viernes, febrero 27, 2009

Cartel de Hunger


Hunger ha sido otra de las sorpresas de estos últimos meses. Galardonada en varios festivales de cine, es el debut de un tipo inglés que se llama igual que un mito de Hollywood: Steve McQueen. Pero no tiene nada que ver con el actor de Bullit. El protagonista es Michael Fassbender, uno de los bastardos de la próxima película de Quentin Tarantino, Inglourious Basterds. Copio el argumento de FilmAffinity:
Hunger describe la vida en la Maze Prison, una cárcel de máxima seguridad de Irlanda del norte, a través de los emotivos acontecimientos que tuvieron lugar en 1981 con motivo de la huelga de hambre del IRA, liderada por Bobby Sands. Desde un punto de vista épico, la película narra lo que ocurre cuando se obliga al cuerpo y a la mente a actuar por encima del límite. Aclamada ópera prima del director y guionista Steve McQueen.

Una del Oeste: Sin Piedad




Si os gusta el spaghetti western, os recomiendo bajaros del emule los dos reportajes que emitió la semana pasada TVE dentro de un especial de La Noche Temática: Una del Oeste: Sin Piedad y Una del Oeste: Clint Eastwood, francotirador. De momento, he disfrutado de Sin Piedad, en el que aparecen tres de los grandes, los Sergios: Sergio Leone, Sergio Solima y Sergio Corbucci. En el que podemos ver a Eastwood, Tomás Milian, Franco Nero, Gianni Garko, Terence Hill & Bud Spencer, Gian Maria Volonté y otros duros del oeste italiano. Especialmente recomendable para mi amigo Javier Das, otro amante del género como yo. [De arriba abajo: Lee Van Cleef en El bueno, el feo y el malo; cartel turco de Cara a cara; cartel japonés de Django].

El lobo, de Joseph Smith


Y me pregunto qué sentirá la bestia al mirarme a los ojos, porque yo sé de dónde vengo y lo que soy, porque soy un lobo, el que quita vidas: el predador. Ataco con los ojos abiertos y veo la muerte intensa y feroz en la mirada de mi presa. Yo soy el lobo, la sombra que trae la luz de la muerte, la vida que reparte libertad a los rebaños trabajadores y temerosos y pone fin al sufrimiento de sus miembros más débiles. He acompañado a muchos para escuchar sus últimos estertores, sujetarlos, abatirlos, desgarrarlos mientras gimen y pelean por una vida de la que se han desentendido, que han olvidado vivir, para calentarlos y por fin despertarlos de nuevo entre las llamas de su final.

Pegando la hebra

Tengo observado que, en las librerías de viejo, en los videoclubes de segunda mano, en los puestos callejeros, a los vendedores les encanta pegar la hebra. Te aconsejan. Te preguntan qué es lo que te gusta. Algunos de ellos incluso te cuentan algo de su vida. A mí no me disgusta, pero se me hace raro porque me cuesta abrirme a los demás, sobre todo si son desconocidos y no hay confianza. A muchos de estos vendedores les encanta opinar. Compré una vez “Reservoir Dogs” en El Rastro y el tipo insistía en que era muy buena. A mí me lo iba a decir, que la vi en el cine en un estreno casi de tapadillo. En Zamora sólo se proyectó un día. También la vi en Salamanca. El año pasado encontré en otro videoclub de segunda mano una copia de “Heat”, que me flipa. El vendedor dijo: “Esta es muy buena, ¿la ha visto?”. Pues claro que la he visto, buen hombre. No me recorrería los videoclubs de la zona en busca de una película que no he visto. El otro día íbamos de paso por Malasaña, a hacer recados. Estaban abiertos los tenderetes de la plaza donde venden discos viejos, libros, colgantes y películas en dvd. Encontramos un librito en el que George Harrison habla del mantra y el tipo empezó a hablar del ejemplar. Que tenía que venderlo un poco más caro. Que era una rareza. Que había despachado ya un par de ejemplares. Que era un título que no se veía todos los días. Que lo entendiéramos. Lo entendemos, no se apure.
Por lo general es gente muy abierta, simpática. Tratan a diario con el público, pero también pasan varias horas sin hablar, mirando su mercancía o al personal que pasa por delante porque no siempre se acercan los curiosos. A muchos de ellos se les notan las ganas de conversar, de compartir. En esos mismos puestos donde topamos con el libro de George Harrison vi una copia en dvd de “El hombre tranquilo”, ya descatalogada. Llevaba buscándola no sé cuánto tiempo porque es una obra maestra de John Ford y un título imprescindible. La mujer que la vendía dijo: “Ay, es mi película favorita”. Y se puso a hablar de las veces que la había visto. De las veces que se la ponía a sus hijas para que la vieran y luego para que la redescubrieran. La tuvo en vhs y la veía. Luego consiguió la copia en dvd y la revisa cada poco. Pero, si la pasaban por televisión y ella estaba en casa, volvía a verla. Argumentó que era una película que siempre le hacía sonreír. Que, si estaba triste, le bastaba con verla de nuevo para recuperar la alegría. El cine como medicamento. Eso hacía Guillermo Cabrera Infante. Lo dejó escrito. Cuando lo acosaban las depresiones y el insomnio, se pasaba la noche viendo tres clásicos, uno detrás de otro, y se recuperaba. A mí me sucede a menudo: no lo de pasar la noche viendo películas, sino lo de recuperar el ánimo tras verlas.
El otro día fui a alquilar un dvd a un videoclub del barrio. Confieso que me he hartado de la mula y de los programas de intercambio porque al final es una lata: las películas pierden calidad en el ripeo; si quiero verlas en versión original, me toca bajar un archivo de texto que sólo el Gom Player o el BSPlayer pueden incorporar; cuando meto un dvd con varios archivos en el reproductor doméstico, éste se atasca y no los lee; y no me entusiasma ver cine en la pantalla del ordenador. El caso es que fui a coger “Spider” y el tío me dijo que en su base de datos constaba que ya la había alquilado tres años atrás. No importa, le dije, quiero verla otra vez. Me contó que no era de las que más le gustaban. El día anterior entré en otro videoclub y el vendedor había puesto la banda sonora de “West Side Story” y estaba cantando las canciones a grito pelado, mientras yo buscaba entre los anaqueles. Luego empezó a hablarme.

jueves, febrero 26, 2009

Vetusta Morla: 3 Premios de la Música


Vetusta Morla ha sido la gran vencedora de la XIII edición de los Premios de la Música. La banda madrileña ha obtenido los galardones al Autor Revelación (con su tema 'Copenhague'), Artista Revelación (por 'Un día en el mundo' compartido con Pitingo y su 'Soulería') y Mejor Álbum de Pop Alternativo ('Un día en el mundo').
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Enhorabuena, tíos. Y un abrazo para todos.
[Foto: El País. Texto: Europa Press. Más: aquí]

Otro cartel de X-Men Origins: Wolverine


Hugh Jackman no es sólo un gran actor y "el hombre más sexy" del momento, sino también uno de los mejores (o quizá el mejor) presentadores que ha tenido la ceremonia de entrega de los Oscar: cantó, bailó, fue elegante, moderado y un caballero, sin caer en el mal gusto. No nos imaginamos ya a otro tipo en la piel de Lobezno. El de arriba es otro de los carteles de la película sobre los orígenes del personaje.

Elogio de la calvicie, de Sinesio de Cirene


Sinesio de Cirene (370 - 413 d.C.) debió ser un tipo cachondo. Eso se desprende del texto que hoy comentamos. No, no me estoy quedando calvo; pero todo llegará con los años, seguro. Me regalaron este libro y no he resistido la tentación de leerlo. En sus páginas, el filósofo trata de rebatir el breve Elogio de la cabellera de Dión de Prusa. Y lo que ofrece es una mezcla entre la ironía y el cabreo. Recuerda un poco a los piques entre los poetas del Siglo de Oro.
Los dos autores se sirven de ejemplos de héroes de la mitología para reforzar sus tesis: Ulises, Héctor, Aquiles... Dión dijo en su tratado que Aquiles tenía largos cabellos. Pero Sinesio argumenta que sólo era melenudo en la nuca porque el resto de su cabeza estaba calva. Los filósofos, a veces, son como niños. Sinesio afirma que la alopecia es un rasgo humano que nos aleja de los animales, y que es frecuente en sabios, profetas, soldados y maestros; mientras que la melena es propia de adúlteros, afeminados y hombres de poco juicio. Hombre, yo ahora mismo me pongo en el bando de Dión; pero, con el tiempo y la caída capilar, supongo que cambiaré de chaqueta. Así es la vida.

Cartel de Red Cliff



La superproducción de John Woo, que dura unas 4 horas y se estrenará en dos partes. Creo que Woo tiene películas entretenidas y películas malas, pero el cartel merece un vistazo.

El zumo de tu boca

No me olvides, mi niña
a todos los sitios vienes conmigo desde ahora,
viajo mucho pero te quiero más.

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Y si algún día se cruzase una puta bala
y me sesgase la vida en Bagdad, Palestina o el fin del mundo,
recuerda que tu nombre viajaba en mis labios,
y que te quise como hacía siglos
que no quería a nadie.

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Te amo en secreto y sin conocerte,
(¿cuándo se acaba de conocer?)
y ya vale la pena para mí
morir añorando
el zumo de tu boca.



Ángel Petisme, El cielo de Bagdad

Mutaciones de la carne

Me ha costado meses, pero al fin encontré un ejemplar de “La nueva carne. Una estética perversa del cuerpo”, en edición de Antonio José Navarro y con colaboraciones de especialistas en el género como Rubén Lardín, Ángel Sala, Antonio Weinrichter o Jesús Palacios. Es uno de esos libros de la colección Intempestivas de Valdemar. Muchos de ellos son de lectura obligatoria para los amantes del cine y la literatura. “Monster Show”, “Danza macabra” o este de “La nueva carne” se devoran, crean adicción. Aún tengo unos cuantos pendientes de lectura, pero todo se andará. Los ensayos reunidos aquí, acompañados de fotografías en blanco y negro, analizan la obra de artistas en diferentes lenguajes: el cine (David Cronenberg, Clive Barker y David Lynch), la literatura (Clive Barker, William S. Burroughs y J. G. Ballard), el cómic (Charles Burns) o el arte gráfico y el diseño (H. R. Giger), entre otros.
Nunca había reparado en el concepto de “nueva carne”, que acuñó David Cronenberg en “Videodrome”, con la frase “¡Larga vida a la nueva carne!”. En “Crash”, la película del año noventa y seis basada en el magnífico libro de Ballard, Vaughan, quizá el personaje más extremo de todos, está fascinado por la remodelación de la carne humana mediante la tecnología. El concepto de “nueva carne” alude a una serie de procesos físicos (y también de orden mental: el aspecto exterior como metáfora del aspecto interior de un hombre) en los que el cuerpo es transformado por deformidades, mutaciones, injertos, enfermedades, torturas, pústulas, llagas, metamorfosis, etcétera. Tal y como apunta Jesús Palacios, “La ciencia misma, centrada en las últimas décadas en el estudio de la genética, la biología, la nanotecnología y la cirugía, es el mayor y más claro exponente de la Nueva Carne”. Y, en el prólogo, Antonio José Navarro apunta que faltan capítulos dedicados a otros cambios corporales, con lo cual podrían incluirse en el concepto los tatuajes, los piercings o “las performances más atroces”. Las obras que abordan esta estética perversa del cuerpo no son fáciles de digerir para públicos acostumbrados a historias menos sórdidas y enfermas. Por eso, se citan numerosas veces “Hellraiser”, “Crash”, “Agujero negro”, “Rabia”, “eXistenZ” o “El almuerzo desnudo”, obras nada complacientes con ese público que se espanta si lo sacas de la comedia romántica y la novela histórica. “La mosca”, en versión Cronenberg, es una referencia ineludible: en ella, el protagonista primero muta y, mientras desarrolla esos cambios, va perdiendo partes de su cuerpo. Convirtiéndose en algo distinto que deberá aceptar. En un hombre-insecto.
“La nueva carne” es una guía muy útil sobre los aspectos más extremos y siniestros de esa cultura que aboga por presentar anomalías, mutaciones y cambios corporales tras los accidentes. Su lectura abre los ojos. Te invita a leer ciertos libros y cómics y a ver ciertas películas bajo otro prisma. Ahora entiendo mejor el “Agujero negro”, de Charles Burns, espeluznante cómic por entregas reunidas ahora en un único volumen. Tras la lectura de este título de Valdemar, me he propuesto repasar la filmografía de Cronenberg. Veo otra vez sus películas, las reviso. Me ha fascinado “eXistenZ”, que en su estreno me gustó, pero no tanto como esta vez. Volveré a ver esta semana “El almuerzo desnudo”. Hace meses vi el filme y releí la novela de Burroughs. El concepto de “nueva carne”, por cierto, se acopla a la perfección a estos tiempos, en los que imperan los cambios regidos por cuestiones estéticas: piercings, cirugía, trasplantes, tatuajes, colágeno y silicona.

miércoles, febrero 25, 2009

Hijo de Dios, de Cormac McCarthy


Lester Ballard es uno de esos personajes de Cormac McCarthy que, como el de Sutree, se dedican a vivir en soledad. Y no está bien de la cabeza. Un día encuentra un coche con los cadáveres de una pareja y decide tocar el cuerpo de la mujer y luego se lo cepilla. Arrastra a la chica a su cabaña y allí la viste con ropa nueva comprada en una tienda. No será la primera vez. En la próxima es él mismo quien mata a otra chica para saciar su necrofilia.
McCarthy deslumbra, como es habitual, en esta espeluznante novela corta. En algunos pasajes recuerda al Faulkner más sórdido. Una de las virtudes del libro es que, mediante elipsis, el autor sólo nos muestra algunas de las fechorías del protagonista, un hijo de Dios más o menos como tú: unos pocos crímenes, una cueva donde agrupa los cadáveres... De tal manera que el lector debe rellenar los huecos repletos de horrores que McCarthy nos ha hurtado. En la primera parte del libro, además, hay algunos monólogos de otros personajes, a la manera de Mientras agonizo. He aquí una muestra de las atrocidades de Ballard:
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El muerto lo observaba desde el suelo del coche. Ballard le soltó una patada a uno de sus pies para quitárselo de en medio y recogió del suelo las bragas de la chica, las olió y se las metió en el bolsillo. Miró a través de la luna trasera y se quedó escuchando. Arrodillado entre las piernas de la chica se desabrochó la hebilla y se bajó los pantalones.
Un gimnasta enloquecido entrenando sobre un cadáver frío. Le susurró por aquella oreja blanca como la cera todo lo que le habría dicho a una mujer. ¿Quién diría que ella no le oyó? Cuando acabó, se levantó y miró otra vez por la luna trasera del coche. Los cristales se habían empañado. Cogió el dobladillo de la falda de la chica para secarse el sudor. Estaba encima de las piernas del muerto y este todavía tenía el miembro en erección. Ballard se subió los pantalones, se subió al asiento, abrió la puerta y salió fuera a la carretera.

Vals con Bashir


Documental de animación. Un hombre trata de recordar su participación en la guerra del Líbano, en los 80. Trata de recordar la masacre de palestinos en los campos de refugiados. Para ayudarse a rescatar su memoria, va a visitar a antiguos colegas del ejército. Todos ellos tienen sueños recurrentes y visiones alucinatorias. Entre unos y otros van recordando las batallas y lo que hicieron en ellas. La hostia fuerte llega al final, cuando el director israelí, Ari Folman, decide incluir imágenes reales de la matanza de civiles.

Cachondeo y carnaval

Muchos años antes de trasladarme a Madrid, cuando vivía en Zamora, aprovechaba el carnaval hasta sus últimas consecuencias. En los carnavales parece que la gente se excita. Hay ganas de cachondeo, de golfería y de mamoneo. Un chaval dice cosas que, de otro modo, sin la máscara, no se atrevería a decir a una mujer. Ibas por Los Herreros y las chicas andaban de aquí para allá con sus disfraces y se las notaba revolucionadas. Se jugaba mucho al baile de máscaras de la alta sociedad. Quiero decir que alguien tomaba una copa en la barra de un bar y se le aparecían dos o tres personas disfrazadas que jugaban con él o ella, instándole a que adivinara la identidad de los ocultos bajo las caretas, los antifaces o las capuchas. En los carnavales se juega a todo eso y a más. El personal se desinhibe, se suelta el pelo. Hay juego en la calle. El pueblo no tiene miedo a conversar y a juntarse. En aquellos carnavales de entonces, en Zamora o en La Bañeza, te ocurría que ibas conociendo gente sólo si llevabas disfraz. Me gustaba ese plan, pero el disfraz cansa mucho. Mortadelo debe estar exhausto las veinticuatro horas del día, tras tanto cambio de atuendo. El carnaval deja agotado. Pasas el doble de calor que en condiciones normales, y siempre te agobia algo: una costura, la goma de la careta, la espada que se cae, el maquillaje que se emborrona, las botas que no te sientan bien. Lo pasas en grande, pero pagas un precio.
En Madrid, que yo recuerde, apenas he salido en noches de carnaval. El sábado anterior fuimos un rato por ahí, no mucho, lo justo para que en un garito nos timaran: lo cuento luego. Hay algo de lo que quisiera dejar constancia aquí y ahora: Madrid es una ciudad llena de gente tan extraña que no sabes si un tío va disfrazado o si es así de verdad. Nos metimos en un local y jugamos a las adivinanzas: “¿Tú crees que ese fulano de allí va con disfraz o es su pinta habitual?”. A mi lado, en la barra, había un chaval de gafotas, camisa de cuadros rojos metida por dentro del pantalón, piercings en la nariz, rostro sin afeitar, corbatín, pantalón estrecho, tupé… Al principio pensé que era un disfraz. Un disfraz de algo. No quedaba muy claro. Luego me di cuenta: era su indumentaria habitual. Así estuvimos un rato: “Mira, yo creo que esa chica va vestida de Angus Young”. “Bueno, a mí no me queda claro que sea un disfraz”. Como lo cuento. Nos cruzamos con tipos de rostro tan difícil que dudábamos: “¿Es una careta o es su cara? ¿Lleva peluca o es su pelo de verdad? No sé si el bigote es postizo o real”. Madrid es así. Es una ciudad muy divertida y sin límites. En Zamora no pasa eso. En Zamora te pones un sombrero y te señalan con el dedo. En nuestra ciudad llamas la atención si te sales de lo establecido. Se distingue al disfrazado del no disfrazado.
Estuvimos en un local próximo a Montera, por donde las prostitutas jóvenes aún rondaban a la caza de clientes. Para evitar garrafones, opté por un mojito. Me soplaron ocho euros. Por un mojito con tamaño de móvil de Nokia, que es el que yo uso. Sin apenas alcohol. Le echan mucho hielo picado, unas ramas de menta, lo agitan y, “voilà”, ocho euracos. Luego pedí una cerveza, porque el mini mojito te dura diez minutos. Tras la cerveza, optamos por ir a casa. Sentado en la acera, cerca del portal, había un negro risueño que nos pidió fuego. Nos pidió perdón cien veces sólo por preguntarnos si llevábamos mechero. Tenía un bote de Coca-Cola con una grieta en el lomo. Lo puso en horizontal y acercó los labios a la abertura por donde se bebe. Con el encendedor, aplicó la llama a la grieta. Y aspiró. No entiendo mucho de esas historias. Supongo que estaría fumando un chino, pero a lo barato. El bote era la pipa.

martes, febrero 24, 2009

La nueva carne. Una estética perversa del cuerpo, de Varios Autores. Edición de Antonio José Navarro


Superada la mórbida fascinación victoriana por la carne deforme y tumefacta de los freaks que, de feria en feria, se exhibían ante los ojos de un público aún marcado por el puritanismo religioso –los freaks eran “el fruto del pecado original”, tal y como puede verse en un efectista pasquín publicitario durante una secuencia de El hombre elefante (The Elephant Man, 1980), de David Lynch–, la Nueva Carne es una monstruosidad que reniega del folclore y de la mitología, de la moralidad y de la lógica. La Nueva Carne, ya sea a tarvés de las pinturas de H.R. Giger, las fotografías de Joel-Peter Witkin o las viñetas de Charles Burns, acomodándose en los films de David Cronenberg o en los cuentos de Clive Barker, hace que el infierno sea algo físico, no imaginado. Así pues, uno de los principales méritos de la Nueva Carne consiste en su habilidad para crear monstruosidades creíbles y tangibles. Sus monstruos son posibles, tienen las proporciones adecuadas. Ninguna sensibilidad artística anterior se ha arriesgado tanto en el camino de la realidad grotesca. Todas esas contorsiones, caras bestiales y muecas diabólicas son profundamente humanas. En una palabra, es difícil precisar el punto en que la realidad y la fantasía se confunden.

Saymon Ediciones


El editor Luis Sábat me ha puesto al corriente de su nueva andadura editorial. De Elipsis pasa a Saymon Ediciones, que apostará por la literatura española. Empiezan con un libro de cuentos: Guantes negros, de Fede Durán. Estaremos al tanto y deseamos a Luis lo mejor en esta etapa profesional.

Dos cuentos en Lunula (Especial "La risa")



El número 23 de la revista Lunula es un especial sobre el humor. Especial La risa. La risa de Dios, la risa mágica, la risa cotidiana, etc. Incluye dos de mis cuentos breves: Currículum (que se publicó en la antología Grageas. 100 cuentos breves de todo el mundo) y Licántropo (que se puede encontrar en mi libro El hilo de la ficción, además de en otras publicaciones). El número ha quedado de lujo. Gracias a Roxana Popelka por contar conmigo. Y gracias otra vez a David González, quien me puso en contacto hace un par de años con la gente de la revista.

Creatura nº 37


En este número encontramos un texto de mi colega Mario Crespo, una entrevista con El Cangrejo Pistolero (quien dice que su mayor éxito editorial ha sido La Venganza del Inca, la antología sobre la cocaína que preparó otro amigo: David González), poemas de Félix Chacón y el comienzo de la galería de personajes del Creatura, además de los contenidos habituales. Este es el índice.

142

Uno de los libreros de mi barrio me da una buena noticia: aunque “Majareta” (Anagrama), el libro de textos de John Waters, está descatalogado, van a reeditarlo en breve. Waters es un tío divertido, un inadaptado. Y quiero leer algo suyo.

Pocas sorpresas

Este año he conseguido ver todas las películas nominadas al Oscar en la principal categoría antes del reparto de premios. Me decepcionaron las nominaciones, en general. Para mí, los mejores largometrajes de producción americana de la temporada no estaban entre los candidatos: “El intercambio”, “Revolutionary Road”, “El caballero oscuro”, “Perdidos en Brujas” o “The Wrestler”. Cintas más notables que “The Reader” o “Frost contra Nixon”. Incluso “Tropic Thunder” es mejor que “El lector”, aunque me interesa por el trabajo de Kate Winslet y la historia. Winslet ha rodado de una tacada “The Reader” y “Revolutionary Road”. Y es la segunda la que merecía más nominaciones y más premios. Pero en Hollywood interesa todo lo relacionado con el nazismo y prefieren apartar la mirada cuando les ofrecen el retrato de un matrimonio en crisis. “El caballero oscuro” está basada en cómics y pertenece al fantástico, lo cual la imposibilita para aspirar a grandes premios, excepto el merecidísimo a Heath Ledger. Y tal vez crean que con Clint Eastwood ya han cumplido bastante. Una pena.
Lo admito: salí muy satisfecho de “Slumdog Millionaire”. Es una película que logra el equilibrio entre la tristeza y el júbilo, entre lo miserable y lo festivo, entre lo horrible de las chabolas y lo milagroso del amor. Gusta en Hollywood porque es colorista, exótica, porque antepone la búsqueda del amor verdadero a la obtención de dinero. Es un filme que se ajusta a los tiempos de crisis. Que revela que la economía no es tan importante si dispones de amor y salud. Me gusta la dirección de Danny Boyle. Pero digámoslo ya: no es una cinta tan notable como para recibir ocho premios en una misma edición. Danny Boyle ya hizo algo mejor que “Slumdog Millionaire”, y sólo nominaron a su guionista: me estoy refiriendo a “Trainspotting”, una obra de culto. “El curioso caso de Benjamin Button” me gusta más que la ganadora. Pero su director, David Fincher, también hizo mejores películas en el pasado. Por ejemplo, “Zodiac”, injustamente olvidada en los Globos de Oro y en los Oscar. Ha sorprendido que en el apartado de película de habla no inglesa no ganara una de estas dos favoritas: “La clase” o “Vals con Bashir”. El premio ha sido para Japón. En cuanto al actor principal, se esperaba que fuese para Mickey Rourke por “El luchador”, donde está perfecto. Se lo dieron a Sean Penn. Se lo quitaron a un rebelde que empieza a reformarse (Rourke) para entregárselo a un rebelde que ya se ha reformado (Penn). Su Oscar por interpretar a Harvey Milk es un símbolo para la comunidad gay. Era su quinta nominación y su segundo Premio de la Academia. Creo que lo merecía Rourke. Porque, aunque Sean Penn está increíble, es un actor que siempre sobresale. Siempre roza la maestría en todos sus papeles. Ya no necesita premios. Por eso debieron darle la oportunidad a Rourke. Es en el apartado de actores secundarios donde veo un reparto justo: Penélope Cruz y Heath Ledger. Penélope Cruz es muy buena cuando cae en manos de grandes directores y pasable cuando la dirigen tipos más pendientes de la producción que de ayudar a los intérpretes. De Ledger ya hemos escrito mucho.
En estos repartos de Hollywood pesan cuestiones como la política, la moral o la presión de las productoras (los Weinstein tienen fama de dar la brasa a los académicos para promocionar sin descanso sus películas). Entre otros factores. Estos días se ha hablado de los viejos errores de la Academia. El tiempo lo demuestra. “Munich” perdió frente a “Crash”. “Chicago” ganó a “Gangs of New York”. “L.A. Confidential” fue derrotada por “Titanic” y “Pulp Fiction” por “Forrest Gump”. Y así.

lunes, febrero 23, 2009

Próximamente: Relatos de Kolimá. Volumen II


Para quienes adoramos a Varlam Shalámov, esta es la noticia del año: Minúscula va a editar, por fin, la segunda parte de sus Relatos de Kolimá. Os dejo con toda la información que me ha pasado la editorial:
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En librerías a partir del 6 de marzo de 2009.
La orilla izquierda reúne veinticinco cuentos en los que Varlam Shalámov continúa su cabal aproximación literaria a la vida de los confinados en los campos de trabajo siberianos, en el terrible desierto blanco de Kolimá. Con su dominio absoluto del relato breve y su admirable maestría para narrar lo que no puede ser narrado, el autor se enfrenta al reto de encontrar las palabras que traduzcan el inmenso dolor de aquellos hombres y mujeres que experimentaron el vacío de la pérdida del lenguaje y se vieron arrastrados al borde de la deshumanización. Relatos de Kolimá constituye una de las más grandiosas y desgarradoras epopeyas del siglo XX. Este volumen es el segundo de los seis que forman el ciclo general, que ahora se publica íntegro por primera vez en castellano y de acuerdo con la estructura que Shalámov dio a su obra.
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Varlam Shalámov
Relatos de Kolimá
Volumen II
La orilla izquierda
Traducción de Ricardo San Vicente

Azken bala / La última bala, de Hasier Larretxea


Aprovecho mi última oportunidad.

Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala.

Ahora es tu turno.

A pesar de que yo muera,
este poemario me sobrevivirá.
Este poemario será mi heredero.
Mi recuerdo.

Me puedes matar,
pero nunca asesinarás,
nunca destruirás la poesía.

Porque la palabra permanecerá en el tiempo.

¿Y la violencia?

Oscar '09: Lista de premiados


Best Motion Picture of the Year
Winner:
Slumdog Millionaire (2008) - Christian Colson

Best Performance by an Actor in a Leading Role
Winner:
Sean Penn for Milk (2008/I)

Best Performance by an Actress in a Leading Role
Winner:
Kate Winslet for The Reader (2008)

Best Achievement in Directing
Winner:
Danny Boyle for Slumdog Millionaire (2008)

Best Performance by an Actor in a Supporting Role
Winner:
Heath Ledger for The Dark Knight (2008)

Best Performance by an Actress in a Supporting Role
Winner:
Penélope Cruz for Vicky Cristina Barcelona (2008)
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[Enhorabuena a Penélope Cruz. Lista completa: aquí]

Palabras contra las balas

La palabra permanece para siempre, pero la violencia se diluye. Esa es una de las claves que sustentan los poemas del poeta navarro Hasier Larretxea. El jueves pasado presentó su libro “Azken bala / La última bala” en el Hogar Vasco de Madrid. En la calle Jovellanos, detrás del Círculo de Bellas Artes. Lo ha publicado en edición bilingüe: en euskera y en castellano. Tenía algunas referencias de Hasier gracias a los blogs (ya sabemos que, hoy, las grandes apuestas culturales están en las bitácoras), sobre todo los de dos amigos poetas: David González e Iñaki Echarte Vidarte. Tras mi artículo sobre el último atentado del terrorismo etarra, Hasier me escribió un correo electrónico. Me invitó a acudir a la presentación. Aquella tarde de jueves tenía un montón de colegas dispersos por la capital en numerosos actos literarios: Carlos Salem, José Naveiras, Kike Babas, Gsús Bonilla, etcétera. Pero primero me comprometí con Hasier. Acudir al recital poético/teatral fue la mejor excusa para comprarme “La última bala” y conocer al autor en persona.
Llegué tarde por culpa de mi nulo sentido de la orientación. Me fui en dirección contraria a la calle del Hogar Vasco. No es culpa de Madrid. Es culpa mía. Creo recordar que hace años me perdí en algún barrio limítrofe de Zamora. Soy como el doctor Marcus Brody (compañero de Indiana Jones), que una vez se perdió en su propio museo. Pero vamos con el recital: Hasier Larretxea leía los poemas en euskera; el actor Zuri Negrín los leía, a continuación, en castellano; la actriz Zuriñe Fernández recitaba algunos versos y ponía en práctica ciertos gestos implícitos en el libro. En el salón de actos vi a tres amigos: Déborah Vukušić, Esteban Gutiérrez Gómez y María Jesús Silva. Compré un ejemplar, Hasier me lo dedicó y ya he devorado sus páginas. Se tarda una media hora en leerlo en castellano (no los he leído en euskera, aunque debería), pero su fuerza perdura dentro de uno. Perdurará mucho tiempo.
En “La última bala” hay una respuesta al terrorismo etarra. Donde otros optan por las bombas, la violencia y el tiro en la nuca, Hasier apuesta por la palabra, por el respeto a la vida, por el verso. Palabras frente a bombas. Es un poemario crudo, directo, que va al grano. Como a mí me gusta: “Usaré hoy mi última bala. // Te tirotearé, / ¡¡Bang!!, / con mi arma / más útil, / eficaz. // Con mi única arma, / con la palabra. // Con la única que llega al tuétano. / Con la poesía”. Un poemario esencial. Valiente. Una crítica a la situación de batalla constante en el País Vasco: “Lo único que se puede hacer aquí / es ver cómo caen cada día las bombas. / No me enseñes / cómo disparar a quien odio”. Un grito de rabia continua: “He perdido a un hermano. / He perdido media vida. / Perder, he perdido la risa. / La esperanza”. Podría citar el libro completo: “Lo sentimos, no os servimos. / Queremos seguir riéndonos. / Vivos”. En algunos textos utiliza el sarcasmo: “Construyamos un pueblo / haciendo explotar tres o cuatro bombas diarias / en cascos históricos” o “Construyamos un pueblo, / aunque para ello / tengamos que destruirlo todo”. En otros, la crítica directa a la cobardía de quien sólo sabe infligir el terror: “Insúltame. / Golpéame. / Grítame. / Escúpeme. // Hazme / lo que tan bien sabes hacer. / Porque es lo único / que sabes hacer: // Meterme miedo”. No se lo piensen más: busquen este poemario, léanlo, subráyenlo. Es una manera de luchar, de no callarse, de no bajar la cabeza. Hasier es joven y demuestra un coraje envidiable: “Al parecer somos el pueblo más viejo de Europa. / Y el único que, para seguir viviendo, mata. // Ese parece ser nuestro hecho diferencial”.

domingo, febrero 22, 2009

The Wrestler


No hagáis caso de esos periódicos en los que dicen que Mickey Rourke "ha vuelto", pues lo cierto es que nunca se fue. Lo que hizo fue machacarse la cara y hundirse en papeles secundarios en películas cutres durante los 90 (salvando Legítima defensa y Buffalo 66). En el nuevo siglo contaron con él Sean Penn, Tony Scott, Steve Buscemi y, sobre todo, Robert Rodriguez, que le regaló el personaje de Marv. Lo que ha sucedido en realidad es que no estaba tan bien en un papel desde sus personajes de los 80. Por cualquiera de ellos podría haber ganado un Oscar, pero era un rebelde, un inadaptado: La ley de la calle, Manhattan Sur, Réquiem por los que van a morir, Barfly, El corazón del ángel, Homeboy, Francesco...
Con El luchador, el gran Darren Aronofsky le ha dado la oportunidad de redimirse. De dar vida a un tipo que tiene algunas conexiones con su propia trayectoria. Aronofsky abandona aquí la forma de sus anteriores películas, pero no el fondo: sigue mostrándonos historias tortuosas y sin concesiones a la galería. Apuesta esta vez por un estilo próximo al documental, con una cámara al hombro que va detrás del protagonista, que lo sigue como en esos reportajes que muestran las bambalinas de cualquier deportista.
Randy "The Ram" Robinson es un luchador que vivió tiempos mejores, en los 80 (una época en la que continúa anclado: véase su indumentaria, su melena heavy, la música que escucha). Aún tiene un público fiel que lo aclama en los combates de medio pelo, pero en el exterior, en la realidad de ahí fuera, su vida es un desastre: una mujer que no le hace mucho caso, una hija que le odia, una caravana como techo, horas extras en un supermercado, problemas de salud, soledad extrema. Aronofsky nos muestra los entresijos del wrestling y no elude todos los sacrificios que comporta para los luchadores: el mantenimiento físico, la venta de autógrafos y vídeos para ganar un dinero extra, las heridas y cicatrices (todo es mentira y está amañado, pero a menudo hay dolor). Randy es uno de esos personajes hundidos, que sólo busca una oportunidad para levantarse de la lona y enderezar su vida.
Estos días he leído el libro colectivo La nueva carne (del que hablaré la próxima semana) y creo que esta película no oculta ciertas influencias del concepto. En El luchador siempre se habla de la carne. Randy vive de su cuerpo, de mantenerlo, de exhibirlo, y lo somete a duros sacrificios y no duda en dejarse herir la carne para entusiasmar al público. La bailarina de striptease vive de enseñar su carne desnuda. Randy llega a decir que él ya sólo es "un pedazo de carne vieja". Su jefe del supermercado le dice que tendrá que enfrentarse a "amas de casa desesperadas que sólo querrán tu carne" en el mostrador de la carnicería en el que hace horas extras. Y no falta la referencia a La Pasión de Cristo: "Le dan de hostias durante dos horas, pero él lo aguanta".
Por si fuera poco, al lado de Rourke (impecable, extraordinario en su papel) están dos mujeres que me revolucionan: Marisa Tomei y Evan Rachel Wood. Y bordan sus personajes.

Hoy, en Madrid


Esta noche, a las 21:00 horas, en el Malatesta (c/ Olmo 3, Lavapiés), nueva presentación de Guerra de identidad, de Déborah Vukušić.

Adaptarse a los tiempos

Tras ver el primer episodio de la tercera temporada de Muchachada Nui pensé en dos de los personajes más célebres del programa, opuestos entre sí: Enjuto Mojamuto (“Interneeeee”) y Marcial Ruiz Escribano (“Para serviros”). Para quien no lo sepa, el primero es un dibujo animado hecho por Joaquín Reyes. Enjuto tiene unos veintinueve años, si atendemos al sexto episodio de la segunda temporada: en el sketch titulado “Grandes momentos de la vida de Enjuto” aparece de bebé y la fecha es 1980. Y su vida consiste en estar siempre solo, en su cuarto, conectado a internet. El segundo, Marcial, es un gañán de pueblo de carne y hueso, a quien Ernesto Sevilla interpreta con mucha gracia. Aunque los dos personajes son los más famosos de Muchachada Nui, es notorio que quien se ha convertido en icono de estos tiempos y en símbolo de quienes adoramos la informática y la red es Enjuto Mojamuto. En torno a dicho “friki” hay todo un merchandising. Pero, que yo sepa, no pasa igual con Ruiz Escribano.
Le estuve dando vueltas y creo que parte del éxito guarda relación con los tiempos. Me explico: Marcial Ruiz hace chistes rurales y demuestra la rudeza propia de quienes viven desde críos en las aldeas, pero hoy apenas pisamos los pueblos. Los espectadores saben poco del mundo rural, si acaso lo que les han contado sus padres. Marcial simboliza el regreso al pasado, a un tiempo en el que los hombres se ponían al fresco y jugaban a las cartas para matar la tarde. Enjuto Mojamuto, por el contrario, simboliza el presente, aunque jugando con la hipérbole, exagerando el retrato de ese joven que aún parece un adolescente y que pasa casi todo el día con la nariz pegada a la pantalla del ordenador. Todos entendemos sus chistes. También nos divertimos con los de Marcial, pero nos reímos más con Enjuto porque comprendemos, porque nos está hablando de nosotros mismos, o de gente a la que conocemos: del spam, de los correos electrónicos, de los antivirus, de las novias por chat que podrían ser hombres con una falsa identidad, de la mula y sus descargas. Ese es uno de los grandes aciertos del programa en esta nueva etapa, tras La Hora Chanante: Mojamuto conecta con el mundo contemporáneo. De ese modo, comprobamos cómo en la televisión (también en el cine o en el cómic) se hace uso de las nuevas tecnologías, algo que en castellano y en literatura no está a la orden del día, pues son pocos quienes se atreven a dar el paso. Ray Loriga decía que en España se escribía como si no existiera la televisión. La frase tiene ya unos cuantos años. Ahora podríamos afirmar que en España hoy se escribe como si no existieran los ordenadores ni internet, esenciales en nuestras vidas.
Pero no todo es así, ya. Por eso agrada ver cómo en algunos libros nos hablan del presente, incluyendo en los discursos variadas referencias a las nuevas tecnologías. Pienso ahora mismo en “Mis dos mundos”, el libro del argentino Sergio Chejfec. Pienso en ese pasaje (el fragmento está colgado en mi blog) en el que desvela cómo la navegación por internet le ha cambiado hasta tal punto que, cuando ve algo, lo relaciona inmediatamente como si se tratara de links. Los objetos y las imágenes le llevan a evocar otros pensamientos, de manera tal que crea “delirantes ramificaciones temáticas que me desbordan y dejan exhausto”. Pienso en “La cámara de niebla”, de mi colega Alfonso Xen Rabanal, citado semanas atrás: el cuerpo del libro está organizado como un blog, y la mayoría de los textos provienen de su bitácora. Pero lo más interesante es el momento en que alude a las resacas como antivirus para eliminar los malos ratos y los recuerdos que le atormentan.

sábado, febrero 21, 2009

Sean Penn en Rolling Stone


¿Cuáles son los escritores más importantes de tu vida?
David Rabe ha sido el dramaturgo más significativo para mí. Y en cuanto a los escritores de ficción, Bukowski, Dostoievsky, Steinbeck, Saroyan y Cormac McCarthy.
¿Lo conocés a McCarthy, no?
Me gustaría decir que lo conozco. Lo conocí hace treinta años, y nunca más lo volví a ver. Leo todo lo que publica. Es un gran escritor, de los que ya no abundan. Estuve involucrado en una negociación para adaptar Hijo de Dios, pero no se llegó a ningún acuerdo.
Wow, sería una película muy dura… (El argumento es sobre un necrófilo de los Apalaches)
(Sonríe) Un poquito oscura. Es divertido decirle a la gente "Es de Cormac McCarthy, pero es un poquito oscura".
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[Entrevista completa: aquí]

Trailer de Funny People


Nueva película de Judd Apatow. Reparto: Adam Sandler, Seth Rogen, Leslie Mann, Eric Bana, Jonah Hill y Jason Schwartzman. Trailer: aquí.

Ustedes perdonen

Juzgan estos días al fulano joven que agredió y vejó a una chica ecuatoriana en el tren. Dice que se arrepiente de lo que hizo. Pide perdón. También alega que no recuerda nada de aquella noche. Y en las imágenes de entonces se le ve con el móvil pegado a la oreja. Una actitud que no guarda mucha relación con la clásica persona que va hasta las cejas de alcohol y droga. Pero en ocasiones no basta con pedir perdón. Me parece a mí que esto de pedir perdón está sobrevalorado entre nosotros. Oiga, mire, que sí, que le he partido la boca a esa mujer, pero me arrepiento, así que hagan el favor de perdonarme. Lo que necesitamos no es que los demás lo sientan, sino que no cometan errores, que no sean violentos, que no vayan por ahí haciendo daño a otras personas. Es como el caso típico del marido que apalea a su mujer. Ella se va de casa y luego él acude a los suegros (si viven aún), a llorar un poco, y acude a los hijos (si los tiene), a llorar otro poco más y después le dice a la mujer que lo siente, de verdad, que ya sabe cómo ha estado de tenso en el trabajo últimamente, y que en el curro lo putean y llega nervioso a cenar. Pero que lo siente. Lo siento mucho, de verdad. Me arrepiento, te pido que me perdones y te prometo cambiar y no volver a hacerlo. El daño ya está hecho. Lo que se necesita no es el arrepentimiento, sino evitar el error y la violencia. Evitar el mal. El tipo en cuestión le echa la culpa a las drogas y al alcohol. Pero las sustancias no son las culpables. Culpable es el uso que hagamos de ellas. Ya lo decía Torrente: que la droga no es mala, no muerde por sí misma.
Por eso digo que está sobrevalorado entre nosotros el arrepentimiento. La culpa. De niños nos enseñaban en la iglesia que basta arrepentirse de los pecados y rezar cuatro avemarías y tres padrenuestros para que la culpa se esfumara. Grave error. Grave error porque muchos de nosotros, al errar en nuestra conducta infantil y sentir el aguijón de la culpa rondando por el estómago, pensábamos que daba igual. Que luego era cuestión de confesarlo todo y de rezar lo que mandara el cura. Y así no se puede, hombre. Propongo que al fulano que agredió a aquella chica le dé una paliza un grupo de tíos briagos y ciegos de ácido, como dice él que estaba cuando la atacó, y que luego, eso sí, le pidan perdón. Oye, mira, que lo sentimos y tal. Nadie se merece una paliza así. Pero compréndenos: la noche, el alcohol, la ira, las drogas… No estábamos en nuestros cabales. Es más: no recordamos nada. Hazte cargo y perdónanos. Y te quedas con la paliza, claro.
En esta clase de juicios los acusados siguen un patrón de conducta. Estamos hartos de verlo en la tele. Primero acatan una actitud chulesca, de matones de barrio. De amagar con el puño para que los cámaras crean que les van a meter un golpe. Luego van agachando las orejas, con las detenciones y mientras esperan a que se celebre el juicio. Finalmente, muestran una actitud llorona. Arrepentimiento. Confesión. Culpa. Oiga, mire, que en el fondo yo no soy malo. No se sabe si lo sienten de verdad o no, pero las penas se rebajan de ese modo. Cuando asumes tu culpabilidad y dices que vas a enmendarte. Estamos cansados de ver casos así. Gente apaleada. Mujeres molidas a golpes. Vagabundos quemados vivos. Y luego los culpables diciendo que lo sienten mucho, que se les fue la mano, que no era su intención. Pues no lo sienta usted tanto y asuma su castigo. Asumir la culpa y pedir perdón ya no basta. Porque la mayoría lo utiliza como un escudo. La excusa perfecta. Fui malo, pero ahora soy bueno, ustedes perdonen.

The Reader


Esta era la única película que me faltaba de las nominadas al Oscar y la vi anoche. No está mal, pero es la que menos me ha gustado del lote. Para mí, su lugar debería ocuparlo otra: Revolutionary Road. Se merecía más nominaciones. Kate Winslet está perfecta en ambas, pero la han nominado por The Reader. Supongo que ayuda el maquillaje que la afea en el último tercio del largometraje, algo que gusta mucho en Hollywood pero no sucede en la película de Sam Mendes.
Como digo, no está mal, sin llegar a la altura de Las horas, anterior obra de Stephen Daldry. Hay dos razones para no perdérsela: el trabajo de Winslet y la idea central que sostiene la historia (un muchacho que lee para una mujer, ignorante de su pasado al servicio de los nazis). También está repleta de grandes secundarios: Ralph Fiennes, Lena Olin, Bruno Ganz y Matthias Habich. Y no lo hace mal el protagonista, David Kross. Estoy de acuerdo con Carlos Boyero: el filme está muy cuidado y dispone de muchos puntos a favor, pero le falta alma, te deja un poco frío.

Crónica de una lágrima


No he visto ningún corto del zamorano David Furones. Algunos amigos míos me hablaron de él y del estreno, previsto para esta noche, de su nuevo cortometraje. Será en Multicines Zamora, a las 20:45 y a las 22:30 horas. Esta es la web. Suerte para todo el equipo.

Premio de microrrelato para Esteban Gutiérrez


Ayer me encontré en un acto con otro colega: Esteban Gutiérrez Gómez. Me di cuenta entonces: no le había felicitado por su reciente premio y tampoco había puesto la noticia por aquí. Pero es que ha sido una semana tan llena de actos, de avisos y de recitales que incluso, veo ahora, se me han pasado algunos que debí colgar en el blog y no colgué. En otras palabras: que uno no da abasto. Esteba ha ganado el 2º certamen "Amor en 1 Minuto", organizado por Cadena Ser. Tomo el cuento de su blog y lo cuelgo aquí:
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TODA UNA VIDA
Durante un minuto no supe qué decir. Miraba el anillo, una simple arandela de plástico, y le miraba a él, con su pelo alborotado y el cerco de chocolate en los labios. Sonreía, como siempre, y le brillaban los ojos como cuando se tiene fiebre. Le dije que sí, que sería lo que tuviese que ser. Me cogió de la mano y volvimos juntos a clase un instante antes de que sonase la sirena que marcaba el final del recreo. De esto hace más de setenta años. Sé que seguimos llenos de amor, aunque él, ahora, no recuerde nada.

Se acercan los vigilantes

“Watchmen”, el extraordinario cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, está de moda desde que anunciaron el rodaje de la película. A diario encontramos noticias relacionadas con la adaptación que ha hecho Zack Snyder (de quien me gusta más “Amanecer de los muertos” que “300”, aunque ésta última no está nada mal), que puede ser un gran filme o una bazofia. Y lo digo porque suelen tenerse esperanzas en las adaptaciones del cómic y la mayoría nos decepcionan. Hollywood tan pronto nos ofrece una obra maestra (“El caballero oscuro”) como un bodrio total (“The Spirit”). No hay día en el que no salgan carteles de “Watchmen”, y he perdido la cuenta de los que han hecho ya para promocionarla. No faltan rumores y noticias y asuntos sobre su rodaje, el retraso en su estreno por la disputa de derechos de distribución entre Fox y Warner o el análisis minucioso de quienes ya han podido asistir a algún pase de prueba.
Siguiendo la tradición de los productos de consumo que, se espera, pueden batir récords (eso se supone del largometraje de Snyder), ya han empezado a proliferar los libros relacionados con la exquisita obra de Moore y Gibbons: las reediciones con distintas portadas; la edición en catalán; “El arte de Watchmen”, que versa sobre la producción artística del filme; “Watchmen. El libro de la película”, con entrevistas y bocetos y fotografías; “Watching the Watchmen”, que explora los secretos del origen del cómic y el proceso creativo que llevaron a cabo sus autores. Y no sé si olvido alguno más. En realidad, creo que la mayoría sobran. A priori, y a excepción del cómic original (en el formato viejo, reducido, y no en ese formato gigante de ahora, que en vez de un tebeo de pastas duras parece una losa de cementerio), sólo me interesaría el último de ellos, si es cierto que ayuda a indagar en los orígenes y en la concepción de este mítico volumen. Se trata de las clásicas artimañas para vender cuando se supone que una película que no se ha estrenado tendrá éxito.
Admito que tengo ganas de ver qué ha hecho Snyder. No sé si cumplirá mis expectativas, pero al menos el gran Rorschach, mi personaje favorito, es un calco del original, y debajo está el actor Jackie Earle Haley, quien hizo un gran trabajo en “Juegos secretos” y, además, fue nominado al Oscar como secundario. Lo que sí me atrae de este circo mediático que se está montando en torno a “Watchmen” es la edición en dvd de “Tales of the Black Freighter”, es decir, los “Relatos del Navío Negro”. Para quien no haya leído el cómic, se lo resumo: en una de las tramas paralelas del cómic, un muchacho, sentado junto a un kiosco, lee un tebeo del mismo nombre: “Tales of the Black Freighter”. Dado que el metraje de la película se alargaría demasiado, en Warner decidieron crear esta pieza de dibujos animados que sirve como complemento a la cinta. La edición en dvd va acompañada del falso documental “Bajo la capucha”. Ignoro su duración. Supongo que será un cortometraje. Sé que al personaje principal, un náufrago, lo dobla Gerald Butler. De momento hemos visto el trailer y pinta bien. Las historias dentro de las historias que acompañan a las películas sí me gustan, como la pieza de manga que hicieron para “Kill Bill” y que introdujeron en la primera parte. Algo parecido ha vuelto a hacer Quentin Tarantino en “Inglourious Basterds”, su nuevo largometraje: “Nation’s Pride”, un corto en blanco y negro dentro de la película, con Daniel Brühl de protagonista. Cuando la fiebre por “Matrix” también sacaron ediciones en dvd de los cortos de dibujos que completaban la trilogía. Y recuerdo que me gustaron.

jueves, febrero 19, 2009

Portadas exquisitas


Brooklyn: A Novel, de Colm Tóibín. De próxima publicación en USA.

The Expendables



Durante un tiempo se rumoreó que Quentin Tarantino reclutaría para sus Inglourious Basterds a los cachas oficiales de Hollywood: Stallone, Willis, Schwarzenegger... Pero Tarantino escogió a tipos desconocidos y poco musculosos y a una estrella no habitual en el cine de acción: Brad Pitt.

Como si quisiera desquitarse, Stallone está rodando The Expendables, una película sobre mercenarios (en la foto superior, las pintas que lucirá) en la que ha reunido a este reparto: el propio Stallone, Jason Statham, Mickey Rourke, Jet Li, Dolph Lundgren, Ben Kingsley, Forest Whitaker, Sandra Bullock y Arnold Schwarzenegger interpretándose a sí mismo. Por cierto: Jean-Claude Van Damme rehusó participar en el filme. Dijo que Stallone no era capaz de explicarle el personaje que iba a interpretar, que no tenía profundidad. Como si Van Damme se hubiera dedicado toda la vida a interpretar a héroes de Shakespeare...

En todo caso, esperamos con ansiedad The Expendables. Promete ser una de las películas pop-basura de la próxima temporada (como lo fue la última entrega de Rambo, tan gore como divertida).

Mis dos mundos, de Sergio Chejfec


Los puntos o circunstancias donde concentro mi atención toman la forma de enlaces de internet: no solamente se trata de los objetos mismos de observación, en general urbanos, pertenecientes al mundo de la calle o de la vida en general de la ciudad, precisos en sus formatos y discriminados del entorno, también significan la asociación que sugieren, la reminiscencia de lo percibido como relacionado, como parecido o directamente como distinto, o sea, en cualquier aspecto que uno pueda establecer esos vínculos. En las caminatas una imagen me lleva a un recuerdo, o a varios, que a su vez imponen otras evocaciones y pensamientos conectados, muchas veces azarosos, etc., creando en general delirantes ramificaciones temáticas que me desbordan y dejan exhausto. Quiero decir, soy víctima de los primeros tiempos de internet, cuando el recorrido o la navegación a través de la red estaban menos regidos por la fatalidad o la eficacia de los buscadores como lo está hoy, y uno debía derivar entre cosas parecidas, extravagantes o difusamente relacionadas.

Javier Vázquez, Premio Blas de Otero de Poesía


Hace tiempo que conozco a Javier Vázquez. Esta semana obtuvo dicho premio, lo cual coincide con la publicación en Baile del Sol de su poemario Casi sin querer. Copio y pego la noticia:
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El poemario La vida en un día de Javier Vazquez Losada, se lleva el galardón del XX Premio Blas de Otero de Poesía que convoca el Ayuntamiento de Majadahonda. El primer premio está dotado de un importe de 5.560 euros y 100 ejemplares de la publicación de la obra.

Influencias

Un par de meses atrás, curioseando por las páginas web de las editoriales para ver las novedades, encontré en El Tercer Nombre un libro que atrajo en seguida mi atención. Su título, “Colgados en Murder Mile”. Su autor, Tony O’Neill, un tipo que no me sonaba de nada. Las primeras líneas del argumento me convencieron: “Tras agotar sus recursos en los barrios de Los Ángeles, un yonqui y su mujer se mudan a la Murder Mile londinense, la zona más peligrosa y corrupta de la ciudad”. Me gustan las obras con personajes metidos dentro del abismo, como los sufridores de “En mil pedazos”, “Candy” o “Yonqui”. Quise comprar la novela, pero no me fijé en la fecha de publicación: mayo de este año. Así que lo apunté en mi lista de libros pendientes. Y teniendo presente que no sabía quién era Tony O’Neill.
Esta semana, buscando noticias culturales en la prensa, di con un reportaje de Abc en el que hablaban de algo nuevo: una Generación Offbeat. Según el periódico, “un nuevo grupo de escritores anglosajones con sede en internet que está revolucionando la industria editorial”. Y ahí estaba, entre ellos: el nombre de Tony O’Neill. Hablaban del libro sobre Murder Mile y su próxima publicación, e incluían una entrevista con el autor. O’Neill estuvo enganchado a las drogas y entonces leyó los libros de Dan Fante y supo que quería escribir, aunque su lectura de cabecera es “El almuerzo desnudo” de William S. Burroughs. De Dan Fante dice: “Es el escritor que mayor influencia ha ejercido en mí”. Para quien no lo sepa, Dan es el hijo del maestro John Fante. Un autor que, pese a esa influencia en este y otros muchos autores, permanece inédito en España. No será por mucho tiempo. Como conté hace poco en mi blog, un escritor amigo, Francesco Spinoglio, italiano afincado en España a punto de publicar nuevo libro, me ha hablado en varias ocasiones de Dan Fante: de la devoción por sus obras y de su amistad con dicho autor. Si no me falla la memoria, Francesco incluso pudo conocer a Dan en persona. Y Fante le ha dicho que en breve empiezan a publicar sus libros en castellano. Ya era hora. El año pasado, más o menos por estas fechas, descubrí que una editorial anunciaba la publicación de “Tocando fondo”, una de las novelas de Dan Fante. Pero nunca más se supo. Incluso escribí a los editores, preguntándoles si de verdad editarían el libro. Y me respondieron que, de momento, se había suspendido la publicación, pero no la descartaban en el futuro. Ni yo ni Francesco sabemos cuál será la editorial que traiga a Fante. Permanecemos a la expectativa.
Tras leer lo de O’Neill encontré un artículo de Manuel Hidalgo en el que éste, dos años atrás, mencionaba a Dan Fante al hablar de las novelas de su padre. Y contaba algo que yo desconocía: que aquel detestaba que se relacionara a John Fante con Charles Bukowski. Éste fue, en gran medida, el autor que logró que se rescatara del olvido su nombre, empezando por su maravillosa novela “Pregúntale al polvo”. Hidalgo apuntaba que el hijo niega las conexiones temáticas y estilísticas entre ambos autores. A mí me gustan los dos, Fante y Bukowski, pero admito que, si tuviera que elegir, me quedaría con el primero. Estoy de acuerdo en esas diferencias. Su literatura, aunque parte del realismo, es muy distinta. Creo que la mejor definición de esa diferencia me la dio otro amigo, David González: me dijo algo del estilo a que Fante tiene piedad por sus personajes y Bukowski carece de ella. Yo creo que se puede admirar a los dos escritores sin tener que renunciar a ninguno.

miércoles, febrero 18, 2009

Satori en París, de Jack Kerouac


Así que tuve que esperar hasta las once, ocho horas aniquiladas en los cafés cercanos a la estación. Me dirigí hacia unas vías muertas, donde las cocheras, y en un baño logré extraer algo de papel higiénico de un grasiento cilindro expendedor. Por lo menos ahora podría escribir una carta a los guardafrenos de la Southern Pacific Railroad, convertidos ya en maestros ferroviarios, e informarles de cuán distintas son las cosas aquí, lo cual supongo les sonará a sucia retórica de tarjeta postal pero es la verdad, como también es verdad que he perdido seis kilos completando a la carrera –maleta a rastras– la milla que separa el restaurante de Ulysse Lebris de la estación. Pero bueno, acabo dejando el equipaje en la consigna y decido consignarme a la bebida durante ocho horas.
Pero al sacar la llave de mi maletita Macrory (en realidad es una Monkey Ward), me doy cuenta de que estoy demasiado borracho e ido para acertar a abrir el candado (y hacerme con los tranquilizantes que, no me negarán ustedes, empiezo ya a necesitar).
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En este libro, por primera vez traducido en España, Jack Kerouac cuenta su viaje a París y a Brest en busca de sus orígenes bretones: su nombre real es Jean-Louis Lebris de Kérouack. El resultado es una obra rara, anárquica, imperfecta, en la que el autor va apuntando pensamientos, encuentros y vicisitudes. En París experimentó un satori o iluminación. En tierras francesas habla con la gente: camareros, taxistas, botones, cocineros, compositores, mujeres guapas... Y demuestra por qué su estilo es único, por qué sus admiradores disfrutamos leyendo sus libros: aquí están el ritmo, la frescura, el entusiasmo de ese viajero loco e incansable, la fluidez de su prosa. Kerouac es música de garito lleno de humo, es el camino y es la libertad. Publicado por Ediciones Escalera, incluye un prólogo de Antonio Bordón. Y no me olvido del traductor, Daniel Ortiz, que ha logrado ese ritmo peculiar que encontramos siempre en las traducciones de otros libros del autor.

Cartel de Rain Fall


Adaptación de una de las novelas negras de Barry Eisler, aquí publicadas por Roca Editorial, y que cuenta con la participación de Gary Oldman en un papel secundario.

Desde el cariño

Creo recordar
que una vez
te tuve al lado o incluso
tatuada en el motor.

Que te jodan,
de verdad.

Y no es resentimiento,
no.
Es recapacitación
y un poco de análisis.

Que te jodan,
de verdad.

Por cada minuto
de desprecio,
por inculcar el miedo,
por crear rencor…
y te juro que nunca fui rencoroso.

Aún así,
que te jodan,
de verdad.

Por cada segundo
que estando a mi lado
me alejaste de ti,
porque tus manos
jamás aprendieron
cómo retenerme,
por alejarme de mí.

Que te jodan,
de verdad,
pero desde el cariño,
que eso nunca lo pierdo.


José Naveiras, Pecado de silencio

Agregados

Nacho Vigalondo es el director de una de las mejores películas españolas del año pasado (o quizá la mejor), “Los cronocrímenes”. En el debate que siguió a la presentación de un libro en la que hizo de maestro de ceremonias, contó un caso típico del Facebook. Lo de hacerte “amigo” de gente a la que nunca has visto en persona. O de la que no has oído hablar jamás. Decía que, a veces, se le acerca algún tipo que le propina una palmada, le cuenta que son amigos del Facebook y le propone ir a tomar una caña, como si fueran colegas de toda la vida. Contaba esto desde el estupor y la perplejidad. Porque le pasaba con peña a la que no conocía de nada. Con personas que había acabado aceptando o agregando como amistades en esa “red social”.
Suelo decirle al personal que debemos tener cuidado con el Facebook, que aún es joven e ignoramos las consecuencias que puede desencadenar un uso incorrecto o indebido de la herramienta. Piensen en eso que, dicen, le ha ocurrido a Mariano Rajoy: en la red de encuentro habían abierto tantos perfiles falsos del eterno candidato que tuvo que abrir su propio espacio en Facebook para evitar que proliferasen más fakes. Por eso lo mejor es abrirse un perfil propio, antes de caer en las manos de los desaprensivos. Aunque no lo utilices mucho. Rubén Lardín, junto a Vigalondo, dijo que Facebook era como una ficha policial en la red. Tu ficha, con los datos personales, colgada en un espacio más o menos público. Por eso digo que hay que tener cuidado. Se rumorea que muchos jefes husmean en los “muros” de Facebook de sus trabajadores para comprobar si, en horario de oficina, están currando o si se dedican a poner comentarios y a colgar fotos. A un colega mío le dio un toque su jefe por eso mismo. Al fin y al cabo es una herramienta de control. Y, ¿cómo no vas a agregar de amigo a tu propio jefe si él te lo pide? El registro de tus comentarios se vuelve contra ti.
Al principio, cuando abrí mi ficha en esta página, acepté peticiones de tres o cuatro personas a las que no conocía de nada e incluso sugerencias de amistad que me hacían algunos colegas. Pronto vi que es un error. Que te puede pasar lo que a Nacho Vigalondo: gente que confunda los términos, que crea que por veros las caras en las fotos de los perfiles ya sois hermanos de sangre. Así que ahora hago lo que aconsejo a mucha gente: establecer mi propio filtro. Es decir, no agregar a quienes no conozco. Tampoco agregar a quienes, aunque los conozca, son polémicos por naturaleza y podrían arruinar la paz que prefiero para este invento. El caso excepcional es agregar a gente que no conozco, pero de la que tengo buenas referencias: gente del mundo editorial, del terreno literario, amigos de poetas de los que he oído hablar y ejemplos así. Como saben, en el Facebook puedes comprobar qué amigos tienen tus amigos. Parece que es una garantía de fiabilidad, pero no es tal. Sólo lo parece. Me ha ocurrido un par de veces que, recibiendo peticiones de alguien que no sé quién es, compruebe que esa persona tiene una lista de agregados en la que hay colegas míos. Y, cuando les pregunto a éstos quién es esa persona, ni siquiera lo saben: “No sé quién es, lo habré aceptado sin mirar”. Y ese es uno de los errores de Facebook, además de los múltiples agujeros en la seguridad. Que la gente acepta a todo el mundo para garantizar que la publicidad que envían en forma de mensajes colectivos sea extensible a más personas. Pero eso juega en contra de uno. Siempre puede haber un enemigo camuflado. Alguien que vigila tus pasos. ¿O no?