martes, marzo 31, 2009

Déjame entrar: trailer y carteles








Déjame entrar (Let the Right One In) será la película más impactante de abril. En las revistas de cine cuentan maravillas de este filme inusual sobre vampiros. Calificativos como sorpresa, obra maestra, clásico instantáneo y escalofriante cuento de hadas nos anuncian que estamos ante un título de culto que va a acaparar premios y legiones de seguidores, y ya ha sido galardonado en algunos festivales. Se estrena el 17 de abril. Trailer y fotos: aquí.

El empleo, de Nacho Abad


Este mes no ha cobrado el subsidio por desempleo. Ha debido de agotar la cobertura estatal para encontrar ocupación. Ahora debe buscar una. Se alegra de que haya llegado el momento. Estar ocioso comenzaba a ser un infierno. Además, ya se encuentra mejor. Casi recuperado. Los dolores de cabeza se fueron diluyendo hace unas semanas. También las náuseas y la presión en el pecho. Una mañana se encontró sano, aunque débil. Tiró ligeramente de la cuerda de la persiana de su apartamento. Unos rayos de luz atravesaron las rendijas. Los ojos le dolieron levemente. Se tumbó de nuevo. Pasó unas horas con la mirada perdida en el techo. O igual un día entero. No lo recuerda.

Al 4, 12 mm

Cuando quiero cortame el pelo
no me hace falta salir de casa.
Cojo mi maquinilla,
al número 4,
12mm,
el máximo que tiene
y me repaso toda la cabeza.
Así me evito
perder tiempo,
tener que explicarle a la peluquera
lo que quiero
y acabar con la sensación
de que me ha hecho
lo que ha querido.

Cuando decidí
autoeditarme
fue por una razón parecida,
nadie me diría qué hacer,
como lo querían,
que portada poner.
Me ahorraría tiempo
y sacaría el libro
exacto
que yo quisiese.

Eso sí,
si llamo esta tarde
a la peluquería
probablemente me den cita
para mañana,
incluso hoy
si no andan muy liados.

La respuesta
de la editorial
me llegó hace un par de días,
con el libro ya editado,
un año después de mandarles
el original.

Lo rechazaban.



Javier Das, Inédito

Creatura nº 38


En este número de marzo Kebran le hace una entrevista a la poeta y escritora Ana Vega, no os la perdáis. Seguimos recibiendo el fanzine de forma gratuita y volvemos a dar las gracias desde este espacio. Para ver el índice, pinchar aquí.

N-122

Alguien me dijo que la banda local que más tirón tiene en Zamora, ahora mismo, es Nacional 122: los que más público congregan en sus conciertos en la ciudad y los que no paran de hacer bolos. Apuntemos aquí que La Sonrisa de Julia no es un grupo zamorano, sino un grupo con algunos integrantes zamoranos: no es lo mismo. Yo nunca había escuchado en directo a N-122. Sólo voy una vez al mes por allí. Tampoco estoy al día de toda la música que se cuece en mi tierra, aunque gracias a las invitaciones de MySpace y a los correos que me envían procuro enterarme. Nacional 122 ha tocado en dos ocasiones en Madrid durante este mes de marzo: el día veinte, pero yo estuve en Zamora ese fin de semana y no pude ir a verlos; y el día veintiocho, o sea, el sábado pasado. Tocaban en la Sala Lemon, muy cerca del Santiago Bernabéu y lo apunto sólo porque el concierto, que reunía a un total de tres grupos (Nacional 122, Mostaza Taco Brothers y Dr. Sapo), coincidió con un partido de fútbol. Tal vez por eso no me encontré la sala llena, como yo esperaba. Todo el mundo se había ido en frente, a tocar la trompeta y a jalear a la selección española.
Al terminar el concierto saludé a la peña del grupo. Nacional 122 lo forman Sergio Martín, Alberto Aliste, Álvaro Alfonso y Pablo Aparicio, pero en los directos algunos compañeros de viaje suben a tocar con ellos. Unos días antes de ir a la Sala Lemon ni siquiera sabía que Sergio era hermano de Alfonso Martín. Alfonso es un viejo amigo y los zamoranos lo conocen de los tiempos de Cianuro, grandes tiempos aquellos en los que había más rock al aire libre en la ciudad y los chavales íbamos a apoyar a las bandas como si nos fuera la vida en el empeño. Alfonso y su mujer estaban en la sala, y ya sabes que siempre es una alegría encontrarte con paisanos en otras tierras. Los de Nacional le invitaron, además, a subir y tocar un tema. Alfonso ha vuelto a la música con media banda: Un Poquito de Cianuro. En breve van a grabar disco. Buena noticia. Como lo es el regreso de otra banda de la tierra: Tinger. En la Sala Lemon me presentaron a su cantante, Víctor Depedro “Negro”, pero juraría que lo conozco de vista desde hace años. No recuerdo haber ido a sus conciertos porque en los primeros años noventa aún no me gustaba el heavy. “Negro” me dijo que apuntara la fecha del nueve de mayo, porque ese será el día del resurgimiento de Tinger en Zamora.
Mientras escribo todo esto escucho el último disco de Nacional 122 y admito que es muy pegadizo. Suenan muy bien. Gente joven dándole duro. Me encanta el título de la canción que abre el repertorio: “Migas de pan”. Sería un título fabuloso para un poemario o incluso para un ensayo. La miga de pan es algo con lo que los hombres convivimos a diario, un sustento esencial en nuestra vida. En el tema de N-122 se convierte en algo más: “el amor es pan para hoy y mañana hambre, migas y comodidad”. No tocaron mucho tiempo el otro sábado porque eran tres bandas y tenían límite de tiempo. No hubo oportunidad para los bises. Ese poco tiempo en el escenario me bastó para hacerme una idea de su potencial y para disfrutar de los temas. Son unos luchadores. Todos los músicos de Zamora son unos luchadores porque la ciudad, con su suma de zancadillas, nunca les pone las cosas fáciles a quienes quieren abrirse camino: pocos locales para ensayar, pocas ayudas municipales o ninguna, pocos garitos para tocar en directo, prohibiciones y conciertos abortados por protestas vecinales. Mi ciudad es uno de los lugares donde más sentido cobra la imagen del músico con la guitarra en la mano derecha y la maleta en la mano izquierda.

Céline secreto, de Lucette Destouches y Véronique Robert


Véronique Robert reúne el testimonio de Lucette Destouches, la viuda de Céline. No estamos ante ninguna biografía, sino ante un libro breve (110 páginas más la cronología y el extenso índice de referencias) y ameno en que Lucette arroja luz sobre algunos aspectos de la vida del hombre que escribió una de las mejores obras de la historia de la literatura: Viaje al fin de la noche. Lucette, que fue bailarina, habla sobre sus recuerdos como si nos estuviera relatando algunos gajos de su historia frente a un café. Se nota al lado de quién vivió y lo mucho que sufrieron juntos durante veinticinco años, hasta la muerte de Louis-Ferdinand en el 61. Porque muchas de sus declaraciones son lúcidas y rotundas. Aunque volveré a hablar de este interesante libro en algún artículo, de momento prefiero dejaros con las palabras de Lucette:
  • Cuando uno se acostumbra a convivir con animales, los humanos le resultan insoportables. Sólo ellos son auténticos y nunca engañan.
  • Cuando se ha estado en la cárcel, ya nada vuelve a ser igual; es como si uno se convirtiese en un fantasma. En dos años, Louis se había convertido en otro hombre, se había hecho viejo. Andaba con un bastón y todos los días tenía alguna molestia, aparte de sus habituales crisis de paludismo.
  • A partir de un cierto grado de sufrimiento, el soporte que son las palabras se desploma y ya no queda nada que decir.
  • Un escritor es un navegante que debe luchar contra los elementos y tener una vida interesante y movida. Es un creador que escarba para encontrar el tesoro que hay en él; durante toda su vida sólo existe para eso, para escarbar. Céline era, ante todo, un artesano. Construía un barco que fuese capaz de navegar y eso era todo. No le importaba lo que pudiera hacerse o decirse. Sin embargo, en el momento de la fabricación, con respecto a su escritura, podía ser extremadamente puntilloso con una coma o con unos puntos suspensivos.

Portadas exquisitas


The Ten-Cent Plague: The Great Comic-Book Scare and How It Changed America, de David Hajdu. Inédito en España.

“Cineclub”

Aquí va otra historia real. David Gilmour, escritor, presentador de televisión y antiguo crítico de cine, se encontró un día con que su hijo adolescente regresaba de la escuela con notas cada vez más llenas de suspensos. Hacía novillos y no estaba interesado en nada, salvo en las chicas y en fumar cigarros. Ponía excusas para no hacer los deberes y tampoco quería trabajar. Su padre creyó que lo primordial era tratar de comunicarse con él. Que el muchacho se abriera, que mantuvieran juntos una relación no sólo de padre e hijo, sino también de amistad. Gilmour se inventó un trato: eximía al muchacho de ir a clase, de madrugar o incluso de trabajar; a cambio, el chaval debía apartarse de las drogas y ver con su padre tres películas a la semana. Al principio el trato parece banal. Como si el castigo fuese la diversión. Pero el objetivo de Gilmour, gran cinéfilo, era otro: que su hijo aprendiera tres o cuatro cosas de la vida, y hablaran uno con otro, partiendo de las películas.
El escritor lo cuenta en un libro de reciente publicación en España: “Cineclub”. El resultado de las malas notas desembocó en la obligatoriedad de ver tres películas a la semana. El padre le obligó a ver cine y así hicieron algo juntos. Leí el libro y me recordó en parte a mi propia vida, sólo que al revés: en la adolescencia, el resultado de mis malas notas desembocó en la prohibición de ver películas. Puede que al chaval de David Gilmour le pareciera un castigo porque no parecía estar interesado en el cine, aunque a mí eso se me antoja una bendición. Pero los padres dan a sus hijos, en correspondencia a sus malas notas, justo lo que no quieren o aquello que creen que no quieren. Si no te interesa el cine, te obligaremos a ver películas. Si te interesa, te prohibiremos ver películas. En mi caso, el castigo no funcionó: cuando te niegas a estudiar, sólo la tortura podría convencerte de hincar los codos, y a veces ni eso porque de adolescentes somos obstinados y rebeldes, casi diría que cabezotas. ¿Funcionó el método de Gilmour? Sí. Quizá no al cien por cien. Pero sí funcionó. Primero, porque el hijo aprende a ver y a estudiar el cine: aprende datos sobre los géneros, los directores, el subtexto de las películas, algo sobre la historia e incluso sobre los diversos movimientos cinematográficos (caso de la “nouvelle vague”). Segundo, porque a raíz de muchas de esas películas el chico aprende cultura e historia: no solo ven los filmes, sino que el padre le insta a comentarlos con él, y desde ahí nacen la inquietud, la curiosidad, las preguntas al padre sobre la caza de brujas, los estudios, las drogas, algunos escritores célebres, los campos de exterminio… Tercero, porque eso deriva poco a poco en un tono confesional, en una confianza mediante la que el hijo puede hablar sin tapujos con su padre acerca de las chicas que le gustan, los objetivos que tiene (o no) en la vida y otros aspectos cotidianos. Aprendizaje, amistad, conocimiento, confesión.
Finalmente, el cine es la excusa de Gilmour para acceder al interior de su hijo. ¡Pero qué gran excusa! No siempre el muchacho le obedece a rajatabla y a menudo se muestra esquivo o incumple alguna de las normas del pacto. Pero hay un progreso. Y, con el tiempo, en sus vidas entran dos sorpresas: el muchacho se interesa por la música, forma parte de una banda; y quiere volver a estudiar. En cuanto al libro en su conjunto, y aunque ahora escribo del sedimento (la relación entre padre e hijo), me hubiera gustado que hablaran menos de los problemas del chaval y más de las películas. Porque Gilmour hace análisis muy certeros sobre algunos filmes que me impactaron. Y dan ganas de ir al videoclub. De ver otra vez ciertos clásicos.

domingo, marzo 29, 2009

Primer cartel de Shutter Island


Para quien no lo sepa: está dirigida por Martin Scorsese. El reparto incluye a Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Michelle Williams, Max Von Sydow, Patricia Clarkson, Emily Mortimer y Jackie Earle Haley. Está basada en una novela del mismo autor de Mystic River, Dennis Lehane: Shutter Island, que leí hace ya bastantes años, y que trata de dos agentes que investigan la desaparición de una paciente en un hospital psiquiátrico. Promete.

Exposición colectiva


Ahí está alguien a quien conocimos en la Sala Gruta 77, en una de las presentaciones de Hank Over: Ángel González González. A partir del 4 de abril.

Un trozo de carne

Provoca escalofríos saber hasta qué extremos pueden llegar las personas con tal de ponerse a salvo. Porque las personas no se diferencian tanto de los animales en ciertas cosas. Dicen que, cuando un lobo o un zorro están atrapados en un cepo, se dedican a roerse la pata para escapar de esa prisión temporal. Un animal atrapado acaba sintiendo el punzón del hambre. Y contra el hambre no hay dolor que valga. El zorro o el lobo muerden la carne y se libran y escapan no sólo del hambre, sino del hombre, que es una amenaza aún mucho peor porque suele ser infalible. Debemos preguntarnos qué es capaz, pues, de hacer una persona para evitar el hambre, la cárcel o la muerte. Si no recuerdo mal, Winston Smith, el protagonista de “1984” de George Orwell, delata a su amante bajo la amenaza de la tortura. La tortura es muy persuasiva. Tanto, que uno canta lo que ha hecho y lo que no ha hecho, e incluso lo que no está escrito.
Hace unos días leí el segundo tomo de “Relatos de Kolimá”, subtitulado “La orilla izquierda”. Su autor, Varlam Shalámov, sufrió años y años de condena en los gulags. La suya es una gesta inolvidable sobre la resistencia de los hombres que la Editorial Minúscula nos está sirviendo por entregas. En uno de estos relatos del segundo volumen, Shalámov, con su prosa cruda y sin afeites, nos cuenta la historia de Gólubev, quien ofrece un “sangriento sacrificio”. El cuento se titula “El trozo de carne”. Gólubev está destinado a una prisión de instrucción y ha conseguido uno de esos cargos que en jerga llaman de “guante blanco”: contable, médico, asistente, etcétera. Trabajos que no requieren esfuerzos físicos ni condiciones brutales. Gólubev teme los campos de trabajos forzados, a donde podrían destinarlo. En los campos, los reclusos afrontaban un ambiente durísimo que no excluía las heladas, el hambre, los piojos, las palizas y vejaciones de jefes, vigilantes y hampones, las continuas enfermedades y la imposibilidad de ausentarse un día del trabajo por muy derrotado o enfermo que estuviera el paciente. Hacia finales de cada año las comisiones se presentan en la prisión para desenmascarar a quienes, por enfermedad o por un trato especial, han obtenido uno de esos puestos privilegiados. Una vez descubiertos, los envían a las minas o a los campos de trabajo. Gólubev sabe que su nombre figura en la lista de la última comisión. Ha oído rumores. Por eso cuando los altos cargos aparecen y alguien le pide que se presente al encargado, el preso finge un ataque de apendicitis. Lo operan de inmediato y luego le enseñan el trozo de carne del título: su sacrificio.
El preso ha sido capaz de dejarse operar, de dejarse abrir sólo para que retrasen su partida. Al enviarlo al hospital, sabe que ha ganado tiempo. No se marcha. De momento, puede mantenerse alejado de la mina durante medio año o tal vez más. Los trabajos forzados suponían una muerte casi segura. Cuando Gólubev da con sus huesos en el hospital, encuentra allí a un hampón al que teme: un recluso que se dedica a asesinar a otros presos para pasarse el tiempo en hospitales y prisiones de instrucción. Los ahorca. Y Gólubev sospecha que él será el siguiente, el que está más a mano de la toalla con la que estrangula el hampón a sus víctimas. Quizá todo ha sido en vano, piensa. Y es en el hospital, tendido en el catre, donde empieza a comprender a esos presos que, convalecientes de sus operaciones, son capaces de abrirse las heridas que empezaban a cicatrizar, de quitarse los vendajes y echar porquería en esas heridas para que se infecten y así puedan evitar los penales y los campos. Eso les garantiza una estancia perpetua en el hospital. Están enfermos, pero a salvo.

Johnny Depp en The Rum Diary


Ya ha empezado el rodaje de la adaptación de la novela de Hunter S. Thompson, El diario del ron, con Johnny Depp de protagonista. La de arriba es la primera foto que se ha distribuido de la película, con Depp en el papel de Paul Kemp.

Paro y despido

La sociedad nos manipula de tal modo que siempre vivimos con algo que temer. De vez en cuando leemos encuestas en las que el ciudadano comenta sus principales preocupaciones. Por lo general es el terrorismo el que se lleva el primer puesto. Pero creo que ahora lo que domina al ciudadano es el miedo al paro. A que le despidan del trabajo. A quedarse en la calle. A no tener bastante para pagar el alquiler del mes. Otros lo tienen peor que quienes temen el despido: son quienes aún no han logrado su primer trabajo o llevan años parados. Alrededor noto ese clima de miedo. La maquinaria social ha logrado sus objetivos. Hay crisis, claro, pero lo llevamos peor porque nos han inoculado otra vez el virus del miedo. Los gobiernos necesitan que el pueblo conserve el miedo. Así es más fácil ordenar al rebaño. Las dictaduras traen miedo: a la censura, al interrogatorio, a la detención, al calabozo, a la condena. Aquí no tenemos dictadura, pero el clima se logra por otros procedimientos. Medios, políticos, expertos.
Decía que noto esa atmósfera de miedo. Conozco a uno o dos tipos, o quizá sean tres, que se levantan cada mañana pensando que quizá sea hoy su día. Que quizá hoy, cuando lleguen a fichar, el director o el jefe o el encargado (o quien tenga a su cargo el papelón) les llamará a su despacho para anunciarles que se acabó, que hasta aquí han llegado, que ahí tienes la puerta y ya me comprendes: la cosa va mal, tenemos que recortar presupuesto, entiéndeme, es la crisis, hazte cargo. Ese miedo no lo han creado sólo los medios y los políticos, desde luego, porque esas personas que conozco ven cómo en su entorno laboral están dando la patada a unos cuantos compañeros junto a los que curraban. Así, el trabajador va cada día a su puesto con otro peso añadido a los hombros: el miedo a ser despedido, que se suma a otros inconvenientes como las horas extra no remuneradas, el exceso de tareas y marrones que le van endosando, las broncas de los de arriba o el tiempo que pierde en el metro o en el autobús o en el coche hasta que llega al trabajo. Conozco también a gente que colaboraba en algunos medios de comunicación, freelance a los que despidieron. Y, cuando rondas ya los treinta y pico o cuarenta años, no es fácil encontrar otra empresa que te cobije. Pero, en estos tiempos, si tienes menos edad tampoco es fácil. Ya no lo era en mis tiempos, cuando salimos de la universidad y no había forma de encajar en ningún lado y algunos tuvimos que pasar una temporada haciendo trabajos temporales chorras, como instalar un belén hecho por niños en un centro comercial o decorar un pub para su fiesta de navidades. Hoy es aún más difícil. Conozco gente, mucho más joven que yo, que pelea a diario para encontrar una colocación. No la consiguen. Se preguntaba uno de mis colegas qué tenía que hacer para conseguir un empleo. No para de enviar currículos y de asistir a entrevistas y no hay manera. También conozco a una o dos personas que se están pensando si abandonar de una maldita vez su negocio, porque no da dinero.
El caso es que mucha gente acaba en el atolladero anímico, atascada en un sitio del que no puede salir: sea el temor a ser despedido, sea la imposibilidad de acceder a un puesto, sea la profunda rabia que les entra cuando no saben si cerrar su negocio o mantenerlo porque cualquier opción es mala. Sí, sí, hay crisis, no digo que no. Pero quienes manejan los hilos de la sociedad han conseguido que la gente vaya a trabajar con miedo, salga de trabajar con miedo, y así acaricie su empleo como la pieza más preciada del mundo, y tal vez rinda y se esfuerce más, y eso les conviene a quienes manejan los hilos. Es otra manera de tenernos en un puño.

viernes, marzo 27, 2009

Relatos de Kolimá. Volumen II. La orilla izquierda, de Varlam Shalámov


Segundo volumen de relatos inspirados en la vida en las cárceles y en los campos de trabajos forzados de Kolimá en los que estuvo condenado Varlam Shalámov. Decíamos que el primer tomo era asombroso y desgarrador y La orilla izquierda continúa en la línea. El autor construye sus relatos de distintas maneras: a veces él mismo es el protagonista; otras, un álter ego; y, en algunas ocasiones, recrea leyendas, rumores o historias de los campos en las que él no participó (ver al respecto la narración El último combate del mayor Pugachov).
Shalámov introduce temas interesantes de los que no nos había hablado antes o yo no recuerdo: los leprosos mezclados con el pueblo tras el destrozo de las leproserías por parte de los militares; la repercusión en la vida del hombre que ha estado en las prisiones: cuando sale ya no es capaz de volver a los días previos a la detención, lo cual empuja a algunos al suicidio (recordemos la película Cadena perpetua) o a la desorientación; las grandes fosas comunes de las montañas, donde se hacinan cientos y cientos de cadáveres incorruptos por la acción del hielo y la piedra; las tretas de los soplones y las argucias de los altos mandos para confirmar nuevas condenas y que el preso no salga; los comités de pobres mediante los que se ayudan unos a otros.
La
Editorial Minúscula y el traductor Ricardo San Vicente están haciendo una labor extraordinaria de rescate. Me place saber que todavía quedan cuatro volúmenes más. Unos fragmentos:
  • Krist no temía a la vida, pero sabía que no se podía jugar con ella, que la vida era algo muy serio.
    Krist también sabía otra cosa: que al salir en libertad se convertía en “marcado” por los siglos de los siglos, en eterna presa de caza para los lebreles a los que sus amos pueden soltar en cualquier momento.
  • Liberarse era peligroso. Tras todo recluso al que se le acaba la condena, en el último año empezaba una auténtica cacería, quién sabe si impulsada y fabricada por órdenes de Moscú, por aquello de que “ni un cabello caerá” y demás. Una cacería hecha de provocaciones, denuncias e interrogatorios.
  • Pero no había modo de salvarse. La letra t en las siglas de Krist era una marca, un estigma, una mácula debido a la cual habían torturado a Krist durante muchos años, sin soltarlo de las heladas zanjas de oro de Kolimá a sesenta grados bajo cero. Matándolo con unos duros trabajos forzados imposibles de sobrellevar, trabajos ensalzados como “ejemplo de entrega y heroísmo”, matándolo con las palizas de los jefes, con los culatazos de la escolta, con los puñetazos de los jefes de brigada, con los empujones de los peluqueros, con los codazos de los compañeros… Matándolo de hambre con el “rancho” de la sopa carcelaria.
  • Cuando has perdido tus fuerzas, cuando te sientes débil, te invade un irresistible deseo de pelear. Este sentimiento, este ardor del hombre debilitado, lo conocen todos los presos que alguna vez han pasado hambre. La gente hambrienta no pelea como los humanos.
  • Al poco se me acercaron a rastras los ladrones de la celda, para registrarme y quitarme lo que pudieran, pero sus esperanzas de sacar tajada fueron inútiles. Salvo piojos, no tenía nada.

Cartel de Boarding Gate



Sale Asia Argento. Es mi única excusa para colgarlo. No es poco.

Tedio

Sentado en la habitación
mientras afuera se oyen ruidos.
La amarillenta luz del flexo
me ilumina la cabeza,
las manos y el ombligo,
pero no llega a mis pies.
Mis pies están ahí quietos,
en la oscuridad,
como setas pálidas
pudriéndose en la bruma.
Todo sigue igual
mientras afuera se oyen ruidos:
libros, incienso,
literatura impublicable,
sonido de tic tac.
Dicen que las flores
tienen sentimientos,
pero yo las veo
marchitarse en el jarrón.
Me asomo a la ventana:
cuatro niños golpean
la trapa de un local
y a lo lejos ladra un perro.
De regreso a mi cuarto
pienso que lo peor de crecer
es no poder contar más años
con los dedos.


Vicente Muñoz Álvarez, Estación del frío

147

De vez en cuando miro en Histats las búsquedas que hacen los internautas para llegar a mi blog. A menudo aparece “Amy Hempel” porque de ella recomendé hace tiempo un libro agotado y muy difícil de encontrar: “Razones para vivir” (Tusquets). Muy elogiada por Chuck Palahniuk. Incluso algunas personas me han escrito preguntándome si lo puedo escanear y enviárselo. Quizá algún editor debería prestar atención a esto.

Conrad Veidt y The Joker


Dicen que para crear al Joker original se inspiraron en el rostro que lucía Conrad Veidt en la película The Man Who Laughs. La foto es tremenda. Más datos (en inglés): aquí.

El lazo

El obispado de Zamora advierte a las cofradías de Semana Santa que callarse ante el aborto “es ser cómplice de la muerte de niños”. Todo este lío y estas polémicas vienen por lo de querer imponernos el lazo contra el aborto en la túnica. Alguien por ahí dirá que hay que acatar las órdenes de los de arriba: en ese caso no habría democracia, sino dictadura. ¿Tengo que cortarme los huevos si lo manda el jefe? El argumento de la iglesia es el de siempre: tratar de lograr que nos sintamos culpables. Te dicen: si no llevas el lazo cuando desfiles en tu cofradía, eres cómplice del aborto y por lo tanto de la muerte de miles de niños (pero deberían decir “fetos”). Conclusión: eres culpable. Bien. De modo que, tirando de esta regla de tres, podríamos llevar las cosas más lejos. Porque hay muchos otros problemas preocupantes en el mundo, que requieren solución inmediata. Se me ocurre uno así, a bote pronto: el problema de los curas pederastas. Que no son casos aislados, como tratan de contarnos para que miremos hacia otro lado o le restemos importancia. Que basta con buscar la letra pequeña y las noticias que hablan del tema (si de verdad informan del mismo, porque muchos periódicos optan por el silencio): noticias breves, marginadas, medio escondidas. Porque hay que lavar la imagen. Se me ocurre ese problema. Por citar alguno…
Ahora pido que me permitan llevar, cuando desfile en mi procesión, un lazo contra los sacerdotes pederastas. Y si la iglesia no me apoya, será cómplice de la violación y abuso de muchos niños. Fuerte, ¿verdad? Pero no se asusten. Sólo es un ejemplo: cómo llevar esa simple regla de tres a otros ámbitos. Y ya que estamos, titular de hace dos semanas: “Los sacerdotes pederastas de EE.UU. costaron a la Iglesia más de 400 millones de dólares”. Aunque la noticia debería ser otra. El titular debería ser que los abusos de esos curas han supuesto traumas irreversibles, shocks para toda la vida, deformaciones de la personalidad de cara al futuro y años de psicología a cientos de niños. Esa debería ser la noticia: el niño, su salud y su seguridad, y no el dinero que le cuesta a la iglesia norteamericana cubrir con un manto a sus culpables, a esas “ovejas descarriadas”.
Yo no llevo lazos. Ni de esos, ni de ninguna otra clase. En la iglesia deberían hacer causa común de verdad: llevar lazos por el hambre en el mundo, por las guerras, por el sida, por el maltrato y el acoso a la mujer, por la explotación infantil. Por tantos problemas que atentan a la vida que no tenemos espacio para nombrarlos todos. Y no llevar lazos en la procesión, sino en sus misas. He leído por ahí que la iglesia católica ya no tiene crédito. Lo perdió hace mucho. Su actitud es la de ese comensal que intenta meter la cuchara en todos los platos. En la política, en la conducta de los tercermundistas, en las túnicas de los cofrades, en los anuncios de los autobuses, en el rock, en el cine, en el sexo, en la actitud del pueblo. Siempre prohibiendo, acusando, censurando. Mientras leo acerca de la polémica, me llegan noticias del boicot que planea hacer el Vaticano a la película “Ángeles y demonios”, del mismo equipo de “El código DaVinci”. A mí no me gustó la primera, y ni me molesté en leer la novela. Pero que el Vaticano quiera condenar la segunda hará que yo vaya a verla y pague mi entrada con gusto. La iglesia católica debería mirar hacia dentro, hacia sus propios problemas. La cuestión ya no es si se impone o no un lazo. Es la actitud, la idea machista, la imposición, la doble moral. Luchar contra el aborto es una mentalidad retrógrada, absurda. En la campaña del lince ni siquiera citan a las mujeres.

jueves, marzo 26, 2009

Portada: nº 3 Cruce de Caminos


Esta es la portada del número 3 del fanzine Cruce de caminos.
En este número contamos con la colaboración de autores como: José Ángel Barrueco, Leo del Mar, Pepe Pereza, Yamila Greco, Pat Garrett, Marcos González, Silvia Loustau, Mai G. Manso, Alfredo González, María Turrero y las ilustraciones, como la que ocupa la portada, de Sergio Jardón.
Una gran ilustración.
Más información, aquí y aquí.

Cartel de Away We Go


Os recuerdo que dirige Sam Mendes y se encarga del guión el matrimonio de escritores Dave Eggers y Vendela Vida.

Cien canciones

En el suplemento de El País de este último domingo hicieron una encuesta a cien músicos de habla hispana sobre sus canciones favoritas, aquellas que les marcaron hasta el punto de cambiar su vida. Habrá quien piense que una canción no puede cambiarte la vida. Claro que puede hacerlo, igual que una película, un libro o una sonrisa. Siempre hay un antes y un después de escuchar, por ejemplo, a The Beatles. Ves la vida con otros ojos. Atiendes al mundo con oídos nuevos. Los músicos encuestados tuvieron que elegir diez canciones cada uno. Lo que no me gusta de estas encuestas es que a uno le limiten el número. ¿Por qué elegir sólo tus tres novelas favoritas? ¿Por qué diez canciones y no más? La lista de cien temas y de la elección de cada músico está colgada en la web del periódico. A mí me ha hecho recordar el tiempo en que ciertas canciones me sacudieron tanto que escucharlas una y otra vez se convirtió en una obsesión. La música te impacta más cuando estás a medio formar: especialmente en la adolescencia. Supongo que luego estás de vuelta de todo. O, mejor dicho: para entonces ya has oído los clásicos que tenías que oír.
Recuerdo el impacto que sentí al escuchar por vez primera, creo que en la radio, el “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Me consta que es una elección típica. Pero para muchos de nosotros fue un auténtico bombazo. Fue como estar en una fiesta aburrida siendo un chaval y que de pronto apareciera una chica guapa y desconocida y te plantara un beso en los morros sin venir a cuento. ¿Qué te pasa entonces? Que tu mundo cambia. Fue como si estuvieras dormido y despertaras. La primera vez que la escuché tuve un subidón. Estaba tan obsesionado por tener el disco que, como tardaban en distribuirlo en Zamora, se lo encargué a mi primo en Madrid y me lo envió metido en el autobús que hacía el trayecto entre ambas ciudades. Tampoco se me olvida otra explosión de música: el “God Save the Queen” de Sex Pistols. Aquello era tan punk, tan demoledor, tan rebelde que fui a comprar el cd y lo llevé a casa como si hubiera hecho algo malo. Como si hubiera cometido un pecado que me llenara de placer. Me gustaría hablar de The Beatles, pero desde que era un mocoso me ponían sus discos para dormir, así que no recuerdo cuál fue la primera canción que escuché de ellos. Pero sé lo que me impactó, en plena adolescencia, “Don’t Let Me Down”. Sé lo mucho que me tuvieron obsesionado, por aquellos años, el “White Album” y el “Sargent Pepper’s”. Igual que me fascinaron The Doors. La explosión llegó con “Break On Through”, pero luego descubrí temas mucho mejores: “L.A. Woman” o “The End”.
Con las canciones “Stairway to Heaven” y “The River”, de Led Zeppelin y Bruce Springsteen respectivamente, hice algo que hasta entonces era para mí insólito: coger un diccionario de inglés y traducirlas. No debe olvidarse que se me daba muy mal ese idioma. ¿Y qué decir de “Alive”, de Pearl Jam? Aún recuerdo el día en que me dejaron el lp en el bar de mis padres y lo puse en el plato y me enamoré de la canción. O cuando alguien me pidió que pinchara “Like A Rolling Stone” de Bob Dylan. The Rolling Stones fue otra de esas bandas que llevaba oyendo desde crío. Pero los temas que más me impactaron fueron “Sympathy for the Devil” y el poco conocido “Out of Time”. Con esta última estuve obsesionado. Otro bombazo fue el “You Could Be Mine”, de Guns N’ Roses. Hay muchos temas que me impactaron: de David Bowie, de Neil Young, de Elvis Presley, de Jimi Hendrix, de Lou Reed. No olvido los temas en castellano. En los ochenta me flipaba el rock español.

miércoles, marzo 25, 2009

Semmelweis, de Louis-Ferdinand Céline


Reedición oportuna de la tesis de medicina de Louis-Ferdinand Céline: un ensayo sobre Philippe Ignace Semmelweis, “el precursor clínico de la antisepsia”. Semmelweis descubrió que demasiadas parturientas de un hospital morían porque los estudiantes les estaban transmitiendo la fiebre puerperal tras diseccionar cadáveres. Una de las soluciones consistía simplemente en lavarse las manos. Pero el hallazgo del doctor se convirtió en una quimera y tuvo en su contra a la mayoría de sus compañeros y superiores. Fue una figura despreciada y marginada que conecta a la perfección con cómo acabaría sintiéndose Céline. Un fragmento:

Veinte veces descendió la noche sobre esta habitación, antes de que la muerte se llevara a quien le había infligido una afrenta precisa, inolvidable. Apenas era un hombre lo que iba a llevarse con ella de nuevo, era una forma delirante, corrompida, cuyos contornos se iban borrando bajo una purulencia progresiva. Por lo demás, ¿qué victoria podía esperar ella, la Muerte, en un lugar tan degradado como aquel? ¿Acaso había alguien que le disputara por los pasillos del Asilo esas larvas humanas, esos extraños seres burlones, esas torvas sonrisas que rondan el límite de la nada?
Prisión para los instintos, Asilo para locos, ¡que se lleve quien quiera a esos trastornados chillones, quejumbrosos, atolondrados!
El hombre termina donde comienza el loco, el animal está por encima suyo y hasta la última de las serpientes colea al menos como lo hacía su padre.
Semmelweis estaba aún más abajo que todo eso, era un incapacitado entre los locos, más podrido que un muerto.

146

Rabia. Me gusta la rabia que encuentro en muchos blogs. La rabia contra la sociedad y lo establecido está prohibida en las revistas del régimen, en los periódicos, en los magazines al uso. Está encarcelada y proscrita y por eso necesitamos las vomitonas de los blogs. Gente provocadora, sin pelos en la lengua, con el hacha en la pluma (o sea en el teclado). Gente libre, en definitiva. Gente que ha optado por dar zarpazos de escritura en vez de mamársela a los poderosos para que les garanticen un premio amañado. Necesitamos esos blogs, esa libertad. Necesitamos esos aullidos.

Cruzar la línea

Cuentan en “El otro Hollywood”, de Legs McNeil y Jennifer Osborne, la historia de un agente encubierto que yo desconocía. Esta anécdota real me ha recordado a otras historias relatadas en series de televisión y en películas, algunas de ellas de ficción y otras inspiradas en hechos reales. El asunto básico de todas es este: cuando un detective o un policía o un agente federal deben asumir otra identidad para camuflarse entre quienes están investigando, con el tiempo corren el riesgo de volverse locos o de cambiar de bando. El roce hace el cariño, dicen. Uno aprende a hablar como los criminales y los mafiosos, se viste como ellos y aprende a pensar igual que los tipos a los que intenta dar caza, e incluso llega a comprenderlos. Puede que antes de eso reciba una bala en el estómago durante un atraco fallido, como el Señor Naranja de “Reservoir Dogs”. En la jerga criminal suelen llamar “ratas” a los topos que se infiltran en una banda para ir dando soplos a la policía. “Tenemos una rata”, dicen.
En esa historia del libro de investigación “El otro Hollywood” hay dos agentes encubiertos del FBI: Bruce Ellavsky y Pat Livingston. Otro agente les entrenó para convertirse en pornógrafos. Su objetivo era descubrir las conexiones entre la pornografía y el crimen organizado en Estados Unidos. La tapadera fue una tienda de vaqueros. Pronto asumieron sus nuevas identidades: el primero se convirtió en Bruce Wakerly y el segundo en Pat Salamone. A partir de ahí Bruce y Pat se dedicaron a contactar con vendedores de material porno, a comprarles películas y revistas y a preparar un informe. Bruce Ellavsky nunca olvidó de qué lado estaba. Pero se distanció de Pat Livingston, que unos meses después estaba convencido de ser Pat Salamone, al que varias personas describieron “con pinta de chuloputas”. Empezó a tener delirios de grandeza, a creerse el papel. Ellavsky lo cuenta así: “Para poder ser agente encubierto tienes que tener una personalidad determinada, pero a la vez no has de perder nunca de vista que lo que has de hacer es actuar, no convertirte en otra persona. Pero durante aquella operación Pat empezó a convertirse en su personaje. En realidad, convertirse es mucho más sencillo, porque si te conviertes en el personaje no corres el riesgo de meter la pata”. A Pat Salamone se le fue un poco la pinza el día en que iba con uno de sus hijos en el coche. Aparcó frente a unos grandes almacenes. Salió del vehículo dejando dentro al crío, que dormía. Iba con su identidad de Salamone, el pornógrafo. Entró en los almacenes y, con una bolsa, empezó a hurtar ropa por valor de ciento cincuenta dólares. Un guarda de seguridad lo pilló mientras escondía las prendas. Cuando le pidieron sus documentos, en vez de confesar su verdadera identidad dijo que era Salamone. Por el robo fue al calabozo. Para salvarlo, sus jefes dijeron la verdad. Era un agente del FBI. La noticia se hizo pública, lo apartaron del caso y luego lo despidieron. Quisieron someterle a evaluación psiquiátrica. Pat Livingston no tuvo claro el porqué de su comportamiento. El personaje se le había subido a la cabeza.
Aquello desencadenó otras consecuencias: abortaron la investigación porque la gente supo de la operación encubierta; y el padre de Pat, al enterarse de la detención de su hijo, sufrió un ataque al corazón, falleciendo unos días después. En películas como “Donnie Brasco”, “A la caza”, “Training Day” o “Serpico” nos cuentan historias sobre infiltrados que acaban convertidos en sus personajes o no saben retroceder tras haber cruzado la línea. Son historias fascinantes. Y hay un requisito esencial: la operación sólo suelen conocerla dos o tres personas. Para evitar riesgos.

martes, marzo 24, 2009

El otro Hollywood, de Legs McNeil y Jennifer Osborne con Peter Pavia


  • El subtítulo de este libro es Una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno y lo ha publicado una nueva editorial: Es Pop Ediciones. También han publicado Los trapos sucios (la historia de Mötley Crüe) y preparan la biografía del creador de Snoopy. No perderse su bizarre blog Cultura impopular.
  • El autor principal de El otro Hollywood es McNeil, autor del exitoso Por favor mátame, la historia oral del punk.
  • Desde el momento en que uno empieza a leer este libro, se engancha y no puede dejarlo. Maticemos que es la historia del porno en Estados Unidos.
  • Sus autores se han entrevistado con cientos de personas y han tirado de un montón de artículos, noticias, archivos, informes y documentos oficiales. Aquí hablan agentes del FBI, policías, abogados, actores y actrices, directores de porno y también de cine comercial, productores y distribuidores, pinups, forenses, escritores, músicos... La lista es enorme. Por aquí circulan y hablan Russ Meyer, Tommy Lee, John Waters, Linda Lovelace, Ron Jeremy, Traci Lords, Roger Ebert, Cicciolina, Tom Byron, Larry Flint...
  • Se trata de una historia oral, así que el libro está construido con las declaraciones de todas esas personas. Pero lo más interesante es el montaje: las declaraciones se van intercalando unas con otras, a la manera de los documentales en que se van sucediendo las apariciones de los entrevistados. Eso logra un ritmo envidiable y consigue que el lector jamás se aburra ni pierda el interés.
  • Analizan muchas de las célebres noticias sórdidas que sacudieron a la industria: el juicio a los responsables de Garganta profunda, los asesinatos en los que se vio involucrado John Holmes, la aparición del Sida, el cambio hacia el vhs y luego hacia internet, el escándalo Traci Lords, el vídeo casero y robado de Pamela Anderson, la historia de John Wayne Bobbitt y la de los hermanos Mitchell (directores de Tras la puerta verde: un hermano mató al otro con un rifle), el suicidio de Savannah, las conexiones del porno con la mafia...
  • Lo interesante es la trastienda de la industria, lo que a menudo hay detrás, y también por eso se devoran sus páginas: asesinatos, violaciones, suicidios, abusos, maltrato, robos, mafia, persecuciones por inmoralidad, agentes infiltrados, estrellas de Hollywood obsesionadas con el mundillo, yonquis, enfermos, extorsiones, pero también historias de amor y de éxito y, sobre todo, montañas y montañas de cocaína.
  • Aquí se puede leer un adelanto.
  • Tiene 687 páginas.
  • Imprescindible.

Lunes, Miércoles y Viernes

Para la mujer más valiente del mundo.

Empieza otra vez la rutina impar
del primer, tercer y quinto día de la semana.
Subo a mi Volkswagen Polo,
pongo las llaves en el contacto.
Arranco. Meto primera.
Acelero y salgo a buscarte.

Surco una avenida llena de imperfecciones
que nadie arregla, doce semáforos
que amenazan con su luz ámbar,
siete rotondas, fósiles de seres
metalizados que nadie logra adivinar
y una pila de caballos de colores
agrietados por el paso del tiempo.

Una vez cruzada toda la ciudad,
y tras discutir con aquellos
que se interponían con su torpeza en mi camino,
llego al hospital que tantas veces nos ha visto,
subo a la primera planta y observo el mismo cartel,
Unidad de Hemodiálisis.
Llego a nuestro punto de encuentro.

Tras esperarte diez minutos
apareces al fondo del pasillo,
con la tensión por los suelos
y cansada después del favor
que te ha hecho la máquina,
filtrando cada gota de tu sangre.

Tardo poco, dices, y entras a cambiarte,
cuando sales una sonrisa escondida aflora,
me agarras del brazo y volvemos al coche.

Es viernes, quizás un milagro
rompa esta triste rutina,
si no fuera así ya sabes,
te espero en nuestro lugar de encuentro,
a la misma hora de siempre.


Antonio Huerta, Dichosa tarde en escala de grises

Un par de eventos en mi ciudad

El viernes presentaron en Zamora el libro de Víctor L. Gómez, “Palabras veladas”, en un acto en el Ávalon que contó con la participación de varios cantautores. Yo llegué en el último tramo de dicha presentación y pude cruzar unas palabras con Víctor y saludar a Luis Ramos, a quien hace siglos que no veía. En el libro podemos ver muchas de las fotografías de Víctor, aunque al final el papel sea más fino de lo esperado y eso se nota: las imágenes pierden un poco al pasar al papel. Pero no importa: siempre puede recurrirse a la web y buscarlas en su blog y en su página oficial. Había bastante gente en el local. Se agradecen las presentaciones literarias que incorporan a su programa un poco de música y la posibilidad de tomarse una cerveza mientras dura el espectáculo.
Si aquella noche estuvo lleno, todo lo contrario ocurrió en el acto del sábado al que fuimos. En La Alhóndiga. Como dije hace unos días, presentaban sus poemarios dos recientes amigos: Ben Clark (“Cabotaje”) y Gonzalo Escarpa (“No haber nacido”). Sé que era una hora mala, en mitad de un puente y en un día en el que la gente prefiere hacer cualquier otra cosa excepto ir a escuchar poesía: fue en sábado y a las siete de la tarde. Pero es que allí sólo estábamos, no sé, menos de veinte personas. Los poemarios merecen la pena, los leí unos días antes de ir a Zamora, y Ben y Gonzalo son un par de tipos divertidos y con tablas para recitar. Me temo que a veces se hacen así las cosas en mi ciudad: no se anuncian ciertos actos, no se les da bola y al final nadie se entera. La gente no puede acudir si nadie les dice nada. Estuve fijándome en los escaparates y en los muros del centro de la ciudad y no encontré ningún cartel, lo cual no significa que no los hubiera. No es la primera vez que acudo en Zamora a uno de estos actos literarios en los que un autor viene de fuera, viaja en bus o en tren y al llegar se encuentra con una sala vacía. Pero prefiero cambiar de tema. Hablemos de los poetas. Es curioso porque Ben Clark creció en Ibiza, isla de donde han salido unos cuantos amigos míos, isla que mantiene vínculos con nuestra ciudad: ibicencos que vienen a vivir a Zamora y zamoranos que se van a vivir a Ibiza. Pero Ben estudia en Salamanca, ciudad donde yo cursé también mis estudios. Gonzalo Escarpa vive en Madrid y, aunque se ha mudado de barrio, hasta hace poco vivía en Lavapiés, o sea donde yo vivo. En fin: nos juntamos los tres en mi ciudad por azar. En la presentación estuvo también Fabio Rodríguez de la Flor, el editor de Delirio, que tuvo notables y divertidas palabras para sus autores y un chiste de cierre con el que nos reímos mucho.
Un apunte final. Decía Roberto Bolaño que “la literatura básicamente es un oficio peligroso” y estoy de acuerdo. Y más si uno se dedica al artículo diario en la prensa. Cuando empecé en el periódico alguien me dijo que, a partir de entonces, la nómina de mis enemigos no dejaría de aumentar. Es cierto. Lo noto cada vez que vuelvo a Zamora. También me cuentan ciertas historias. Gente que se molesta si nombro a unos y a otros no. Es frecuente entre los hosteleros. Pero yo tengo mis manías y mis hábitos. Mis costumbres. Suelo ir por temporadas a ciertos bares y entonces siempre escribo de esos bares y no de otros. Con el tiempo, por lo que sea, sin ninguna razón en especial, uno deja de frecuentar los antiguos locales y empieza a meterse en otros. Frecuenta los sitios a los que ahora van sus amigos. Toda esta peña de la que me van llegando sus cabreos, o los voy intuyendo yo, quizá no saben que no tengo el deber de citar a todo el mundo. Esto es opinión, no información objetiva.

lunes, marzo 23, 2009

Un poema en GiraPoema 2009


Hace poco me pidieron un poema para el libro digital, colectivo y gratuito GiraPoema 2009, dentro de la iniciativa Haz Rodar una Poesía. El libro ya está en internet y se puede leer y descargar en este link.
He echado un vistazo a los demás autores y me he encontrado con la sorpresa de estar al lado de varios amigos: mi hermano David González, Inma Luna, Ana Pérez Cañamares o Francisco Cenamor. El blog, aquí.
Para descargar el poemario hay que registrarse: sólo piden nombre y apellidos y e-mail. Todo muy sencillo. Mi texto, Abandono del hogar, aparece en la página 65. Gracias a los organizadores.

El patio de mi cárcel: más premios



Ayer contaba Violeta Pérez en su perfil de Facebook que El patio de mi cárcel había obtenido el Premio del Público y una Mención Especial a las actrices de la película en el Festival International de Films de Femmes, de Francia. Copio y pego el anuncio de esos galardones tal y como aparecen en la web:

-El Patio de mi carcel, de Belen Macias (Prix du Public Long Fiction)Espagne, VO espagnol STF, 99’

-Mention spéciale décernée aux actrices de El Patio de mi Càrcel de Bélen Macias (Espagne)

Enhorabuena de nuevo, Violeta. Y lo mismo para todo el equipo.

Víctor L. Gómez



El viernes estuve en la presentación de Palabras veladas, el libro de Víctor L. Gómez en el que varios autores escriben sobre sus fotografías. Llevábamos un tiempo aplazando el encuentro y esta vez Víctor me dio varias cosas: un ejemplar de su libro, una fotografía grande de las aguas del Lago de Sanabria y los carteles y programas de su exposición del año pasado en Salamanca, para la que escribí el prólogo. Está en la imagen superior. Gracias otra vez.

John Rambo

Hablaba de la saga de Rambo la otra noche con unos amigos. Recuerdo que unos días antes del estreno de la cuarta parte me dediqué a revisar las tres anteriores. El estreno de “John Rambo” fue la excusa ideal para estudiar de nuevo al personaje con la perspectiva que da el tiempo. Luego fui a verla y recuerdo que estaba en Zamora: lo apunto porque la copia era doblada, aunque me parece que no la estrenaron en ningún cine de España en V.O. Mis amigos dijeron que no habían visto aún esta secuela dirigida por Sylvester Stallone. Yo apunté que no estaba mal, que al menos era digna. Eso sí: les advertí que no esperasen un cómic al estilo de la segunda y la tercera, o una película con un guión más o menos sólido como el de la primera. “John Rambo” apuesta por el gore, por las salvajadas a tutiplén. Jordi Costa, en su crítica para El País, decía que no pudo “evitar rendirse a la extraña fascinación de este crepuscular y casi terminal John Rambo”. A mí me pasó lo mismo. Disfruté. Fui a verla sin demasiadas esperanzas, porque quería conocer la evolución del personaje, y me encontré con una ensalada de sangre y vísceras de tono apocalíptico. En cierto modo, algunas escenas me remitieron a la repulsión que sentí de niño con “El topo” de Jodorowsky.
En Fotogramas, Fausto Fernández escribió de la peli de Stallone: “Apoteosis de la mutilación y del delirio hemoglobínico, es una monumental orgía gore planificada con apabullante estilo clásico”. Porque Stallone ha aprendido unos cuantos trucos por el camino. Aunque su personaje siempre es el mismo, ya sea en “Encerrado”, “Rocky” y secuelas o “Copland”: un tipo duro y silencioso, un perdedor al que apalizan durante todo el metraje hasta que se cansa y le da la vuelta a la tortilla, a puñetazos, o a tiros o echando pulsos. El problema con Rambo en España es que se trata de un personaje que está dentro de lo que denominamos “placeres culpables”. Todo el mundo los tiene, pero no los reconoce en público porque le da vergüenza. Esas películas menores (cine de palomitas) no están bien vistas por la crítica oficial, y no son chic y se salen de lo snob. ¿Creen que la cuadrilla que acompaña a Garci en su programa sólo ve películas de Ingmar Bergman? Yo no me lo creo. Con los placeres culpables pasa esto: en sociedad, delante de culturetas, sacando pecho, un tío dice que sólo ve cine iraní. Luego, en casa, se pone la última de Ben Stiller porque necesita reír. O enciende la tele y ponen “Los Goonies” y se queda a verla porque es divertidísima. Y punto. Pocos lo reconocen. “John Rambo” no está mal, ya digo. Y volveré a verla pronto en V.O.
Comenté que “John Rambo” no era tan buena como “Acorralado”, pero superaba a las dos anteriores, y uno de mis amigos dijo: “Eh, no te metas con Rambo 2”. Bien, veamos. “Rambo 2” es mala, pero a la vez es buena. Es como “Rocky IV”: un tebeo para chavales. Un cómic infantil en el que no vemos a un hombre, sino a un superhéroe. Dentro de la categoría de filmes de cuarta fila, pues sí, admito que me divierte. Y “Rambo 2” tiene uno de los montajes más desquiciados, psicodélicos y festivos de la historia. Deberían estudiarlo en las escuelas de cine. Es un montaje en el que no quisieron perder tiempo, te deja asombrado por su descaro y su poca vergüenza: Rambo salta de un avión, pero en la siguiente escena no vemos cómo ha sobrevivido sin paracaídas, sino que ya va corriendo por la jungla. O pilota un helicóptero y, antes de tocar tierra, en la siguiente escena ya está fuera del vehículo, armado y corriendo. Un montaje apresurado, con tantas elipsis que se convierte en una celebración del “carpe diem” inusual en una cinta de acción, explosiones y tiroteos.

domingo, marzo 22, 2009

Duplicity

Tony Gilroy ya nos causó una grata impresión con su anterior película, Michael Clayton. El espectador tardaba un poco en enterarse de la trama por los constantes saltos en el tiempo, pero luego disfrutaba con los chanchullos de las empresas y los intentos de George Clooney para librarse de la mierda y que no le salpicara. En Duplicity, el director vuelve a hacer lo mismo, pero dándole un toque de comedia: giros inesperados, trampas, sorpresas. La película no tiene mucho que ver con lo que venden en el trailer. Trata del espionaje y contraespionaje de las empresas, capaces de cualquier cosa con tal de robar las ideas de la competencia y sacar al mercado productos revolucionarios que depararán un montón de millones a sus directivos. Gilroy te mantiene tenso en la butaca. Julia Roberts no me entusiasma, pero aquí no está mal en su papel de zorra sin escrúpulos. Clive Owen aporta su ruda y elegante presencia de siempre, y se le da muy bien ese toque canalla que caracteriza a sus personajes. Por si fuera poco, aparecen dos secundarios de lujo: Tom Wilkinson y Paul Giamatti. Vale, no es Michael Clayton, pero me entretuvo mucho.

Cartel de The Dust of Time


Dirige Theo Angelopoulos. El reparto incluye a Willem Dafoe, Irène Jacob, Bruno Ganz y Michele Piccoli.

Sobresaltos

Dicen que Zamora es el lugar más seguro de Europa. Y me lo creo. Sólo de vez en cuando le saltan los fusibles a alguien y comete un asesinato o saca armas blancas a la puerta de las discotecas, de madrugada. Leíamos en este periódico, el jueves, el siguiente titular: “Zamora, la provincia del país con menor tasa de criminalidad con 21 delitos por mil habitantes”. En el cuerpo de la noticia se apuntaba que la ciudad es la más segura de Europa. Por lo menos es un sitio donde en general se puede dormir bien, sin que te sobresalten sirenas de policía en la madrugada, ni continuas reyertas en la medianoche, aunque no faltarán algunas en sábado noche. Cuando vivía en La Marina presencié muchas broncas. Pero yo creo que solían ser menos serias que las que veo en Madrid, en concreto en mi barrio. Porque las de La Marina solían ser broncas de borrachos, pendencias pasajeras de gente ebria o colocada. Que si tú me pisaste. Que si no, que me diste primero con el codo. Que si salimos fuera y lo arreglamos. En mi barrio, en cambio, uno de los motivos para las escaramuzas obedece a movidas relacionadas con deudas, drogas y otras historias, o eso es lo que me cuentan. En Zamora también hay jaleo nocturno, desde luego, motivado por juergas de beodos.
Estos días estoy por mi ciudad y aquí puedo dormir sin sustos. Aunque, cada vez que vengo, llego tan tarde a casa que tampoco me queda tiempo para dormir cuanto quisiera. Días atrás contaba yo en este periódico que, con los calores de los días previos al inicio de la primavera, parece que la gente sale más a la calle por la noche y, por tanto, aumentan las peleas y las borracheras brutales. Después de escribir eso he padecido una semana bastante dura. De no dormir. O de hacerlo a ratos. Días en que me he levantado molido, más cansado y somnoliento que al irme a la cama. El domingo soporté una noche (y una madrugada) especialmente ruidosa. Primero me despertó una disputa. Dos o tres tipos discutiendo, creo. Pero no me levanté a mirar. Un rato después, otro escándalo callejero: gente de parranda, metiendo bulla. Más tarde, alrededor de las cinco y pico de la mañana, oí a dos personas insultándose, amenazándose a voces, dando patadas a los contenedores de basura o volcándolos. Tenía ganas de orinar y la bronca me despertó de una pesadilla, porque cuando estoy dormido y la vejiga protesta suelo caer en medio de pesadillas bastante espantosas. No hay gran diferencia entre la pesadilla real y la pesadilla onírica: en ninguno de los dos casos me salpica la sangre, y ambas perturban e impiden mi sueño. Salí al balcón, pero no vi nada. No vi a los tipos. No sé si habían salido ya de la calle o si estaban en la plaza. Las siguientes horas consistieron en un sueño ligerísimo. No llegué ya a dormirme.
Esa noche de lunes estaba tan agotado que dormí de un tirón, aunque pocas horas. Pero el martes rugió un camión de la limpieza al pasar por nuestra calle. Uno de esos bichos que meten un ruido de truenos y tardan quince minutos en abandonar la manzana. Me desveló. Eran las seis y algo de la madrugada y ya no conseguí ni siquiera amodorrarme. Con ojos de búho hasta que sonó el despertador. No entiendo por qué limpian a esas horas con una máquina que despierta al vecindario. Y el miércoles, otra más: a alguna hora intempestiva de la noche cruzaron por debajo de casa coches de policía a toda pastilla, con las sirenas rasgando el silencio. No sé qué pasaría, no tuve fuerzas ni ganas para levantarme. Y así estamos. Zamora es el lugar más seguro según las estadísticas. Al menos se duerme bien y no hay sirenas de noche. Disfruten de su sueño, pues, ustedes que pueden.

sábado, marzo 21, 2009

Cartel de Is Anybody There?


Otra película protagonizada por Michael Caine, lo cual siempre es un placer.

Semana de poesía

Lunes. Fnac. Callao. Presentación de “23 Pandoras. Poesía alternativa española”, antología coordinada y prologada por un buen amigo: el leonés Vicente Muñoz Álvarez. Al evento, dentro del ciclo “Ellas crean”, asisten diez de las chicas del libro: ver nómina de nombres en mi blog. Muchas caras conocidas por allí. Muchos colegas. Presentan Carmen Belmonte (directora de “Ellas crean”), Ángeles Alonso (editora de Baile del Sol), Miguel Ángel Martín (ilustrador del dibujo de portada y uno de los grandes del cómic) y el propio Vicente. Las presentaciones de este círculo de amigos no suelen ser típicas, así que uno puede esperarse cualquier sorpresa. Todo puede suceder, excepto que te aburras. Tras las imágenes y las introducciones, las chicas recitan y una de ellas, Déborah Vukušić, un verdadero huracán, monta su espectáculo: jalea al público, le hace contar hasta veintitrés, va y vuelve, a veces disfrazada y a veces sin disfraz. Porque Déborah tiene la fuerza de una tempestad: es una de las mejores poetas de este país y es también actriz, escritora, presentadora, animadora y show-woman. Ella se define como “buscavidas”. Me apetece mencionar hoy a Deb porque, además, estuvo días atrás en Zamora, de rodaje: es la protagonista femenina del nuevo corto de Mario Crespo, que es de la tierra y a ella regresó para ambientar su historia. Rodaron en La Marina y Vuk paseó por nuestra ciudad y la capturó con su cámara de fotos, de manera que me devolvió en un instante la mitad de mi pasado y un montón de recuerdos, algunos buenos y otros no tanto. Estuvieron allí y los medios no les hicieron mucho caso porque nadie es profeta en su tierra, etcétera. El acto en Fnac fue divertido y con un punto de irreverencia porque así es la antología. Un libro en el que veintitrés mujeres enseñan su talento pleno de riesgos, en el que demuestran que la poesía debe diseccionar el alma y sus miserias, porque no basta con hacerle versos al campo y saben que los poemas deben herir, motivar, espolearnos, despertar al hombre que duerme y obligarle a abrir los ojos. Es la poesía que está en los márgenes. La auténtica.
Martes. El Bandido Doblemente Armado. Fuencarral. Presentación de los libros “El empleo”, de Nacho Abad, y “Mi vida en la penumbra”, de Vicente Muñoz Álvarez (again). Los dos son poetas. Más amigos por allí. Ambiente tranquilo. Puedes tomar una cerveza mientras presentan los libros, lo cual estimula mucho. De los relatos de “Mi vida en la penumbra” ya he hablado y repito que merecen la pena: su autor introduce en ellos el espíritu del fanzine. Compro el de Nacho y espero leerlo pronto. Me hablan muy bien de “El empleo”: menos de ochenta páginas de pura provocación. Ambos libros los presenta Déborah. Volvimos a encontrarla en el acto del miércoles.
Miércoles. Asociación Cultural Pipo. Lavapiés. Junto al Café Barbieri. Recital de Marcus Versus (alias Marcos Almendros, o viceversa). Me admira su capacidad para darle humor a unos versos impactantes y provocadores, que aún no tienen editor. Ha abierto una editorial, pero renuncia a editarse a sí mismo, lo cual le honra. Empieza tumbado en un sofá, cubierto con una manta, con una taza de té al lado, “como en casa”. Por muchas cosas que hayas visto por ahí, no has visto nada como este local. Diminuto, acogedor, hippie, turbio de humo, con una nevera para las bebidas, lo lleva Pipo, un tipo cubano que cae bien en seguida. Y a él se ha unido otro colega: el escritor Carlos Salem. Los miércoles y los jueves, versos en Pipo’s. La poesía no se deja enjaular. Y, para esta tarde y en Zamora, más: la presentación de los poemarios de dos poetas a los que conocí hace unos meses, Ben Clark y Gonzalo Escarpa. En La Alhóndiga.