De David González. En LeTour 1987.
"En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe…" (Thomas Bernhard)
miércoles, agosto 31, 2016
martes, agosto 30, 2016
lunes, agosto 29, 2016
Excodra (Homenaje a lo maldito), de Rubén Darío Fernández
Los malditos números negativos
Cuento por desamores los amores que he tenido. Es un número igual, el único y el mismo, el de mujeres que de mí se han enamorado para luego desenamorarse. Si el amor suma, y el desamor resta, la cuestión está en que la suma de ambos dé +1. Con un +1, con sólo un +1, la vida está resuelta. (Amén de que en esta suma no son posibles los malditos números negativos). Donde hay amor no importa el pan duro sobre la mesa. Todos lo demás: excusas y, justificaciones. Pero no es fácil el amor. El amor hay que lucharlo. El amor, hay que lucharlo: porque es cosa de dos.
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David Lynch
Los celos y los saxofones y los telones rojos, los terciopelos azules y las orejas y las cabezas borradoras, las búsquedas y los encuentros y los viajes al pasado, los sueños y las pesadillas y la locura, la fama y la mentira y el sexo, el amor y el odio y la ternura, las calles y los bailes y las prostitutas, las llamadas telefónicas y los asesinatos y la inocencia, la culpa y la oscuridad más gris y el deseo, la música y el cine y lo cotidiano, lo borroso y lo ampliado y el alcohol que ciega, la astucia y la malicia y la noche sobre nuestras vidas, lo subterráneo de nuestras mentes y lo subterráneo de nuestros actos y los sótanos de la cordura, lo encerrado y lo luminoso y la muerte, el poder y el pánico y la violencia, el cariño y las sospechas y las certezas, lo escondido en el fondo de un misterio y las cajas de tiempo y los aromas penetrantes, los enanos y los sombreros y los desfigurados, la compasión y la pasión y la belleza, lo más horrible y lo más sencillo y lo menos doloroso, lo oculto y lo mostrado y lo inerte, lo que brilla y en seguida se desvanece y lo feo y la mano que te miras después de lo que hiciste, lo obstinado y lo veloz y el beso. Eso, el beso. Te sentiste como un beso recordando lo mostrado por Lynch. Lynch se mueve en espacios donde cabe todo y si pensaste que no cabía, te equivocabas. Miraste una detrás de otra todas las películas de Lynch hasta que te encontrabas en su universo, el universo donde lo oscuro brilla en la mirada más feliz.
[Excodra Editorial]
martes, agosto 23, 2016
Relatos de lo inesperado, de Roald Dahl
Éste es uno de tantos libros que compré hace años y que esperaban su turno en la biblioteca. La última (y maravillosa) película de Steven Spielberg, Mi amigo el gigante (The BFG), adapta un cuento infantil de Roald Dahl, y al salir del cine recordé que tenía por ahí este conjunto de relatos. ¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya? Dahl era un maestro de la narrativa, da lo mismo que enfocara sus historias hacia los niños o hacia los adultos. Estos Relatos de lo inesperado inspiraron a muchos artistas y, sobre todo, a cineastas que adaptaron algunos de sus textos en películas o en series de televisión: por ejemplo, Alfred Hitchcock o Quentin Tarantino; sin olvidar que otras obras suyas fueron convertidas en grandes filmes por gente como Tim Burton, Danny DeVito o Wes Anderson.
El volumen recoge 16 relatos donde siempre hay un giro de 180 grados hacia el final, una vuelta de tuerca que lo cambia todo. No se puede contar mucho de cada uno porque la sorpresa es uno de los factores indispensables para sacudir al lector. Pero podemos dar unas pinceladas…
En "Gastrónomos", durante una cena y la correspondiente cata de vinos, un hombre quiere que otro se apueste con él la mano de su hija adolescente; a cambio, y si pierde, él le entregaría dos de sus casas.
En "Hombre del sur", quizá el más conocido porque ha sido adaptado tres veces al cine y a la televisión, un hombre hace otra apuesta con un cadete: si es capaz de encender su mechero diez veces seguidas, le entregará su Cadillac; pero si el muchacho pierde, el hombre le cortará uno de sus dedos.
"William y Mary" cuenta lo que ocurre tras la muerte de un hombre que había sometido y maltratado a su mujer, y la venganza que ella se cobra (bastante terrorífica) cuando él cede en su testamento su cuerpo para que lo revivan.
En "Jalea real", que yo juraría que adaptaron en algún cómic de EC, un hombre quiere alimentar a su bebé con jalea, pues se supone que con eso ganaría el peso que el niño, casi esquelético, ha perdido en los últimos días; el resultado, claro, podría ser monstruoso…
Es éste un libro de cuentos por donde proliferan las venganzas terribles, las apuestas más disparatadas, los personajes con doble cara más insólitos… No se lo pierdan, es un pequeño clásico y todos los relatos son magníficos. En septiembre, además, Anagrama lo reeditará en un volumen de cuentos: en su colección Compendium.
[Anagrama. Traducción de Carmelina Payá y Antonio Samons]
domingo, agosto 14, 2016
Los pobres, de William T. Vollmann
Tengo en mi biblioteca todos los libros de William T. Vollmann que han traducido al castellano, incluidos los primeros y más difíciles de conseguir (los que publicó Muchnik). No los he leído todos, voy poco a poco y aún me falta por adentrarme en uno de los más voluminosos (Europa Central) y me gustaría releer los primeros.
Compré Los pobres hace 5 años, es decir, cuando la publicó aquí Debate. Vollmann es un autor más o menos difícil por la extensión de muchos de sus libros, pero Los pobres es uno de los más asequibles, de los más amenos. Para conocer más sobre su vida, para saber por qué territorios se mueve, hay que leer obligatoriamente esta entrevista, que José Luis Amores tradujo en la web de Pálido Fuego. Ahí se encuentra la que quizá sea la declaración que mejor define su obra (y su identidad como escritor): Yo no canibalizo mi vida a fin de escribir. A veces, si me da por investigar algo, decido experimentar lo que investigo con el objetivo de dar vida a las descripciones. Otras veces escribo para expresar o exorcizar alguna sensación intensa que pueda tener.
Ésta es una de las particularidades de Vollmann, de su obra y de su vida: allá donde otros se conforman con ser meros espectadores (pensemos en el reportero objetivo y profesional de toda la vida), que vuelven y lo cuentan, Vollmann no sólo se involucra y experimenta terror y humillaciones y peligros (a la manera de Hunter S. Thompson y el Periodismo Gonzo), sino que además intenta ayudar, intenta mejorar el mundo rescatando a algunas personas; se puede leer en la entrevista cómo intentó sacar de la prostitución a chicas muy jóvenes, y en algún caso lo logró. No es que Vollmann sea un samaritano o alguien de una ONG: es que se trata de una buena persona, de alguien que cobija la semilla de la bondad aunque sus gustos y sus filias y sus temas sean siempre perturbadores (la guerra, la violencia, la pobreza, las armas, la prostitución, las drogas…).
En Los pobres demuestra, con descripciones y con imágenes tomadas por él mismo, con extractos de conversaciones y con notas, lo que vio sobre la pobreza viajando por el mundo. Vollmann no se conforma con explorar su barrio o su ciudad: cruza fronteras, se marcha a otros países, habla con la gente, les pregunta a bocajarro qué es para ellos la pobreza, si se sienten pobres. Sabe que no basta con estadísticas, con ir a los archivos y mirar los datos: por eso él estudia los casos de cerca, se mezcla con las personas, entra en sus chabolas… En su periodismo (y Los pobres lo es: una larga pieza periodística, pero muy literaria y muy personal) Vollmann ha ido un paso más allá de Hemingway, de Tom Wolfe, de Hunter S. Thompson… No digo que sea mejor, tampoco digo que sea peor: es un paso diferente, otra etapa del camino, otra muestra distinta de las cosas.
En septiembre llegará La familia real (Pálido Fuego, 2016), una de sus novelas sobre la prostitución, y ya hablaremos de ella. De momento, pueden buscar este libro y averiguar cómo trabaja Vollmann (este libro o cualquiera de los que haya publicado). Algunos extractos:
¿Por qué algunas personas están tan perdidas?
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Si alguien posee menos que yo y es infeliz al respecto, lo llamo pobre. Si afirma ser rico pero le veo síntomas de "síndrome de declive", como dicen los manuales de medicina, más vale llamarle pobre. Cuando exista cualquier duda al respecto, ¿por qué no llamarle pobre? Lo exige la caridad.
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Y así llegué a preguntarme si una característica de la pobreza podría ser la rendición ante la derrota.
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¿Podría ser que los recursos y responsabilidades compartidos funcionen mejor cuando no hay mucho que compartir?
En ese caso, las personas con casi nada y las personas con casi todo quizá vivan mejor que quienes padecen pobreza relativa: quienes tienen suficiente para perder pero no bastante para ser felices.
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Cuando se publique este libro regalaré varios ejemplares, como hago siempre, a quienquiera que esté viviendo en mi aparcamiento. Sea cual sea su precio de venta, probablemente será demasiado alto para que muchísimos pobres tengan ocasión de comprarlo. Cualquier cosa que el libro crea saber sobre la pobreza, ellos la sabrán con mayor certeza y mayor profundidad, aunque con menor amplitud.
[Debate. Traducción de Gabriel Dols Gallardo]
jueves, agosto 11, 2016
El campeón ha vuelto, de J. R. Moehringer
He tardado en empezar a leer a Moehringer. Algunos grandes amigos me recomendaron las memorias de Agassi (Open), quien colaboró con el escritor en el que, dicen, es un libro deslumbrante. Pero me dio pereza porque no me fascina el tenis. Lo cual no significa que no lo lea: tarde o temprano lo haré porque me fío del criterio de esos amigos. Luego publicaron El bar de las grandes esperanzas, y no me decidía porque no acababa de convencerme la cubierta; una vez más, lo apunté porque otras dos personas de las que suelo fiarme lo recomendaron. Y entonces llegó El campeón ha vuelto, y me decidí porque leí en alguna red social uno o dos fragmentos, y porque es un reportaje breve, y porque gira en torno a un boxeador (y el boxeo sí que me interesa).
El campeón ha vuelto es, al parecer, un reportaje o una crónica de culto en EE.UU. A mí me ha gustado y ya compré El bar de las grandes esperanzas, que probablemente lea este mes. Moehringer es preciso y contundente, va al grano y deja en estas páginas algunos pasajes muy notables. Para la edición en castellano escribió un prólogo que, al cabo, resulta ser lo mejor del libro, o la parte de la que he copiado más fragmentos. Así que yo he caído, también, en el hechizo de este autor, del que pronto publicarán Sutton. Aquí van unas muestras potentes:
Por primera vez comprendí que en realidad sólo hay dos tipos de historias en el mundo: las que los demás quieren que cuentes y las que quieres contar tú. Y nadie va a dejarte así, sin más, contar las segundas. Tú tienes que pelear para ganarte ese privilegio, ese derecho.
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Seas quien seas, estés donde estés, sea cuando sea que estés leyendo esto, o no leyendo esto, estoy casi seguro de que estás librando una pelea. Tal vez sea una pelea contra un mal trabajo, o un jefe cruel, o una empresa que te explota. Tal vez sea una pelea interna, contra una duda paralizante, o un temor que te desgasta o una pena sin fondo. Tal vez pelees contra una enfermedad, o un dolor, o una separación nada amistosa, o algún otro monstruo amorfo que parece decidido a devorarte entero…: la locura, la culpa, una deuda. Tal vez estés peleando por algo, por algo esencial, que no has tenido nunca. Un hogar seguro, un amor verdadero, un trabajo satisfactorio. Tal vez lo hayas tenido y te lo hayan quitado y estés peleando por recuperarlo. Sea cual sea el caso, esta mañana, al poner los pies en el suelo, o en la cubierta de tu barco, o en la tierra de tu campamento, has planificado el día alrededor de esa pelea. Esa pelea te define, te da forma, tal como debe ser y seguirá siéndolo hasta que se declare un vencedor, y entonces empieza la siguiente pelea, y la siguiente, hasta que llegues a la última pelea de tu vida, que perderás, como todos los que has conocido perderán la suya.
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Estoy en una habitación de hotel en Columbus, Ohio, sentado, esperando la llamada de un hombre que no confía en mí, con la esperanza de que tenga respuestas sobre un hombre en quien no confío y que podría facilitarme el nombre de otro hombre que a nadie le importa lo más mínimo.
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Como les ocurría a tantos otros boxeadores, no había ahorrado nada. Le pagaron treinta y cuatro mil dólares por el combate contra Charles, una suma de dinero considerable en la década de 1950, pero se lo pulió todo en juergas y Cadillacs de colores chillones. Sin dinero y con pocas perspectivas, se fue a California, donde conoció a una mujer, formó una familia y no perdió la esperanza de que llegaran tiempos mejores. Pero lo que llegó fue peor. Se rompió un tobillo mientras trabajaba en la construcción, y como no hizo el reposo que debía, no acabó de curársele. La lesión le impedía mantener un ritmo de trabajo continuado. Y entonces le llegó el golpe que no vio venir: mataron a su hijo.
[Duomo Ediciones. Traducción de Juanjo Estrella]
martes, agosto 09, 2016
La repetición, de Ivica Djikić
Hacía tiempo que el chef Žarko había dejado de tolerarle la falta de concentración cuando se trataba de mercancía tan exquisita. Le descontaba del sueldo cada pedazo echado a perder. De modo que Marko ponía toda su atención en no dejar pasar el momento en el que debía retirar el primer filete, y tras unos segundos el siguiente, y el siguiente…
-Periodista, me parece que te estás convirtiendo en cocinero –le dijo Žare.
Llevaba un rato detrás de él, observándolo. Marko no se había percatado.
-Gracias, si se trata de un cumplido –contestó.
-Todo consiste en entregarse a la repetición –prosiguió Žare–… Resumiendo, todo radica en la repetición. La repetición hasta el infinito. Supongo que en la prensa es lo mismo. Cada día empiezas de nuevo, escribes artículos u otra cosa igual que ayer, igual que anteayer. Pero siempre hay repetición. Seguro que sabes de qué estoy hablando.
-Lo sé.
-También sabes que estás trabajando de cocinero solo porque te han herido el ego. ¿Y sabes cómo lucho yo contra el ego?
-¿Pero tú luchas?
-Ja, ja, ja… Quizá no se ve, pero sí que lucho. ¿Y sabes cómo? Metiéndome en problemas de forma consciente. Eso me hace recordar lo pequeño e insignificante que soy. Para que no se me ocurra pensar que valgo más que cierto cretino que me prestó un dinero que no es suyo y me llama dos veces al día para que le diga cuándo se lo voy a devolver. Yo sé cocinar, pero él tiene una porra metálica y una pistola. Tienes que buscarte algo que te haga mantener los pies en la tierra.
-¿Qué me quieres decir en realidad? –preguntó Marko. Estaba limpiando la parrilla grasienta que aún quemaba.
Žare cogió la bandeja con los cuatro filetes recién hechos.
-Quiero decir que acabo de hacer el mejor risotto de mi vida –le dijo mientras se alejaba y se llevaba la bandeja–. La repetición…
[Sajalín Editores. Traducción de Maja Drnda y Christian Martí]
domingo, agosto 07, 2016
jueves, agosto 04, 2016
Es un oficio de hombres, de OuLiPo
En Playtime recomiendo este libro; el enlace está en otro post, más abajo. Aquí, los principios de tres de los textos:
Principio de "Autorretrato del esquiador" (de Paul Fournel):
Mi oficio consiste en bajar la montaña de arriba abajo. En bajar lo más rápido posible. Es un oficio de hombres. Primero porque cuando está arriba, el hombre tiene ganas de llegar abajo, y luego porque cuando hay varios hombres arriba, todos quieren bajar más rápido que los demás.
Es un oficio humano.
Soy esquiador.
Tuvimos a Toni Sailer, tuvimos a Jean Vuarnet, tuvimos a Jean-Claude Killy, tuvimos a Franz Klammer, tuvimos a los canadienses y ahora estoy yo. Este año voy a ser campeón del mundo y, en los próximos Juegos Olímpicos, ganaré la medalla de oro.
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Principio de "Autorretrato del funcionario" (de Frédéric Forte):
Mi oficio consiste en rellenar formularios. En rellenarlos lo más lentamente posible. Es un oficio de hombres. Primero porque cuando está ante un formulario, el hombre no tiene ganas de rellenarlo, y luego porque cuando hay varios hombres frente a un formulario, todos quieren rellenarlo más lentamente que los demás.
Un oficio humano.
Soy funcionario.
Tuvimos a Bartleby, tuvimos a Oblómov, tuvimos a Pessoa, tuvimos a Franz Kafka, tuvimos a los corsos y ahora estoy yo. Este año voy a ser empleado modelo y, en el próximo registro de ascensos, habré subido un peldaño.
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Principio de "Autorretrato del escritor" (de Hervé Le Tellier):
Mi oficio consiste en rellenar páginas de arriba abajo. En llenarlas lo mejor posible. Es un oficio de hombres. Primero porque cuando está en lo alto de la página, el hombre tiene ganas de bajar hasta el final, y luego porque cuando hay varios hombres en lo alto de la página, todos quieren bajarla mejor que los demás.
Un oficio humano.
Soy escritor.
Tuvimos a Homero, tuvimos a Victor Hugo, tuvimos a Marcel Proust, tuvimos a Raymond Queneau, tuvimos a los escritores americanos y ahora estoy yo. Este año he sido galardonado con el Premio de Novela Rosa y el próximo Goncourt me lo darán a mí.
[La Uña Rota. Traducción de Pablo M. Sánchez]
miércoles, agosto 03, 2016
Un paseo invernal, de Henry David Thoreau
Me resulta difícil admitir que apenas había leído nada de Henry David Thoreau (en mi biblioteca está Walden, esperando su turno), más allá de algunos textos sueltos. Así que quiero solucionarlo poco a poco. En este volumen se recogen dos piezas del autor: "Un paseo invernal" y "Caminar". En ambos Thoreau se dedica a relatar sus caminatas, en ensayos breves y autobiográficos, en los que nos contagia su pasión por la naturaleza, por los bosques y las montañas y el curso de los ríos donde puede reflexionar mejor, donde se siente en comunión con el entorno, donde el paisaje acaba incluso aceptando la intrusión del hombre que construye cabañas aisladas, pero que acaban incorporándose al bosque. La prosa de Thoreau, no descubro nada nuevo a estas alturas, es de una finura y de una exquisitez que a uno le dan ganas de irse a vivir al campo, o mejor al bosque. La pasión de Thoreau la recogieron a posteriori otros autores (véase, por ejemplo, lo que escribió Jack Kerouac en Los Vagabundos del Dharma). Ambos textos son una delicia, aunque "Caminar" me parece superior. Aquí van unos extractos de los dos:
¿Qué sería de la vida humana sin bosques, sin esas ciudades naturales?
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¿Qué fuego podría igualar al brillo del sol en un día de invierno, cuando el ratón de campo se asoma entre las piedras de la tapia y el carbonero cecea en los desfiladeros del bosque? Entonces el calor proviene directamente del sol, no lo irradia la tierra como hace en verano, y cuando notamos sus rayos sobre la espalda mientras caminamos por algún valle nevado y profundo, nos sentimos agradecidos por recibir esta generosidad singular, y bendecimos al sol por seguirnos hasta ese lugar recóndito.
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En la profundidad del bosque, completamente solos, mientras el viento sacude la nieve de los árboles y dejamos atrás los últimos rastros humanos, nuestras reflexiones adquieren una riqueza y variedad muy superiores a las que ostentan cuando estamos inmersos en la vida de las ciudades. El zorzal y el trepador son una compañía más estimulante que la de políticos y filósofos, a los que volveremos a ver como quien se reencuentra con unos viejos y vulgares compañeros. En este valle solitario, en el que un riachuelo desagua las laderas cubiertas de hielo estriado y cristales de infinitos matices, entre los que sobresalen los juncos y la avena salvaje, y se elevan los abetos y las tsugas, nuestra vida es más serena y verdaderamente digna de contemplación.
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Los alrededores de mi casa me ofrecen una infinidad de buenas caminatas, hasta el punto de que, aunque hace muchos años que salgo a andar casi todos los días, y a veces durante varios días, todavía no las he agotado. Un paisaje absolutamente nuevo es motivo de una felicidad inabarcable que sigo encontrando cada tarde.
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Cuando quiero relajarme, busco el bosque más oscuro, o el pantano que, a ojos de mis conciudadanos, resulta más impenetrable y lúgubre. Camino por allí como por un lugar sagrado, un sancta sanctorum. Allí está la fuerza, la médula de la Naturaleza. El bosque intocado recubre el mantillo y una misma tierra es buena para el hombre y para los árboles.
[Errata Naturae. Traducción de Marcos Nava]