miércoles, febrero 14, 2007

Febrero clásico en Funambulista


Dos interesantes novedades, que espero leer pronto. Copio la información:

El regreso
Joseph Conrad

Traducción del inglés de J.M. Lacruz Bassols

—Grandes Clásicos Funambulista—
ISBN: 978-84-96601-25-3
128 páginas
15,50 euros IVA inc.

«Conrad se adentra con singular maestría en el misterio del alma de una mujer.»

Un hombre vuelve del trabajo al hogar y se encuentra una carta de su mujer anunciándole que lo abandona. Pero al poco ella regresa a casa. Ésta es la trama, desnuda y descarnada de este libro. El regreso, incluido en el libro Cuentos de inquietud (1898), insólita obra de Joseph Conrad por su intimismo y el decorado «a puerta cerrada» en que se desarrolla, presenta un doble interés, psicológico y social. La tensión mental extrema de una pareja al borde de la ruptura, su crispación y su reserva, son el eje sobre que el que gravita este drama de la vida burguesa.
Una obra, además, considerada por Conrad como una de las más dificultosas de toda su carrera (tanto en lo que se refiere en sus aspectos formales como en su implicación emocional), y que ahora en una hermosísima traducción.

www.funambulista.net/regreso.htm



Viaje alrededor de mi habitación
Xavier de Maistre

Traducción del francés de Puerto Anadón
Ilustraciones de Gustave Staal

seguido de

Semblanza de Xavier de Maistre
Sainte-Beuve

Traducción del francés de J.M. Lacruz Bassols

—Grandes Clásicos Funambulista—
ISBN: 978-84-96601-26-0
176 páginas
16,50 euros IVA inc.

«Maistre —incansable y digresivo cual Tristram Shandy— a todo le saca punta en esta pequeña obra maestra en la tradición de los solipsistas literarios: Sterne, Milton, Diderot, Dostoievski, Proust… ¡O Beckett y Nicholson Baker!.»

¿Qué se puede hacer cuando uno está en arresto domiciliario sino viajar con la mente? Xavier de Maistre, como consecuencia de un duelo, se halló en esta penosa tesitura, que le permitió escribir Viaje alrededor de mi habitación (publicado sin nombre de autor en 1794 e inmediato éxito de ventas). Confinado entre cuatro paredes y con la sola compañía de su criado y de su perro, Maistre supo sacar partido de su infortunio redactando este pequeña odisea, consistente en recorrer «todas las líneas posibles en geometría» de su cuarto, plantarse delante del espejo —el más certero de los retratos—, hacer que se disputen entre sí «el alma» y «la bestia» que todos llevamos dentro, filosofar con Platón y, sobre todo, soñar despierto.
Este excéntrico viaje —que muchos emparentan con Sterne—, ha sido admirado por grandes escritores, y Proust lo situó en su panteón literario. Se presenta también en una bellísima edición, que resalta las delicias del original.

www.funambulista.net/viaje_alrededor_de_mi_habitacion.htm

Las dos Españas


Ayer apareció un interesante artículo de Julio Llamazares en El País. Se titulaba Las dos Españas. Dado que procuro leer todo lo que él publica (aunque aún me faltan un par de libros), recomiendo la lectura de este texto. Copio el principio:

Mientras las provincias de la costa se llenan de construcciones, la España del interior se despuebla. Esas son las verdaderas dos Españas y no las de Machado, pese a que todavía perviven (no hay más que ver nuestro Parlamento).

Desde hace varias décadas, España se resquebraja, y no políticamente, dividida en dos mitades, la de las regiones ricas y la de las regiones pobres, que el mapa marca perfectamente: las ricas son las que baña el mar y las pobres las que están lejos de él. Solamente Madrid es la excepción, por los motivos que todos conocemos.
Extremadura, las dos Castillas, Aragón, el antiguo reino de León y las provincias interiores de Galicia se han ido así despoblando, aprisionadas entre las dos presiones que marcan el desarrollo de este país: la centrífuga de la periferia y la centrípeta de Madrid.
(Seguir leyendo: aquí)

An Enemy of the People



Cartel japonés de la versión americana de Un enemigo del pueblo que interpretó el magnífico Steve McQueen, y que menciono en el artículo de abajo.

El enemigo libre

Creo que era sólo un chaval cuando, en televisión, programaron una película titulada “Un enemigo del pueblo”. El protagonista era Steve McQueen, uno de mis actores predilectos de todos los tiempos, en un papel diferente a sus personajes de hombre duro y escéptico: el de un médico al que se oponían todos los habitantes de la ciudad, salvo su mujer y sus hijos. En aquella sólida interpretación, McQueen camufló su rostro con barbas, melenas y unas gafas redondas. En esas imágenes se le notaba un poco cansado: murió de cáncer un par de años después, tras los rodajes consecutivos de “Tom Horn” y “Cazador a sueldo”. Desde entonces, sólo recuerdo los correspondientes embrujos: el del argumento, basado en la obra teatral de Henrik Ibsen, y el del magnetismo y buen oficio de su protagonista. No sé si el filme aguantaría una revisión: un día de estos lo comprobaré, si puedo hacerme con una copia. Pero no creo que me decepcione el intérprete de “Bullit”, y el argumento de Ibsen no puede disgustar a nadie. La de Steve McQueen no es la única versión cinematográfica de la obra del autor noruego; y existen algunas adaptaciones televisivas, pero yo sólo conozco la que cito, que vi en un pase de la tele y que rodaron en el setenta y nueve.
Debido a esa fascinación de antaño no he querido perderme la representación de la obra en Madrid, que dirige Gerardo Vera. Se estrenó en el Teatro Valle-Inclán, que me queda a tiro de piedra de casa. La versión, adaptada a los nuevos tiempos (el medio del que se habla en este montaje es la televisión y su pericia para manipular), corresponde a Juan Mayorga, pero en el programa de presentación Vera afirma que la de ambos proviene de la visión que le dio el escritor y dramaturgo Arthur Miller. El argumento es el siguiente: el doctor Thomas Stockmann descubre que la fuente de ingresos de su ciudad, un balneario, es un hervidero de aguas corruptas, contaminadas por las fábricas que, durante años, vertieron su podredumbre dentro. A la revelación y denuncia de ese descubrimiento se opone, primero, su propio hermano, el alcalde Peter Stockmann. Pero no tardarán en hacerlo la masa ciudadana y ciertos notables personajes, como el representante de la Plataforma Cívica y el reportero de la televisión local. En su lucha por la libertad y la erradicación de lo corrupto y de la mentira, el doctor se precipita a una caída en la que sólo cuenta con el apoyo de su mujer, de sus dos hijos y de un marinero que, dado que su patria es la mar, no tiene conflictos de conciencia ni intereses cívicos.
En el reparto sobresale su protagonista, Francesc Orella, que en algunos momentos logró ponerme los pelos de punta con su interpretación del médico Stockmann, y la convicción con la que recita sus líneas y hace suyo al personaje. Pero merece la pena citar a otros miembros del reparto, como Olivia Molina (hija del doctor), Israel Elejalde (el periodista), Rafael Rojas (el capitán de barco), Enric Benavent (el alcalde), Chema de Miguel (el representante de la Plataforma Cívica), Elisabet Gelabert (esposa de Thomas) y Walter Vidarte (el padre de ésta última, al que hace poco vimos en “La noche de los girasoles”). Coincido con el crítico de Babelia en que algunos extras de la asamblea que acusa e insulta al doctor están sobreactuados. Vera, como cineasta que es, apoya el montaje con varios planos televisivos que muestran el acoso mediático a Stockmann, y los proyecta al espectador durante los cambios de escenario. “Un enemigo del pueblo”, que admite complejas lecturas sobre el poder, la libertad, la razón de la mayoría y los intereses públicos, es una gozada.

martes, febrero 13, 2007

Citas. 31


Al parecer, mientras enmarco a mis personajes y sus acciones, los tengo firmemente por la mano, pero basta poner a un personaje en el papel para perder de inmediato el control sobre él. Tira por su propio camino, me elude y hace lo que quiere de sí mismo, dejándome absolutamente indefenso.
Felipe Alfau, Locos

Rubia de verano, de Adrian Tomine


Este volumen contiene cuatro historias urbanas: Alter ego, el relato de un joven escritor en mitad de una crisis creativa; Rubia de verano nos cuenta la obsesión de un perdedor por las chicas que se cepilla su vecino, mientras él se ahoga en la soledad y el rechazo; Escapada a Hawai, donde una chica a la que acaban de despedir de su trabajo trata de encontrar un sentido a su vida saliendo con hombres y gastando bromas pesadas por teléfono; y Amenaza de bomba, que se adentra en las desventuras de dos adolescentes marginados. Seres emocionalmente perdidos y con problemas para comunicarse con los demás, y obsesionados con el sexo. Los finales suelen ser abruptos y abiertos, provocando en el lector la sensación de que las respuestas están en las elipsis.
En esta ocasión, debo poner dos reparos, que no tienen que ver con el autor, sino con las expectativas previas. Primero, que es difícil encontrar algo que supere a Agujero Negro, que acabo de leer. Segundo, que se ha repetido hasta el hartazgo la comparación entre Raymond Carver y Adrian Tomine (a éste último se le ha etiquetado como "el Carver del cómic"): perdonen, pero yo no veo la relación entre ambos. Tomine no me recordó a Carver en ningún momento; si acaso, al cine indie. A pesar de esas expectativas frustradas, este dibujante y guionista merece la pena: sus historias calan hondo.

Vinalia Trippers

El sábado por la noche asistimos a la presentación del libro “Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers”, que incluye un dvd con un cortometraje documental de unos veinte minutos. Sin duda fue una de las presentaciones literarias más extrañas y encantadoras que he visto. El sitio elegido, La Casa de los Jacintos, una asociación cultural que cuenta con un local de dos pisos: una sala vanguardista y un bar en la parte inferior, donde se celebran exposiciones, talleres, jam sessions, teatro, proyecciones y lecturas poéticas. Se encuentra a medio camino entre El Rastro y el mercado de La Latina. Nos recordó un poco a los locales que utilizan las peñas en las fiestas, con las paredes de ladrillo visto, ornatos por doquier, pósters, fotografías y pintadas. La presentación fue abajo, en el local habilitado con un pequeño escenario, barra de bar y un sistema de proyecciones con una amplia pantalla.
En mi bitácora ya he dado suficiente información sobre el libro. Así que sólo apuntaré que conmemora los diez años de existencia de un fanzine leonés llamado “Vinalia Trippers”, e incluye colaboraciones de ochenta y dos autores. En su confección y publicación han empleado dos años, y se nota: el resultado es espléndido y el volumen está muy cuidado, gracias a los esfuerzos de Editorial Eclipsados, donde hay gente joven y entusiasta. Por los Jacintos desfilaron unos cuantos amigos del mundo literario: Ana Pérez Cañamares, David González, Vicente Muñoz Álvarez, Nacho Escuín. Me presentaron también a los poetas Alfonso Rabanal y Nacho Tajahuerce. Y por allí estaban el poeta y cantautor Ángel Petisme, Nacho Abad (que ha dirigido el corto que acompaña al libro), la poeta Roxana Popelka, el autodidacta Lucas Rodríguez Luís y el editor de Baile del Sol, entre otros; no doy más nombres porque no supe relacionar las caras, no conocía a la gente, pero David González los nombra en su blog: a su post me remito. De modo que pido disculpas por las omisiones. Abrió el fuego el cortometraje de Nacho Abad, en el que se explica el origen del fanzine, pero también se tocan otros aspectos destacables: el injusto y amañado reparto de los premios entre cuatro colegas que van alternándose en los jurados, el malditismo en la literatura, el papel de la poesía y de los escritores en el entramado social, la ilusión por seguir adelante a pesar de los golpes, etcétera. Al parecer, se rodaron muchas horas. El trabajo de Abad, que incluye fragmentos musicales, lecturas poéticas y montaje de fotos, logra enganchar y está protagonizado por los ilustradores Cusco y Silvia D. Chica, el dibujante de cómics Miguel Ángel Martín y los citados David, Vicente, Alfonso, Lucas y Nacho Escuín. Tras la proyección del documental, Vicente y David salieron a presentar el libro, y algunos de los autores mencionados subieron al pequeño escenario a leer sus cuentos. Después llegó el turno de Ángel Petisme y Lucas Rodríguez. Tocaron juntos y por separado. Petisme nos deleitó con unas cuantas canciones, en las que, además de cantar, tocaba la guitarra y la armónica. Rodríguez, cuya destreza con el digderidoo australiano yo había visto en otro acto poético, sopló ese instrumento, cuya música a uno le hace viajar con la mente a parajes desérticos o a junglas espesas.
Esta fue la fiesta madrileña de “Tripulantes”, un disfrute total, a la espera de los resultados en León. Estas son las presentaciones literarias que no aburren a las ovejas: se leen cuentos y poemas, se pasan cortos, cantan y se tocan instrumentos como la guitarra, el digderidoo y la armónica y, lo mejor de todo, uno puede tomarse una cerveza mientras disfruta del espectáculo.

lunes, febrero 12, 2007

Sobre la presentación


Este es Nacho Escuín, editor de Tripulantes, libro que sujeta en una mano. Nos habíamos enviado algún correo electrónico. El sábado lo conocí en persona y me pareció un gran tipo. La foto es de David González. En mi artículo de mañana doy algunos detalles de la presentación. Pero no conocía a todo el mundo que asistió. Por eso recomiendo el post que el propio David ha dedicado al encuentro, y en el que aparecen un montón de nombres. Muchas gracias por la parte que me toca. El post: Los tripulantes arrasan en Madrid.

En un lugar solitario


Vi En un lugar solitario hace muchos años, en una copia de vídeo que compré en un kiosco. Me entusiasmó. Quizá sea una de las películas menos conocidas de Humphrey Bogart, aunque la dirigía el gran Nicholas Ray. Un perfecto Bogart se mete en la piel de un guionista de Hollywood, algo amargado y con la mirada plena de desencanto; Gloria Grahame es la imperturbable mujer de la que se enamora.

Mis visitas al blog del mismo título, En un lugar solitario, me han recordado que debería ver otra vez la película. Os recomiendo leer el post que su autor le dedica. Anoche, por fin, volví a verla. Y anoto aquí uno de los mejores diálogos entre Bogart y Grahame, durante los preparativos de un desayuno, cuando ella dice que ya pasó a máquina las últimas páginas de su guión:


Grahame: Terminé las páginas.


Bogart: Sí, y he visto que también el guión. ¿Qué pretendes? (Bromenado) No te subiré el suelo.


Grahame: Adoro la escena de amor. Es muy buena.


Bogart: Porque no dicen constantemente lo mucho que se quieren. Una escena de amor debe tener algo más que amor. Como ésta. Yo partiendo el pomelo, tú ahí sentada medio dormida. Cualquiera que nos viera sabría que estamos enamorados.


Artificios de la actualidad

Dos recientes películas sobre la magia, “El ilusionista” y “El prestigio”, indagan en la idea del engaño y el espejismo, y en cómo el público, en el fondo, no quiere conocer los trucos, porque entonces la magia se esfumaría y todo se vendría abajo. Conozco a un cinéfilo que se niega a ver los llamados “making of” o “diarios de rodaje” porque prefiere seguir creyendo que Yoda está vivo y no es una mezcla de píxel y marioneta, que Superman vuela de verdad y no con la ayuda de cables y que los orcos nacieron así y no son el fruto de las labores de un equipo de maquilladores y fabricantes de prótesis. Este tema guarda relación con los Reyes Magos y el crecimiento, la pérdida de la inocencia y ese rollo. Nada hay más desolador que descubrir algunas verdades. En esos dos filmes, citados al principio de este texto, se asombra uno con los trucos que sus protagonistas muestran ante un público boquiabierto y fascinado, y a nosotros nos asombra la doble vertiente, es decir, nos asombra el truco de la ficción y nos asombra el truco empleado en el rodaje para recrear esa ficción. Pero luego los protagonistas desvelan el secreto de sus artificios a otros personajes (y, por ende, al público), y entonces el mundo se nos cae encima. Lo que era ilusión, poder, sortilegio, prodigio, se convierte en un segundo en una patraña, en un engaño. Como dice uno de los personajes de “El prestigio”, el público en el fondo prefiere no saber la verdad.
En la actualidad, si uno se fija en los anuncios, en la televisión, en las portadas de las revistas, en ciertas noticias, todo es magia. Pero de la mala. Magia hecha con Photoshop. Hecha con programas informáticos y con trucos menos encantadores que los empleados por los magos y los ilusionistas. No hace demasiado mostraban al mundo una serie de fetos de animales y el mundo se maravilló. Luego, sus responsables confesaron que lo que varias de las fotografías enseñaban era un muñeco, una reproducción. Me hubiese gustado no saberlo. Días atrás vimos el hallazgo de dos esqueletos que habían enterrado abrazados, dos jóvenes amantes que parecen la versión póstuma de Romeo y Julieta. La foto es de una belleza trágica y dolorosa. Nos sacude encontrar armonía y amor en una representación funeraria. Sin embargo, tengo mis dudas y mis temores. Temo que, dentro de unos días, alguien denuncie que era un montaje, y que habían amañado el escenario y los esqueletos para ofrecernos algo que nunca habíamos visto. Espero que no suceda. Porque golpes más terribles nos han dado. Autopsias de supuestos extraterrestres, fotografías manipuladas para hacernos creer en fantasmas que una cámara no había registrado, supuestos fotogramas de películas en los que se vislumbran niños muertos, y cosas así. Ya no sabe uno en qué creer.
Magia de la barata es la que emplean con el Photoshop en las revistas. Cuando sacan a las mujeres en portada, en biquini o en sostén, a veces se notan los arañazos del Photoshop y, así, percibimos que les han quitado cadera, y les han sumado busto, y les han escondido las patas de gallo, y el estómago está más hundido de lo que parece. Días después de aparecer en esas portadas, esas mismas mujeres son pilladas saliendo del supermercado y los paparazzi las fotografían y descubrimos que no tienen nada que ver con esas fotos majestuosas. Son más reales, con alguna arruga, con algún kilo de más. La pregunta es: ¿Por qué no las mostraron tal como son? Acabo de ver el cartel de una película; en él aparecen la madura Diane Keaton y la jovencita Mandy Moore. Por arte del Photoshop, Keaton parece más joven que Moore. A mí estos trucos me repugnan. Prefiero la auténtica magia de los ilusionistas.

domingo, febrero 11, 2007

Portadas exquisitas


Istanbul: Memories and the City, edición americana de la autobiografía de Orhan Pamuk, traducida por Mondadori como Estambul. Ciudad y recuerdos.

Viñetas (La Opinión)

Existen indicios por los que podemos aventurar que el cómic, el tebeo, la novela gráfica, empiezan a cobrar el valor cultural que merecen. Me refiero a España, claro. Aquí nunca vamos a la cabeza, sino a la cola. El año pasado se aprobó en el Congreso de los Diputados la creación de un Premio Nacional del Cómic. Entonces escribí sobre el asunto, pero no he vuelto a saber nada, ignoro en qué ha quedado la cosa. Lo último que leí era que dicho galardón se presentaría este año en Mallorca. Pero, además, algunas editoriales de peso han abierto colecciones de novelas gráficas. Pensemos, por ejemplo, en Anagrama, que publicó la adaptación a la historieta de “Ciudad de cristal”, la novela de Paul Auster. O Mondadori, que ha sumado a su prestigio editorial el éxito comercial y crítico con su traducción de “Ice Haven”, de Daniel Clowes, autor de las surrealistas “Un guante de seda forjado en hierro”, “Ghost World” o “Daniel Boring”. En las votaciones de los expertos españoles, “Ice Haven” fue considerado el mejor cómic del último año. Mondadori también ha editado las “Mujeres alteradas” de Maitena y prosigue su cuidadosa labor editorial dentro del género. Ya dijimos aquí que en Funambulista pretenden abrir una colección de cómics.
Pero lo que acaso haya asombrado a muchos es el especial que Babelia dedicó hace una semana a la novela gráfica. Que los suplementos culturales de los diarios más importantes le presten atención a las viñetas supone un paso importante, ya que por lo general suelen ignorarlas. No sé si lo vieron, pero el tema apareció en portada, con viñetas del volumen que recopila las historias de “Agujero negro”, de Charles Burns. El especial no era muy completo, pero al menos constituía una aproximación. Una forma de decir que los lectores de cómic no somos freaks que nos refugiamos en las tiendas especializadas como si fueran catacumbas para adolescentes, bichos raros y esbozos grandullones de Peter Pan. Una manera, a mi juicio, de aceptar (junto a las editoriales que empiezan ahora su andadura con colecciones en este formato) el empuje de la viñeta. Quienes vivan en Madrid, o visiten la ciudad de vez en cuando, sabrán que existen magníficas tiendas especializadas en tebeos y en juegos de rol. Cada cierto tiempo recorro unas cuantas. A la tienda que me queda cerca de casa acuden coleccionistas con canas y tipos de mi edad, que se dejan los ojos buscando el material antiguo en los estantes del angosto local. En la mayoría de estos establecimientos recubren cada ejemplar con un plástico, para preservarlo del manoseo y de los roces. En Zamora hay una tienda, en la Avenida de Príncipe de Asturias, de la que solía hablarles cuando vivía en la ciudad. Por otra parte, son continuas las adaptaciones al cine. Hollywood continúa explotando el filón, y en pocas ocasiones dan en la diana; pero, cuando lo hacen, es para quitarse el sombrero.
Los suplementos culturales prestan su atención a los dibujantes. El cine explota el medio. La televisión, también. Las editoriales que parecían más serias se lanzan a publicar novelas gráficas. En algunas revistas de actualidad se reseñan ya las novedades más jugosas. En las listas de los más vendidos se hacen un hueco títulos como “Ice Haven”, “Pobre cabrón”, “Blankets” o “V de Vendetta”. Pero aún queda, que yo sepa, otro problema: en una entrevista decía un artista gráfico que la industria editorial paga muy poco a los dibujantes. El género, aunque tarde y despacio, va recuperando el prestigio que cuatro pedantes le habían negado.

sábado, febrero 10, 2007

La cita de hoy


MADRID
Día 10 de febrero, sábado, a las 22.00h.,
en La Casa de los Jacintos (Arganzuela, 11).
Metro Latina o Puerta de Toledo

PRESENTACION DE LA ANTOLOGIA
TRIPULANTES. NUEVAS AVENTURAS DE VINALIA TRIPPERS,
libro que conmemora los 10 años de esta publicación. Incluye cuentos, poemas e ilustraciones de más de 50 autores.
Habrá música en directo, lecturas, performances y la proyección del cortometraje Tripulantes, de Nacho Abad, que acompaña al libro.

The Outsiders - The Complete Novel



En Estados Unidos existe una edición en dvd de Rebeldes, con media hora más de metraje. Es el montaje del director. Siento una predilección especial por esta película: la vi con 11 ó 12 años y me obsesionó en la adolescencia. Luego compré el libro de Susan E. Hinton, el disco en vinilo y la película en vídeo. Aunque el montaje antiguo me gusta, siempre me pareció demasiado corta. Mientras deciden si editarla o no en España, recurro a la mula. Pero, aunque me la descargue, la compraré si aparece aquí. Abajo, la contraportada de esta nueva edición, con numerosos extras.


La irrupción de lo anómalo (La Opinión)

La irrupción de lo anómalo en lo cotidiano suele cambiar nuestra perspectiva de las cosas. Fui a la sala de actos y exposiciones de Fnac, a presenciar el último de los tres debates que esta semana propuso Divertinajes.com. Decidimos que no lo íbamos a ver todo, sino sólo las presentaciones de cada editor y sus palabras antes de empezar la ronda de preguntas; me interesaba escuchar a los editores de Bartleby y Páginas de Espuma. Así que decidimos quedarnos de pie, al fondo. Me flanqueaban dos poetas amigos: Javier Vázquez y David González. Éste último ha venido a pasar unos días en Madrid. No había transcurrido mucho tiempo cuando algo distrajo mi atención.
Un hombre atravesó las cortinas de la entrada y permaneció en pie un rato, buscando con la mirada una silla libre pasa sentarse. Creo necesario describirlo. Vestía unos pantalones oscuros y una guerrera militar, de camuflaje, como esas que en las películas acostumbran a utilizar los veteranos de Vietnam que no están del todo en sus cabales. En bandolera le colgaba un pequeño bolso. El rostro era un poco enjuto y mezquino, entreverado de arrugas y con la escolta de dos gruesas patillas. Llevaba el pelo peinado con raya a un lado, y el flequillo muy pegado al cráneo, muy tieso, con una mezcla de grasa y suciedad que le confería un aspecto bandolero y patibulario. Se parecía a esos hombres solitarios y melancólicos que a veces vemos en la barra de las tabernas de barrio, bebiéndose una copa de anís y jugueteando con un palillo mientras se preguntan a dónde se ha ido todo, qué han hecho con su vida. De su mano derecha colgaba una bolsa de viaje, casi tan grande como una maleta, con la tela repujada de adornos y florecillas de colores que no encajaban con los rasgos duros del personaje ni con su indumentaria guerrera. Un par de minutos después, tras escudriñar los asientos, encontró una silla libre, avanzó por el pasillo, dejó la bolsa grande de motivos florales en el suelo y se sentó. Antes de emprender esas resoluciones, estuve fijándome en el tipo. Entonces le dije a David que recordaba sus ropas y sus rasgos. Hice memoria. Me resultaba familiar de la calle: lo había visto por ahí, mendigando o vendiendo baratijas para ganarse la vida, o durmiendo en un banco. Estoy convencido de haberlo visto antes, porque no suelo olvidar las caras de los desesperados, pero no le asigno un lugar. Sin duda, era un individuo que vivía en la calle. Nos preguntábamos qué hacía allí, en un debate de editores independientes.
David se fijó en el maletón o la bolsa, que tenía aspecto de pesar una tonelada, y dijo, en un tono entre la sorna y la curiosidad: “¿Qué llevará ahí? ¿Quizá un manuscrito?” Le respondí que lo había visto alguna vez, mendigando o tirado en la calle, y él concluyó que el hombre habría entrado buscando calor, huyendo del frío. Pero, a partir de esas dos preguntas, mi imaginación empezó a volar. ¿Y si, en verdad, fuera un vagabundo que escribía largos y farragosos diarios y anotaciones e iba amontonando su novela en resmas de papel, manchadas de café y vino barato? ¿Y si sólo buscaba una respuesta, un editor, una salida? No les parezca raro: en el libro de crónicas “El secreto de Joe Gould”, el reportero Joseph Mitchell cuenta la historia verídica de un mendigo de Nueva York que escribía una larguísima e inverosímil historia de las gentes de la calle y dejaba las libretas y los cuadernos en las casas de sus amigos. Cuando terminaron las presentaciones, nos fuimos. Además, yo estaba distraído, porque lo anómalo (el misterioso hombre) había roto lo cotidiano. Entré para oír algo sobre literatura, pero me fui con una historia literaria.

viernes, febrero 09, 2007

Página de la Antología Visiones 2006


Mariano Villarreal ha preparado una web sobre el tema.
Incluye información sobre los relatos y los autores, reseñas en los medios, comentarios, presentaciones, puntos de venta...
La página sobre Visiones 2006: pinchando aquí.

Ejercicio de nostalgia


Sobre las jornadas


David da una pincelada sobre nuestra presencia ayer en las jornadas de debate de Divertinajes, y Eva ofrece un resumen de los tres días. Ambos han tenido el detalle de nombrarme y se lo agradezco.
La foto la tomé prestada de Divertinajes.

Cómic: Agujero negro, de Charles Burns


Esta es una de las novelas gráficas más perturbadoras y fascinantes que he leído. Su autor la fue publicando por entregas durante diez años. Son los años 70. Una plaga que sólo afecta a los jóvenes, y que se manifiesta mediante sarpullidos, mutaciones, llagas y deformidades, le sirve a Charles Burns como metáfora de la alienación y la soledad de esa época difícil que llamamos adolescencia. Nunca se explica cómo curarse del virus. Los personajes mutan, se convierten en bichos raros y se apartan de la sociedad, aceptando su condición. A lo largo de sus páginas, además, el autor nos ofrece algunas bellas historias de amor. Chicos y chicas que practican el sexo, fuman porros y beben vino, y cuyas llagas son un reflejo de lo que significa ser adolescente: la aparición del acné, los cambios corporales, el sentimiento de rechazo, el nihilismo, las pesadillas, la discriminación social...
Burns no oculta sus influencias: desde el cine de terror hasta los Cuentos de la Cripta de EC Comics, pasando por David Cronenberg y David Lynch (ese brazo que uno de los protagonistas se encuentra en mitad del bosque, hallazgo tan enigmático como la oreja cortada de Blue Velvet).
Imprescindible, pues. Se rumorea que Neil Gaiman y Roger Avary están escribiendo un guión para que Alexandre Aja dirija la película. El equipo es bueno; esperemos que no lo estropeen.

Citas. 30



Para la gente, el que se atreve a mucho es el que lleva la razón. El que más cosas menosprecia se convierte en su legislador y el más atrevido es el más escuchado.

F. M. Dostoievski, Crimen y castigo

Spam (La Opinión)

Estoy agotado de afrontar, cada mañana, la invasión diaria de spam. Supongo que le sucede lo mismo a miles de internautas. En la jerga informática lo llaman spam. Les aclaro que se refieren al correo basura, o al correo electrónico no deseado. Cansado de bregar con todos esos mensajes que me inundan los buzones de entrada de mis dos direcciones, busco información en la red. Descubro aspectos interesantes. Por ejemplo, esta frase, sacada de un reportaje: “Recientes estudios indican que el spam puede suponer el 80% de los e-mails, unos 70.000 millones de mensajes spam diarios”. De un reportaje de otra web anoto lo siguiente: “El aumento del spam hace perder tiempo y dinero a las personas y, especialmente, a las empresas, debido a los recursos que se deben destinar a eliminarlo y al espacio que los correos infectados ocupan en las redes y servidores. Todo ello sin contar con la molestia de tener que sufrir lo que muchos consideran una invasión a la privacidad”.
No sé cuántos mensajes de estos recibo al día. Pierdo la cuenta. El fin de semana pasado estuve en Zamora; no miré el correo y, a mi regreso a Madrid, encontré treinta o cuarenta correos basura, o quizá más. Depende. En algunos casos, la tarea de separar la mierda de los correos auténticos es rápida: basta con no abrirlos y lanzarlos directamente a la papelera. Pero uno acostumbra a abrir sus buzones digitales varias veces al día: cada vez que entro, hay nuevo spam. Lo cual, ya se imaginarán (o lo habrán sufrido), supone una considerable pérdida de tiempo. Dos o tres nos engañan con pericia, y por eso debemos mirar siempre cada mensaje con cautela. Estar prevenidos y armados. Pero ni siquiera tomando las correspondientes medidas puede atajarse de raíz el problema. Cuento con un antivirus que permanece activado en todo momento; se actualiza a diario. Y cuento con varios programas antiespías y antibichos y antitroyanos. Sin embargo, el spam continúa invadiéndome, entrando por los buzones del ordenador, y a veces uno se siente como ese tipo solitario que se va de vacaciones y, a su regreso a casa, encuentra el buzón del portal atascado de folletos publicitarios, facturas y correspondencia bancaria, revistas y periódicos gratuitos, pasquines y panfletos. Pues imaginen eso mismo, pero a diario y manejando el ratón. A mí suelen llegarme correos en inglés, con múltiples ofertas: trabajos en línea que a priori parecen una ganga y serán un engaño, venta de pastillas para la disfunción sexual, publicidad sobre ruletas y juegos de cartas, servicios de diseño de páginas web, tratamientos medicinales, etcétera. Sin olvidar los frecuentes timos de quienes se hacen pasar por entidades bancarias para que uno anote su número de cuenta y su clave. No se deben abrir estos correos, por si incorporan una plaga de virus, ni pinchar en los enlaces ni, por supuesto, reenviar números de tarjeta ni clave alguna.
Hace un año, o quizá más, los responsables de un portal literario en el que colaboro de vez en cuando me abrieron una dirección de correo nueva. La dirección figuraba en los créditos de la revista. Y no debía tener filtro alguno, porque a diario se me colaban unos cincuenta o sesenta correos basura. Si no miraba el buzón en dos o tres días, la cantidad de spam era espantosa y abrumadora. Al final dejé de utilizarlo. Me agotó. Tras unos meses sin comprobarlo, mientras escribía este artículo lo he abierto: se acumulan más de ocho mil mensajes. Ocho mil correos de publicidad. Utilizo también un correo de Telefónica. Pues bien: cuela a diario un montón de spam. Algo que no sucede con Hotmail, detector casi infalible de porquerías.

jueves, febrero 08, 2007

El polémico artículo de las tortugas

Me han pasado el polémico artículo de la editora de Tusquets (gracias, Luis), que menciono en mi artículo de hoy para el periódico. Los editores independientes hablan del mismo en las jornadas de debate de Divertinajes. Ayer no fui, pero hoy me pasaré por allí, por la Fnac. Supongo que volverán a comentar el tema. Lo cuelgo y que cada cual saque sus conclusiones:
El síndrome de la tortuga de mar
Es sabido que las tortugas de mar recorren millas y millas para depositar miles y miles de huevos, de los que salen miles y miles de tortuguitas que, apenas rotos sus cascarones, corren desesperadamente por la arena hacia el mar antes de convertirse en pasto de pajarracos y peces de toda suerte para los que son manjar de dioses. Cuentan los estudiosos que apenas terminan por sobrevivir, siendo optimistas, un centenar, ¡y aún!
Pues bien, lo mismo ocurre con miles de pequeñísimas editoriales que en los últimos diez años han proliferado en España y que ni siquiera sobreviven al quinto libro publicado. Un estudio, realizado por J. Celaya y L. Sábat, Los retos de las editoriales independientes, nos revela que, en 2005, mientras se lanzaban en esta aventura 241 futuros editores perecían otras 896 editoriales... Entiendo que las tortugas recién nacidas corran hacia el mar con más ahínco genético que conocimiento del medio en que habrán de vivir; pero me cuesta bastante más comprender cómo 1.137 seres humanos adultos se lancen «al mercado con más amor al arte que conocimiento del sector», según explicación de libreros seguramente tan desconcertados como yo. ¿De dónde habrán sacado esos temerarios que para ser editor basta con apretar un botón del video juego de turno? ¿De qué naturaleza es esa fascinación repentina por nuestro oficio, al punto de arrojarse de cabeza en un negocio reconocidamente ingrato? No es descabellado pensar que, al igual que hoy en día cualquiera se cree escritor, cualquiera también crea que montar una editorial es como montar un chiringuito en la playa.
Un escritor lo es porque nació escritor, o sea dotado de talento. Un editor, no. El editor vocacional, que aspire hoy a ser independiente –o sea propietario de su empresa editorial–, no tiene más remedio que aprender el oficio: currará en otras editoriales, de abajo arriba en todas sus actividades y, si sale vivo del intento, como mínimo deberá 1) tener dinero propio y/o en sociedad con otros, 2) ser un lector pertinaz, 3) haber encontrado un distribuidor y 4) programado con coherencia al menos doce títulos. ¡Que los dioses lo pillen confesado!

Beatriz de Moura
30 de noviembre de 2006

Libro: El mercader de alfombras, de Phillip Lopate


Me entusiasman los libros con Nueva York al fondo. Éste transcurre en los 80. Nos presenta la vida apática de Cyrus Irani, un vendedor de alfombras que ha llegado a un punto de su existencia en el que está incapacitado para todo: para el amor, para los negocios, para prosperar, para comunicarse con su familia... Ni siquiera una carta, en la que le anuncian que van a triplicarle el alquiler de la tienda, logrará que abandone su "resistencia pasiva".
Cyrus recorre la novela encontrándose con diversos personajes: un librero de viejo, gruñón y con un revólver y una botella de whisky bajo el mostrador; un subastador de alfombras con la labia adecuada; las chicas de un club de contactos; la dueña de una tienda de mascotas; su madre, su hermano y la familia de éste último; los fieles zoroástricos; las mujeres con las que no actúa porque siempre cree que fracasará; etcétera. Cyrus es ese Bartleby de la vida que todos, en alguna ocasión, cobijamos dentro. Un hombre que se ha instalado en la inacción y se considera a sí mismo un fracasado. Constantemente, su familia le recrimina su incapacidad para la lucha, sus nulos intentos de alcanzar sus objetivos porque su pensamiento es pesimista. Quienes gravitan a su alrededor, además, relacionan su pasividad con la falta de mujeres. Su madre cree que necesita casarse. Uno de sus amigos cree que necesita sexo. Otros, que debería salir con alguien.
Este es el primer libro que leemos en España de Phillip Lopate. Su mayor pericia consiste en pintar un personaje que nunca cae en la caricatura, y que, a pesar de su apatía, nos resulta tierno y simpático. Y, por supuesto, Lopate nos habla, con sutileza, de los trenes que uno pierde.

Calidad y riesgo (La Opinión)

El portal Divertinajes.com ha organizado esta semana unas jornadas con el título de “Editores para nuevos tiempos”. Durante estos días, responsables de algunas editoriales pequeñas e independientes conversan en la sala de actos y exposiciones de Fnac. El martes debatieron en la mesa redonda los siguientes editores: Luis Solano (Libros del Asteroide), Enrique Redel (Funambulista), Julián Rodríguez (Periférica) y Carola Moreno (Barataria).
Fui el martes, pero no el miércoles. Llegué cinco minutos antes de comenzar el debate, programado para las siete de la tarde, y los asientos ya estaban ocupados. La sala, dotada de unas cincuenta sillas, se quedó pequeña para quienes acudimos a escuchar a los editores: calculé que habría, en total, unas cien personas. El debate duró casi dos horas, y el calor agobió al personal. Yo mismo tuve que conformarme con verlo de pie, al fondo de la sala, junto a las cortinas, sometido al tráfago de los oyentes que entraban, salían, volvían a entrar o se sentaban en el suelo. Nada de eso importó porque el primer día de estas jornadas ha resultado muy interesante. Se trata de cuatro editoriales que merecen todo el respeto del lector y de sus colegas de profesión (en las charlas se habló de un reciente artículo de la editora de Tusquets, en el que ésta arremetía contra la proliferación de editoriales menores; menores en cuanto a tamaño, equipo y recursos, no en cuanto a calidad y eficiencia). Les pondré unos ejemplos: Barataria ha publicado las memorias del hijo de Ring Lardner y “El negro del Narcissus” de Joseph Conrad. Julián Rodríguez, escritor además de editor, cuenta en su catálogo con títulos de Jules Vallès o Galdós. A Funambulista le debemos los descubrimientos de Jordi Bonells o Patrick Lapeyre, la autobiografía de Stanislaw Lem o la recuperación de “Trilby”. Libros del Asteroide, en su corta andadura, nos ha traído “Los inquilinos de Moonbloom”, la Trilogía Deptford o maravillas como la novela japonesa “Hogueras en la llanura” y las norteamericanas “Vinieron como golondrinas” y “El mercader de alfombras” (en cuya lectura ando ocupado estos días).
Es imposible resumir en este espacio cuanto se habló durante esas dos horas, con intervenciones del público y debate moderado por Eva Orúe. Pero podemos dar unas breves pinceladas. Redel, por ejemplo, anunció que abrirían una colección de novela gráfica. Se habló del polémico artículo de Beatriz de Moura, que aún no he leído. Los cuatro editores explicaron sus motivos editoriales y sus relaciones con las agentes literarias, los libreros, la prensa. Se dio luz a los trabajadores en la sombra que rodean al proceso de edición de un libro, de los que solemos olvidarnos: aparte del editor, los traductores, los correctores, los maquetadores, los diseñadores gráficos. Eva Orúe les preguntó las razones para optar por la publicación preferente de autores extranjeros, en vez de aupar a los escritores españoles; admitieron que, aunque algunos de ellos habían publicado a españoles, constituía una apuesta más arriesgada, por motivos económicos y por el revés de ver cómo una editorial grande los ficha tras darle ellos el espaldarazo e invertir tiempo, dinero y esfuerzos en sus primeros pasos literarios. Ninguno de estos editores aspira a comerse el mercado. Sólo quieren aportar su granito de arena al sistema editorial, con títulos olvidados o nunca traducidos. Y es cierto: basta con ver sus catálogos. Al terminar el acto fui a saludar a Redel y a Solano, dos luchadores de la edición a los que conocía de intercambiar correos electrónicos. Les di la enhorabuena. Hoy iré a escuchar a los editores de Bartleby y Páginas de Espuma.

miércoles, febrero 07, 2007

Portadas exquisitas


The Angel on the Roof: The Stories of Russell Banks, libro de cuentos de Russell Banks, traducido por Editorial Losada como El ángel en el tejado.
[Nota: en El Lector Sin Prisas puedes leer ya mi nueva reseña, sobre Conversaciones con Al Pacino, libro de entrevistas de Lawrence Grobel]

De buen humor (La Opinión)

La otra noche, tomando unas cervezas en el Avalon, uno de mis amigos volvió a contarme sus encuentros con Pablo Carbonell en Madrid. Vive en Zamora y, cada vez que va a pasar el fin de semana a Madrid, suele coincidir por ahí con Pablo Carbonell. Debo aclarar que no se conocen de nada. O mejor, que Carbonell no conoce a mi colega. Da igual donde vaya: al supermercado, a Fnac. Han coincidido cuatro veces. Lo cual, tratándose de alguien que no vive en la capital y que sólo esporádicamente visita la ciudad, me parece un récord. Anoto que Carbonell, por otra parte, es un hombre impulsivo y vitalista al que yo he visto unas tres veces en mi vida. La primera data de hace años: yo salía del Círculo de Bellas Artes y él aguardaba a un famoso en la entrada, con el micrófono en la mano y un hombre inquieto a su lado y con la cámara al hombro: estaban preparando un asalto para Caiga Quien Caiga. En otra ocasión lo divisé de lejos, por la zona de bares de tapas de la Latina. La tercera la cuento luego.
Vayamos primero con mi colega. Si quiero comentar aquí esos encuentros no es sólo por el azar, sino porque Carbonell, cuando coinciden, mira a mi amigo como si lo conociera. Y luego le habla. En una de esas ocasiones estaban en el supermercado. Pablo Carbonell compró chuletas y le dijo a la gente que hacía cola que iba a preparar una barbacoa. Pero miró a mi amigo. Los dos comentaron la jugada. La última vez, la cuarta, se encontraron en el edificio de Fnac. Carbonell trataba de saludar a una actriz y le contó que había olvidado el nombre de la mujer. Luego, Carbonell le enseñó la película que iba a comprarse en dvd, y él y mi colega hablaron de cine. En ninguna de las ocasiones perdió la sonrisa. Este cantante, actor, showman, reportero, entre otros oficios, es tal y como lo vemos en televisión. Un tipo divertido, enérgico y amable. Mi amigo nos contaba: “Siempre que nos cruzamos, me mira como si me conociera”. Estoy convencido de que un día terminarán tomando unas copas.
La semana pasada yo estaba junto a una de las mesas de novedades de la sección de libros de Fnac. Cogí un volumen y lo hojeé. Unos segundos después me entró esa sensación reconocible: cuando creemos que alguien nos está mirando. Atisbé por encima del hombro. Había un hombre parado en mitad del pasillo, alejado de los libros. Me observaba, igual que observamos a alguien dudando de su identidad. Era Pablo Carbonell. A pesar de la barba cana de varios días que emboscaba su rostro, lo reconocí en seguida. Cuando nuestras miradas coincidieron y vio que no me conocía, dudó un instante y se dio la vuelta. Otro tipo en mi pellejo, menos tímido, lo hubiese saludado con un ademán de la cabeza, con un gesto, o acercándose a charlar con él. Me había confundido con otra persona. En un diario leí una entrevista con él en la que dijo algo que llamó mi atención. Cuando le preguntaban qué le desquicia de Madrid, respondió: “La grisura de la gente, suelen estar tristes”. Él es lo contrario de esa tristeza, y se agradece topar con alguien así en esta ciudad de ruidos, urgencias y contrastes; alguien que, a pesar de la fama y el estrellato, no pierde el buen humor. Carbonell es un tipo que me ha hecho pasar grandes ratos: sus incursiones en CQC, sus temas con Los Toreros Muertos (“Mi agüita amarilla” fue para mí un himno adolescente), su manera de azuzar el cabreo de Fernando Fernán Gómez en uno de sus asaltos con micrófono, su extraño doblaje para “Las aventuras de Ford Fairlane”, su papel en la película del cruasán (él era lo único decente de la adaptación), su participación en Un Equipo. Debería haberlo saludado la otra tarde. Como gesto de cortesía.

martes, febrero 06, 2007

Corleone, Serpico, Montana, Brigante...


Chéjov fue tan importante para mí como cualquier otro escritor. Brecht, al igual que Shakespeare, me ha ayudado mucho en la vida. También Henry Miller, Balzac, Dostoievski. Ellos me ayudaron a superar los veinte años, me dieron una raison d'être. Las relaciones que tenemos con los escritores son todo un tema: son muy distintas de las que tenemos con actores o músicos o compositores o políticos. Para mí, el escritor lo es todo: sin él, no existo. Así que el escritor va primero. El actor recibe toda la fama y la gloria, pero no sé si tiene la capacidad de perdurar.
Yo era realmente un actor de la calle, un gitano, sin techo y sin blanca. Mi educación procede de los sesenta. Vivía en antros y en basureros, en pensiones y hoteles de mierda. Para mí cualquier lugar que tuviera agua corriente y baño en la habitación era el paraíso.

¿El futuro del libro?


Lulu, invento norteamericano. Para saber más: J. A. Millán.

Merodeos (La Opinión)

El sábado por la noche obtuve mi ración de niebla en los alrededores de la Plaza Mayor de mi tierra. Lamentablemente, al subir hasta casa la zona céntrica se fue despejando de niebla, como si ésta sólo quisiera envolver las inmediaciones del casco antiguo. Sumergirme en la niebla al salir de Los Herreros supuso reencontrarme con la verdadera naturaleza de la ciudad. La noche antes, al llegar, vi negocios que han cerrado y negocios que han abierto, y ambos vistazos me advirtieron que Zamora cambia a toda prisa, sin tregua y con espíritu de lucha. El viernes por la noche, paseando en compañía de unos amigos, les comenté que, desde que había entrado en la ciudad, unas horas antes, sólo había encontrado calles desiertas, locales vacíos y esa tristeza que te empuja a pensar que no es viernes, sino lunes. Me dijeron que, a pesar de no vislumbrarse gente por ahí, durante el fin de semana abunda el turismo, las reservas hoteleras continúan su ascenso y quienes vienen de fuera visitan otros sitios (no necesariamente la calle), como los restaurantes y los museos. Algo de eso leí en el periódico. Aquella información me animó un poco.
Como es habitual, aproveché para merodear por los bares, costumbre que casi he perdido en Madrid. En Madrid es difícil entrar en establecimientos en los que te no cobren un riñón y los dos ojos. Eché en falta dos de mis locales favoritos: el Kaos, que aún sigue cerrado (alguien me comentó que la reapertura será, por fin, el próximo viernes), y el Bayadoliz, pero no me fijé en si sus dueños lo están reformando o si se han ido de descanso. Ni el viernes ni el sábado encontré los bares llenos, quizá porque el personal está metido en los exámenes de febrero. Mi ciudad en invierno, con jirones de niebla en la madrugada y con las calles vacías, ofrece su mejor aspecto. Así recuerdo siempre sus contornos y sus barrios. Pasé junto al Teatro Ramos Carrión, que ahora no es teatro ni es nada, salvo un trozo de fachada con la retaguardia convertida en ruinas, como si lo hubiera sobrevolado una escuadra de bombarderos enemigos. Antes de eso, me fijé aposta en el Ayuntamiento. La escasa iluminación de su fachada deprime a cualquiera. Estéticamente, este edificio jamás levanta cabeza. En fiestas lo visten de las maneras más ridículas y, entre medias, entre unas fiestas y otras, parece un viejo caserón abandonado por el que sólo deambularan los espíritus. Menos mal que en Semana Santa, merced a los emblemas representativos de cada hermandad, la fachada recupera su brío y cobra vida.
Una y otra vez, cuando vuelvo a la ciudad, incumplo las promesas previas que me hago a mí mismo al comenzar el viaje: entre ellas, ir a saludar a dos de mis antiguos libreros de cabecera, es decir, Miguel Núñez y Luis González. Pero los viernes, cuando entro en la provincia, los comercios llevan ya una hora cerrados y los sábados me levanto demasiado tarde, debido a mi fea costumbre de trasnochar el día antes. Desde aquí, pues, les envío un saludo a ambos, si es que se tropiezan con estas líneas. Por cierto, hablando de cultura: hoy y mañana reponen en el Teatro Principal la obra “El mágico prodigioso”; quien no la haya visto, no debería perdérsela. Durante estos dos días de estancia en la provincia he aprovechado para alejarme de internet, cuyas páginas y pasillos laberínticos constituyen una gran herramienta, pero también un vicio. Durante los ratos que estuve en casa, leí un libro de entrevistas, género siempre apasionante: “Conversaciones con Al Pacino”.

lunes, febrero 05, 2007

Citas. 29



Escribir es trabajar por un resultado que uno no verá hasta años más tarde, y que no está seguro de ver alguna vez. Demanda resistencia, autodominio y fe.
Tobias Wolff, En el ejército del faraón

Editores para nuevos tiempos


Mañana comienzan unos debates prometedores. Trataré de acudir a todos. Copio y pego:
El panorama editorial en nuestro país ha cambiado de forma sustancial gracias a la irrupción de una generación de editores cuyas empresas, aun pequeñas, han sido capaces de renovar la oferta editorial y de concitar la atención de crítica y lectores.

Los próximos días 6, 7 y 8 de febrero, en FNAC-Callao y a las 19.00 h., algunos de esos “temerarios” se reúnen para hablar de lo suyo en las Jornadas Divertinajes.com: Editores para nuevos tiempos.

DIA 6
· Libros del Asteroide: Luis Solano
· Editorial Funambulista: Enrique Redel
· Editorial Periférica: Julián Rodríguez
· Ediciones Barataria: Carola Moreno

DIA 7
· Editorial Nórdica: Diego Moreno
· Editorial Gadir: Javier Santillán
· Editorial Rey Lear: Jesús Egido
· Editorial Sexto Piso: Santiago Tobón

DIA 8
· Editorial Bartleby: Pepo Paz
· Editorial Abada: Fernando Guerrero
· Editorial Páginas de Espuma: Juan Casamayor
· Editorial Melusina: José Pons

Un par de denuncias (La Opinión)

Como mínimo, cada persona guarda un par de buenas anécdotas en la memoria. No me refiero a las anécdotas triviales, que a todos nos sobran, sino a historias con cierto grado de presencia kafkiana. Esas historias que, cuando las vemos en la ficción, decimos que no podrían suceder en la realidad. Un conocido, de Zamora para más señas, me envía un correo electrónico para relatarme dos de estas historias, al hilo de dos de mis artículos recientes: mis respectivos problemas con Metro y Telefónica. Me pide que lo mantenga en el anonimato y así lo haré.
La primera le ocurrió hace años. A raíz de ella cursó una denuncia, pero la copia se le ha extraviado por casa y no ha podido enseñármela. Al parecer, cada fin de semana subía al Auto-Res para ir hasta Madrid y, luego, tomaba el metro. Un domingo por la noche, tras bajarse del autobús y viajar en los vagones, quiso salir por la estación de Concha Espina, pero las puertas estaban cerradas. Se había quedado dentro, sin posibilidad de salir. Atrapado. Imagino que, como fue hace años, carecía de un móvil para solventar la situación (a quienes aún despotriquen de los móviles les vendrá bien aprender de esta anécdota). Así que tuvo que resignarse a pasar la noche en un banco, junto al andén. Puedo imaginar su soledad, su hastío, su impotencia, su cansancio y hasta su miedo, pues el subterráneo madrileño está surtido de leyendas negras en torno a enigmáticos inquilinos de la oscuridad, ratas gigantes, fantasmas perdidos y otras razas de noche. Pongan en juego su imaginación y véanse a sí mismos pasando una noche en el metro. Sin móvil, claro. Su denuncia fue publicada por la Organización de Consumidores y Usuarios.
La segunda es reciente. Quien me lo ha contado detectó, unas semanas atrás, que en la cuenta bancaria familiar les habían cobrado dos recibos por el uso de un número fijo de Telefónica que ellos no tienen: facturas de quince y de setenta y ocho euros. En noviembre del año pasado les llegó, además, una respuesta a una reclamación que no habían hecho. En dicha respuesta acordaban devolverles cuarenta euros; no los habían pedido ni guardaban relación con el asunto, y tampoco se hizo efectiva la devolución. Hace unos días les cobraron, de esa cuenta, doscientos sesenta y tres euros, por el uso de ese teléfono fijo y desconocido que no tienen. Mi informante acudió al Banco Español de Crédito a resolverlo, pero en la entidad le dijeron que, transcurridos dos meses, ya no podían hacer nada. Le recomendaron ir a una sucursal de Telefónica, donde le contaron que la culpa era del banco, pues el número de cuenta que figuraba en el recibo no se correspondía con el suyo, el del denunciante. Luego llamó a Telefónica y dijeron que, probablemente, alguien habría suplantado la personalidad de su hijo, en cuyo nombre cobran esas facturas. Si alguien piensa que es alguna jugarreta del titular, su hijo, se equivoca: está hospitalizado desde septiembre del año anterior. En los recibos, aunque se los cargaron a ellos, aparecía otra dirección; de modo que fue a hacer una visita a quien vivía en esa dirección. En esta casa les contaron que tienen Adsl y no disponen de ese teléfono. He podido ver una copia de la denuncia. El número de cuenta que figura en el recibo y el del denunciante no son los mismos. Su número de teléfono y el número misterioso no sólo no son iguales: ni siquiera se parecen. Y, la diferencia más divertida: el misterioso número es de Telefónica; el de esta familia, de Ono. En resumen: les han cobrado un dinero de su cuenta por un número que no existe de una empresa con la que no han contratado servicios. El banco y la empresa no lo solucionan.

domingo, febrero 04, 2007

Cantantes veteranos (La Opinión)

Continúo escuchando los nuevos discos de las viejas glorias de la música. Ya saben: Mick Jagger, que también es muy bueno en solitario, y The Rolling Stones, y Bob Dylan, y Tom Waits, y Eric Clapton, y Bruce Springsteen, y Leonard Cohen, y Neil Young, y otros que ahora mismo se me olvidan. Estos viejos dinosaurios, como los llaman por ahí, nunca fallan. A mí no me fallan. Sus discos siempre desprenden calidad, oficio, y mucha experiencia sobre los hombros. Ya no suelen encabezar los primeros puestos de las listas de los más vendidos (aunque a veces dan sorpresas: así, el último Dylan ha supuesto una sorpresa en ventas), pero les sigue un público fiel, incondicional. Son consecuencias de la veteranía. Un veterano tiene enormes lecciones que dar. Son tipos llenos de las cicatrices que les ha hecho la vida, a pesar de los éxitos y las glorias, y en sus letras aún se huele el polvo de la carretera. Han estado “on the road” durante demasiado tiempo: saben lo que valen y de lo que hablan.
Estos días escucho el triple trabajo de Tom Waits. Se titula “Brawlers, Bawlers and Bastards”, tres palabras que empiezan con la misma letra y que podrían traducirse como “Camorristas, chillones y bastardos”. Entre los tres discos reúnen cincuenta y seis canciones, desesperadas, agrias, melancólicas, suaves, poéticas, animales. Son temas que había descartado anteriormente, rarezas, versiones, poemas de escritores célebres a quienes ha puesto la música. Siempre me gustó Tom Waits. Habrá quien le reproche que sus temas, por lo general, son muy lentos. Pero es que este cantante no compone música para pincharla en una fiesta, sino para estar en casa o tomar una copa en un tugurio tranquilo. Cuando escucho su voz áspera, como si tuviera la garganta arrasada por la gravilla, me siento como si yo mismo estuviese acodado en la barra de una polvorienta taberna, uno de esos locales en los que el humo aún enturbia el ambiente y a los que van a parar los náufragos. Estos “Brawlers, Bawlers and Bastards” son una maravilla. En plena época de pachanga en las listas de los más vendidos, el trabajo de este hombre y de quienes he citado más arriba supone un alivio para quienes aún creemos en la música seria y con oficio.
Otra de las novedades que escucho es el disco en el que colaboran Eric Clapton y J. J. Cale. Se titula “The Road to Escondido” y acaba de salir a la venta. El camino a Escondido, pleno de folk y blues, que recorren juntos Clapton y su viejo maestro, Cale, a quien tanto debe. Escondido es una ciudad de San Diego. Dice Clapton, en una entrevista, que está en “un valle mágico para los indios en el sur de California”. Canciones serenas, adecuadas para uno de esos viajes por carreteras americanas, secundarias y repletas de buitres. Oí hace poco un disco de versiones de temas de Leonard Cohen. Gran homenaje de varios artistas, que cantan sus letras más conocidas. Suena bien, pero se nota que ninguno está a su altura. Y no digamos el “Modern Times” de Dylan, un tipo en constante proceso de riesgo y experimentación, un aventurero de la música y de la palabra. Creo que ya escribí sobre este disco. O el imprescindible Neil Young, que el año pasado nos sirvió “Living with War”, un trabajo que podía escucharse en la red, en su página web. Muy diferente es el “Love” de The Beatles. Es una tomadura de pelo, un disco de nuevas mezclas, pensado para hacer caja. Se trata de un puñado de canciones a las que han añadido unas cuantas mezclas y experimentos. El proyecto lo aprobaron los Beatles supervivientes y las viudas de los fallecidos, pero da igual. Preferimos sus viejas grabaciones.

Reedición de “Blade Runner” (La Opinión)

Cuando tuve mi primer reproductor de dvd instalado en el ordenador, mi prioridad fue buscar y comprar “Blade Runner”, una obra maestra absoluta y una de las mejores películas de todos los tiempos. Cuesta comprender que tres de sus responsables (Ridley Scott, Harrison Ford y Rutger Hauer) sean los mismos que luego se metieron en bazofias del calibre de “El reino de los cielos”, “Firewall” y “Furia ciega”. Por no mencionar, también, a las actrices que los acompañaban. El caso es que busqué por todas partes y no conseguí mi copia. Hacía tiempo que estaba descatalogada. Después de aquel chasco, que ocurrió años atrás, pude palpar la copia que guardan en la sala de préstamo de audiovisuales de la Biblioteca Pública de Zamora. Comprobé, entonces, que la edición sólo incluía el último montaje de Scott, reestrenado en cines y en versión original subtitulada. No recuerdo que tuviese extras; si acaso, algún trailer. Durante años, he esperado con impaciencia a que la reeditaran en dvd. El año pasado por fin lo hicieron. Pero no la compré. Porque quienes estamos al tanto de las noticias sobre el mundo del dvd ya sabemos que este verano van a comercializar una copia más generosa, de la que hablaré luego.
La edición que sacaron el año pasado es sólo una de las muchas estrategias de mercado de las distribuidoras españolas de dvd. Para mí, es una estafa. Me explico. Tras años de sequía, condenándonos a los seguidores de “Blade Runner” a merodear por los rastros y las tiendas de dvd en busca de alguna copia que aún no hubieran vendido, vuelven a relanzarla. Es la misma edición que distribuyeron hace tantos años. Pero, ahora, contiene un señuelo: la anuncian como “Edición Remasterizada”. Carece de extras y sólo incluye el montaje del director. Quienes no se patean las secciones de noticias de dvd ignoran el lanzamiento que Warner tiene previsto para este verano. Con motivo del veinticinco aniversario de esta obra en agosto lanzarán una edición exquisita, a priori: si mis fuentes son correctas, será una caja con los distintos montajes de la película, o sea, el montaje original del año ochenta y dos, el montaje internacional de ese mismo año, el montaje del director del año noventa y dos y, por si fuera poco, un nuevo montaje en el que Ridley Scott lleva varios años embarcado, nunca satisfecho con las versiones anteriores. También dispondrá, se supone, de múltiples extras. Esperemos que incluyan documentales, escenas eliminadas, diarios de rodaje, fotografías, entrevistas y todo ese material que casi nunca solemos ver, pero que nos entusiasma tener en nuestra videoteca (no sé si debo decir dvdteca).
El incauto se comprará la “Edición Remasterizada” y cuando, este verano, aparezca en España la lujosa caja del veinticinco aniversario, se tirará de los pelos. Este tipo de tretas de mercado es tan frecuente en el mundo del dvd que apesta. Me he fijado en que, cuando en las grandes superficies como Fnac ponen algunas películas a precios de saldo, es porque unos meses después, cuando ya han logrado agotar esas copias, aparecen nuevas y mejores ediciones de las mismas películas. De tal modo que tenemos, de ciertos filmes, la edición de alquiler, la especial, la del coleccionista, la del aniversario, y hasta se han sacado de la manga una que bautizan como “Edición Definitiva”. Les pondré un ejemplo del timo. Tengo la edición especial de “Minority Report”. El otro día vi anunciar en una web la “Edición Definitiva” de esta película. Cogí mi copia y comparé los contenidos entre ambas. Eran exactos. Sólo han cambiado el diseño de la carátula.

viernes, febrero 02, 2007

La Tripulación


Vicente Muñoz / David González / Nacho Abad / Oscar Aíbar / Mada Alderete / Lucy Arciniega / Miguel Barrero / José Angel Barrueco / Toño Benavides / Iker Biguri / Isabel Bono / Vicent Camps / Mercedes Cebrián / José Cezón / José Ignacio Escuín / Vicente Ignacio Escuín Borao / Nacho Fernández / Eloy Fernández Porta / Juan Francisco Ferré / Raúl García / Luis García / Antonio Gómez / Victoria Guerrero / Salvador Gutiérrez Solís / Patxi Irurzun / Robert Juan Cantavella / Rubén Lardín / Domingo López / Salvador Luis / Roberto Malo / Diego Marín Abeytúa / Yaiza Martínez / Ricardo Menéndez Salmón / Hernán Migoya / Manuel Moya / David Murders / Gabriel Oca Fidalgo / Jorge Ordaz / Antonio Orihuela / Eladio Orta / Mark Ostrowski / Pepa Pardo / Begoña Paz / Pepo Paz Saz / José Luis Peixoto / Angel Petisme / Juan Vicente Piqueras / Juan Planas Bennásar / Lluis Pons Mora / Roxana Popelka / Sergi Puertas / Alfonso G. Rabanal / Antonio Redondo Andújar / Francisco Rodríguez Criado / Lucas Rodríguez Luis / Kutxi Romero / Norberto Luis Romero / Julián Sánchez / Jorge Sánchez / Oscar Sipán / Nacho Tajahuerce / Inés Toledo / Alberto R. Torices / Claudia Ulloa Donoso / Eva Vaz / Francis Vaz / Nacho Vegas / Manuel Vilas / Josefa Virella Trinidad / Juani Yanguas / J. Kalvellido / Carlos Rodríguez / Toño Benavides / Lucas Rodríguez / Silvia Díaz Chica / H. Valdez / Antonio Gómez / Kb / Miguel Angel Martín / Mik Baró / Germán Úcar / Cusco / J. J. Sanz / Patricipa Pascual
[Fechas y lugares de presentación: aquí]

Libro: Se busca una mujer, de Charles Bukowski


De vez en cuando vuelvo a Bukowski. Este volumen contiene 27 relatos de sexo, soledad, miseria, borracheras, poesía, surrealismo. Siempre encuentro en sus páginas varios relámpagos que me dejan k.o., como si me hubiesen dado un puñetazo: ¿Qué puede hacer un poeta sin dolor? Lo necesita tanto como a la máquina de escribir. El penúltimo relato, que habla de su paso por el hospital, me recuerda al par de veces que me ingresaron a mí. Bukowski lo calca. Calca lo que se siente, la tortura de dormir junto a enfermos, el miedo al dolor, la angustia nocturna. Pero que hable él. Copio aquí un párrafo de otra de las historias, que también aparecía, en otro libro, convertido en poema:
Como cualquiera podrá deciros, no soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y su buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están llenos de sorpresas y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.

Vidas sombrías (La Opinión)

De lunes a viernes suelo levantarme de madrugada. Cuando salgo de la cama, afuera aún es de noche. Como dicen por ahí, a esa hora ni siquiera han puesto las calles. A veces esa oscuridad depende del clima. Si no hay nubes, en el horizonte ya clarea. Si las nubes se amontonan, entonces parece una maldita noche cerrada. No sé qué es peor para el estado anímico y para el corporal: si levantarse con las últimas sombras de la noche o con las primeras luces del día. En cualquier caso, ambas circunstancias suponen salir del refugio confortable de la cama para caer a plomo en el ring, o sea, en la realidad. Que se lo digan a los tipos que, algunas de estas madrugadas, veo en la calle, en la plaza, bebiendo. Cuando me asomo, observo siempre el cielo madrileño, tan famoso, tan sucio y tan espeso. En las aceras suele notarse la humedad, y a menudo vislumbro a una señora madrugadora que sale a la intemperie para recoger los contenedores de basura. Se ven pocas personas: aquí un niño con la cartera a la espalda, allá una chica cuyos pasos encuentran eco en el asfalto, cerca de ellos un hombre que va al trabajo o uno que regresa a casa, tras una curda salvaje.
Decía que, algunas de estas madrugadas, cuando empieza a aclarar con suavidad, veo a dos o tres hombres, y alguna mujer, empinando el codo. Meten las manos en los bolsillos y ni siquiera se sientan en el banco de la plaza. El banco, entonces, queda como un eje alrededor del que giran, como un punto de referencia. Se pasan una botella de cerveza, una litrona. Si fuera vino lo sabría: por lo general, el vino que beben proviene de las cajas de cartón; el tetrabrik. Uno empina el codo y se lo pasa al de al lado, y así van entrando en calor. Los miro unos segundos desde la ventana. Yo tengo la escritura y la calefacción. Ellos sólo tienen las botellas, el único combustible que, en la calle y a esas horas, puede alejarlos del frío. Se pasan la cerveza unos a otros. El vino, a veces. En otras ocasiones es vodka. Siempre advierto en estos alcohólicos un sentido nato de la solidaridad. Quien goza de una botella, generoso, la comparte con los demás. La vida, cruda, está en estos paisajes humanos y ruinosos con los que tropiezo. Por eso prefiero escribir de ellos, y no de los políticos que nos gobiernan. Son hombres y mujeres de caras rotas y zapatos tristes. No, no me equivoco: sus facciones suelen estar peor que sus calzados.
Una tarde pasaba junto a tres de estos individuos. Unos policías conversaban con ellos, o los estaban amonestando, y uno de los vagabundos le dijo algo a uno de los polis y éste respondió, de mal humor: “Mira, déjame, no tengo tiempo para andar escuchando a borrachos”. Me dolió la frase. Me dolió por una razón: esos hombres no son borrachos, son alcohólicos, y el alcoholismo es una enfermedad. Y al enfermo no podemos tratarlo con desprecio. La policía los visita de vez en cuando. Que yo sepa, normalmente no los tratan mal e incluso conversan un rato con ellos: hacen su trabajo, les piden que se vayan o no ensucien la plaza. Para mantener el pellejo caliente no sólo soplan de la botella, también acarrean hasta allí toda suerte de frazadas, cartonajes, mantas, colchones, periódicos tiesos y sacos de dormir. Cuando están más ebrios que de costumbre, se pelean dándose unos puñetazos flojos, blandos, patéticos, como en los libros de Charles Bukowski. A menudo orinan entre los coches y en las esquinas, y, en esas madrugadas en las que me acabo de levantar, un hedor infame sube hasta mis narices. El comentario del poli me sublevó. Bastante tienen con lo que tienen. Cuando los miro, pienso en ese título de Pío Baroja: “Vidas sombrías”.

jueves, febrero 01, 2007

Portadas exquisitas



Haircut and Other Stories, libro de cuentos de Ring Lardner, traducido por El Acantilado como A algunos les gustan frías. [Es un libro muy recomendable; se puede leer un cuento traducido, aquí]

Tómenselo con calma (La Opinión)

Por unas u otras razones he ido aplazando la incursión en este tema. Debería haber escrito de ello hace unos días, cuando un lector y amigo me pidió por correo electrónico que le contara algo de Alcorcón. De entrada, he de reconocer que nunca he estado allí y que sólo sé de los disturbios lo que leo, escucho e intuyo. No obstante, me quedo con un par de declaraciones que hicieron algunos jóvenes de Alcorcón ante las cámaras de televisión. Fue el sábado. Uno de ellos (y el otro dijo algo similar) afirmó que los ánimos se habían caldeado en la última semana por culpa de las informaciones periodísticas surgidas desde la reyerta donde apuñalaron a un muchacho. Dijo que los periodistas habían insistido en que, en Alcorcón, son racistas y que eso no era cierto. Es curioso: yo llevaba dos o tres días pensando lo mismo que aquellos jóvenes.
En principio, no se fíen demasiado de la tele. Tiende a desvirtuar la realidad de un modo que no lo hacen otros medios, como la prensa y la radio, donde hay más tiempo y espacio para la reflexión y el análisis. Hemos vuelto a generalizar con nuestras etiquetas y prejuicios: “en Alcorcón hay españoles racistas y en Alcorcón hay bandas de inmigrantes que siembran el terror”. Ambas etiquetas sólo pueden ser un engaño. Volvemos a apuntar que la vida no es en blanco y negro, sino que hay matices: en Alcorcón habrá racistas y antirracistas, y habrá bandas que siembren el terror y otras que estén a lo suyo, habrá gente amable y habrá gente canalla, y la naturaleza de ambas no depende del color de la piel o del lugar donde uno haya nacido. Decía que no se fiaran de la tele. Tampoco se fíen de las declaraciones de los políticos. A los socialistas les interesaba decir que no era un problema de bandas; a los populares les interesaba acusar sólo a los inmigrantes. Y, así, lo que empezó siendo una pelea de chavales se ha convertido en la excusa para que este hatajo de mangantes que son los políticos se atribuyan una medalla desde sus tribunas. Hoy, la excusa es Alcorcón; mañana mirarán hacia otro asunto en el que hincar los colmillos de cara a las elecciones y olvidarán Alcorcón. Es así de simple. El caso es que peleas callejeras de esta índole suceden en todas partes. En mi barrio, Lavapiés, aunque ahora las cosas parecen más tranquilas, he visto demasiada violencia, como ya he contado aquí, desde palos y charcos de sangre hasta cargas policiales, algún machete de añadidura y los puños y las botellas volando por los aires. Aquí se han preparado pardas pero, por el motivo que sea, nunca han interesado a la prensa ni a los políticos de turno. Lo mismo vale para otros barrios, de los que tenemos noticia sólo por los periódicos locales y por las secciones madrileñas de algún diario nacional. Estoy harto de ver reyertas y de leer las pequeñas noticias al respecto. Esto no es nuevo. Las peleas son variadas: entre españoles, entre inmigrantes, entre bandas, entre borrachos, entre mafias, entre camellos. ¿Saben, siendo críos, qué nos atemorizaba en mi ciudad, Zamora? Las broncas entre las bandas, entre las pandillas de los barrios bajos, que, se decía, utilizaban en sus reyertas los palos, las cadenas y las navajas. Bandas. Violentas. En los ochenta. Nada nuevo bajo el sol.
Lo más triste de esto, aparte del oportunismo político y del enfoque televisivo, es lo de siempre: que los jóvenes de clase baja, en lugar de combatir al sistema que los aplasta, luchan entre ellos. Leí hace días una novela sobre las bandas de los años cincuenta en Harlem: “Tómatelo con calma”. En ella, la máxima aspiración de los protagonistas no es salir de la pobreza, sino dominar a las bandas rivales, olvidando que el futuro no está en una bronca callejera. Seguimos igual.