entender, nadie sabe, pero todos vamos a tientas – el hijo corre el peligro de volverse cínico frente a todo, o desesperar, o enloquecer.

**

Volvimos a su alegre cabañita destartalada y bebimos cerveza y descubrimos (mientras Jeanne daba un largo paseo con el bebé) que todo el mundo debería quedarse en casa un lunes por la mañana y no hacer nada más que pasar el día juntos disfrutando de la vida –¡¡basta de IBM!! ¡basta de fábricas! ¡basta de marcar tarjeta en el trabajo! ¡basta de ropas elegantes y de muebles! ¡basta de dejarnos la carne y la sangre en las fauces de la civilización! ¡basta de todo lo que no sea comer y beber y amar y contemplarnos! Y basta de pecados y culpa, basta de necesitar pecados, ¡basta de culpas sin ser culpables! solo las cosas, entendidas con franqueza al final, fundadas en la energía sexual, rumbo a todas las situaciones y comunicaciones humanas. Nada más que el mundo, su luz y la gente en él (y no fuera de él, como ahora).



[Editores Argentinos. Traducción de Martín Abadía]

Cartel de The Girl with All the Gifts


Próximamente: Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices


De Ricardo Piglia. En Anagrama.

Cartel de Max Rose


martes, julio 05, 2016

lunes, julio 04, 2016

El viaje que nunca termina. Correspondencia (1926 – 1957), de Malcolm Lowry


De Malcolm Lowry sólo he leído tres o cuatro libros, entre los que obviamente está Bajo el volcán, su obra más famosa y celebrada. En algunos ensayos de lectura reciente, como American Smoke, indagan en sus novelas y en esa vida tan tormentosa que llevó, sobre todo por su alcoholismo. Leer más detalles sobre Lowry me ha devuelto el interés por él y por su vida y por su bibliografía, y mi objetivo es comprar otros textos suyos menos conocidos (p.ej.: Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo). También recordé que tenía en mi biblioteca este volumen de correspondencia, cuyo título (El viaje que nunca termina) se corresponde con el proyecto de varias novelas que Malcolm Lowry quiso construir.

Me entusiasman los volúmenes que recopilan cartas de escritores, aunque no todos están a la misma altura. Las de Hunter S. Thompson, por ejemplo, son explosivas, muy divertidas. Las de William Faulkner me aburrieron tanto (debido a que se centran demasiado en lo económico, en cuánto cobrará Faulkner por tal o cual trabajo) que abandoné su lectura. Las de Céline me gustaron mucho porque iluminan ciertos aspectos de su vida que siempre han sido polémicos. Están las cartas de amor de Dylan Thomas. O las de Scott Fitzgerald a su hija.

Las de Malcolm Lowry también me parecen muy buenas, necesarias para comprender su trayectoria. Algunas son para enmarcar, como aquella en la que defiende Bajo el volcán (y que Gallo Nero publicó aparte, en un pequeño volumen titulado Detrás del volcán). Muchas misivas de la etapa final de su vida se las envió al escritor David Markson, lo cual ha supuesto para mí una sorpresa. He admirado la resistencia de Lowry después de tantos y tantos rechazos editoriales, de malas críticas que el tiempo se encargó de borrar (es evidente que quienes denostaban Bajo el volcán se equivocaron hasta el fondo). He admirado su resistencia a las adversidades (accidentes, cabañas que se queman, manuscritos que arden o se pierden, tratamientos de desintoxicación alcohólica, ingresos de su mujer…). He comprendido mejor a Lowry, que es de lo que se trata. Aquí van unas muestras de esta correspondencia:  

La novela [Bajo el volcán] puede, simplemente, leerse como una historia en la que uno, si lo desea, puede saltarse párrafos. Pero la disfrutará mucho más si no se salta nada. Puede considerarse como una especie de sinfonía, o, en otro sentido, como una especie de ópera, y hasta como una película de vaqueros. Es música hot, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, etcétera. Es superficial, profunda, entretenida y aburrida, según el gusto del lector. Es una profecía, una advertencia política, un criptograma, una película cómica, unas palabras escritas en un muro. Puede considerarse también como una especie de máquina que funciona, créame, lo he descubierto a costa mía.

**

El éxito es como un terrible desastre.

**

Apreciado señor Barzun:
Ha escrito usted, a mi entender, una crítica tan tremendamente injusta de mi libro Bajo el volcán que creo que se me perdonará que devuelva el palo.
Admito que mi libro ha sido alabado hasta el punto de que una crítica negativa parece casi deseable, y admito que la crítica que ha escrito usted puede acabar beneficiándome, pero el hecho es que escuece como no lo haría ni siquiera una crítica más dura si fuere justa, y creo que esto no sólo es poco limpio, sino que además debilita toda su argumentación; la gente, simplemente, no querrá escuchar sus verdades, por muy necesarias que sean, si se dedica usted a hacer este tipo de críticas demasiado a menudo.
[…]
No tengo la impresión de que haya hecho usted el más mínimo esfuerzo para captar su forma y su intención. Lo que sí ha conseguido, y con éxito, es herir a un tipo que siente que tiene con usted una afinidad espiritual.

**

Naturalmente, uno no espera vivir de sus rentas, en el sentido habitual de la expresión; no obstante, entre un libro y otro puede resultar necesario hacerlo, porque si vives del adelanto sobre el siguiente libro te devoras literalmente a ti mismo, como dicen los franceses; y si haces otro trabajo, no escribirás el libro, que es una de las razones por las que tantos escritores dejan de ser escritores. Pero, en mi caso, los posibles trabajos son, o eran, tres: la enseñanza, la radio y el periodismo. El primero requiere al menos un año de negociaciones y un completo cambio de vida y de dedicación (y probablemente marcharse a las praderas, ya que en la Columbia Británica odian a los ingleses). El segundo significa un sueldo de hambre y requiere además un coche, mientras que el tercero no sólo significa lo mismo, sino que además no tendría sentido, porque hiciera lo que hiciera para tratar de aumentar nuestros ingresos, me daría más dinero y me colocaría en la categoría de los trabajadores autónomos. 


[Tusquets Editores. Traducción de Carmen Virgili]

domingo, julio 03, 2016

Michael Cimino (1939 - 2016)


Hacksaw Ridge: primer cartel


Michael Herr (1940 - 2016)


Cartel de The Seventh Fire


Yves Bonnefoy (1923 - 2016)


Free State of Jones: 2 carteles



Elie Wiesel (1928 - 2016)


Cartel de Outlaws and Angels


Robin Hardy (1929 - 2016)


Café Society: cartel español