martes, junio 30, 2009

El colibrí blanco, de Esteban Gutiérrez Gómez


¿Así que tú eres el famoso “Carnicero”? Le miraba con un brillo de admiración en los ojos sin dejar de menear el mondadientes dentro de la boca. Se oyen por ahí muchas historias de ti.
Seoane permanecía de pie frente a la mesa, con las manos girando la gorra y su purito apagado encasquetado al borde de la comisura de los labios. Callado, intentando descifrar el lenguaje de los signos.
Por la capital te llaman “El Ángel de la Muerte”, manda cojones, y se reía con carcajadas sucias. Se puso de pie y resultó ser tan alto como Seoane. Tenía la nariz aguileña y unos profundos surcos en los carrillos. Se situó frente a él. Ganas tenía de conocerte.
Seoane fijó sus pupilas bruñidas en aquel rostro nuevo y adivinó problemas.
Antonio Menéndez Seoane, para servirles, se presentó ante el nuevo jefe del destacamento.
Pues hoy mismo tendrás trabajo, le dijo dejando resbalar la mirada por su cuerpo como para medir su fuerza.
Ya no hay sitio en el pinar para más hoyos.
El capitán rió otra vez. Ya no es necesario, ya no hay fantasmas, empezó a decir, ya vienen juzgados y condenados. Entiéndelo, los chavales son cada día más jóvenes y no quieren salir de paseo. Tú les harás el honor del destete.

Tetro


Admito que no me ha disgustado Tetro. Incluso creo que no está nada mal. Cierto: no es una obra redonda, ni mucho menos, y tiene unas cuantas debilidades, pero es mucho mejor y más personal que Jack, Legítima defensa o Jardines de piedra (no conocemos la anterior, Juventud sin juventud, así que habrá que recurrir a la mula). Está rodada en blanco y negro y los flashbacks son en color, ese color pastel, excesivo y característico de algunas películas antiguas, como Las zapatillas rojas, a la que rinde homenaje. Si alguien se fija, hay otro pequeño detalle: una fotografía de La noche del cazador en la casa donde viven los protagonistas, en la que aparece Robert Mitchum con los nudillos tatuados por las palabras LOVE y HATE, que representan a la perfección los sentimientos de la familia (ver el fragmento de entrevista, en el post anterior).
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Tetro cuenta la historia de la familia Tetrocini, donde anidan los genios: músicos, aspirantes a escritor, sopranos, poetas. Y el director llena el texto de claves y conexiones con su propia familia, los Coppola, ocultos en la ficción bajo el nombre de Tetrocini: su padre Carmine, su hermana Talia Shire, su tío Anton, su hijo Roman... Que traslade la historia a Buenos Aires y a los años 90 sólo obedece a exigencias de presupuesto: es la manera más sencilla de ahorrar dinero. Destacan en la película Maribel Verdú, Klaus Maria Brandauer y Alden Ehrenreich, un descubrimiento, un actor joven con el magnetismo de los intérpretes de antes. Carmen Maura está desaprovechada: su papel podría haber dado más jugo, en eso estamos todos de acuerdo. Y Vincent Gallo da menos mal rollo que otras veces.
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Este largometraje, tras Juventud sin juventud, forma parte de la nueva etapa de Coppola: películas más personales, escritas por él mismo, rodadas en países donde se abaraten los costes. En suma: el director está haciendo lo que quiere, lo que necesita. Y en Tetro (por eso no me disgusta) se palpan el dolor y el amor de sus relaciones familiares: padres e hijos que no se hablan, parientes muertos, rivalidad entre creadores, tormentos interiores, búsqueda de sí mismos. Cuando el maestro que hizo la trilogía de El padrino muera, tal vez la gente entienda mejor este filme.

Coppola y la familia


El tema central de Tetro es la familia, que también articulaba la trilogía de El Padrino. Por otro lado, da la impresión de que usted tiene un marcado sentido de la familia. ¿Por qué le interesa tanto explorar los microcosmos familiares?
En el seno de la familia es donde aprendemos lo que es el amor. Inmediatamente, nos enamoramos de nuestra madre, porque somos mamíferos, ella nos abraza y nos protege y somos parte de ella. También nos enamoramos de nuestro padre, porque juega con nosotros, nos coge y nos hace saltar por el aire, sin dejar que caigamos, nos enseña cosas sobre la vida. Luego están nuestros hermanos y hermanas que son nuestros primeros amigos, nuestros primos, tíos...
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Lo que nos abre la puerta al mundo es, pues, el amor que sentimos por nuestra familia.
Y luego también está el otro lado: también es donde aprendemos a odiar, porque cuando alguien que nos quiere hace algo que nos hiere, sabemos por primera vez lo que es el odio. Tanto la mitología clásica como La Biblia hablan de historias de rivalidad en el seno de la familia. Tetro habla de esa rivalidad, porque se centra en una familia en la que hay muchos miembros con un fuerte componente creativo, gente con mucho talento que entra en conflicto. En mi familia también hay mucha gente con talento: mi padre, mi hermano, mis tíos, mi hermana, mi hija, mi hijo... Somos una familia con directores, actores, músicos, escritores... Por eso me sentí atraído por el tema de la rivalidad. Normalmente, cuando hago una película puedo resumir su tema en una sola palabra. Y en este caso es la rivalidad.
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Foto: EPS. Texto: Fotogramas.

Dead at 50

Ocho días atrás estaba sentado, a media tarde, en una terraza de la Plaza de Santa Ana. Casi todas las mesas estaban ocupadas por guiris: se sientan y suelen pedir una botella de tintorro o una jarra de sangría y en menos de una hora ya se han cocido. Es habitual que por allí pululen músicos ambulantes: gente que acarrea trompetas, violines, guitarras, etcétera. Entonces llegó un tipo de aspecto desastrado y con esa mirada que se les pone a los locos: aunque te miren de frente, cara a cara, sus ojos siempre están perdidos en un horizonte que sólo ellos conocen. El hombre cargaba con un casete de dimensiones mayúsculas. Se detuvo cerca de donde estábamos nosotros, pulsó el Play y escuchamos una canción. Era uno de los temas más célebres de Michael Jackson, no recuerdo con exactitud cuál: quizá fuera “Bad”, quizá “Smooth Criminal”. Y se puso a bailar. A imitar a aquella estrella que se evaporaría unos días más tarde. Tal vez se trate del peor baile y la peor imitación que he presenciado en mi vida.
Nadie sabe imitar los pasos de baile como Jackson, porque él tenía alas en los pies y además era negro aunque su piel hubiera mudado de color; quiere esto decir que el alma y el corazón continuaban teniendo el ritmo y el espíritu de los de su raza, que son los más dotados para bailar, entre otras muchas cosas. Nadie sabe imitarlo a la perfección, como digo, y aún menos si es blanco y peor aún si no es un bailarín y además sobrevive limosneando en las calles. Los guiris, claro, alucinaban, y todos nos reímos un poco de él. O, para ser exactos, no de él sino de la mala imitación, igual que cualquiera se ríe cuando salen en la tele los numerosos plagiadores que tuvo el cantante. Unos días después lo sentí bastante por aquel pobre diablo. La muerte de Michael Jackson, cuyas danzas él imitaba para ganarse las habichuelas, lo había dejado huérfano de ídolo, de padre espiritual. Siempre me he preguntado por qué los chiflados emulan a Elvis Presley y a Michael Jackson, pero no (por ejemplo) a David Bowie.
Tres días después de esa actuación callejera, justo en el momento en que mi colega Javier Das y yo subíamos a un pequeño escenario, frente al público, desde la mansión de Jackson llamaban a los paramédicos. De haberlo sabido en ese instante, no sé, supongo que hubiéramos dicho unas palabras de homenaje. Luego cada mochuelo se fue a su olivo y, al llegar a casa, me puse a navegar por los diarios digitales. Una de las noticias anunciaba que el cantante había sido ingresado de urgencia en un hospital. No decía nada de fallecimiento. Google da un poco de miedo. Porque, sabiendo que el servicio de noticias de España es mucho más lento, entré en Google News U.S., tecleé el nombre “Michael Jackson” y la página se inundó de esquelas: “Dead at 50”, contaban casi todas esas noticias. Su muerte nos conmocionó y nos ha devuelto al pasado, a recordar al creador de “Billie Jean” cuando era Peter Pan, antes de convertirse en un monstruo acorralado por las deudas, los rumores, la maledicencia y los estragos físicos. La televisión, con su letanía machacona, se ha encargado de recordarnos casi todos los episodios de su vida. Lo mejor es cuando he pillado esos especiales en los que emitían sus videoclips. Eso ocurrió la noche del sábado. En Telemadrid vi un especial sobre esos vídeos. Volví a disfrutarlos. Volví a recordar que tuve una beisbolera roja y blanca, como la que él usa al inicio de “Thriller”. Y volví a recordar los tiempos en que, en el bar de Zamora, pinchaba temas de sus discos en vinilo. De “Bad” y “Dangerous”, que tengo por ahí. Hoy valen un pastón. La muerte es lo que tiene: suaviza las taras y los pecados y revaloriza la obra. Y la obra fue muy grande.

lunes, junio 29, 2009

Cruce de caminos, nº 4


En este número colaboran 3 colegas: Kebran, Ana Patricia Moya y Alfonso Xen Rabanal. Más: aquí.

Los cameos de Alfred Hitchcock




Un vistazo a 36 cameos del maestro. Aquí.

El cuento, de Joseph Conrad


Sí, es imposible creerlo, hasta que un día ves que un barco, no el tuyo (eso no es tan excepcional), sino alguno en las proximidades, salta de pronto por los aires y se hunde antes de que llegues a saber qué le ha pasado. Entonces empiezas a creerlo. En adelante, sales a hacer ese trabajo de ver… lo que puedas ver y lo llevas a cabo con la convicción de que algún día morirás por culpa de algo que no has visto. Al cabo del día, envidias a los soldados, enjugándose el sudor y la sangre del rostro, contando los muertos que han ocasionado, contemplando los campos asolados, la tierra desgarrada que parece sufrir y sangrar con ellos. De verdad, envidias eso. La brutalidad última, el sabor de la pasión primitiva, la feroz franqueza del golpe asestado con la propia mano, la llamada directa y la respuesta clara. Bien, el mar no te daba nada de eso, y parecía fingir que al mundo no le pasaba nada.

Apunte biográfico

.........................................Like dogs to bark at my world
............................................................Stephen Spender


Pero también a mí me partieron la cara
en más de una ocasión. En aquel tiempo
temía –como Spender– a los chicos del barrio,
matones con jerséis de Benasque y playeras
que odiaban a las madres y a los niños con gafas.

El miedo, pienso ahora,
es una presa fácil. No se explica
de otro modo la astucia, aquella maña
que se daban para atraparme siempre,
aunque volviera por otro camino
de la escuela o bajase a comprar pan
a donde era más caro pero estaba más cerca.

Eran hábiles con el cigarrillo,
conocían las zonas donde la quemadura
podía doler más. Algunas veces
les bastaba el insulto desde lejos.
En los días de fiesta eran más peligrosos
porque tenían tiempo de sobra por delante
y el escenario idóneo de una calle aburrida.

Y lo que más lamento ya no son los cuadernos
de dibujo manchados de tinta o los tebeos
que un día me quitaron, sino el otro
expolio de mi infancia ignorante y feliz,
la fe ciega en un orden de las cosas,
la armonía del mundo que, prematuramente,
hicieron mil pedazos en medio de la calle.

Y sobre todo el odio, el rencor insensato
de tantos años hacia los adultos:
Pasaban en silencio, sin mirarnos.
Siempre llegaban tarde a impedir las peleas.



José Luis Piquero, Autopsia. Poesía 1989 – 2004

Mañana, en Madrid


Mesa redonda en Casa de América. Participan Carlos Salem, Vladimir Cruz y Consuelo Treviño. Presenta y modera: Jorge Eduardo Benavides.

Poeta neorrabioso

Fue a principios de mes. Celebrábamos un recital colectivo en Tapas y Fotos, un garito de Lavapiés donde se da voz a los poetas, donde se presentan libros y se tocan canciones. El local se llenó y las puertas estaban abiertas, permitiendo que la gente que pasaba por la acera se detuviese, intrigada, a ver qué estaba preparando aquel grupo de locos con versos en los labios. De vez en cuando, y aunque no es una carretera muy frecuentada por los vehículos, pasaba alguna moto o algún coche y su estruendo se colaba en el recital. Aquello estuvo muy bien, chico. Lástima que, como es habitual en estos actos, cuatro o cinco personas optaran por hablar de sus cosas en vez de elegir el silencio respetuoso que el público debe a quien recita, da una conferencia o presenta un libro. Lo de siempre: la mala educación.
En aquel ambiente poético, cervecero y con un toque canalla y corrosivo, organizado por Déborah Vukušić, el personal fue saliendo a recitar por turnos. A muchos de los poetas que leyeron aquella noche ya los conocía en persona, los había leído o bien había asistido a sus presentaciones. De algunos de ellos he hablado ya por aquí. Pero a Batania sólo lo conocía de un par de charlas brevísimas en la Asociación Cultural Pipo. Batania salió a recitar. Pero no a leer. Y eso nos dejó mudos a unos cuantos. Porque no utilizó papeles, aunque creo que los llevaba en la mano. Se sabía sus poemas de memoria, y no eran poemas cortos. Y no se trata de un actor (lo digo porque tienen más facilidad para memorizar textos y para interpretarlos). Y además Batania recitó como si fuese un orador romano en el senado. Como cuando en las películas (“Julio César”, “La caída del imperio romano”) de antaño, el protagonista miraba a los ojos a su público y alzaba un poco los dedos para acompasar las palabras con varios gestos. Fue allí donde descubrí, de verdad, la poesía de Batania. Donde de verdad me empezaron a interesar sus poemas. Hasta entonces estaba enganchado a su prosa, a la de su blog, porque continúa inexplicablemente inédito: o no tan inexplicablemente, porque ha preferido no dar nada a la imprenta, de momento. De Batania supe por primera vez gracias al consejo de Andrés Ramón Pérez Blanco. Su blog es un foco continuo de literatura. Una hélice que no cesa de girar, removiendo la poesía actual, la que él lee y de la que se empapa, y no sólo los poemarios oficiales y los vates célebres (lo cual se agradece mucho porque, amén de la libertad propia del bloguer, está su olfato para irnos descubriendo otros nombres, otros libros).
Batania escribe con el cuchillo entre los dientes. Es crítico y sagaz y no suele casarse con nadie. Tras su edificio de palabras hay una mujer, claro: Iratxe, su musa y su vida. Aparte de su escritura, confieso cierto interés por sus hábitos, por su curro. Me explico. Él mismo ha contado que trabaja como vigilante o conserje nocturno en un garaje de Madrid. Cito sus palabras: “(…) es un empleo al alcance de todos, un empleo que elegí porque sabía que a los conserjes nocturnos se les permite leer, escribir y llevar un portátil. Es un trabajo que nadie quiere por los malos sueldos y porque la nocturnidad afecta a la salud”. A los vecinos les gustó que no se quedara dormido en el puesto, que no viera la tele ni armara escándalo. En esas horas se dedica a leer poemarios y a navegar por la red y a escribir en su bitácora. La diferencia importa. Quiero decir: no se escribe igual de día, levantándose a las siete u ocho de la mañana, que de noche, trasnochando y tejiendo versos como un búho sediento de literatura. Lo imagino así, escribiendo en la soledad nocturna, poeta neorrabioso.

domingo, junio 28, 2009

Mishima. Una vida en cuatro capítulos


Ayer fui a ver en cine (otra vez: la primera fue en el 86, creo) la copia restaurada y remasterizada de Mishima, película de Paul Schrader que fue posible gracias a los esfuerzos de producción de George Lucas y Francis Coppola. Sigue siendo un filme ciertamente extraño y dotado de un aire poético. Flashbacks en blanco y negro, continuos saltos en el tiempo, con los actores hablando en japonés y el narrador (Roy Scheider) en inglés, con coloristas y teatrales pasajes en los que se recrean algunas obras del escritor, con un estilo casi documental en las partes que hablan del presente (1975, cuando arranca la película, eje temporal sobre el que gravita)... Impresionantes resultan la banda sonora de Philip Glass y la intensidad del actor Ken Ogata. A Schrader siempre le fascinaron los personajes torturados y esta es la mejor prueba. Más datos: aquí.

Mañana, en Madrid


MACEDONIA CAPRICHOSA DE AUTORES
(29 de junio, 19:00 horas)
Lugar: Sala Manuel de Falla en el edificio de la SGAE (C/ Fernando, VI, 4)
Artistas de diferentes disciplinas opinarán a través de susobras/ creaciones sobre el tema “La Creación en pareja y la pareja en la creación”.
-Nuestra colaboradora y compañera, la poetisa Ana Martín
-Puigpelat nos hablará de su último libro La Deuda.
-Antonio Naharo y Álvaro Pastor, directores y guionistas, quenos presentarán su primer largo Yo, también.
-Luis Luna y Lourdes de Abajo pareja de poetas nos hablan decreación conjunta. Leerán su obra Lorena García y Francisco Olmo.
-Nahun Rivas y Álvaro Sarraseca nos presentan su blog La Kame House. Veremos varias entradas del mismo.
-Ana Pérez Cañamares, con su libro de poemas La alambrada de mi boca publicado por la editorial Baile del sol.
-Martín Mazza y Fernando Peña autores de Historias de un Pornostar de Odisea Editorial.
-Luís García Araus y Susana Sánchez, dramaturgos, autores de Café y Siempre Fiesta textos estrenados en la Cuarta Pared.

Sontag y Leibovitz

La última (y por ahora segunda) vez que viajé a Londres, había una exposición de fotografías de Annie Leibovitz. Me parece que estaba en torno a Trafalgar Square. Quisimos verla, pero cobraban once libras en la puerta y finalmente pasamos de entrar. No es poco lo que uno se gasta en Londres, sobre todo si se dedica a caminar el día entero por la ciudad, con los consiguientes gastos: desayuno, comida, cena, tentempiés varios, transporte urbano. Creo que esa muestra que no pude ver es la misma que hay en la Sala de Exposiciones de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, en Alcalá: “Annie Leibovitz: Vida de una fotógrafa. 1990 – 2005”. Me acerqué al edificio hace una semana, en domingo, con tan mala suerte que estaban cerrando cuando llegamos. No se me había ocurrido mirar el reloj ni los horarios. Chapaban a las dos y faltaban cinco minutos y el portero no dejaba entrar a nadie. Volvimos al día siguiente, previo vistazo on line a los horarios. Al llegar allí, el portero nos impidió el acceso: dijo que estaba cerrado, que los lunes estaban de descanso. Maldije mi torpeza. No me había fijado en que cierran un día a la semana. Y era precisamente ese. Parecía que estaba destinado a no ver esas fotos. Al final volvimos el martes, a media tarde. Y esta vez sí, y además en Madrid dicha muestra es gratuita.
Suelo tener noticia de las fotos que hace Leibovitz de los actores y actrices y rockeros gracias a que, cuando la contrata Vanity Fair, esas imágenes suelen salir en todos los telediarios. Admito que los retratos que más me han impactado son aquellos en que la fotógrafa retrata al escritor William S. Burroughs. Ya conocía alguno. Pero verlos allí, en grande, con toda la fuerza del blanco y negro y el impacto de la piel llena de arrugas y la mirada de dolor de Burroughs es una experiencia muy diferente. Leibovitz supo captar la mirada de un tipo que ha vivido lo suyo, que ha paseado al filo de abismos que nunca conoceremos del todo por mucho que nos los cuente en sus libros. En la expo se pueden ver sendas fotos de dos grandes: Al Pacino y Robert De Niro. Son fotos individuales, pero están colocadas una junto a la otra. Como debe ser. Pacino en pie, muy elegante, creo que con las manos en los bolsillos. De Niro sentado, como si la paciencia ya no fuera lo suyo, ni siquiera para posar ante la cámara de una de las mejores fotógrafas del mundo. Hay un montón de estrellas bien retratadas por allí (casi siempre en blanco y negro, que favorece más que el color): Mick Jagger, Leonardo DiCaprio, Johnny Depp, Demi Moore y Bruce Willis, Jim Carrey, Scarlett Johansson, Brad Pitt, Nicole Kidman… Y políticos: Bill Clinton, George W. Bush, etcétera. Diríase que incluso la cámara de la artista logra añadirles algo que no tuvieron, al menos el segundo: dignidad. Falta la célebre imagen de John Lennon, desnudo en la portada de la revista Rolling Stone. No está. La expo, por cierto, continúa arriba, en la segunda planta: lo digo porque alguna gente se marchó sin subir.
En la mitad de estas fotos retrata a Susan Sontag, la escritora a la que Leibovitz estuvo unida. Fueron novias. A Sontag la pilló ese astuto e implacable cazador que es el cáncer. Leibovitz estuvo a su lado y capturó el proceso de su caminata hacia la muerte mediante muchas imágenes. Fotos en las que vemos a la escritora desnuda en la bañera, siendo operada, con las cicatrices del postoperatorio, con el pelo corto por la quimioterapia. Y al final: en su ataúd. Y, sin embargo, no hay crudeza en ellas o no son tan morbosas como cabría esperar de un retrato visual de la enfermedad. Tengo la respuesta: están hechas con cariño. Y con mucho amor.

Caen tres iconos del pop

David Carradine. Era Caine en “Kung Fú”. Un icono absoluto de la televisión de nuestra infancia. ¿Quién no recuerda el intro de la serie con el actor caminando por el desierto, con la cabeza cubierta por un sombrero? Yo confieso que vi pocos capítulos. Pero veía a menudo la cabecera, como hice con tantas series malas y a la vez de culto: “El coche fantástico”, “El Equipo A”, etcétera. La introducción solía ser tan buena que los episodios de estas series nunca estaban a la altura. Para mí existieron tres etapas de este actor. El David Carradine de los 70, con la mencionada “Kung Fú” y su cabeza sin pelo. El de los 80, con dos películas que a mí me gustaban entonces: la reivindicable “Forajidos de leyenda”, de Walter Hill, western donde compartía cartel con sus hermanos y con los Keach, los Guest y los Quaid; y uno de esos bodrios donde hizo compañía al simiesco Chuck Norris, “McQuade. Lobo Solitario” (no me culpen: tenía unos diez años cuando la vi). Y el Carradine de esta década, donde Quentin Tarantino le dio el mejor papel de su vida: el asesino de “Kill Bill”. Casi todo lo demás, salvo honrosas excepciones, fueron bodrios, películas de serie Z y cintas infumables. Tarantino le dio impulso, pero no supo escoger buenos proyectos después de aquello. David Carradine murió ahorcado en un armario, en Bangkok.
Farrah Fawcett. Era Jill en “Los Ángeles de Charlie”. Para muchos de nosotros, Farrah era la más buenorra de todas. Era la rubia maciza de la que hablábamos en el colegio. En “Los locos de Cannonball” demostró de sobra su sex-apple. Luego no hizo demasiadas películas notables, y quizá su papel más recordado sea el de “Extremities (La humillación)”, pero encontró cierta reputación en miniseries y telefilmes. Nos quedamos, pues, con “Los Ángeles de Charlie”, que fue una serie muy pop, con sus chicas haciendo llaves de kárate y empuñando revólveres, con esa musiquilla del principio que nunca se nos olvida y que no pudieron mejorar en las dos adaptaciones al cine, entre otras cosas porque faltaba la estética kitch de finales de los 70 y principios de los 80: pelucones y demás. Farrah Fawcett murió de un cáncer de ano. La mención de esa enfermedad pone los pelos de punta y evoca dolores brutales. Un final muy duro para una chica tan guapa y con un marido tan tosco como Ryan O’Neal.
Michael Jackson. Era el Pop con mayúsculas (con permiso de Madonna). Si en el diccionario incluyeran fotografías en vez de palabras, la imagen del pop sería su cara. Lo curioso es que ha tenido una vida tan diferente a la de cualquier ser humano que se ha rumoreado, en tono de broma, que era un extraterrestre. El único negro que reconoció que quería ser blanco y puso los medios para ello. El tipo que cantaba y bailaba temas de culto: “Thriller”, “Bad”, “Smooth Criminal”, “Black or White”, “Billie Jean”, “I Just Can’t Stop Loving You”… Lo cierto es que la lista es larga. Yo recuerdo con mucho agrado cuando fui a ver “Moonwalker”. Sin embargo, para mí Michael Jackson cayó del pedestal a partir de la promoción y los videoclips de tono megalómano y algo fascista de “HIStory”. Ahí dejó de interesarme. Hace años me dio por volver a escuchar los últimos álbumes y me pillé en internet toda su discografía. Alguien cercano a mí, no recuerdo quién, me afeó que quisiera oír de nuevo sus discos. Pero, a pesar de los rumores de pederastia, de sus ansias de conservarse joven y de sus extravagancias, fue el autor de canciones inolvidables y eso no se lo quita nadie. Michael Jackson murió de un ataque al corazón, cuando nadie lo esperaba, demostrando así que luchar contra el tiempo, la muerte y la enfermedad no sirve de mucho.

viernes, junio 26, 2009

Pandoras en Valencia y Alicante


Viernes 26 de Junio
19 h. Círculo de Bellas Artes
Valencia Calle de Cadirers, 5
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Safrika, Inma Luna,
Lucía Boscá & Loredhi
in Action
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Sábado 27 de Junio
19.30h Fnac
Alicante
22.30h Sala El Ring - 3€
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Más datos: en este hilo de Hank Over.

La mascarada de la Muerte Roja, de Edgar Allan Poe


Con motivo de su quinto aniversario, Alpha Decay ha comenzado una nueva colección de cuentos en pequeño formato y a buen precio (5 euros): "cápsulas literarias portátiles de lectura instantánea". Empiezan con un clásico relato de Edgar Allan Poe. Juan Gabriel López Guix lo ha traducido de nuevo, basándose en el original (cuando Poe lo tituló La mascarada de la Muerte Roja en vez de La máscara de la Muerte Roja) y alejándose de la influencia de las traducciones de Baudelaire, como cuenta en la introducción. Un cuento sabroso, por muchos conocido, sobre la peste y el modo en que a la Muerte no la detiene ninguna barrera, y que comienza así:
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La Muerte Roja llevaba ya mucho tiempo asolando el país. Nunca una plaga había sido tan fatal ni tan espantosa. La sangre era su avatar y su sello: el rojo y el horror de la sangre.

Conducta fuera de lo habitual

la hipoglucemia está al caer.
siempre anuncia su llegada con antelación:

hambre,
temblores,
sudor frío,
palpitaciones,
dolor de cabeza,
sensación de mareo,
sensación de pinchazos alrededor de la boca.

y si no la agasajas como ella cree que se merece:

conducta fuera de lo habitual,
confusión,
doble visión o visión borrosa,
convulsiones,
COMA.

me voy a casa, le digo a ángeles.
¿estás mal?
sí, creo que sí
¿te acompaño?
tienes el bar lleno de gente
da lo mismo.

así que me acompaña hasta el portal
y sube conmigo a casa
y se sienta en una silla
mientras mido el nivel de glucosa en sangre,
y continúa sentada
mientras preparo un café con leche
y sigue ahí
mientras devoro medio paquete de galletas.

y luego,
cuando ve que el color ha vuelto a mi cara,
cuando está segura que la hipoglucemia ya se ha marchado,
se levanta de la silla,
me da un beso en los labios
y regresa a su trabajo en el bar.

y esto es todo, no hay más.
solo quería que vosotros también lo supierais:

que me acompañó.


David González, Sparrings

Vida en el balcón

Cada mañana, puntuales, los niños de la ventana de enfrente empiezan a pegar berridos. La madre, algún día que otro, los deja fuera, “encerrados” en el balcón. Y así les impide el acceso a la casa. Los niños golpean el cristal. Más tarde les abre la puerta y permite que entren. Los vecinos de enfrente se reproducen con una celeridad digna de conejos. A veces hay tantos chavales apostados en el balcón que aquello parece una guardería. En el fondo ese piso es como una guardería de veinticuatro horas. A los niños no los escolarizan, no los sacan a la plaza: viven siempre ahí, en torno al balcón, igual que polillas revoloteando alrededor de la luz. Una mañana vi a uno de los muchachos alargar el brazo, coger el cable blanco de la antena de los vecinos de abajo y empezar a tirar del mismo con fuerza, con intenciones evidentes de romperlo. Otra mañana se dedicaron a arrojar objetos al balcón de al lado. Otro día los sorprendí atizando con un palo las plantas que su señora vecina tenía en las rejas del balcón: ahora compruebo que la mujer los ha cambiado de sitio, lógicamente para ponerlos a salvo de este vandalismo vecinal. Algunas mañanas se dedican a arrojar cosas a la gente que pasa por la acera. La vida es enormemente aburrida en un balcón. El viernes pasado, a la una y media de la madrugada, los críos estaban dando guerra en ese balcón de mis desvelos y de mis cabreos, con todas las ventanas del piso abiertas: hacían una especie de concurso de gritos. No me parece normal que varios renacuajos estén despiertos a esas horas, y menos molestando al vecindario entero.
Ya no sabe uno a quién culpar: si a los padres por permitirles ciertas actitudes o a los críos por comportarse de manera animal. Todos los días, el bebé de la familia da unos rugidos y parece que lo estuvieran torturando. He oído a muchos niños llorar y quejarse, pero nunca con tanto énfasis, con tanta saña. Y me entran ganas de decirles a los padres: “¿No se dan cuenta de que ese llanto no es normal, que quizá al crío le pasa algo y sea necesario llevarlo a un médico?”. En este barrio en el que vivo es mejor el otoño y el invierno porque, con el calor del verano (lo hemos apuntado ya varias veces), los de enfrente abren sus ventanas y tenemos que soportar durante el día entero y parte de la noche el resumen de sus vidas: los llantos de los chavales, las disputas conyugales, los arrebatos furiosos de las madres contra sus hijos, los juegos insoportables. Se la sopla el “qué dirán”. Lo que se ve ahí es aún el ejemplo de la vieja escuela, lo que permanece en otras culturas, en otras razas: los hombres se van cada día al trabajo; las mujeres cuidan la casa y hacen la comida; los niños se dedican a jugar y a molestar, porque no van al colegio. El pasado más rancio está en el balcón, frente a la ventana del cuarto en el que escribo y en el que asisto atónito a estas historias.
Quizá alguien me diga que no tienen dinero para entretenimientos. Pero el ámbito de la clase baja fue siempre la calle. Y tampoco ves a estos niños en la calle, jugando en la plaza con otros críos. Sospecho que todos los vecinos están hartos. Y el problema es que no hay solución. No la hay en estos tiempos que corren. Porque si protestas de tu vecino y tu vecino tiene un color de piel distinto al tuyo, prepárate: te acusarán (ellos y otros) de racista, de xenófobo. He visto ejemplos en el barrio. Recordemos la anécdota que conté sobre un blanco que trataba de entrar a nuestro garaje: la puerta estaba bloqueada por un vehículo y, tras mucho tiempo esperando, decidió llamar a la policía. Y los propietarios (árabes) de ese vehículo le gritaron al muchacho: “¡Racista!”. Y nadie quiere que le acusen de lo que no es.

jueves, junio 25, 2009

Hoy, en Madrid


Jueves, 25 de junio. A las 21:00 horas. Café Mahón (Plaza del Dos de Mayo, 16. Malasaña. Madrid). Presentación de los nuevos libros de Ya lo dijo Casimiro Parker: Tic Tac, Toc Toc y No hay camino al paraíso.

So you did it in Bangkok

I watched the news this morning
and the headline story was about a big, brown bear
that wandered into civilization and created a problem.
The police shot it full of tranquilizers
and moved it up into the mountains.

The next story was about my brother.
My brother, Bill.
Bangkok dead.
I’m thinking now of all the stories people will tell of him
and all the world will tell of him.
Remember this.
Remember that.
And oh god, remember the time he did this.
Or remember the time he did that.
‘72’ is a ripe old age and Thailand was a good choice for an exit.
When I was there I didn’t want to come back either.
After driving the kids to school,
I stopped on PCH and got out of the truck
and walked down to the edge of the water,
and stood for a while to watch some waves break,
trying to make some sense of what happened—
and came to no conclusion.

............At home, the phone keeps ringing.

When I turned to go back from the sea,
I saw my footprints in the sand.
They reminded me somehow of a filmography.
David had one of those.
Even as a trapeze artist with Liv Ullman.
I didn’t see that one.

I wonder what Quentin will say.
I wonder what I will say
or anyone will say, for that matter.

……….The phone keeps ringing in Malibu.

I guess he was found hung,
So I guess he didn’t care about who comes out on top in the NBA,
or Obama’s visit to Cairo,
or whether that big asteroid will hit the earth in 2012.

I couldn’t help thinking of the story about the bear.
Maybe David just needed to go up in the mountains for a while.
David Carradine,
Kung Fu quiet now.
I love you
and I will miss you,
and may God rest your weary soul.



Michael Madsen, de su página web

Trailer de The Box


Dirige Richard Kelly. Basada en un relato de Richard Matheson. Aquí.

Zamora y la vanguardia, de Tomás Sánchez Santiago


Ojalá este pequeño trabajo sirva para hacer entender el sacrificio de algunos hombres y mujeres –pianista Miguel Berdión, pintora Delhy Tejero, escultor Baltasar Lobo, poeta Justo Alejo–, desatendidos en su tierra por quererse expresar contra viento y marea, más allá de lo que habría querido esperar de ellos una sociedad que tenía como único referente obsesivo el aval del orden del pasado para todo cuanto pudiera escapar a su inmediata comprensión.

Vuelta de espaldas

El presente de muchas ciudades no es muy distinto de su pasado. Por eso, en las décadas previas, se buscan respuestas a los problemas actuales. Pero de eso hablaremos luego. Primero, los antecedentes: cinco años atrás, Tomás Sánchez Santiago publicó un breve ensayo (ciento veintitrés páginas más las ilustraciones) titulado “Zamora y la vanguardia”. Compré el libro entonces. Como sucede con frecuencia, lo coloqué en la pila de títulos pendientes de lectura, y en alguna etapa, haciendo recuento, terminó en un anaquel. Mi biblioteca incorpora todas las semanas varios libros: los que me compro yo, los que me regalan los amigos, los que recibo por compromiso. Y ocurre que muchos de esos volúmenes terminan sepultados por otros y éstos por los nuevos, y así sucesivamente. Esta invasión de papel incide en el retraso de muchas lecturas. El otro día, repasando mi biblioteca, encontré “Zamora y la vanguardia”. Advertí que aún no lo había leído y me puse a ello.
Se trata de un ensayo que relaciona, como su título indica, el panorama de las vanguardias en nuestra ciudad durante “los primeros decenios del siglo XX”. La vanguardia literaria fue casi nula, nos indica Tomás. Al menos en otros ámbitos sí descolló, aunque fuera mediante unos pocos artistas que, ya lo habrán adivinado, tuvieron que emigrar. Pero prefiero copiar un párrafo revelador de lo que digo, y que podría trasladarse al momento actual en nuestra ciudad: “Pero nada parecido a esto hay en Zamora. Sus contribuciones a la vanguardia habrá que buscarlas en los hijos de la provincia que deben huir fuera de ella para ensamblarse en los nuevos rumbos del arte. El escultor Baltasar Lobo, la pintora e ilustradora Delhy Tejero y el músico Miguel Berdión –de quienes más adelante nos ocuparemos– son ejemplos de cómo las excepciones hubieron de tomar distancia cuanto antes, pues no tenía sentido permanecer en una tierra vuelta de espaldas a lo novedoso expresivo, a las corrientes europeas que llenarían de feracidad el arte y la literatura españoles hasta bien mediada la década de los años veinte”. ¿Les suena de algo? Parece que estamos hablando de la actualidad. En los últimos tramos de este revelador ensayo, vuelve el autor a citar el tema literario: “Pero la vanguardia no tuvo traducción literaria entre los escritores zamoranos. Habría que esperar a finales de 1935 –irónicos tiempos de cerrazón para tantas cosas– cuando en Formariz de Sayago vino al mundo el poeta Justo Alejo, sin duda el más contagiado escritor del espíritu revulsivo del vanguardismo”.
En el libro también se apuntan algunos momentos clave que, en otras latitudes, hubieran adquirido cierta importancia, pero que en Zamora quedaron relegados al plano de lo anecdótico. Es el caso de las tres visitas de Federico García Lorca. De una de ellas nos dice Tomás: “(…) no hay más indicios en la prensa de haber captado la importancia de quien había hablado ese día en Zamora. Y la presencia del gran escritor que ya era entonces se limita en la prensa zamorana a esa manida representación hueca y más pendiente del público “selectísimo” que de la personalidad y la trayectoria del joven escritor del 27”. Algunas cosas no cambian. La desidia. La ceguera, a veces. El quid está en la expresión “una tierra vuelta de espaldas a lo novedoso expresivo”. Pero es así. Al fin y al cabo, quizá la nuestra sea la única ciudad del mundo en la que el nombre del gran Raymond Carver está mal escrito: “Raimon Carver”, como pone en el mirador del Centro de Interpretación de las Ciudades Medievales. Son ejemplos de que, aquí, siempre se avanza tan despacio que parece que caminamos sobre barro.

miércoles, junio 24, 2009

Annie Leibovitz: “Nunca voy a parar”






De arriba abajo: Susan Sontag, Iggy Pop y Annie Leibovitz (autora de las dos primeras fotos, que pueden verse en la expo de Madrid). Para ver el vídeo de La Información.com, pinchar aquí.

Julio Valdeón Baruque (1936 - 2009)


Desde aquí, mi abrazo más fuerte para mi colega Julio Valdeón Blanco. Siento haberme enterado tan tarde. [Fotografía de Gorka Lejarcegi]

Annie Leibovitz: vida de una fotógrafa. 1990-2005


Magnífica exposición de fotos de Annie Leibovitz, que puede verse estos días en la Sala de Exposiciones de la Consejería de Cultura de la CAM (Alcalá, 31. Madrid). Arriba, una de las dos poderosas imágenes del escritor William S. Burroughs que se exhiben en dicha muestra.

Portadas exquisitas


The Virgin Suicides, de Jeffrey Eugenides. Traducida en España por Anagrama como Las vírgenes suicidas.

Escuela de la vida

La mirada
al frente,
la sonrisa
a punto,
y los zapatos
limpios.

No lo olvides:

ni una sola pista
a los enemigos.


Karmelo C. Iribarren, La ciudad [Antología 1985 – 2008]

Esta tierra es mi tierra


Carátula de la edición en dvd de la película que menciono en el artículo de abajo.

No renunciar a un ideal

Dos o tres semanas antes de la ridícula muerte del actor David Carradine compré las memorias de Woody Guthrie, “Camino de la gloria”, y la película “Esta tierra es mi tierra”, donde Carradine interpretaba a Guthrie, aquel guitarrista y cantante que sirvió de ejemplo para Bob Dylan. Primero empecé por las memorias y unos días después vi el filme, que, aunque hoy casi está olvidado, fue en su día una cinta elogiada por la crítica y con varias nominaciones a los Oscar. Las memorias de Guthrie no me han gustado tanto como esperaba. Quizá porque se nota que él era músico, pero no escritor. Y detecté ciertos huecos en la estructura. Hay partes muy buenas, en las que Guthrie nos cuenta las trifulcas que se dan entre los parados y vagabundos en el interior de los vagones, la descripción de las chabolas donde sobreviven las familias durante la Depresión mientras esperan a que alguien las contrate para recoger fruta y ganar unos dólares o los pasajes en que se suben a los trenes en marcha mientras los agentes les disparan. Y luego hay partes que me aburrieron: por ejemplo, aquellos capítulos de la infancia en los que despacha asuntos de peleas entre bandas de críos, punteados por largos diálogos que, a mi entender, sobran. Me quedo con la película de Hal Ashby, que nos ahorra esa infancia y va directamente al tiempo en que Guthrie se ganaba la vida como pintor de carteles de tiendas y adivino ocasional.
Hay un momento glorioso en el libro y en la película, y podría servir de ejemplo, hoy, para quienes en el arte han optado por venderse. Lo cuento. A Woody Guthrie le ofrecen una prueba en un edificio lujoso. Si la pasa, ganará un montón de dinero y lo escucharán en todo el país. Es una prueba para la CBS. Después de recorrerse los caminos de Estados Unidos, de patearse las cunetas, de meterse en trabajos esporádicos, de recibir palizas de quienes se oponen a los sindicalistas y de cantar para la gente de clase baja, Woody sube al escenario con su guitarra. Acaba de perder un trabajo en la radio porque se niega a censurar sus propias canciones, dotadas de contenido político (sus mensajes hieren a los patrocinadores). Empieza a tocar y un hombre y una mujer, ejerciendo de jueces, le dicen que ya es suficiente, que ha pasado la prueba. Y en voz baja traman cómo podrían disfrazarlo en el escenario. Como si fuera un monigote o un payaso o un mono de feria. Guthrie los oye. Y se da cuenta de que eso no es lo suyo. De que no va a venderse. Que él toca para el pueblo y no para quienes quieren convertirlo en un músico políticamente correcto y con un traje de payaso. Que él puede “cantar mientras camina”. Así que interrumpe al hombre y la mujer y les pregunta por el servicio, y en la película el espectador nota que es una excusa para largarse y dejarlos colgados. Y eso es lo que hace. Salir a la calle, alejarse con su guitarra. El filme, sin embargo, nos despoja de un pasaje de las memorias que a mí me gustaba mucho, aunque en cine quizá sea poco creíble: Woody Guthrie, ya en el exterior, comienza a cantar y la gente de por ahí se le une, como si fuera un Rocky con guitarra.
Woody Guthrie, me parece a mí, es el modelo de conducta que oponer a todos esos que, por ejemplo durante el régimen, sirvieron a los intereses de la dictadura, de los poderosos y de quienes tenían la sartén por el mango. Esos que luego trataron de ocultar las huellas de su pasado negro y que, cuando los destaparon, se excusaban diciendo que tenían que comer. Woody Guthrie, con su guitarra (en la que ponía “This Machine Kills Fascits”, o sea, “Esta máquina mata fascistas”), prefirió volver a los caminos antes que venderse. Antes que renunciar a sus ideales.

martes, junio 23, 2009

Mañana, en Madrid


Presentación de La raíz rota, de Arturo Barea. 12:15 horas. Fnac Callao.

Rumbo a la gloria, de Woody Guthrie


Has visto ya a un millón de personas así. Tal vez en la parte más poblada de tu ciudad; la parte de atrás, la que está congestionada y hacinada, la parte por la que es difícil transitar en coche. Tal vez te has preguntado: “¿De dónde viene tanta gente? ¿Cómo comen y se mantienen vivos? ¿Para qué sirven? ¿Y por qué viven de ese modo?”. Esas personas han tenido una casa y un hogar como el tuyo, se establecieron y tuvieron un empleo igual que tú. Entonces algo los sacudió y lo perdieron todo. Los pusieron de patitas en lo alto de la larga carretera solitaria, y han bajado, de costa a costa, desde Canadá a México, en busca de ese hogar perdido. Ahora buscan, durante un tiempo, en tu ciudad. No hay gran diferencia entre ellos y tú. En el supuesto de que desembocaras en esta jungla enmarañada para juntarte con el otro par de miles, alguno se te acercaría, te daría la mano y te preguntaría, ¿En qué trabaja, compañero?

El Paso del Ebro, 24 de julio de 1938

Pronto nos lanzaremos al ataque.
No va a ser una maniobra rutinaria.
Debemos volver a conquistar
el terreno que perdimos hace tres meses.

Todas mis pertenencias se han ido en un camión
hacia la seguridad de la retaguardia
y me quedo solo,
vestido con mi uniforme harapiento y mis temores.
No tengo nada mío en los bolsillos,
ni siquiera una navaja o un peine.
No tengo dinero, ni una sola foto
para que me trasporte, temporalmente,
lejos de la guerra.
Tengo un fusil de 1908,
cincuenta cartuchos metidos en los bolsillos
y dos bombas de mano atadas al cinturón.
Envuelto en mi manta tengo un pan
y una lata de carne.
La taza de hojalata y mi cantimplora están firmemente sujetas
para que no traqueteen cuando corro
agachado
sobre mis alpargatas
o me arrastro sobre la tripa
como un torpe lagarto sin cola.

Si tengo suerte y regreso del frente,
quizás dentro de diez días
volveré a tener mis pertenencias:
un volumen de poemas de Lorca,
una insignia metálica con los colores de la España republicana,
una foto de Cayetana,
una estilográfica y una muda de calcetines.

Pero primero debemos lanzarnos al ataque.


James R Jump, Hablando de leyendas. Poemas para España, de Varios Autores

Dar largas

Tengo un colega, escritor y extranjero, que lleva ya unos años viviendo en España. Escribiendo en castellano y tratando de publicar sus libros en este país. De vez en cuando me escribe para contarme sus vicisitudes con los editores. Se nota que está harto, como lo estamos todos, pero él reviste sus correos electrónicos de apuntes irónicos. Porque el humor, en el fondo, también es una forma de supervivencia; de aceptar las cosas con cierta deportividad antes de quemarse por completo. Así que recibo correos suyos, nos reímos ambos durante un rato y le mando respuestas de apoyo. Y, por supuesto, le doy ejemplos propios, para que vea que el panorama es así siempre. Porque falta educación en este país y de eso nos quejamos ambos.
Para empezar, a menudo toma la resolución de llamar primero (por teléfono) a las editoriales, para tantear un poco. En algunas de estas editoriales, las menos, no le cogen el teléfono. En otras sí lo hacen, responde al aparato una secretaria o algún lector de originales aburrido y siempre le da la misma respuesta: el editor ha salido o está en una reunión; y la variante b: ya te llamaremos. Esto me recuerda lo que me contaba hace años un escritor zamorano, que intentaba ponerse en contacto por teléfono con su nuevo editor y nunca había manera de conseguirlo. Un día logró que se pusiera al auricular y el escritor se lo soltó: “Oye, es más difícil hablar contigo que con el presidente del Gobierno”, o algo similar. Pero volvamos a mi colega del principio. Se quema con frecuencia porque, una vez agotada la vía telefónica y sin obtener resultados, opta por los correos electrónicos. A veces le rechazan un libro cinco minutos después de haberlo enviado. O le dicen que sí, que le aceptan el manuscrito, que sólo tiene que mandarles la fotocopia de su carnet de identidad junto con un ingreso de casi tres mil euros y que ellos se encargan de publicarlo. Lo más triste fue cuando por fin le aceptaron una novela y empezó el proceso de prepublicación. Lograba quedar con el editor en alguna cafetería y éste llegaba una hora tarde. Mi colega tiene amistad, además, con un escritor norteamericano del que todavía no se ha publicado nada en España, pese a su éxito (moderado, quizá, pero éxito al fin y al cabo) en Francia, Italia o Estados Unidos. Dicho escritor está en tratos con una editorial española para que le publiquen un libro aquí, y el hombre está alucinado porque todas las semanas le dicen en esa editorial: “La semana que viene te digo algo” (para concretar si le publican o no), y esa semana, como habrán adivinado, nunca llega. No sé si en otros países existe este maltrato, esta falta de educación, pero tampoco me importa porque lo me importa, lo que me atañe, es el país en el que vivo. Y es un país en el que se deja a la secretaria a cargo del teléfono no para que te solucione un problema o te resuelva una duda, sino, simple y llanamente: para despacharte por la vía rápida, que consiste en dar largas.
Aunque lo cierto, y creo que alguna vez se lo he dicho a él, es que no todo el panorama es tan sombrío. Aún queda buena gente, hombres y mujeres con educación que sí responden al teléfono y a los correos electrónicos y que, en el fondo, tienen paciencia de santos. No son muchos, claro. Y sospecho que ya van quedando menos. Pero la verdad, repito, es que se portan. Al menos contestan. No obstante, mi colega se ha topado con demasiados casos como los que mencionaba al principio. Yo creo que es un mal de este país. Spain is different. La mala educación, y eso. Como me dijo mi colega: “Supongo que sólo nos queda acostumbrarnos a estos tipos, y de vez en cuando darles una patada en el culo para que sepan que estamos vivos”.

Imágenes de Alice in Wonderland








Ya circulan estas imágenes de la adaptación de Alicia en el País de las Maravillas que dirige Tim Burton. La unión entre dos mentes como las de Tim Burton y Lewis Carroll sólo puede calificarse de explosiva. En el reparto: Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Michael Sheen, Matt Lucas, Crispin Glover, Christopher Lee, Stephen Fry, Alan Rickman y Mia Wasikowska como Alicia. Las fotos pueden verse a mayor resolución: aquí.

Narciso en Sodoma, de Lucas Rodríguez Luis


EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE


Me tenías sin duda
como se tiene al perrito enganchado
a una farola y moviendo el rabo.
Me sentía feliz siguiéndote
a todas partes. Ese era yo.

Me requerías y yo a carcajadas
dando saltos me acercaba a ti siempre.
Desordenado e incauto te amaba.

Pero a los locos de ojos de vidrio
se les ejecuta con precisión.
sin venda, sin últimas palabras.

Ahora me encierran en otras celdas,
me convocan con distintos nombres
en regazos que apenas conozco
me adoptan piadosas con orgullo
y paseo con ellas de la mano.

Algún día romperé mi correa
me colaré de nuevo en tu casa
morderé tu mano.

Aquella que me dio de comer.

Olla a presión

El mes de junio. Mes difícil, complicado. Nunca me entusiasmó este mes, siempre se me ha hecho incómodo afrontarlo. Los estudiantes deben superar los exámenes y pasar de curso, el polen aún flota en el aire y nos machaca a los alérgicos, julio está a un paso pero parece que nunca llega, casi todas las películas que se estrenan en la cartelera suelen ser flojas porque dejan lo mejor para agosto y sobre todo para septiembre y octubre y, con este bochorno, la gente empieza a enloquecer. Enloquecemos temporalmente. Para el trabajador, para quien tiene las vacaciones en el mes de julio, atravesar junio no es muy diferente a la travesía final de un nadador. De uno de esos nadadores que se proponen grandes retos y logran hazañas cruzando enormes extensiones de agua durante horas. Esos nadadores, aunque comprueben que están acercándose ya a tierra, aunque avisten la meta ahí mismo, tienen aún que superar el tramo final, y éste es siempre el más costoso porque se han acabado las fuerzas y, cuanto más desea uno algo, más tiempo parece que le cuesta alcanzarlo.
Llegados a este punto del año, uno nota que la gente está más furiosa, que recelamos unos de otros, que estamos hasta el límite de lo que podemos soportar y tolerar (y podemos soportar y tolerar más, desde luego, pero las fuerzas se acaban y el cansancio nos mina). Nota uno, o se lo dicen directamente, que el personal empieza a estar harto de todo, que siente deseos de mandar al mundo a la mierda e irse de vacaciones o cortar lazos con aquello que lo ate a las responsabilidades, a los horarios y a las obligaciones. En Facebook lees los comentarios de los usuarios y están (estamos) agonizando de calor, de rutina y de cansancio. Después de las vacaciones, o de pasar una semana por ahí, sin curro, la gente regresa como la seda. Ya no le importan tanto las malas noticias ni los problemas que afectan al mundo: ha descansado. Esto se nota también en los funcionarios, muchos de los cuales se dedican a mandar anónimos comentando las noticias que más les enfurecen. Tras las vacaciones volvemos más suaves.
En particular esto se palpa en las ciudades grandes. Pones a unos cuantos ciudadanos a rular por las calles y por el metro, con sus ansiadas vacaciones a un paso (pero que no parecen llegar nunca), y el sol de estos días los achicharra, y los ánimos se encrespan, y la ciudad se te antoja una inmensa olla a presión dentro de la que podría ocurrir cualquier cosa, especialmente si es grave. Lo notas en los vecinos que discuten en las aceras. En las madres del balcón de enfrente, que abroncan a sus hijos con más rabia. En las declaraciones de la gente que está harta de pasar calor, asfixiarse en el metro, soportar al compañero de oficina o hacer horas extras. Con estas temperaturas y la paciencia al límite, por si fuera poco, dormimos menos. O dormimos mal. Los pisos se convierten en hornos. El que logra escapar ya unos días, o se toma las vacaciones en junio, no es bien visto por sus colegas de curro. Y se amontonan las facturas sin pagar porque estamos en plena crisis. Madrid parece, cuando uno sale un rato por ahí, una gran olla a presión. Y lo cierto es que uno se siente como un garbanzo. Los calores determinan nuestro carácter. Y en esta época todos nos quejamos. A todos nos va mal, peor que al vecino o al amigo. Cada uno tiene sus problemas y no quiere escuchar los de los demás. En fin: y aún toca nadar un poco más para alcanzar la orilla del verano, para liberarnos del estrés y las obligaciones. Siempre lo hemos logrado y nadie nos va a parar ahora, ¿no? Ánimo.

domingo, junio 21, 2009

Cartel de Thirst


La nueva película de Park Chan-Wook.

Culturas


Este blog, junto al de (entre otros) David González, aparece cada sábado en el suplemento Culturas de El Comercio. Es uno de los blogs recomendados, lo que también significa que de vez en cuando escogen algún post y lo publican en la versión en papel (en la digital no lo encontramos). Me alegra que, de momento, hayan salido en el suplemento dos de los poemas que he colgado aquí: los de Gsús Bonilla y Marcus Versus. En cuanto alguien me pase una copia escaneada, la colgaremos por aquí.

Se tarda tanto en caer de un andamio

Se tarda tanto
en caer
de un andamio
si eres
marfileño,
si eres
argelino,
si eres
peruano,
que tienes tiempo
de sobra
para recordar
el azucarillo
del café
de las nueve,
la quiniela fallida
por culpa
del Barça
o el último beso
carminado
de aquella chica
que no era
tu mujer.
Se tarda tanto
en caer
de un andamio
si eres
búlgaro,
si eres
marroquí,
si eres
rumano,
que los diarios
publican tu muerte
cuando aún
vas por el aire,
y tu familia
llora
ante el ataúd
y dispone
crisantemos
mientras sigues
cayendo,
y pasan los días
y los meses
y los años
y todavía estás
en el aire,
preguntando
dónde habrá
un suelo,
cuándo
acabará todo,
por qué
no se pone fin a esto
si eres
saharaui,
si eres
esloveno
si eres
boliviano.


Batania, de su blog (Neorrabioso)

Dos carteles de Sherlock Holmes




No sé yo... Miedo me da esta película. Pero al menos ahí quedan los carteles, sé que las damas me lo agradecerán.

Copias lamentables

Lo comentábamos el otro día, a la vera de la barra de una tasca: las ediciones de dvd en España van de mal en peor. De vez en cuando compro algunas películas en ese formato. Sigo pensando que es mejor una copia original (o alquilada) que el churro que muchas veces sale del emule y la cantidad de fakes que uno se traga intentando bajarse un archivo. Al principio, las ediciones eran bastante maluchas. Tengo por ahí una vieja copia de “Glengarry Glen Ross” en la que ni siquiera viene lo del “Acceso directo a escenas”; a mí esa herramienta me parecía, al principio, una solemne chorrada. Luego descubrí que no es tal. A veces quieres repasar alguna de tus escenas favoritas y te toca hacer como con las cintas de vhs: apretar el botón de “Forward” y tragar las escenas a doble velocidad.
Después de aquella época, las copias en dvd mejoraron. Comprabas una y venían unos cuantos extras y casi siempre se incluía un libreto con fotos de la película, notas y apuntes. No era gran cosa, pero hombre, hacía ilusión. Después lo fueron reduciendo. El libreto de varias páginas, más o menos grueso (y tengo dvd’s de hace años que así lo corroboran), pasó a ser una lámina. Una lámina en la que aparece la carátula de la peli en el lado frontal y la división de escenas (con sus correspondientes títulos) en el lado de atrás. ¿Y para qué necesitamos eso si ya viene incluido en el menú? Bien, no lo necesitábamos, pero estaba mejor que lo que suelen ofrecer ahora la mayoría de las distribuidoras. Porque lo que suelen incluir en la caja es nada. Cero. Ni siquiera la triste lámina de marras. Y luego está el engaño publicitario que aquí ya hemos denunciado varias veces: anuncian una y otra vez nuevas reediciones de las mismas películas. Y lo único que cambia, como mucho, es el añadido de un pobre documental. Lo demás son trampas, demasiado numerosas ya para nuestra paciencia: la caja de cartón que envuelve la copia de siempre para hacernos creer que es nueva y con más extras, la caja de metal con la que te soplan uno o dos euros más, el nuevo disco incorporado a la “Edición Coleccionista” que sólo trae algún documental pillado de algún canal de historia o de biografías, y poco más.
Si has comprado algunas películas en el extranjero, en zona 2, más o menos conocerás la diferencia. El otro día pillé “Bajo el volcán”, de John Huston, en su edición española. No incluye ni un miserable trailer, ni una triste lámina, ni siquiera una mejora de la imagen. Veamos la copia que se puede encontrar en el extranjero; incluye: imagen restaurada, entrevistas con miembros del reparto y del equipo, documentales sobre el rodaje y sobre Malcom Lowry, documental éste último que ronda los cien minutos. Y no hablemos de ese crimen que suponen las ediciones españolas en dvd de la trilogía de spaghetti-western de Sergio Leone, también conocida como “La trilogía del dólar” y “La trilogía del hombre sin nombre”, a saber: “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”. Si uno indaga por los foros de expertos en dvd, comprobará que las ediciones hispanas no valen un carajo. Sin apenas extras, con saltos en el audio en algunas partes, sin el idioma original ni subtítulos, con la imagen sin remasterizar. Yo me compré algunas. Luego, cansado de lo que considero una ofensa a tres clásicos y al maestro Leone y a los cinéfilos, me hice con las copias de esas tres películas en Francia. Vienen con jugosos extras, con la imagen y el sonido “limpios”, con libretos, con varios idiomas… La única pega es que no hay subtítulos en español. Pero, bueno, así perfecciono mi inglés.

sábado, junio 20, 2009

¿Hacemos una porno?


Esta película nos trae al Kevin Smith más guarro, salvaje, desvergonzado y provocativo. Es decir, el que más nos gusta. El argumento se puede resumir en una línea: Zake y Miri son compañeros de piso y no ganan ni para pipas, así que un día deciden rodar una peli porno casera y amateur con unos cuantos colegas, creyendo que se harán ricos. Es sólo una excusa del director para contarnos que, por lo general, se llega al amor empezando por el sexo.
.
Me gustaría destacar dos escenas bastante divertidas: la conversación entre dos actores gays, interpretados por Brandon Routh y Justin Long (sus personajes se llaman, ojo, Bobby Long y Brandon Randy, respectivamente: nótese la broma), ante un atónito Seth Rogen; y la explicación del gran Jason Mewes (Jay, en otros filmes de Smith) acerca de lo que es "un timón holandés". Para los depravados (me cuento entre ellos), apuntar que sale Traci Lords. Pero la mejor intérprete de la cinta, sin duda, es Elizabeth Banks: vis cómica, belleza y encanto.
Anoche necesitaba despejar la cabeza, distraerme, y el filme de Kevin Smith me vino de perlas.