La Junta de Castilla y León y la empresa Iberbanda han anunciado el Plan de Banda Ancha para que setenta y seis mil zamoranos del medio rural puedan acceder a internet de alta velocidad. El medio rural es el pueblo, que ahora se llama así, a lo fino. Uno se alegra de estas cosas, siempre que salgan bien y no queden en churro o en estafa, como aquella cosa que ocurrió con Afitel, cuando se proclamaba en los pasquines que Zamora era la ciudad mejor conectada del mundo y la primera en obtener estos servicios. Dicho Plan consiste en una inversión de ocho millones de euros para esta tierra (de un total de setenta y ocho millones para Castilla y León). Desde la Consejería de Fomento de la Junta cuentan que tenemos un cuarenta por ciento de población sin acceso a la red. El sistema será inalámbrico y desarrollado por Iberbanda, firma con inversores de lujo, como Caja Duero, el Grupo Prisa o El Corte Inglés, entre otros.
Los pueblos necesitan un respiro, un poco de oxígeno, tras tanto abandono y tanta deserción de lo rural, que cada día van quedando menos habitantes, pues todo el personal quiere irse a vivir a las ciudades. Y ese oxígeno, aunque no va a significar que la gente regrese al campo y a las aldeas para fijar allí su residencia, viene del acceso a la red. Pero esto, claro, sólo lo pueden comprender quienes utilizan a diario esta herramienta de comunicación. Hagan la prueba. Uno va y le cuenta a alguien que jamás se haya conectado: “Pues sí, suelo leer un blog de cine”, y el otro pregunta: “¿Qué es un blog?”, y uno explica: “¿Sabes lo que es una bitácora?”, y oye: “Bueno, más o menos. Como un cuaderno de bitácora, ¿no?”. Con paciencia, afirma uno: “Sí, algo del estilo. Pues bien, este blog tiene un enlace a una página web…”, y el otro: “Espera, espera, que me he perdido. ¿Qué es una página web? ¿Y por qué un enlace?” Entonces uno cambia de ruta: “Vamos a ver: ¿Has accedido alguna vez a la red?, ¿Has navegado?, ¿Sabes lo que es un correo electrónico?”, y contesta el interlocutor: “Eh, bueno, no, no. Ni idea”. “Pues mejor no sigo, porque no entenderías una coma”. De hecho, algunas personas que jamás se han conectado me preguntan: “Tu correo electrónico es el que pones al pie del artículo del periódico, ¿no?”. “Pues no, mire usted: eso es una página. Las direcciones de correo incluyen una arroba”. Les entiendo porque yo empecé igual, dando palos de ciego (todavía los doy, pero ya son palos de tuerto). En principio no es fácil relacionarse con la informática, y menos aún con la jerga anglosajona de internet, repleta de palabros como banner, e-mail, weblog, spam o cookie.
Pero volvamos a la idea inicial: que el acceso a la red en todos los pueblos es necesario. Los habitantes de los mismos pueden, así, comunicarse con los suyos por el correo electrónico, por el chat, por este invento del messenger. Pueden acceder a más información, buscar ayudas y subvenciones, comprarse una entrada o un libro y enterarse de cómo va el mundo. Respeto a quienes se niegan a entrar en internet, aunque ese no es el camino. Me niego a usar esas “moderneces”, confiesan. Bien, no lo discuto, pero por esa regla de tres, señora mía, aún estaríamos avisándonos por tambores y viajando en mula o a caballo. Como dijo aquel, con los tiempos y los avances nos toca envainárnosla y apechugar con lo nuevo. Si se han fijado apenas quedan negocios, empresas o establecimientos donde no te hagan las cuentas con el ordenador. Incluso en tabernas en las que pides una ración de callos y un tintorro no es raro que el camarero, aunque ronde los setenta años, teclee los precios y las sumas en una pantalla plana. Para quien no sepa manejarse, ahí está el programa de formación Iníciate.