Cuentan que Michael Mann, el maestro que dirigió “Ladrón”, “El último mohicano”, “Heat” o “El dilema”, por citar unas cuantas joyas de su filmografía, vio a Javier Bardem y a Luis Tosar en “Los lunes al sol”, donde ambos están inmensos. Le impresionaron tanto que, primero, le dio un papel de temido y respetado traficante a Bardem en “Collateral”, y después eligió a Tosar para otro papel de temido y respetado traficante en “Miami Vice”. En “Los lunes al sol”, donde había dos hombres interpretando a tipos barbudos en paro, arrastrados al fango de la miseria, con caras de soportar el dolor y el fracaso, Mann vio la posibilidad de convertirlos en sus contrarios, o sea, individuos perversos, montados en el dólar, rodeados de lujo, de matones, de tías buenas y de armas sofisticadas. Es una de las habilidades que me maravillan de quienes se dedican al cine: ver a un actor haciendo una comedia, y saber al instante que el personaje de su vida estará en un drama; y viceversa. No hace falta citar ejemplos, aunque recuerdo algunos célebres: las conversiones de Woody Harrelson y Jim Carrey (especializados en papeles cómicos) en individuos lastimados en el bodrio “Una proposición indecente” y en la inolvidable “El Show de Truman”, respectivamente. O sea, el paso de la comedia al drama. Y al revés: cuando actores acostumbrados a papeles serios dan el salto al humor, como Gene Hackman o Robert DeNiro.
Pero estábamos hablando de españoles. En concreto, de Bardem y Tosar. Bardem “aprobó con nota alta” (eso suelen decir los críticos pedantes) en “Collateral”. Y Tosar está a la misma altura en “Miami Vice”, que por fin vi hace unos días. Serio, frío y cortante, con una barba boscosa, los ojos fijos en el horizonte y rodeado de boato, tiene pocas apariciones en pantalla. En cada una de ellas, sin embargo, borda su papel de tipo calculador que hace millones en cada operación clandestina. Su actuación ha sido, además, reseñada por los críticos norteamericanos: dicen que es lo mejor de la película. Por fortuna, y fiel a mi costumbre en el barrio en el que vivo, acudí a verla en versión original subtitulada. Pude apreciar que maneja bien el inglés.
A pesar de lo que digan los columnistas de derechas, el cine español aún cuenta con valores que saben apreciar mejor en el extranjero. Nadie es profeta en su tierra, etcétera. El inconveniente es que, en Estados Unidos, suelen darles papeles secundarios. No así en Francia, donde les preocupa menos el tono comercial de la obra. Y cuando hablo de valores me refiero a los actores y actrices. Algunos se salen de la pantalla, como Bardem y Tosar. Creo que la primera película que vi de este último fue “Flores de otro mundo”: estaba perfecto en la piel de un hombre de pueblo callado, herido, silencioso, resignado a su suerte. La cara contraria de esa interpretación es la que ofrece en “Te doy mis ojos”. En la primera da pena y en la segunda da miedo. Esto sólo son capaces de hacerlo los más grandes. Es una lástima que todos estos actores, por culpa de la situación catastrófica del cine español, tengan que ganarse las habichuelas de otros modos: series de televisión, papeles secundarios en otros países, obras de teatro. Debemos aplaudir la valentía de directores como Michael Mann, que fichan a los actores nacidos en España. No recuerdo que antaño eso fuera así: quizá porque no había tantos talentos como ahora o quizá sea cosa de la globalización. Alguien decía, en su blog, que los españoles, no obstante, siempre terminan haciendo de narcos en el cine americano. Mejor eso que nada, ya que el cine ibérico es un barco que se hunde y a los náufragos les toca agarrarse a donde pueden.