Lo difícil es escribir, no escribir bien. En los talleres literarios se puede aprender a escribir bien, pero no a escribir. Para escribir bien hay recetas, consejos útiles, un aprendizaje. Escribir, en cambio, es una decisión de vida, que se realiza con todos los actos de la vida.
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Si se encuentran dos amigos a charlar, y uno de ellos viene de vivir aventuras curiosas, de viajar a lugares exóticos y conocer personajes extraordinarios, mientras que el otro ha estado en su casa y no le ha pasado nada fuera de lo común, va a ser el segundo el que hable, y el primero no va a tener más remedio que quedarse callado y escucharlo. Siempre es así, y es preferible no forzar las cosas para no quedar mal y perder un amigo.
Esto tiene que ver con una observación de Borges sobre Las mil y una noches, obra de planteo radicalmente equivocado, según él, porque en la vida real a nadie le gusta que le cuenten nada: lo que quieren es contar ellos. De modo que si Scherazada quería ganar tiempo y preservar su 0vida y la de su hermana, lo que le convenía era dejar hablar al sultán, escucharlo con atención, genuina o simulada, estimularlo a seguir hablando con una pregunta… El gran tesoro de historias maravillosas seguiría en la memoria de Scherazada, pero callado y oculto, y lo que se haría oír sería la voz del sultán hablando de los disgustos que le daban sus ministros, de las complicaciones de la burocracia palaciega, de sus trastornos intestinales, o haciendo el relato circunstanciado de las incidencias del último partido de polo.
[Jus, Libreros y Editores]