Magnífico libro, aunque difícil de sintetizar. La historia, mezcla de ficción y memorias, nos cuenta el paso a la madurez de una chica en Australia mientras estudia las obras de Virginia Woolf, cuya figura le despierta tanta recelo como admiración, igual que su propia madre: “No es que las tenga en un pedestal, pero podría decirse que contribuyeron a construir mi cerebro”. Celos, racismo, feminismo, contradicciones, ídolos con pies de barro y las diferencias enormes entre la teoría y la práctica son sólo algunos de sus hilos. Aquí va un fragmento; aunque pertenece más o menos al inicio del libro, ofrece ya varias claves de sus intenciones:
En las semanas siguientes a mi lectura sobre la aplicación de Kochavi de la teoría situacionista a la práctica colonizadora, no dejaban de venirme a la cabeza las experiencias que yo había tenido a lo largo del tiempo con la teoría y la práctica. Si bien la ínfima y simple palabra “y” provoca que la transición de la teoría a la práctica parezca fácil, según mi experiencia raras veces ha sido el caso. A medida que me recordaba revolcándome en la caótica brecha entre ambas, empecé a ver que mi novela se había estancado porque no era el libro que necesitaba escribir. El libro que necesitaba escribir tenía que ver con rupturas entre teoría y práctica, y el material era abrumador. Partículas de ese material se habían colado en mi novela y obstruían sus mecanismos.
Una artista me contó en una ocasión que ya no deseaba hacer arte que pareciese arte. Yo estaba descubriendo que ya no deseaba escribir novelas que pareciesen novelas. En lugar de proporciones armoniosas y disfraz, quería una forma que diera cabida a la informidad y el caos. Me dio por pensar que una manera de hallar esa forma podría ser contar la verdad.
De niña había oído con frecuencia: “Cuenta la verdad y avergüenza al diablo”. Cuando se cuenta la verdad, alguien tiene que pasar vergüenza; por lo común, el contador de verdades. Ya es hora, me dije, de dejar de tener miedo de la vergüenza.
[Muñeca Infinita. Traducción de Regina López Muñoz]