Por fin encuentro una edición que me acomoda y por fin leo este clásico. Como dice Manu Leguineche en el prólogo, el mejor Hemingway está en París era una fiesta. El libro es un cajón de sastre en el que el autor mezcla algunas de sus vivencias con algo de ficción, un cajón en el que hallamos encuentros con otros escritores y poetas, viajes, diálogos y reflexiones sobre su propia manera de escribir. Hay frescura en sus páginas y en la prosa del autor se revela su crueldad y su talento para la observación. Y, sobre todo, el París bohemio de los cafés y la pobreza. Vamos con un fragmento:
De pie, miraba los tejados de París y pensaba: "No te preocupes. Hasta ahora has escrito y seguirás escribiendo. Lo único que tienes que hacer es escribir una frase verídica. Escribe una frase tan verídica como sepas." De modo que al cabo escribía una frase verídica, y a partir de allí seguía adelante. Entonces se me daba fácil porque siempre había una frase verídica que yo sabía o había observado o había oído decir. En cuanto me ponía a escribir como un estilista, o como uno que presenta o exhibe, resultaba que aquella labor de filacterio y de voluta sobraba, y era mejor cortar y poner en cabeza la primera sencilla frase indicativa verídica que hubiera escrito. En aquel cuarto tomé la decisión de escribir un cuento sobre cada cosa que me fuera familiar.