miércoles, junio 23, 2021

Aposento (de Miguel Ángel Muñoz) / Contra vosotros (de Mercedes Soriano)

Éste me parece, sin duda, uno de los proyectos más atractivos de la temporada: Aposento es la aproximación de Miguel Ángel Muñoz a la obra de Mercedes Soriano, fallecida en 2002 a los 49 años de edad, y de quien la misma editorial ha rescatado Contra vosotros, una de las novelas que publicó en Alfaguara en los 90. 

 


 

APOSENTO:

Un escritor decide rescatar a una escritora e indagar en su alejamiento de Madrid y su posterior permanencia en Presillas Bajas (Almería); el primero trata de entender las razones de esa distancia de la segunda, de la desaparición de ese nombre que antaño estuvo en alza y hoy ya no se cita. Los géneros que despliega Miguel Ángel Muñoz durante sus búsquedas y reflexiones son variados y su manera de encajar unos con otros resulta apetecible a priori y fascinante a posteriori:


En la primera parte, “La escritora (ensayo)”, nos encontramos con un texto escrito en segunda persona en el que hay dudas, incertidumbres, descubrimientos… Miguel Ángel Muñoz esboza un proyecto en 2002, tras leer en la prensa una necrológica, pero alcanzar ese propósito le costará años, lecturas, titubeos, viajes y meditaciones que puedan situarle en la perspectiva adecuada para escribir ese libro. El apoyo literario y cinematográfico es fundamental para encontrar el camino: obras de Pascal Quignard, Peter Handke, Nuri Bilge Ceylan, Thomas Bernhard, Charles Laughton, Fernando Pessoa… Cineastas y escritores proclives a las periferias, a lo íntimo, a la huida del ruido.


En la segunda, “Cartas”, el autor compra un cuaderno para escribir, en primera persona, misivas a Mercedes Soriano. Es una manera de acercarse más a ella, de contarle su proyecto, de decirle que aún no se ha leído su obra completa (pero lo hará) y que rechaza entrevistarse con todos aquellos que la conocieron para respetar la privacidad y el alejamiento que eligió.


En la tercera, “Lecturas”, el género epistolar da paso a la crítica literaria: se analizan y comentan las obras de Soriano. Aunque, por fortuna, no es el repaso de un crítico sino el entusiasmo de un lector entregado a una obra que le apasiona.

En la cuarta y última, “La novela”, un texto breve y no menos formidable que los anteriores, escrito en tercera persona, Miguel Ángel Muñoz se ve a sí mismo desde fuera, se relata, por así decirlo, mientras trata de contactar con un par de personas de Presillas Bajas para que le cuenten algo de la escritora cuyas huellas busca.


Aposento no es una biografía. Es un homenaje y un rescate mediante variaciones, derivas, pesquisas lectoras e intentos de aproximación: el mejor homenaje posible. Jugando con los puntos de vista, los géneros, las distancias y las perspectivas, M. A. Muñoz saca a M. Soriano del limbo en el que había caído, nos abre puertas hacia su obra y, de paso, construye uno de esos libros hermosos que tanto nos gustan donde el ensayo y la autobiografía se dan la mano y en el que priman el respeto y la lucidez de lo que no se dice:

Tenía muy claro que el texto indagaría en la estancia de Mercedes Soriano en Almería. Ella había elegido desaparecer de los focos literarios y huir de Madrid. No tenía sentido mirar hacia lo que ella había rechazado. Para respetarla a ella tenía que respetar su elección. Su texto no sería una semblanza, eso estaba claro, ni un ensayo biográfico, sino una pesquisa literaria en la que desempeñaba un papel fundamental la decisión de la escritora de desaparecer en ese no-lugar en el que el escritor había nacido, que él había aprendido a habitar por oposición, sin calma ni ningún tipo de aceptación.


 

 

CONTRA VOSOTROS:

Como les sucederá a muchas de las personas que se acerquen a esta nueva edición de Contra vosotros, yo tampoco había leído a Mercedes Soriano. Escudriñadas las cubiertas de sus obras en la red, me suenan de haberlas visto en algunas ocasiones en mis exhaustivas búsquedas en las Bibliotecas de Zamora y Salamanca en mis tiempos mozos (en aquella época me obsesionaba todo cuanto había publicado Alfaguara). Pero nada más.

Se trata de una novela construida mediante los monólogos de ocho personajes: tanto hombres como mujeres van narrando capítulos de sus vidas, de sus cuitas, de sus relaciones, y así van retratando el panorama español de finales de los 80, soltando entre medias numerosas perlas para subrayar: No vayas a pensar, no se trata de nada morboso, sino que algo me dice que prepararse para la muerte es aprender a vivir. El último, “Nadie”, es el más logrado y en el que jamás sabemos si detrás hay un narrador o una narradora: un texto repleto de furia y de sustancia. Una de las virtudes del libro, además de su prosa, es que podría estar escrito hoy mismo. No parece que haya envejecido, tampoco su discurso ha quedado obsoleto. Leamos un pequeño ejemplo como cierre:

Habéis sufrido tanto, os han engañado tantas veces que casi estáis a punto de afirmar que vuestro reino no es de este mundo cuando, como un relámpago, surge una ocasión y a ella os aferráis, clavo ardiendo, convencidos de que tenéis derecho a disfrutar aunque solo sea por el monto de agravios recibidos.    



[La Navaja Suiza]

martes, junio 22, 2021

Historia de una novela, de Thomas Wolfe

 

 

Leí hace unos años este libro, un breve ensayo autobiográfico sobre las relaciones de Thomas Wolfe con su editor Max Perkins, y me gustó tanto que he vuelto a comprarlo en esta nueva edición y al releerlo he comprobado que la traducción mejora. Antaño puse en el blog unos cuantos fragmentos. Creo que aquí he copiado más o menos los mismos… pero, como digo, ahora disponibles en una nueva traducción:

No soy un escritor profesional. Ni siquiera soy un escritor experto. Tan sólo soy un escritor que está en camino de aprender su profesión y de descubrir la línea, la estructura y la articulación del lenguaje, lo que me llevará a descubrir si estoy haciendo el trabajo que quiero. Es sólo por este motivo, porque titubeo, porque hasta la última gota de mi energía vital y de mi talento sigue inmersa en este proceso de descubrimiento, por lo que me atrevo a hablar aquí de estas cosas. Me dispongo a contar cómo escribí un libro.

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Al igual que Joyce, yo escribía sobre cosas que conocía, sobre la vida que me resultaba cercana y las vivencias de la infancia que me eran familiares. A diferencia de Joyce, yo carecía de experiencia literaria. Nunca había publicado nada.

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En un momento miré a ese editor que había trabajado conmigo, que me había descubierto, y le pregunté si era capaz de prever el final y el veredicto que recibiría mi labor. Dijo que prefería no contestar a mi pregunta, que él no podía profetizar o saber qué frutos daría todo aquel esfuerzo. Dijo: “Lo único que sé es que el público no va a pasarlo por alto, no podrán ignorarlo. El libro encontrará su propio camino”.

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En primer lugar, no había anticipado algo que salta a la vista tras la primera publicación, pero que nunca se puede pronosticar: que uno jamás escribe una novela para recordarla, sino para olvidarse de ella, cosa que ahora me resultaba evidente. En cuanto el libro se imprimió, empecé a olvidarlo, empecé a desear ese olvido, ya no quería que la gente me hablara o me preguntara por él. Tan sólo quería que me dejaran en paz y no abrir más la boca. Y, a pesar de ello, ansiaba desesperadamente que lo que había escrito tuviera éxito. Anhelaba verlo alcanzar una posición de orgullosa estima y honor. Quería, en pocas palabras, ser un hombre famoso y a la vez quería seguir llevando una existencia oscura y discreta, y que nadie me hablara de mi fama ni de mi éxito.

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Un joven escritor sin lectores no siente la necesidad, la presión del tiempo, como sí le ocurre a un escritor que ha publicado y que debe empezar a pensar en calendarios, temporadas de publicación, en acabar su segundo libro.

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Me encontraba a solas con mi trabajo y ahora sabía que así debía ser, que nadie podría ayudarme por mucho que quisiera hacerlo. Por primera vez fui consciente de otro hecho simple que todo artista debe conocer, a saber: que el trabajo de un hombre contiene no solamente las semillas de la vida, sino también las semillas de la muerte, y que el poder de la creación que nos ayuda a sobrevivir puede asimismo destruirnos como la lepra si dejamos que nos carcoma vivos.

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Lo que yo había escrito sobre el gran tren nocturno era de veras muy bueno. Pero tuve que afrontar la amarga lección que todo escritor debe aprender: algo que en sí mismo está bien escrito no necesariamente tiene por qué encontrar un lugar en el manuscrito final. Es, como digo, una dura lección, pero es algo que uno debe asumir. Y así ocurrió.

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La publicación es algo que siempre me ha producido cierto temor, a pesar de lo mucho que me he esforzado para lograrla. No obstante, es literalmente cierto que con todo lo que he publicado, cuando la cruda hora de la impresión se acerca, siempre he sentido una suerte de angustia y he llegado a rogarle a mi editor que retrase su publicación hasta la siguiente temporada, o peor aún, les he pedido a los directores de algunas revistas que me den uno o dos meses adicionales para trabajar un poco más en mis textos, para corregirles algo, muchas veces sin saber muy bien el qué.



[Editorial Periférica. Traducción de Juan Cárdenas]

Próximamente: Formentera Lady

 

 

De Jordi Cussà Balaguer. En Sajalín Editores.

viernes, junio 18, 2021

Jérôme Lindon. El autor y su editor, de Jean Echenoz

 

 

Todo arranca un día de nieve en París, en la calle de Fleurus, el 9 de enero de 1979. He escrito una novela, es la primera, no sé que es la primera, no sé si voy a escribir más. Todo cuanto sé es que he escrito una y que, si pudiera encontrar un editor, estaría bien. Si ese editor pudiera ser Jérôme Lindon, estaría mejor aún, claro, pero no es cosa de andar soñando. Una editorial demasiado seria, demasiado austera y rigurosa, quintaesencia de la virtud literaria, demasiado para mí, ni siquiera merece la pena intentarlo. Así que le mando el manuscrito por correo a unos cuantos editores, que lo rechazan todos. Pero sigo, insisto y, en el punto al que he llegado, poseedor de una colección casi exhaustiva de cartas de rechazo, me he arriesgado la víspera a dejar un ejemplar de mi manuscrito en la secretaría de Les Éditions de Minuit, calle de Bernard-Palissy, sin hacerme la mínima ilusión, solo para completar la colección.

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En todas las ocasiones me entero de cosas en Le Sybarite: sobre Robbe-Grillet, sobre Claude Simon, sobre Pinget, que siempre hace una lista de los temas que quiere tratar en un pedacito de papel antes de quedar con Lindon, sobre la primera vez que Lindon leyó
Molloy y, de una carcajada, estuvo a punto de tirar al suelo el manuscrito sin encuadernar, que podría haberse desperdigado por el metro, en la estación de La Motte-Picquet-Grenelle; esa historia iba a oírla muchas veces, todos íbamos a oírla muchas veces.

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Allí, Jérôme Lindon no se limita a explicarme por qué mi libro es malo, sino de qué manera es malo, sino también por qué y cómo he actuado así, por qué y cómo me he equivocado, por qué y cómo he hecho mal en equivocarme. Se le dan muy bien esas cosas. Aunque me confirma que no va a publicar el libro, me avisa de que me montará un ataque de celos si intento que lo publique otro.


[Nórdica Libros. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia]

martes, junio 15, 2021

El viaje inútil, de Camila Sosa Villada

 

 

Enseñarme a escribir es el gesto de amor que mi papá tiene para mí. [...] Partimos de ese gesto de amor y terminamos muy lejos el uno del otro. Yo acabo por ser todo lo que mi papá nunca hubiera querido para un hijo. Una vez que aprendo a leer y a escribir, ese recuerdo se borra bajo las ruinas que deja la violencia, el alcoholismo, la indiferencia y la soledad que experimento desde que nazco hasta que me voy de mi casa, a los 18 años. Entiendo que ese conocimiento de nuestro cariño, allá en mi infancia, es una revancha para nuestra historia.

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No creo que mi papá haya pensado ni por un segundo que me daba la llave de la escritura. Una hija travesti, escritora, un monstruo de ese tamaño, retorcido de sí mismo, prisionero del mundo, siempre proclive a caer en pozos cada vez más hondos, un animal plañidero, solitario, siempre con ganas de rebelarse hasta con los vientos a favor.

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Que mi mamá haya sido la primera persona en el mundo que me oyó leer nos une en un pacto de ternura. La imagen de la ternura. El recuerdo de su asombro frente a mi aprendizaje.
De manera que mi papá me enseñó a escribir y mi mamá a leer. Me llevaron a la vera de un bosque y me dejaron sola ahí, esperando que entre y me pierda para siempre.

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Mi primer acto oficial de travestismo no fue salir a la calle vestida de mujer con todas las de la ley. Mi primer acto de travestismo fue a través de la escritura.

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Todo recuerdo espera ser escrito. Una vive su vida con ánimo de escribir. Pero, en ese sentido, la escritura va muy por detrás de la memoria, es imposible alcanzar la velocidad de la memoria y mucho más alcanzarla mientras se escribe. Los pensamientos son veloces, demasiado veloces para este oficio que sigue teniendo el tiempo de una letra detrás de otra, una palabra dando la mano a otra, el ritmo de una mujer cansada. Una se sienta a escribir y entra en ese tiempo lento que nunca alcanza el paradero de la memoria.

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Escribir implica una rebeldía porque escribir supone la reflexión. Y la reflexión es inadmisible en tiempos de producción. Conlleva una pausa, un volver a los recuerdos, volver a una misma.

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Las últimas bohemias. Arriesgándonos a todo. A subir a un auto y no saber si bajaremos vivas, entrar en un cuarto y no saber si saldremos ilesas, amar y no ser amadas, desterradas de la familia, de la iglesia, de los pueblos, de las ciudades. Mal miradas, mal amadas, mal queridas, mal tratadas, mal juzgadas, mal dichas, mal escritas.

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No lamento los períodos de no escritura, al contrario, los celebro como los espacios en negro que no puedo explicar en mi vida, como las cosas que no tienen sus palabras todavía, como las emociones inexplicables.



[La Uña Rota / Ediciones DocumentA/Escénicas]

viernes, junio 11, 2021

Tainted Love, de Stewart Home

 

 

A pesar de su prestigio, de su apetitosa bibliografía y de ser alabado aquí por escritores/prescriptores del calibre de Kiko Amat y Javier Calvo, es como si Stewart Home no acabara de encontrar su nicho en España, algo extensible a otros formidables autores anglosajones de los que poco a poco algunas editoriales independientes van traduciendo varios de sus libros, en un goteo que no se nos escapa a unos cuantos fieles: y aquí podríamos citar a Kathy Acker, Thom Jones, Lydia Lunch, Hubert Selby Jr. o William T. Vollmann. Autores incómodos, ásperos, rompedores, a menudo difíciles para el lector medio.  

Desde la traducción del ensayo de Stewart Home titulado El asalto a la cultura (Virus Editorial, 2002) hasta la de Acelerados al máximo (de la desaparecida Libertos Editorial, que también publicó a Richard Hell, Lydia Lunch y Mark Manning) transcurrieron 9 años. En 2012, Alpha Decay apostó por su novela Memphis Underground… y desde entonces no habíamos vuelto a saber nada de traducciones de sus obras.

Por fortuna, el Colectivo Bruxista se encarga ahora de recuperar a este escritor con la publicación de Tainted Love, una admirable y absorbente novela en la que, partiendo de los “diarios, cartas y un esbozo de autobiografía” de la madre del autor, Stewart Home utiliza dicho material para recomponer, en una narración en primera persona cuyo embrujo nunca decae, los años de juventud de esa mujer (Julia Callan-Thompson en la realidad; Jilly O’Sullivan en el libro).

El escritor, por así decirlo, se mete en la piel de ella y la convierte en la narradora de su tiempo en el Londres de los años 60 y 70. Puede que, en este engranaje por donde circulan los álter ego (el propio Home aparece reconvertido en “Lloyd O’Sullivan”), las narraciones prestadas y las indagaciones entre los documentos históricos y la contracultura, muchos huecos se hayan suplido mediante la ficción. Pero ése, precisamente, suele ser el cometido de la literatura: es así como una novela de estas características cobra más valor, al menos para algunos de nosotros.

Julia/Jilly fue modelo y chica de compañía y a veces prostituta. Murió a los 35 años en circunstancias no aclaradas: una de esas muertes que, como las de Bruce Lee o Marilyn Monroe, abren la puerta a toda clase de especulaciones (asesinato, suicidio, sobredosis accidental, etcétera). Tuvo que entregar en adopción a su hijo por presiones de la gente mafiosa con la que se vio envuelta pero a la vez supo utilizar sus artimañas femeninas y su inteligencia para mantenerse años en el filo de la navaja mientras sobrevivía a gángsters, chaperos, clientes retorcidos y policías violadores. Eso es lo que se cuenta en la novela, a grandes rasgos: que sea verdad o no, como apunta Javier Calvo en el prólogo, es irrelevante.  

¿Por qué nos hechiza Tainted Love?

En primer lugar por ese pulso narrativo, que no disminuye en ningún momento y que incluye algunos giros casi radicales (como la transcripción de las voces de un supuesto documental o de un par de cintas grabadas por un célebre psiquiatra), y que nos conduce por una serie de temas del Londres de los 60 y 70 que simbolizan a la perfección lo que fue aquello: el cine, la música, las drogas, el alcohol, la mafia, la libertad sexual… No se trata de una de esas biografías que a ratos resultan tediosas, en especial porque Home proviene del punk, de la contracultura, de las provocaciones… y lo último que haría es aburrir al lector. Tainted Love, con ese ritmo endiablado de referencias a la cultura pop y personajes de toda índole, sería más o menos como “leer una película” de Martin Scorsese.

En segundo lugar por el desfile de celebridades con las que Jilly se junta y a quienes conoció y trató, como los músicos Brian Jones y John Lennon, los escritores Alexander Trocchi y Colin MacInnes y William Burroughs, los mafiosos Hermanos Kray, los directores de cine Donald Cammel y Michael Reeves o el psiquiatra R. D. Laing, entre otros muchos. Sin olvidar alusiones sorprendentes a Jess Franco, Patty Hearst, Daniel Odier, Roger Corman o Frank G. Critchlow (quien regentó el Restaurante Mangrove, del que muchos hemos sabido gracias a un episodio de la reciente serie de Steve McQueen Small Axe). A todo esto ayuda bastante la cantidad de notas al pie, casi 80, que ha preparado su traductor, Ce Santiago, para mí uno de los grandes especialistas en literatura anglosajona de España, y cuyo contenido aclara datos, nombres y referencias.

En tercer lugar porque, sea realidad o ficción, Stewart Home hace algo tan difícil como entregarnos a una narradora que está viva, en el sentido de que la conocemos como si hubiéramos compartido cenas y fiestas con ella, la sentimos como si fuese la auténtica escritora de la novela, y nos quedamos atrapados en su manera de narrar y en su naturalidad para aceptar las cosas cuando vienen mal dadas. En última instancia, Tainted Love es el retrato salvaje y humanitario de una mujer capaz de sobrevivir en las circunstancias más atroces: alguien a quien admirar y por quien sentir piedad, un personaje más grande que la vida. Leamos un fragmento para cerrar:

Cuando regresé de India en junio de 1969, Londres había cambiado y también yo había cambiado. Quienes habíamos formado parte de la contracultura emergente a principios de los sesenta, sufríamos por entonces de agotamiento posthippie. Yo tenía veinticinco años y la adicción al caballo que había adquirido me sirvió como distintivo de una década de inmersión en la sociedad alternativa. Me había pasado consumiendo opiáceos prácticamente cinco años y volví a Londres con una adicción enorme.



[Colectivo Bruxista. Traducción de Ce Santiago]

miércoles, junio 09, 2021

Diálogo en el vacío y otros escritos, de Matti Megged

 

 

Todos los que conozcan la obra de Giacometti y de Beckett verán esta colaboración entre ambos –poeta y escultor– como de lo más natural, y en absoluto accidental. Ya fueran amigos o sólo conocidos, la afinidad entre Beckett y Giacometti resulta obvia, casi explícita. Muchas de las esculturas y dibujos de Giacometti pueden servir fácilmente como ilustraciones de los relatos y novelas de Beckett, o como escenarios de sus obras; algunas de las cartas y monólogos de Giacometti parecen dichas por algún personaje de Beckett, bien en sus novelas o en el escenario; y viceversa, muchos de los párrafos que escribió Beckett podrían interpretar verbalmente las esculturas y dibujos de Giacometti.

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Como las últimas esculturas de Giacometti, el estilo de Beckett no determina fundamentalmente la sustancia contenida en sus relatos, sino los límites espaciales que los comprenden o los límites de su presentación en el mundo imaginario. Sus relatos no pueden presentar lo que es, pero están hechos para representar y son capaces de representar lo que no es, además de la tensión creada por el deseo de diálogo con lo que es o “cómo es”.



[Machado Libros. Traducción de Amaya Bozal]

martes, junio 08, 2021

Sobre el duelo, de Chimamanda Ngozi Adichie

 

 

La pena es un tipo de enseñanza cruel. Aprendes lo poco amable que puede ser el duelo, lo lleno de rabia que puede estar. Aprendes lo insustancial que puede resultarte el pésame. Aprendes lo mucho que tiene que ver la pena con el lenguaje, con la incapacidad del lenguaje y con la necesidad de lenguaje. ¿Por qué noto los costados tan cansados y doloridos? De llorar, me dicen. No sabía que llorásemos con los músculos. El dolor no me sorprende, pero sí su componente físico: un amargor insoportable en la lengua, como si hubiera comido algo que aborrezco y no me hubiera cepillado los dientes; un peso horrible, enorme, en el pecho; y dentro del cuerpo, una sensación de disolución eterna. El corazón –el físico, no hablo en sentido figurado– se me escapa, se ha convertido en un ente aparte, late demasiado rápido, a un ritmo ajeno al mío. No es sufrimiento meramente del alma sino también del cuerpo, de dolores y falta de fuerzas. Carnes, músculos, órganos, todo está afectado. Ninguna postura me resulta cómoda. Durante semanas tengo el estómago revuelto, tenso y encogido por la aprensión, la certeza constante de que alguien más morirá, de que vendrán más pérdidas.

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Ahora me estremecen las palabras que les dije en el pasado a amigos en duelo, “Busca consuelo en tus recuerdos”, solía decirles. Que te arranquen el amor, sobre todo de manera inesperada, y que luego te digan que recurras a los recuerdos. Más que auxilio, los recuerdos me traen elocuentes puñaladas de dolor que dicen: “Esto es lo que nunca más volverás a tener”.

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Las capas de pérdidas hacen que la vida parezca fina como el papel.


[Random House. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]

domingo, junio 06, 2021

Próximamente: En la pérfida tierra de Dios

 

 

De Omar Di Monopoli. En Malas Tierras.

Conversaciones con David Mamet, de Varios Autores

 

 

¿Cómo afecta concretamente la rutina de su vida personal a la creación de sus obras?
[…] Lo importante es de qué trata la obra; creo que todo lo demás queda supeditado a eso. Si uno es escritor sabrá lo que tiene que hacer para escribir; si no lo es, no lo sabrá. Algunas obras de teatro se escriben en un par de años, otras en una tarde. Lo importante no es sólo la disciplina de sentarse ante la máquina de escribir, porque con eso sólo no no se consigue nada. La disciplina consiste en intentar escribir cada una de las frases de la mejor manera posible, atenerse a la acción. También va bien descolgar el teléfono e irse fuera de vez en cuando.

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¿Le ha cambiado de algún modo el éxito, sobre todo el de American Buffalo?
No, siempre he sido un gilipollas, y no veo por qué habría de cambiar ahora. Pero la diferencia básica es que ahora los agentes están dispuestos a hablar conmigo. Cuando los llamo por un casting, no me hacen esperar mientras se van a Mallorca, como es su costumbre.
 
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¿Se sintió valorado como escritor en Hollywood entre esa gente del cine, o sea sólo como escritor?
[…] En Hollywood la tradición es que el director hace la película, la estrella la vende y, si el guionista no funciona, lo echan y buscan a otro.

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Pese a todos sus éxitos ha sufrido también reveses, como Lone Canoe en teatro y Nunca fuimos ángeles en el cine. ¿Cómo reacciona?
Rudyard Kipling dijo: “Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre y tratar de la misma manera a esos dos farsantes…”. Tengo edad suficiente para saber que hay algo más que una verdad superficial en esta afirmación de que los dos son farsantes. Es agradable que a la gente le guste tu trabajo. También espero ser como escritor mi mejor juez y mi peor crítico.


[Alba Editorial. Traducción de Isabel Ferrer Marrades] 

jueves, junio 03, 2021

4 de junio. En la Feria del Libro de Zamora

 



 
El viernes estaré en Zamora. Abajo, el programa.