Hace 19 horas
jueves, julio 31, 2014
miércoles, julio 30, 2014
La guerra contra el cliché, de Martin Amis
No soy ningún especialista en la obra de Martin Amis. He leído pocos libros suyos, y en mi biblioteca hay unos cuantos que esperan su turno de lectura. Dinero, por ejemplo, me fascinó; en cambio Perro callejero me cansó o me decepcionó (aunque es posible que no lo leyera en el momento adecuado). En cambio, son sus libros de artículos y ensayos lo que más me atraen de su obra. Recuerdo que me gustó bastante Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones. En La guerra contra el cliché se recopilan numerosas críticas literarias. Y Amis no es un crítico al uso. No es dado a la complacencia. No se corta un pelo. Si tiene que derribar a un viejo titán de las letras porque le parece que su libro es fallido, lo hace. Y además le pagan. Algunas de sus sentencias y de su fina ironía recuerdan un poco a Gregory House. Ahora están de moda los blogs donde se practica el escarnio literario casi gratuito, pero Martin Amis está a años luz de ese ejercicio: primero, porque es un gran escritor; segundo, porque cuenta con un bagaje inmenso, es decir, que controla las novedades y los clásicos y lo ha leído todo; y tercero, porque lo suyo es crítica auténtica (no como lo que hacemos, por ejemplo, en este blog, que son meras recomendaciones de lectura y comentarios desenfadados).
En muchas ocasiones el lector (al menos a mí me ha ocurrido) no está para nada de acuerdo con las opiniones de Amis, sobre todo cuando da un poco de cera a algunos aspectos de Don Quijote o a, entre otros, Michael Crichton y Thomas Harris (aunque éstos dos se lo merecen porque Amis no ataca a sus obras más celebradas, sino a sus secuelas escritas sólo para el cine, es decir, las flojísimas novelas El mundo perdido y Hannibal). Mediante sus análisis desmonta de manera ejemplar un libro y señala sus virtudes y sus errores. Sin embargo, lo mejor de Amis ya lo revela el propio título: que está en contra del cliché, y que es capaz de detectarlo en un texto igual que si tuviera un radar para ello.
Entre los autores y las obras que Amis comenta, analiza, ensalza o condena encontramos a J. G. Ballard, Anthony Burgess, Elmore Leonard, Tom Wolfe, Vladimir Nabokov, Philip Roth, William Burroughs, Kurt Vonnegut, Don DeLillo, John Updike o James Joyce. De Rascacielos (de Ballard), que leí no hace demasiado, me interesó mucho su crítica, que concluye así: […] es un apasionado y vivaz bestiario, que quedará grabado en nuestra mente y nunca dejará que vuelva a sentirse en paz.
Nota al pie. Empecé a leer este libro hace demasiado tiempo, puede que años. Luego aparqué su lectura por lo que fuera: porque se cruzaron otros títulos, o porque perdí el interés, o porque no tenía ganas de leer crítica literaria… Pero lo retomé hace unas semanas y lo he devorado. Ya digo que merece la pena, y que los comentarios afilados de Amis hacen amena y divertida su propuesta.
[Anagrama. Traducción de Francesc Roca]
martes, julio 29, 2014
Escribió Dickinson, de Carina Sedevich
Escribió Dickinson:
Me fui temprano, me llevé mi perro.
Cosas de la gente que está sola.
Yo también salgo y dejo esas noticias.
Y encabezo Hijo
y firmo Madre
como si hubiera alguien más en esta casa.
Me fui temprano.
Crucé las vías para llevarte flores.
No tuve apuro.
Las palabras, grandes o pequeñas,
siempre corren la suerte
de las flores.
**
Me llamaste para decirme que ya no te escriba
que estás formando una familia
que querés tener un hijo
y que yo
con mis provocaciones
no hago otra cosa que complicarlo todo.
Yo perdí dos hijos tuyos:
uno en febrero, para nacer en agosto,
otro en agosto, para nacer en febrero.
Es un día triste, pero
con una mano en el corazón,
los he tenido muchísimo peores.
**
Paso la vida sentada ante la mesa
leyendo
y escribiendo
y bebo
y celebro a los poetas chinos
que le cantan al vino,
a la contemplación.
Pero si veo a mi hijo borracho
me preocupo
y si lo veo ocioso
me entristezco.
[Alción Editora]
domingo, julio 27, 2014
El púgil sin sombra, de Óscar Sotillos
La orilla de las palabras
Al sembrar palabras
hay que andarse con ojo.
A veces
las raíces crecen podridas,
los tallos se tuercen
y la mala hierba
les nace en las orillas.
Eso es malo.
Uno anda cojo y no sabe por qué.
Te piensas que tienes una pierna
más corta que la otra
y resulta que el problema
está bajo los pies.
Una mentira en el zapato.
**
Espejos desquiciados
Es la hora del recreo
y los niños
juegan a esconderse.
Al que le toca parar
acecha con el cuerpo inclinado,
armado de sigilo,
barriendo con su mirada el patio.
En cuclillas, amontonados,
se esconden los otros
tras un banco de piedra,
trinchera
para los ojos.
Pero hay muros
que funcionan como bisagras.
Newport, Gaza, una favela.
A veces los espejos
se quiebran desquiciados.
Lo que era normal se desvanece,
espejismo era el mundo
que conocíamos.
**
El carterista
El carterista buscó una esquina tranquila del parque. En aquel lugar la única amenaza era pisar las cagadas de los perros. Pese a todo le latía el corazón a mil por hora, y no por la carrera o por falta de experiencia, sino por el robo en sí mismo.
-Igual que un actor –se decía siempre en esos casos–: nervioso cada vez que se abre el telón.
Notó la piel curtida de la cartera entre las manos sudorosas. La abrió y extrajo los billetes, las monedas y las tarjetas. Después se deshizo de los restos como si fueran la espina relamida de una sardina. Pero algo le hizo mirar el fondo de la papelera olvidando por un instante la primera norma que había aprendido del oficio: no mirar jamás las fotografías.
Era él, sin duda, aunque algo más viejo, el que le miraba de entre los desperdicios.
[Ediciones Oblicuas]
sábado, julio 26, 2014
Los bosnios, de Velibor Čolić
Mario Crespo me recomendó este libro, que consiste en una serie de historias breves, a la manera de episodios sobre la guerra y sus secuelas, y a su reseña os emplazo. Sólo quiero añadir a lo que él ya dijo que, en efecto, esta obra es una bomba. Cada anécdota te deja huella, te impacta como si te hubieran agredido. Hombres a los que les cortan las extremidades, casas e iglesias destruidas, ciudades arrasadas por completo, prisioneros arrastrados por los huevos y a los que luego obligan a lamer un espejo lleno de excrementos, civiles a los que empalan… La suma de atrocidades de una guerra no se oculta aquí, donde el autor nos lo hace pasar mal, pero gracias a su prosa contundente, directa y sin aditivos, devoramos las páginas hasta el final. En post previos (en la etiqueta Prosas) he colgado varias de las historias de este libro. Aquí van otras dos:
Anto
Vicepresidente por Modriča de la Comunidad Democrática croata, Anto Patljak fue detenido por los serbios, en su coche, el primer día de la guerra.
A continuación lo llevaron al campamento de Doboj (a unos cincuenta kilómetros de Modriča), donde vivió una docena de días más.
Los guardianes del campamento serbio le cortaban cada día un dedo de la mano.
El decimoprimero por la mañana le cortaron la cabeza.
Doboj, Bosnia-Herzegovina, mayo de 1992
**
Višegrad
Un tiempo antes de la guerra destruyeron el monumento a Ivo Andrić en la ciudad de Višegrad.
Los musulmanes acusaron a los serbios, los serbios a los musulmanes.
Ivo Andrić, único yugoslavo que había obtenido el premio Nobel, tuvo una existencia singular, al igual que la Bosnia que describió en sus obras.
Autor de grandiosos libros que evocaban la Bosnia turca, escribía en serbio y vivía en Belgrado.
Razones suficientes para que los nacionalistas de ambos bandos destruyeran su monumento.
No había dado tiempo a que se posara el polvo del atentado cuando una sanguinaria guerra comenzó, y Višegrad no se salvó.
Los serbios tomaron las armas para combatir a la REPÚBLICA ISLÁMICA DE BOSNIA. Los musulmanes tomaron las armas para defenderse. Nos lanzamos a una lucha encarnizada y homicida.
Hoy, la ciudad de Višegrad, que Andrić evocó, está destruida.
Por completo.
Los musulmanes continúan acusando a los serbios.
Y los serbios a los musulmanes…
[Editorial Periférica. Traducción de Laura Salas Rodríguez]
Estar o no estar
no, ya no se trata
de ser
o no ser
sino
de estar
o no estar
porque tú puedes ser, madre:
ser un alma errante
un espíritu del bien
una presencia
un fantasma
un hálito…
pero no estás
no estás aquí, con nosotros
en esta terraza de verano
a la sombra, tomando una cerveza
no estás presente, no te veo
aquí, paseando entre los bosques
besando mi mejilla tras mis peregrinaciones
estrechando en tus brazos al nieto
que no conociste
puede que seas, madre
y que nos mires y nos acompañes
cada día de nuestro futuro
pero no estás,
y ésa es la hiel de la muerte
su tragedia y su horror
lo espantoso de la extinción
el nudo de martirios que te comen
cuando piensas en quienes se fueron
y en quienes se irán
y en ti mismo,
que también dejarás de habitar este cuerpo
no estás, madre:
y algún día a mí tampoco me veréis aquí
pero entonces
estaré contigo.
José Angel Barrueco, El amor en los sanatorios
[Cuelgo este poema porque hoy mi madre hubiera cumplido 60 años]
de ser
o no ser
sino
de estar
o no estar
porque tú puedes ser, madre:
ser un alma errante
un espíritu del bien
una presencia
un fantasma
un hálito…
pero no estás
no estás aquí, con nosotros
en esta terraza de verano
a la sombra, tomando una cerveza
no estás presente, no te veo
aquí, paseando entre los bosques
besando mi mejilla tras mis peregrinaciones
estrechando en tus brazos al nieto
que no conociste
puede que seas, madre
y que nos mires y nos acompañes
cada día de nuestro futuro
pero no estás,
y ésa es la hiel de la muerte
su tragedia y su horror
lo espantoso de la extinción
el nudo de martirios que te comen
cuando piensas en quienes se fueron
y en quienes se irán
y en ti mismo,
que también dejarás de habitar este cuerpo
no estás, madre:
y algún día a mí tampoco me veréis aquí
pero entonces
estaré contigo.
José Angel Barrueco, El amor en los sanatorios
[Cuelgo este poema porque hoy mi madre hubiera cumplido 60 años]
viernes, julio 25, 2014
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